El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
No Había Lugar
Para Cristo En El Mesón
NO.
485
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Y dio a luz
a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el mesón”. Lucas 2: 7.
Era necesario que
quedara claramente comprobado, de manera indisputable, que nuestro Señor
procedía de la tribu de Judá. Era necesario, también, que naciera en Belén Efrata,
conforme a la palabra de Dios, la cual había hablado por Su siervo Miqueas. Pero
¿cómo se obtendría un reconocimiento público del linaje de un oscuro carpintero
y de una doncella desconocida? ¿Qué interés se supone que podrían tener los
encargados de los registros en dos personas tan humildes como ellas? En cuanto
al segundo punto, María vivía en Nazaret de Galilea, y todo parecía indicar que
el nacimiento tendría lugar allí; en verdad, el período para su alumbramiento
estaba tan cerca que, a menos que se viese absolutamente obligada, no era
probable que emprendiera un viaje largo y tedioso a la sureña provincia de Judea.
¿Cómo habrían de compaginarse estos dos asuntos? ¿Puede una vuelta de rueda
lograr dos propósitos? ¡Se puede hacer! ¡Se hará! El sello oficial del imperio
romano quedará estampado en el árbol genealógico del Hijo de David que habrá de
nacer, y Belén contemplará Su natividad. Por alguna muestra de un espíritu
independiente, un tirano menor, Herodes, ofende al tirano mayor, Augusto. Augusto
le informa que no lo tratará más como a un amigo, sino como a un vasallo, y
aunque Herodes se somete a la más abyecta sumisión, y aunque sus amigos en la
corte de Roma interceden por él, Augusto, para mostrar su disgusto, ordena que
se haga un censo de todo el pueblo judío, en preparación para un proyectado
régimen tributario, el cual, sin embargo, no fue llevado a cabo sino hasta unos
diez años después. Ni siquiera los vientos y las olas son más inconstantes que
la voluntad de un tirano, pero el Gobernante de las tempestades sabe cómo
gobernar a los perversos espíritus de los príncipes. El Señor nuestro Dios
tiene un freno para el caballo de guerra más salvaje y un anzuelo para el más
terrible leviatán. Los Césares autocráticos no son sino títeres movidos con
hilos invisibles, meros lacayos al servicio del Rey de reyes. Augusto debe ser
conducido a sentirse ofendido con Herodes; es obligado a gravar con impuestos a
la gente; es imperativo que se lleve a cabo un censo; es más, se hace necesario
que se publiquen regulaciones inconvenientes, duras y tiránicas, y que cada
persona deba acudir a la aldea a la cual se sabía que pertenecía. Entonces
María se traslada a Belén, Jesucristo nace según estaba establecido, y, además,
es reconocido oficialmente como descendiente de David por el hecho de que Su
madre fue a Belén porque pertenecía a ese linaje, habiendo permanecido allí, y habiendo
regresado a Galilea sin que sus legítimos derechos fuesen cuestionados, pues
era de esperarse que los celos de todas las mujeres del clan se habrían
despertado si una intrusa se hubiera aventurado a reclamar un lugar en medio de
las pocas mujeres entre quienes el nacimiento del Mesías estaba anunciado por
expresas profecías. Noten aquí la sabiduría de un Dios de providencia, y crean
que todas las cosas están bien ordenadas.
Una vez que todas las
personas de la casa de David se trasladaron por esa razón a Belén, el escaso
alojamiento del pequeño pueblo se agotó pronto. Sin duda los amigos hospedaron
a sus amigos hasta llenar sus casas, pero José no contaba con parientes en el
pueblo que tuvieran esa disposición. Se contaba con un caravasar que era
provisto en cada aldea, donde se proporcionaba un alojamiento gratuito a los
viajeros; ese espacio estaba lleno también, pues viniendo de lejos, y viéndose
forzados a viajar con lentitud, la humilde pareja había llegado al caer la
tarde. Las habitaciones dentro del gran bloque de ladrillos ya estaban ocupadas
por muchas familias; no quedaba ningún alojamiento mejor, ni siquiera para una
mujer que estaba a punto de dar a luz, sino uno de los espacios más mezquinos
que estaba asignado a las bestias de carga. El establo del asno era el único
lugar en que el niño podía nacer. Colgando una cortina al frente, y tal vez inmovilizando
al animal en el costado externo con el objeto de bloquear la pasada, podía
obtenerse la privacidad necesaria, y allí, en el establo, nació el Rey de
Gloria, y fue colocado en el pesebre.
