El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Dios: Todo en
Todo
No.
737
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Si él diere
reposo, ¿quién inquietará? Si escondiere el rostro, ¿quién lo mirará? Esto
sobre una nación, y lo mismo sobre un hombre”. Job 34: 29.
Dimos inicio a nuestros
servicios especiales con un sermón de aliento que traía a nuestra memoria la
pronta respuesta a su oración que recibió Daniel, y fuimos conducidos a esperar
que Dios tuviera el propósito de dar, en el propio principio de nuestros
ruegos, una orden de misericordia. Dios ha hecho grandes cosas por nosotros
desde entonces, lo cual nos alegra mucho. Probablemente unos cuantos de ustedes
estén conscientes de las numerosas conversiones que Dios ha obrado en este
lugar durante la quincena pasada. No somos aficionados a publicar estadísticas,
ni a realizar cálculos, pero básteles a ustedes saber y bástenos a nosotros
decir que el Señor ha desnudado Su brazo y ha liberado a muchas almas cautivas
de la servidumbre del pecado. Muchos padres y madres aquí presentes han llorado
de gozo porque sus hijos han confesado estar del lado del Señor. El reino de
Satanás se ha visto debilitado y los ejércitos del Señor se han incrementado. Esta semana ha habido júbilo entre los
ángeles y ha habido júbilo en el corazón del grandioso Padre pues muchas ovejas
perdidas han sido encontradas. Demos al Señor la gloria debida a Su nombre; gocémonos
y alegrémonos en el Señor. Y ahora, haciendo un alto en medio de nuestra
carrera, cual ejército con pendones alzados y con las alas extendidas como una
alondra cuando se remonta al cielo, expresemos nuestra gratitud y cantemos con
gozo a Dios, fortaleza nuestra. Confesamos con buen ánimo que ni nuestro propio
brazo ni nuestra propia fuerza podrían proporcionarnos la victoria. A Jehová
sea toda la gloria. Oigamos la voz que dice: “No con ejército, ni con fuerza,
sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”, y que cada creyente
aquí presente se postre reverente delante del trono del grandioso Rey, y le
agradezca con alma y corazón por toda la misericordia y la bondad que ha hecho
desfilar ante nosotros. Con un corazón unido demos al Señor honra y gloria, y
dominio y poder. Esta agradecida espera en el Señor renovará nuestra fuerza de
tal manera que aunque corramos, no nos cansaremos, y aunque caminemos, y la
caminata sea prolongada y el camino áspero, no nos fatigaremos. Esperar en el
Señor no nos da una mera energía espasmódica con la que podemos comenzar y
continuar durante un breve tiempo para enfriarnos después, sino que esperar en
el Señor nos da un constante flujo de vigor de manera que vamos de poder en
poder hasta presentarnos delante de Dios en Sion.
Este tópico se me impuso
como algo muy apropiado para nuestra consideración durante nuestros presentes
esfuerzos especiales. Mi intención es, con la ayuda de Dios, engrandecer el
nombre del Señor nuestro Dios, dirigiendo la devota atención de ustedes al
hecho de que sin el Señor no hay nada bueno, nada fuerte, nada eficaz, pero que
donde Él obra, nada puede oponérsele; ningún poder del mal puede impedir las
obras de Su regia mano.
Nuestra entera
dependencia de Dios, quien es nuestro todo en todo, es el pensamiento de la
mañana, y el texto ilustra ese pensamiento de dos maneras. Se nos hace ver la plenitud
de la suficiencia de Dios para nosotros y nuestra dependencia de Él: primero, en Su obra eficaz, “Si él diere
reposo, ¿quién inquietará?” En segundo lugar,
en Sus soberanos retraimientos, “Si escondiere el rostro, ¿quién lo
mirará?” Y, en tercer lugar, se nos
recuerda que esto es cierto no sólo en la pequeña escala del individuo, sino en
la gran escala de las naciones, “Esto sobre una nación, y lo mismo sobre un
hombre”.
I. Primero,
entonces, el ojo de la fe contempla la plenitud de la suficiencia de Jehová y
nuestra entera dependencia de Él cuando advierte SU OPERACIÓN EFICAZ. “Si él
diere reposo, ¿quién inquietará?”