Mi tarea esta mañana
consiste en dirigir sus meditaciones al establo de Belén, para que puedan
contemplar este grandioso espectáculo: el Salvador en el pesebre, y considerar
la razón para ese humilde lecho: “porque no había lugar para ellos en el
mesón”.
I. Para
comenzar quisiera comentar que HUBO OTRAS RAZONES POR LAS QUE CRISTO DEBÍA SER
COLOCADO EN EL PESEBRE.
1. Yo
pienso que se tenía el propósito de
mostrar Su humillación. Conforme a la profecía, Él vino para ser
“despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebrantos”; “No hay parecer en él, ni hermosura”; “como raíz de tierra seca”.
¿Habría sido apropiado que el hombre que debía morir desnudo en la cruz,
estuviera cubierto de púrpura en Su nacimiento? ¿No hubiera sido inapropiado
que el Redentor, que habría de ser sepultado en un sepulcro prestado, naciera
en otro lugar que no fuera el cobertizo más humilde, y que fuera albergado en
otro lugar que no fuera el sitio más innoble? El pesebre y la cruz, ubicados en
los dos extremos de la vida terrenal del Salvador, parecen muy apropiados y congruentes
entre sí. Él ha de usar a lo largo de Su vida la túnica de un campesino; ha de
asociarse con pescadores; los de humilde condición han de ser Sus discípulos;
los fríos montes han de ser a menudo su único lecho; habrá de decir: “Las
zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre
no tiene dónde recostar la cabeza”; nada, por tanto, podría ser más apropiado
que en Su etapa de humillación -cuando hizo a un lado toda Su gloria y tomó la
forma de siervo y se rebajó al estado más humilde- fuera recostado en un
pesebre.
2. Por
el hecho de estar en un pesebre se
declaraba que era rey de los pobres. Con base en la posición en la que se
encontraba, los pobres, sin duda, fueron capaces de reconocer de inmediato la
relación que tenía con ellos. Que el ángel les dijera: “Esto os servirá de
señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”, creo que
provocó sentimientos de la mayor cordialidad fraternal en las mentes de los
pastores. A los ojos de los pobres, los trajes imperiales no provocan ningún
afecto, pero un hombre que lleva su mismo atuendo, atrae su confianza. Con qué
pertinacia los obreros se adhieren a un líder de su propia categoría, y creen
en él porque conoce sus fatigas, se identifica con sus aflicciones y siente un
interés por todas sus inquietudes. Los grandes comandantes se han ganado
rápidamente los corazones de sus tropas compartiendo sus dificultades y
adversidades como si fuesen soldados rasos. El Rey de los Hombres que nació en
Belén no estuvo exento en Su infancia de las comunes calamidades de los pobres,
más aún, Su porción fue incluso peor que la de ellos. Me parece que oigo a los
pastores que comentan junto al pesebre de la natividad: “¡Ah!”, le dice uno a
su compañero, “entonces Él no será como Herodes, el tirano; recordará el
pesebre y se compadecerá de los pobres; pobre infante indefenso, ya siento amor
por Él; qué miserable alojamiento le brinda este indiferente mundo a su
Salvador; quien ha nacido hoy no es uno de los Césares. Él nunca hollará
nuestros campos con Sus ejércitos, ni sacrificará a nuestros rebaños para sus
cortesanos. Él será el amigo del hombre pobre, el monarca del pueblo; de
acuerdo a las palabras de nuestro rey-pastor, Él juzgará a los afligidos del
pueblo y salvará a los hijos del menesteroso”. Seguramente los pastores y gente
de su clase, los pobres de la tierra, percibieron de inmediato que allí estaba
el rey de los plebeyos; era de noble ascendencia pero, aun así, era tal como el
Señor lo había llamado: “un escogido de mi pueblo”. ¡Grandioso Príncipe de Paz,
el pesebre fue Tu regia cuna! Allí fuiste presentado ante todas las naciones
como Príncipe de nuestra raza, ante cuya presencia no hay bárbaro ni escita,
siervo ni libre, sino que Tú eres Señor de todo. Reyes: ustedes habrían
prodigado su oro y su plata en Él si hubieran conocido al Señor de Gloria, pero
en tanto que no lo conocieron, Él fue declarado con grandes demostraciones que
había sido dado por jefe y testigo a las naciones. Él
hará que lo que no es, deshaga lo que es, y lo menospreciado que Dios ha
escogido, bajo Su liderazgo, quebrantará el poder, la soberbia y la majestad de
la grandeza humana.