Esta pregunta que no
tiene respuesta puede ser ilustrada por las obras del Señor en la naturaleza.
El mundo fue una vez un tumultuoso caos: fuego, viento y vapor rivalizaban
entre sí; la discordia y la confusión prevalecían. ¿Quién había que pudiera
imponer orden y reposo a esa masa palpitante, espumante, hirviente y furiosa?
¿Quién podía transformar ese mar de lava derretida en una roca sólida como el
granito, apta para convertirse en los cimientos de un globo habitable? ¿Quién
podía enfriar esa superficie hirviente para volverla un Edén en el que Dios
pudiera caminar con el hombre al aire del día? ¿Quién podía calmar ese océano
de fuego agitado por el torbellino y el tornado hasta convertirse en una
terrífica tempestad, y volverlo una terra
firma, (una tierra firme), fija y
estable? El Espíritu Santo se cernía sobre ella y mediante Su misteriosa
energía impuso rápidamente el orden sobre la confusión; y ahora este hermoso y
redondo mundo nuestro, con toda su inigualable belleza del paisaje y sus
ondulantes torrentes, firmes en sus límites, se ha convertido en una prueba
permanente de que cuando Dios da el reposo, nadie puede turbarlo. Si el
grandioso Preservador de los hombres tan sólo relajara el mandamiento de
reposo, habría fieras fuerzas en el interior de la tierra que serían
suficientes para llevarla de regreso a su caos primordial en una hora; pero
mientras Su ‘fíat’ (hágase) sea para la paz, no tememos ningún derrumbe de la
materia, ningún desplome de los mundos. Tiempo de siembra y cosecha, verano e
invierno, frío y calor, no cesan; la economía de la era del hombre permanece
bajo el brillo tranquilo del sol y de la luna sin ser molestada por el miedo
del regreso del caos o de la rebelión de los terríficos elementos. Pasando a la
era del hombre, vemos al Señor en el día de Su ira levantando las compuertas
del gran abismo, y al mismo tiempo ordenando a las nubes que se descargaran, de
tal manera que el mundo entero se volvió una vez más una ruina colosal; las
altivas aguas pasaron sobre las habitaciones de los hombres e incluso las
cumbres de las montañas fueron cubiertas por las olas imperiosas. Al Señor sólo
le bastó quererlo y las aguas fueron retiradas de sobre la faz de la tierra, y
una vez más apareció la tierra seca, y entonces el mundo floreció con gozosas
primaveras, se pintó de colores con los más bellos veranos y con hermosos
otoños teñidos de madurez, mientras que por todos lados el arco del pacto era
visto en las nubes, la señal de que el Señor había dado reposo a la tierra y de
que nadie sería capaz de turbarla otra vez. ¿Han prevalecido las altivas aguas
desde aquel día? ¿Se ha atrevido el mar a dejar su lecho asignado? ¿Acaso las
olas en su mayor furia no hacen una pausa cuando alcanzan el límite establecido
por el Altísimo? La tempestad y la tormenta obedecen la voz del Señor que
preside en el diluvio, del Señor que se sienta como Rey para siempre.
Más adelante en la
historia, el Mar Rojo nos hace la misma pregunta: “Si él diere reposo, ¿quién
inquietará?” Él sacó a Su pueblo de la servidumbre de Egipto, pero Faraón dijo:
“Perseguiré, apresaré, repartiré despojos”. Sin embargo, no había contado con
el Señor de los Ejércitos, y cuando la columna se interpuso entre los dos
ejércitos, mostrando su lado negro a la caballería de Faraón y su lado de luz y
de consuelo a las filas de Israel, entonces se habría podido oír una voz: “Si
él diere reposo, ¿quién inquietará?” Cuando el rebaño redimido descendió a las
profundidades del mar, se juntaron las corrientes como en un montón, y los
abismos se cuajaron en el corazón del mar, y se oyó el alboroto de los carros y
los cascos del caballo resonaron sobre el lecho pedregoso del aterrado mar. ¿Acaso
no romperá Faraón la paz del rebaño escogido, y no los regresará a la
esclavitud? ¡Escuchen
el chasquido de los látigos y los gritos de los jinetes! ¿Cómo le va a
Israel ahora? ¡Espera, oh incredulidad, y mira la salvación de Dios! Cuando las
impetuosas aguas cubren a todas las huestes de Egipto sube una voz desde las
profundidades donde duermen los altivos guerreros cubiertos por las olas como
sus mortajas que dice: “Si él diere reposo, ¿quién inquietará?”