3. Adicionalmente,
al ser puesto en un pesebre, por decirlo así, extendía una invitación a los más humildes para que vinieran a Él. Nosotros
podríamos temblar si nos aproximamos a un trono, pero no temeríamos si nos
acercamos a un pesebre. Si hubiéramos visto de entrada al Maestro, cabalgando a
lo largo de las calles de Jerusalén con gran pompa, sobre mantos tendidos en el
camino y ramas de palmeras esparcidas, y a la gente clamando: “¡Hosanna!”,
podríamos haber pensado que era inaccesible, aunque ese simple pensamiento
habría sido errado. Aun allí, cabalgando sobre un pollino hijo de asna, Él era
tan manso y humilde que los niños se agrupaban en torno suyo con sus infantiles
gritos de: “¡Hosanna!” No podría haber nunca un ser más accesible que Cristo.
No había rudos guardias que alejaran con aspereza a los peticionarios; ninguna
formación de solícitos amigos tenía permiso de mantener alejada a la viuda
importuna o al hombre que vociferaba para que su hijo fuera sanado; el borde de
Su manto iba siempre rezagado para que los pobres pudieran tocarlo, y Él mismo
tenía siempre lista una mano para tocar a los enfermos, un oído para captar los
más lánguidos acentos de la miseria, un alma que se proyectaba por todas partes
en rayos de misericordia, tal como la luz del sol se proyecta por todos lados
más allá del orbe mismo. Acostado en un pesebre demostraba que era un sacerdote
tomado de entre los hombres, uno que sufriría como Sus hermanos, y por tanto, alguien
capaz conmoverse con nuestras debilidades. De Él se dijo: “Él come y bebe con
los publicanos y pecadores”; “Este a los pecadores recibe, y con ellos come”.
Aun siendo un bebé, por estar acostado en un pesebre, fue presentado como el
amigo de los pecadores. ¡Vengan a Él, ustedes que están trabajados y cargados! ¡Vengan
a Él, ustedes que tienen el espíritu quebrantado, ustedes que están abatidos en
el alma! ¡Vengan a Él, ustedes que se desprecian a ustedes mismos y que son
despreciados por los demás! ¡Vengan a Él, publicanos y rameras! ¡Vengan a Él,
ladrones y borrachos! Yace allí en el pesebre, y es accesible al contacto con
ustedes y es visible a su mirada. Doblen su rodilla y besen al Hijo de Dios;
acéptenlo como su Salvador, pues se coloca en ese pesebre para que ustedes se
aproximen a Él. El trono de Salomón podría atemorizarlos pero el pesebre del
Hijo de David tiene que invitarlos.
4. Me
parece que todavía había otro misterio. Ustedes recuerdan, hermanos, que ese
era un lugar gratuito para todos; era
un mesón, y recuerden, por favor, que el mesón, en este caso, no era como
nuestros hoteles, donde hay que pagar por el alojamiento y por los alimentos.
En las etapas iniciales y simples del mundo, las personas consideraban que era
un honor brindar hospitalidad a un forastero; posteriormente, conforme los
viajes se volvieron más comunes, muchos deseaban transferir ese honor y placer
a sus vecinos; ¿por qué tendrían que absorber ellos solos toda la dignidad de
la hospitalidad? Más adelante, una persona específica era designada en cada
pueblo y aldea, y se esperaba que brindara hospitalidad a los forasteros a
nombre del resto; pero, conforme las épocas dejaron de ser simples, y el prístino
ardor del amor fraternal se enfriaba, la única provisión que se hacía era la
edificación de un gigantesco edificio cuadrado, con habitaciones disponibles
para los viajeros y con niveles inferiores para las bestias, y allí, con una
cierta provisión de agua y, en algunos casos, de paja picada para el ganado, el
viajero tenía que acomodarse como pudiera. No tenía que comprar un boleto de
admisión en el ‘caravasar’, pues era gratuito para todos, y en especial lo era
el establo. Ahora, amados, nuestro Señor Jesucristo nació en el establo del
mesón para mostrar cuán gratuito era para todos los que se acercasen a Él. El
Evangelio es predicado a toda criatura y no excluye a nadie. Acerca de las
invitaciones de
“Nadie está excluido de ellas
Salvo quienes se excluyen a sí mismos;
Son bienvenidos el docto y el refinado,
El ignorante y el rudo.