Echando una ojeada a lo
largo de la historia, y dejando atrás miles de casos que son pertinentes al
nuestro, sólo mencionaremos uno más, es decir, el caso de Senaquerib y su
ejército. Los mármoles que se conservan para nosotros y que han sido excavados
de las ruinas de Nínive son pruebas más que suficientes del poder y de la
ferocidad del monarca asirio. Llegó hasta Laquis, destruyendo a las naciones a
fuego y espada, y luego envió a Jerusalén a su teniente, el Rabsaces, para
destruirla. El Rabsaces no creía que la pequeña ciudad fuera digna de los duros
esfuerzos de una batalla; pensó conquistarla con su lengua blasfema, dejando la
espada en su vaina; pensó engullirla así como el perro engulle su carne; pensó devorarla
así como el buey mastica la hierba. Cuán desdeñosamente preguntó: “¿Quién es
Jehová?” Cómo se jactaba de la fácil victoria sobre los dioses de las naciones.
“¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim? ¿Libraron
a Samaria de mi mano? ¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras que haya
librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?”
Pero el Señor había oído sus blasfemias y respondió las oraciones de Ezequías,
y toda la fuerza de Asiria no pudo levantar ni un solo terraplén contra
Jerusalén, ni disparar una flecha allí, sino que en la quietud de la noche Dios
puso un gancho en el hocico del enemigo y puso freno entre sus quijadas y lo
envió avergonzado de regreso al lugar de donde había venido. “Si él diere reposo, ¿quién inquietará?”
“Hay un torrente cuya suave corriente
Aprovisiona a la ciudad de nuestro Dios,
Vida, amor y gozo se deslizan todavía por él,
Y riegan nuestra segura habitación”.
“Mira a Sion, ciudad de
nuestras fiestas solemnes; tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud,
tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de
sus cuerdas será rota. Porque ciertamente allí será Jehová para con nosotros
fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por el cual no andará galera de
remos, ni por él pasará gran nave. Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es
nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará. Tus cuerdas se
aflojaron; no afirmaron su mástil, ni entesaron la vela; se repartirá entonces
botín de muchos despojos; los cojos arrebatarán el botín”. Los que esperaban
saquear a Jerusalén son despojados, y a los ladrones que pensaban destruir la
paz de
Toda la historia declara
la verdad de que cuando Dios determina poner un vallado alrededor de cualquier
pueblo, no es posible que ningún poder, ya sea humano o infernal, rompa ese
vallado. “Yo seré para ti, dice Jehová, muro de fuego en derredor, y para
gloria estaré en medio de ti”. Esta es una bendita promesa que asegura el
reposo para quienes moran en el interior de Su gloriosa protección.
1. Reflexionaremos
sobre esta verdad en su aplicación, primero, al pueblo de Dios. Amados míos, si su piadoso Señor les da reposo
de mente, entonces, ¿quién puede inquietarlos? Algunos de nosotros sabemos en
qué consiste andar a la luz del rostro de Jehová. Demos ahora el testimonio de
nuestra experiencia sobre ese hecho. Mis carísimos hermanos en el Señor, ustedes
han experimentado severas tribulaciones;
han visto que los ha cubierto una onda tras otra y que cada una ha amenazado
con hundirlos; todas esas olas han pasado sobre su cabeza; han sido abandonados
por los amigos que les han sido infieles; han perdido algunos parientes y ustedes
han llorado sobre sus tumbas; han perdido propiedades: a su oro y a su plata les
salieron alas y volaron lejos; han visto su salud quebrantada y su espíritu se
ha visto también atribulado; pero con todo, cuando el Señor ha alzado la luz de
Su rostro sobre su ustedes, ¿acaso no compartieron el mismo pensamiento que
Habacuc, que “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos,
aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las
ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales”, aun así
ustedes se pueden regocijar en Dios? Amados, aun una vislumbre del rostro de
nuestro Padre celestial endulza la aflicción:
“Las lágrimas más amargas,
Con sólo que Él les sonría,
Cual rocío a la luz del sol,
Producen diamantes y gemas”.