Aunque la gracia de Jesús salva al príncipe,
El pobre también puede tomar su parte;
Ningún mortal tiene una justa pretensión
De perecer en la desesperación”.
Las exclusiones de clase
son desconocidas aquí y las prerrogativas de casta no son reconocidas. No se
requiere ninguna forma de etiqueta al entrar al establo; no puede ser una ofensa
entrar al establo de un caravasar público. Entonces, si tú deseas venir a
Cristo, puedes venir a Él tal como eres; puedes venir ahora. Cualquiera de ustedes que tenga el deseo en su corazón de
confiar en Cristo, es libre de hacerlo. Jesús es gratuito para ti; Él te
recibirá; Él te dará la bienvenida con alegría, y yo creo que para demostrar
esto, el bebé fue acunado en un pesebre. Nosotros sabemos que los pecadores
imaginan a menudo que están excluidos. Con mucha frecuencia la conciencia
convicta escribe cosas amargas contra sí misma y niega su parte y suerte en las
provisiones de la misericordia.
Hermano, si Dios no te ha excluido, no te excluyas
tú mismo. Mientras no encuentres que está escrito en el Libro que tú no puedes
confiar en Cristo; en tanto que no puedas citar un pasaje incontestable en el
que esté escrito que Él no es capaz de salvarte, yo te suplico que aceptes esa
otra palabra en la que está escrito: “Puede también salvar perpetuamente a los
que por él se acercan a Dios”. Confía en esa promesa: ven a Cristo en la fuerza
y en la fe de ella, y descubrirás que es gratuito para todos los que vienen.
5. No
hemos agotado todavía todas las razones por las que el Hijo del Hombre fue
colocado en un pesebre. En el pesebre las
bestias eran alimentadas; ¿y está acostado el Salvador donde las bestias
cansadas reciben su forraje, y no habrá un misterio aquí? Ay, hay algunos
hombres que se han vuelto tan brutales debido al pecado, tan completamente
depravados por sus lascivias, que para sus propias conciencias todo lo que
semeje ser humano ha desaparecido, pero incluso para ellos funcionarán los
remedios de Jesús, el Grandioso Médico. Leemos constantemente en nuestros
periódicos acerca de hombres que son llamados incorregibles, y está de moda
precisamente ahora exigir agresivamente que estos hombres sean tratados con auténtica
severidad. Hace unos cuantos años todo el mundo se volvía loco con una
humanidad espuria, clamando que la gentileza reformaría al brutal ladrón a
quien los severos castigos endurecerían irremediablemente; ahora la corriente
ha cambiado, y todo el mundo está exigiendo el abandono del presente sistema.
Yo no abogo porque se trate a los criminales delicadamente; su pecado les debe
proporcionar su justa ración de remordimiento; pero si pudieran ser reformados
por cualquier medio, por favor, que se intente ese medio. El día vendrá cuando
el paroxismo de esta fiebre de garrotear se acabe, y nos sonrojaremos al pensar
que al ser atemorizados por unos insensatos temores caímos en una peligrosa
interferencia con una obra grande y buena que hasta ahora ha sido realizada
exitosamente. Es un hecho que bajo el presente sistema que es admirable (reduciendo
algunas fallas que sería bueno subsanar), el crimen se está volviendo menos
frecuente, y la clase de ofensores descarados ha sido reducida notablemente.