Hemos descubierto que es
dulce ser entregados a la aflicción cuando hemos gozado de la presencia de Dios
en ella, de manera que hemos considerado que todo es dicha cuando hemos caído
en diversas pruebas, porque en nuestra hora de rigor y peligro el Salvador ha
sido indeciblemente más precioso; en ausencia de todos los otros goces, el gozo
del Señor ha llenado el alma hasta el borde. Ustedes saben muy bien, queridos amigos,
que si el Señor se apartara, ningún consuelo podría compensar Su ausencia; pero
si todos los consuelos terrenales fueran suprimidos, no expresarías ni la más
mínima palabra de murmuración siempre y cuando el propio Señor llenara ese
vacío; tú dirías: “Señor, yo te doy gracias porque cuando la criatura me falló,
hubo mayor espacio para Ti, más espacio para Tu plenitud”.
Sumado a esto, cuando el
Señor da reposo, la calumnia no puede
causarnos problemas. Ha sido siempre la suerte del pueblo de Dios que entre más
sirve a Dios, más falsamente es acusado por los hombres. Y yo no dudo de que
cuando el perro ladra, imagina que el buen hombre que cabalga a su lado está
agudamente turbado por el ladrido; y con todo, con solo que el Señor sonría,
poco importa que toda lengua en el mundo se ponga a decir mentiras en contra de
nosotros y que cada boca quede negra de maldiciones; muy bien podemos decir
como dijo David: “Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la
ciudad”, y luego agrega: “Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, y
rodeen la ciudad”. Así les daría el cristiano una licencia a quienes lo calumnian.
Si no fuese por el pecado que eso conlleva de parte de sus enemigos, hasta podría
regocijarse si hablaran mal de él por causa de Cristo, y tendría por sumo gozo
ser tratado vergonzosamente por causa de su Maestro. El rostro de Dios derrama
tal luz santa en el alma que las nubes de la calumnia no pueden ocultarla. Sí,
y en tales momentos pudieras agregar a los problemas externos y a las calumnias
de los hombres perversos, todas las tentaciones
del diablo; pero si el Señor da reposo, aunque hubiese tantos demonios para
atacarnos como hay piedras en el pavimento de las calles de Londres,
caminaríamos sobre todas sus cabezas con una confianza sin mengua. Que vengan
las tentaciones satánicas; que vuelen tan densas en derredor nuestro como el
granizo, pero si Dios levanta el escudo serán como piedras de granizo que
repiquetean sobre el techo mientras el hombre permanece protegido abajo. Tal
vez ustedes piensen que las expresiones de Lutero, cuando habla acerca de las
tentaciones de Satanás, sean demasiado elaboradas; y así pudieran ser en la
experiencia de ustedes, pero no lo eran en la suya, y en su biografía él es
como un monumento del poder de los consuelos de Dios para mantener a un hombre
apaciguado cuando toda la tierra y todo el infierno están en contra suya. Allí
estaba ese hombre. No importaba que el airado Papa emitiera mil bulas, que cada
sacerdote crujiera sus dientes contra Lutero, que la mayoría de los hombres
clamaran: “¡Fuera! No conviene que viva”. Lo que ellos dijeran era para Lutero
como el chirrido de unos cuantos saltamontes en el campo, o como el croar de
unas cuantas ranas en el estanque. Que digan lo que quieran, “Si él diere
reposo, ¿quién inquietará?”