Mientras que en el año de 1844, 18,490 convictos fueron transportados, en 1860
el número correspondiente fue de 11,533, y eso a pesar del incremento en la
población. El sistema de libertad condicional, cuando el público empleaba a los
convictos y así les daba una oportunidad de ganar un nuevo carácter, funcionó
tan bien que poco más de uno por ciento en un año fueron convictos de nuevo, e
incluso ahora se tiene que sólo un cinco por ciento por año regresan al crimen
y a prisión. Bien, ahora, si el cinco por ciento no recibe ningún bien, o
incluso empeora, ¿no deberíamos considerar al otro noventa y cinco por ciento,
y hacer una pausa por un momento antes de desatar nuestra venganza y sustituir
un sistema cristiano de misericordia esperanzada por la vieja regla bárbara de
una severidad irreducible? Tengan cuidado, conciudadanos, tengan cuidado de no
restaurar la vieja idea de que los hombres pueden pecar más allá de la
esperanza de reforma, o generarán criminales peores que aquellos que ahora nos
turban. Las leyes de Dracón deberán constituirse siempre en fracasos, pero no
duden del triunfo definitivo de los planes que el espíritu cristiano ha
sugerido.
Me he desviado del tema,
pues pensé que podría salvar a algunos del delito de oponerse a la verdadera
filantropía por causa de un pánico repentino; pero voy a regresar de inmediato
al pesebre y al bebé. Yo creo que nuestro Señor fue colocado en el pesebre
donde se alimentaban las bestias, para mostrar que incluso hombres que semejan a las bestias pueden venir a Él y
vivir. Ninguna criatura puede ser tan degradada que Cristo no pueda
levantarla. Podría caer, y podría parecer que caerá invariablemente en el
infierno, pero el brazo largo y fuerte de Cristo puede alcanzarla aun en su más
desesperada degradación y puede levantarla de una aparente ruina irremediable.
Si hubiere alguien que haya entrado aquí esta mañana a quien la sociedad
aborrece y que se aborreciera a sí mismo, mi Señor acostado en el establo, con
las bestias, se presenta con la capacidad de salvar al más vil de los viles, y
de aceptar al peor de los peores aun ahora. Cree en Él y Él te hará una nueva
criatura.
6. Pero
si bien Cristo fue puesto donde se alimentaban las bestias, por favor recuerden
que después que se fue las bestias se
alimentaron allí otra vez. Era sólo Su presencia la que podía glorificar el
pesebre, y aquí aprendemos que si Cristo fuera retirado, el mundo regresaría a su anterior oscuridad pagana. La civilización
misma desaparecería, al menos aquella parte que realmente civiliza al hombre,
si la religión de Jesús pudiera ser extinguida. Si Cristo fuera suprimido del
corazón humano, los más santos se envilecerían otra vez, y aquellos que
reclaman parentesco con los ángeles pronto demostrarían que están relacionados
con los demonios. El pesebre, digo, sería todavía un pesebre para bestias, si
el Señor de Gloria fuere retirado, y nosotros regresaríamos a nuestros pecados
y a nuestras lascivias si Cristo retirara una vez Su gracia y nos abandonara a
nosotros mismos. Me parece que Cristo fue puesto en un pesebre por las razones
mencionadas.
II. Pero
el texto dice, además, que fue puesto en un pesebre porque no había lugar para
Él en el mesón, y esto nos conduce al segundo comentario, QUE HABÍA OTROS
LUGARES ADEMÁS DEL MESÓN QUE NO TENÍAN LUGAR PARA CRISTO.
¿Acaso los palacios de los emperadores y los salones de los reyes no
proveyeron ningún refugio al regio forastero? ¡Ay,
hermanos míos, raramente hay lugar para Cristo en los palacios! ¿Cómo podrían
los reyes de la tierra recibir al Señor? ¡Él es el Príncipe de Paz, y ellos se
deleitan en la guerra! Él quiebra sus arcos y corta en pedazos sus lanzas;
quema sus carros de guerra en el fuego. ¿Cómo podrían aceptar los reyes al
humilde Salvador? Ellos aman la grandeza y la pompa, y todo Él es simplicidad y
mansedumbre. Él es el hijo de un carpintero, y el compañero del pescador. ¿Cómo
pueden los príncipes encontrar lugar para el monarca recién nacido? Vamos, Él
nos enseña a hacer con los otros como quisiéramos que hicieran con nosotros, y
esto es algo que los reyes encontrarían muy difícil de reconciliar con los astutos
trucos de la política y los codiciosos designios de la ambición. Oh, grandes de
la tierra, poco me sorprende que en medio de sus glorias, y placeres, y
guerras, y concilios, olviden al Ungido, y echen fuera al Señor de Todo. No hay
lugar para Cristo con los reyes. Consideren a todos los reinos de la tierra
ahora, y con una excepción por aquí y por allá, sigue siendo verdad que: “Se
levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová
y contra su ungido”. Veremos a algún monarca por aquí y por allá en el cielo;
pero, ¡ah!, cuán pocos serán; en verdad un niño podría llevar su cuenta. “No sois
muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos”. Las cámaras de estado, los gabinetes,
los salones de los tronos y los palacios reales son tan poco frecuentados por
Cristo tal como las junglas y los pantanos de
“Cuando el eterno inclina los cielos
Para visitar las cosas terrenales,
Con escarnio divino aparta Sus ojos
De las torres de los reyes altivos.
Ordena que su terrible carro ruede
Y descienda de los cielos,
Para visitar con ojos complacientes
A toda alma humilde”.
Pero había senadores, había foros de discusión
política, había lugares en donde los representantes del pueblo dictan las
leyes, ¿y acaso no había lugar para Cristo allí? ¡Ay!, hermanos míos, ninguno,
y hasta este día hay muy poco lugar para Cristo en los parlamentos. ¡Cuán
raramente es reconocida la religión por los políticos! Por supuesto que si una
religión del Estado consintiera en ser algo pobre, domada e impotente, consintiera
en ser un león al que le han extraído todos sus dientes y al que le han recortado
toda su melena, y al que le han suprimido todas sus garras, sí, esa religión
pudiera ser reconocida; pero para el verdadero Cristo y para quienes le siguen
y se atreven a obedecer Sus leyes en una mala generación, ¿qué lugar hay para
tales personas? Cristo y Su Evangelio, ¡oh!, esto es sectarismo, y es apenas
digno de la atención del desprecio. ¿Quién intercede por Cristo en el senado?
¿Acaso no es Su religión, bajo el nombre de sectarismo, el gran terror de todos
los partidos? ¿Quién cita Su regla de oro como una directriz para primeros
ministros, o quién predica el perdón a la manera de Cristo como una regla para
una política nacional? Uno o dos le dirán una buena palabra, pero si se
sometiera a votación si el Señor Jesús debe ser obedecido o no, pasarían muchos
días antes que las respuestas afirmativas
ganasen. Partidos, políticas, cazadores de posiciones, y buscadores de
placeres excluyen al Representante del Cielo de un lugar entre los
representantes de
¿No se podría encontrar
algún lugar para Cristo en lo que se ha
dado en llamar “la buena sociedad”? ¿No había en Belén algunas personas que
fueran muy respetables, que se mantuvieran apartadas de la muchedumbre común;
personas de reputación y de posición? ¿No podían ellas encontrar lugar para
Cristo? ¡Ah!, queridos amigos, es muy común el caso de que no haya lugar para
Él en lo que se ha dado en llamar la ‘buena sociedad’. Hay lugar para todas las
pequeñas formas tontas por las que los hombres deciden estorbarse ellos mismos;
hay lugar para las vanas sutilezas de la etiqueta; hay lugar para la
conversación frívola; hay lugar para la adoración del cuerpo; hay lugar para la
erección de esto y de aquello como el ídolo de la hora, pero hay demasiado poco
lugar para Cristo, y está lejos de estar de moda seguir plenamente al Señor. El
advenimiento de Cristo sería lo último que la alegre sociedad desearía; la
simple mención de Su nombre por los labios del amor causaría una extraña
sensación. Si comenzaras a hablar de las cosas de Cristo en muchos círculos,
serías declarado tabú de inmediato. “Jamás voy a invitar de nuevo a ese hombre a
mi casa”, diría fulano de tal, “si es que tiene que traer a su religión consigo”.
La locura y las galas, el rango y el honor, las joyas y el brillo, la
frivolidad y la moda, todas esas cosas reportan que no hay lugar para Jesús en
sus moradas.