Yo sé que estoy tocando
ahora la experiencia de muchos miembros del pueblo de Dios, pero voy a seguir
un poco más adelante. Incluso el pecado
engendrado internamente, (por la naturaleza carnal) que es el peor de los
males, no le causará al cristiano ninguna inquietud cuando ve claramente la luz
del rostro de Jehová. “Oh” –dice el alma- “Sólo ayer clamaba: ‘¡Miserable de
mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?’ y allí me detuve. Pero ahora,
mi Dios ha susurrado a mi oído: ‘Mío eres tú’, y no me voy a detener en ese
versículo por más tiempo, sino que voy a pasar al siguiente. ‘Gracias doy a
Dios, por Jesucristo Señor nuestro’; ‘Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da
la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo’, ya nunca más voy a mirar a
mis enemigos diciendo: ‘Son muchos y son valientes’, sino que voy a mirar a mi
poderoso ayudador, y ‘en el nombre de Jehová yo los destruiré’”. “Como prodigio
he sido a muchos, y tú mi refugio fuerte”, dijo David, y lo mismo dirá el
cristiano. Asediado por todo tipo de tentaciones desde el interior, vence
merced a la sangre del Cordero. Y Dios da tal quietud en la confianza en la
obra consumada de Jesús y en el poder santificador del Espíritu Santo que,
imperfectos como somos, aun así tenemos fortaleza por el poder de Su fuerza
para apoderarnos de la corona de justicia, y para ser resucitados para
sentarnos juntos en los lugares celestiales con Cristo Jesús aun antes de que
despunte el día de gloria y las sombras de la mortalidad se disipen.
2. Queridos
amigos, le doy gracias a Dios porque mi texto es igualmente válido para el pecador que busca. Pobre corazón
turbado, si al Señor le agradara darte reposo en Cristo en este día, nadie
podría provocar inquietud a tu alma. ¡Cuán grande misericordia es para ti que
Dios pueda dar paz y quietud! Algunos de ustedes han estado muy turbados
durante la última quincena. Las flechas de Dios están penetrando con firmeza en
ti; tu propia carne desfallece como si no pudiese soportar por más tiempo la
presión de tus aflicciones espirituales. El Señor puede vendarte ahora. Él
vendará a los quebrantados de corazón y sanará sus heridas. Él puede hacerlo
eficazmente, tan eficazmente que ninguna herida sangre de nuevo jamás después
de que Él la haya restañado. “Ah” –dices tú- “pero está Su ley, esa terrible ley de diez mandamientos y yo la he quebrantado
mil veces”. Pero si el Salvador te conduce a la cruz, te mostrará que Él
cumplió la ley a nombre tuyo y que tú mismo no estás más bajo la ley, sino bajo
la gracia. La ley es un capataz; pero el capataz sólo puede controlar a sus
propios esclavos; y cuando tú crees en Jesús, ya no eres más un esclavo, sino
un hijo, y el capataz no tiene más poder sobre ti a partir de ese momento y
nunca jamás. ¡Cuán maravilloso espectáculo es ver que la ley ha sido cumplida
por Cristo! Es una visión que proporciona tal dicha que puedes estar donde estuvo
el vidente de Horeb y no necesitas decir: “Estoy espantado y temblando”; más
bien dirás con nuestro compositor de himnos:
“Osado estaré en aquel gran día,
Pues ¿quién me acusará de algo?
Plenamente absuelto soy por medio de Cristo
De la tremenda maldición y de la culpa del pecado”.
“Sí, sí” -dices tú-
“bien, le doy gracias a Dios por eso, pero mi conciencia, mi conciencia no me dejará estar en reposo
nunca”. ¡Oh, pero mi Señor sabe cómo hablarle a tu conciencia! Él puede
decirle: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados”.
Él puede tomar Su sangre preciosa que es mejor que el bálsamo de Galaad y puede
aplicarla a las heridas de tu conciencia; y tan pronto como la conciencia siente
el poder de la sangre, todas sus heridas cierran inmediatamente y el corazón se
regocija diciendo: “Si Jesús pagó mis deudas, entonces pagadas están; si Jesús
murió por mí, entonces Dios no me hará morir nunca ni Jesús tampoco, pues Él
nunca exigirá el pago dos veces: primero, de manos de mi Fianza y luego de mis
manos”. ¡Cuando la conciencia entra en las heridas de Cristo, cuán feliz es! Es
como la paloma que mora en las hendiduras de las peñas, y construye allí su nido
y se pasa todo el día repitiendo sus dulces arrullos de tórtola de puro gozo y
alegría. Oh pobre corazón, la ‘Señora Conciencia’ y tú se darían un cálido
apretón de manos si te pusieras al pie de la cruz y lo hicieras. ‘Conciencia’
es un terrible generador de truenos para un pecador que no ha sido
reconciliado; pero, para un pecador que ha visto la grandiosa expiación, y que
ha sentido el poder de la sangre, ‘Conciencia’ se convierte en un generoso
amigo.
Y permíteme decirte,
querido amigo: si el Señor te da reposo, a la vez que la ley y la conciencia
estarán en paz contigo, también lo estará ese Libro de Dios. Cada vez que pasan las páginas de
Si Jesús fuera tu
compañero, podrías caminar incólume a través de
3. Ahora
bien, pienso que este texto, que pertenece tanto al santo como al pecador que busca,
es igualmente válido, en una escala mayor, para
Voy a dejar este primer
punto una vez que haya extraído tres lecciones de él. “Si él diere reposo,
¿quién inquietará?” La primera lección es que quienes tienen paz deben adorar y
bendecir a Dios esta mañana por ello. Oh Dios, cuando recordamos cuál era
nuestra inquietud antes de que conociéramos a un Salvador; cuando tenemos en
cuenta cómo era la tempestad cuando ocultaste Tu rostro de nosotros, no podemos
menos que estar alegres, sumamente alegres, porque ahora nos hablas amable y
favorablemente. Los que no quieren agradecer a Dios por la paz, merecen oír de
nuevo el fragor de la guerra en sus calles; los que no quieren darle gracias en
el abrevadero porque el ruido de los arqueros ha cesado, merecen que sus
corazones sean arados de nuevo por las huestes del enemigo. Lóenle, entonces,
hermanos míos, y alábenle de todo corazón. En segundo lugar, los que están
buscando la paz, ya sea para otros o para ellos mismos, deben tener esperanza.
No desesperen de ninguna alma, por cerca de la muerte o del infierno que
pudiera estar; Dios puede crear el reposo incluso en el corazón que está a
punto de morir. Por último, renuncien a toda otra paz que no sea la que el
Señor da a cada creyente. Si tienen un reposo que Dios no ha creado, imploren
al Señor que lo rompa; si tienen una paz que no vino del cielo, es “Paz, paz; y
no hay paz”, y que el Señor los libre de eso.
II. Ahora
vayamos al segundo punto. La plena suficiencia de Dios es vista, en segundo
lugar, EN SUS REPLIEGUES SOBERANOS.
Dios oculta algunas
veces Su rostro de Su pueblo, y entonces, como bien lo saben Sus santos, nada
puede capacitarlos para contemplarle o para ser felices. Conocen a Dios
doctrinalmente, ¿pero qué son para un alma las doctrinas de la gracia cuando
Dios encubre Su rostro? Ustedes pueden aceptar y sostener firmemente el
Evangelio ortodoxo, pero ¿qué es la más pura verdad evangélica sino una nube
sin lluvia, a menos que el Señor mismo aparezca? Queridos amigos, vana es toda
nuestra experiencia para ayudarnos a ver a Dios si Él ocultara Su rostro, pues
si bien hemos probado y gustado Su fidelidad, si deja de sonreír, nos tornamos
tan incrédulos y tan desconfiados como lo hayamos sido jamás. En tales momentos,
vanas son todas las misericordias externas. Aunque hoy podemos ver la mano de
Dios en el pan y en el vaso de agua fresca, con todo, si Dios ocultara Su
rostro, aunque hubiese un buey engordado ante nosotros y una fiesta apropiada
para reyes, no veríamos el amor de nuestro Padre en ellos. Cristiano, tú sabes bien
que si Dios se aparta y se oculta en Sus lugares secretos, y no te habla más,
ni la tierra ni todo el cielo podrían proporcionarte un solo deleite.
Ahora, pecador, esto es
sorprendentemente cierto en tu caso. Si a Dios le agradara apartarse de ti, no
podrías contemplarle. Si te quitase el Evangelio, ¿qué pasaría entonces? Él
puede hacerlo. Podría enviarte a través de los mares como un emigrante. Podría
ponerte en alguna aldea en el campo donde no haya ninguna predicación
evangélica. Podría hacerte vivir en una situación donde no pudieras salir para
oír a un fiel predicador evangélico, y entonces, ¿qué harías? Podría ser peor
todavía para ti. El Señor podría dejarte continuar bajo el mismo ministerio, y
ese ministerio podría estar lleno de bendiciones para otros, y con todo, podría
ser infructífero para ti. Si Dios te abandonara a las corrupciones de tu propio
corazón, querido amigo, eso bastaría para asegurarte tu ruina. Entonces todas
las lágrimas de las madres, todos los consejos de los amigos, y todos los
llamados de los pastores serían incapaces de tocar tu corazón; los llamados del
propio Libro de Dios no moverían nunca tu conciencia, sino que caerías de
cabeza en tu propia destrucción si Dios apartara Su rostro de ti. ¡Recuerda, mi
querido oyente, que eso es posible! Hay un tiempo, no sabemos cuándo, un lugar,
no sabemos dónde, donde Dios puede poner fin a tu día de sensibilidad diciendo:
“Voy a dejar solo a ese pecador”. Entonces la nube no derramará más lluvia
sobre tu alma desértica; ya no se esparciría más simiente sobre la transitada
carretera de tu corazón ingrato. ¿Correrán los caballos por las peñas? ¿Ararán
en ellas con bueyes? Si tú no te arrepientes, Dios no siempre desperdiciará en
ti el ministerio evangélico. Él hará que ese Evangelio se convierta en un “olor
de muerte para muerte” para ti, hasta que tú mismo lo detestes, te vuelvas un
quebrantador del sábado o te entregues a la duda y al pecado. Oh pecador, yo
anhelo que puedas sentir cuán absolutamente estás en las manos de Dios. Si el
sol se ocultara, ni todas las velas en el mundo podrían iluminar el paisaje; y
si Dios abandonara al alma, todo el poder humano sería incapaz de proporcionarle
consuelo. Cuán grande misericordia es que el Señor no te haya abandonado hasta
este momento y que todavía Su Espíritu bueno se esfuerce y more con el primero
de los pecadores; todavía se oye el grito: “Si oyereis hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones”. Sin embargo, les ruego que recuerden que si en
efecto endurecen sus corazones, el Señor podría hacer con ustedes como hizo con
Su pueblo en la antigüedad y jurar en Su ira que no entrarán en Su reposo.
Queridos amigos, no
tengo ninguna duda de que así como esto es válido tanto para el santo como para
el pecador, es válido también para
III. El
tiempo se ha agotado, pero sólo quiero decir estas dos o tres palabras, es
decir, que pueden estar seguros de que ESTO ES VÁLIDO PARA UNA NACIÓN así como
para cualquier iglesia y para cualquier persona.
En este momento
específico, si bien tal vez se esté desarrollando un mayor esfuerzo en
Inglaterra que el que se haya hecho durante muchos años, la bendición divina
que acompaña ese esfuerzo es de las más escasas de las que se haya gozado jamás.
Es un triste hecho que a pesar de todo el maravilloso incremento de espacios
que se ha logrado en Londres para la adoración a Dios, hay absolutamente una
mayor deficiencia en los medios de la gracia de la que haya habido jamás debido
al incremento de la población. Es también un hecho notorio en cuanto a las
nuevas iglesias que han sido erigidas, que se podría entrar en muchas de ellas
y no encontrar el grupo suficiente ni siquiera para lograr una reunión
respetable en una sacristía, de manera que si bien se ha contribuido con
decenas de miles y con cientos de miles de libras esterlinas para los ladrillos
y el cemento -en conexión con el Establecimiento Episcopaliano- esas cosas han
sido meramente un agregado espurio al suministro espiritual, pero no algo real.
Es fácil recaudar dinero, pero no es fácil encontrar personas; y, si bien es
fácil conseguir un arquitecto para construir una iglesia, nadie sino Dios mismo
puede encontrar un ministro que llegue a las densas
masas del paganismo que nos rodea y las fuerce a entrar y a adorar. La carencia
de personas es la clamorosa carencia de la época, y experimentamos esa carencia
en razón de que no oramos a Dios lo suficiente para que nos envíe personas; no
oramos pidiendo que las personas, cuando Dios en efecto las envía, reciban la
ayuda que deben recibir, y consecuentemente, mucho del esfuerzo de la iglesia es
desperdiciado. Amados, quiero ver que se haga algo en Londres, ¿y cómo ha de
hacerse? ¡Hay miles de cristianos, hay decenas de miles de cristianos en
Londres, y sin embargo, la causa no se propaga o lo hace muy lentamente! ¿Cuál
es el motivo? Jonás conmovió de un extremo a otro a Nínive, y con todo, cien
mil seguidores de Jesús no pueden hacerlo. Pablo, marchando a lo largo de la
vía Apia en Roma, marcó una era en la historia de Roma; y, sin embargo, hay
muchos ministros de Cristo que recorren nuestras calles, y, no obstante, ¿qué
poder real constituimos todos nosotros juntos? No parece que todos nosotros
lleguemos a ser en esta gran ciudad algo más que una mera hojuela en el plato
de avena; casi no causamos ningún impacto en la población. ¡Oh, es extraño, es
sobremanera extraño, pues lo que nosotros predicamos es el Evangelio, sabemos
que es el Evangelio, y algunos de nosotros intentamos predicarlo con toda
nuestra fuerza! Pero si Dios ocultara Su rostro, ¿qué podría hacerse? Con todo,
hermanos, puede hacerse esto: clamaremos al Señor hasta que Él revele Su rostro
de nuevo. No le daremos ningún descanso hasta que Él establezca y convierta a
Su iglesia en una alabanza en la tierra. ¡Oh hombres y mujeres cristianos, que
ustedes pudieran darse cuenta de la situación! ¡Una ciudad de tres millones de
habitantes, si bien no entregados enteramente a la idolatría, pero sí muy dados
al pecado, y nosotros mismos tan débiles en medio de ella! Si pudiéramos darnos
cuenta de esta posición y nos aferráramos al brazo omnipotente, y mediante una
fe vencedora que sólo Dios podría darnos a cualquiera de nosotros, creyéramos
posible que el Señor Jesús salve a esta ciudad, y luego siguiéramos adelante
esperando valerosamente que lo haga, podríamos ver más de lo que hayamos visto
jamás. Y ahora, ¡qué pasa si yo profetizo que lo veremos! ¡Qué pasa si digo que
si Dios motivara a Su pueblo por doquier para que ore, Él realizaría una obra
en nuestro día que haría que zumbaran los dos oídos de quien lo oiga, no con
horror, sino con gozo! Él haría que el mundo supiera todavía que hay un Dios en
Israel. Verdaderamente, el obstáculo es nuestra falta de fe, pues si el Hijo
del hombre descendiera en medio de nosotros, ¿hallaría fe en la tierra? Oh
iglesia incrédula, oh generación ingrata, ustedes no estáis estrechos en Dios,
pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón; y si sólo pudieran creer en
Él, y demostrarlo por su fe, Él abriría todavía las ventanas del cielo y les
derramaría tal bendición que no tendrían espacio suficiente para recibirla.
Entonces ese es el
asunto y lo dejamos con ustedes. Somos totalmente dependientes de Dios; debemos
descansar absolutamente en Él. Pero así es como debería ser, pues es mejor
esperar en el Señor que tener confianza en el hombre; es mejor esperar en el
Señor que tener confianza en los príncipes. Descansemos en el amor divino por
medio de la sangre de Jesús, y no le demos descanso al Señor hasta que desnude
Su brazo en medio de esta tierra.
Que el Señor bendiga
nuestras palabras, por nuestro Señor Jesucristo.
Porción de
Traductor: Allan Román
15/Mayo/2013
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