¿Pero no hay lugar para
Él en
Luego están las escuelas de los filósofos, y ellos
es seguro que lo hospedarán. Los sabios encontrarán en Él a la sabiduría
encarnada; Aquel que siendo un jovencito habría de convertirse en el maestro de
los doctores, que habría de sentarse y hacerles preguntas y recibir sus
respuestas, seguramente encontrará lugar de inmediato entre los sabios de
Grecia, y los hombres de criterio y de ingenio lo honrarán. “¡Hagan lugar para
Él, Sócrates y Platón! Abran paso, estoicos y epicúreos; y ustedes, ustedes,
maestros de Israel, desalojen sus asientos; si no hay lugar para este niño sin
que tengan que salir, váyanse; es preciso tenerlo a Él en las escuelas de
filosofía aunque los saquemos a ustedes”. No, queridos amigos, pero no es así;
hay muy poco lugar para Cristo en los colegios y en las universidades, hay muy
poco lugar para Él en los centros del aprendizaje. ¡Cuán a menudo el
conocimiento ayuda a los hombres a poner objeciones a Cristo! Demasiado
frecuentemente el conocimiento es la forja donde se hacen los clavos para la
crucifixión de Cristo; con demasiada frecuencia el ingenio se ha convertido en
el artífice que ha aguzado la lanza y ha hecho la vara con la cual Su corazón
ha de ser traspasado. Tenemos que decirlo, que la filosofía, así llamada
falsamente, (pues la verdadera filosofía, si fuese manejada rectamente, ha de
ser siempre amiga de Cristo) la filosofía, así llamada falsamente, repito, ha
hecho daño a Cristo, pero raramente ha servido a Su causa. Unos cuantos con
espléndidos talentos, unos cuantos de los eruditos y de los profundos se han
inclinado como niños a los pies del Bebé de Belén, y han sido honrados al
inclinarse allí, pero demasiados, conscientes de su conocimiento, duros y
severos en su altivez por su sabiduría, han dicho: “¿Quién es Cristo, para que
yo lo reconozca?” No se encontró ningún lugar en las escuelas.
Pero seguramente habría un
lugar donde Él pudiera ir: era el
Sanedrín, donde se sentaban los ancianos. ¿O no podría alojarse en la
cámara sacerdotal donde se reúnen los sacerdotes con los levitas? ¿No habría
lugar para Él en el templo o en la sinagoga? No, Él no encontró refugio allí; más
bien, fue allí donde encontró a sus más feroces enemigos a lo largo de toda su
vida. No fue la multitud común sino que fueron los sacerdotes los instigadores de
Su muerte; los sacerdotes azuzaron al pueblo para que dijera: “No a éste, sino
a Barrabás”. Los sacerdotes pagaron sus siclos para sobornar a la voz popular,
y entonces Cristo fue perseguido hasta Su muerte. Seguramente debió de haber
habido lugar para Él en
III. Pero
ahora, como tercer comentario, tenemos que EL PROPIO MESÓN NO TENÍA UN LUGAR
PARA ÉL; y esta fue la principal razón por la que tuvo que ser colocado en un
pesebre.
¿Qué podemos encontrar
en tiempos modernos que ocupe el lugar del mesón? Bien, hay un sentimiento público que es libre para todos.
En esta tierra libre, los hombres dicen lo quieran, y hay una opinión
pública sobre cualquier tema; y ustedes saben que hay una libre tolerancia en
este país para todo: permítanme decirlo, tolerancia para todo menos para
Cristo. Ustedes descubrirán que el espíritu de persecución es ahora mucho más
abundante que nunca. Hay todavía hombres de quienes está muy en boga burlarse. Nosotros
nunca nos burlamos de los cristianos hoy en día; no nos reímos de ese título
respetable, no vaya a ser que perdamos nuestro propio honor; nosotros no
hablamos hoy en día en contra de los seguidores de Jesús, bajo ese nombre. No;
pero hemos descubierto una manera de hacerlo con mayor seguridad. Hay una
bonita palabra que es de moderna invención –una palabra muy bonita- la palabra “sectario”. ¿Sabes lo que significa? Un
sectario quiere decir un verdadero cristiano; un hombre que se puede dar el
lujo de mantener una conciencia, y al que no le importa sufrir por ello; un
hombre que, sea lo que sea que encuentre en ese viejo Libro, lo cree, y actúa
con base en ello, y es celoso de hacerlo. Yo creo que los hombres a quienes se
intenta describir con el término de: “sectarios”, son los verdaderos seguidores
de Cristo, y que los escarnios y las burlas, y todas las tonterías que ustedes
están leyendo y oyendo siempre, están dirigidas realmente al cristiano, al
verdadero cristiano, sólo que está disfrazado y etiquetado con la palabra
‘sectario’. Yo no daría un centavo por su religión, es más, no daría ni
siquiera un comino a menos que ganen ese título algunas veces. Si
Cuán poco lugar hay para
Cristo, también, en la conversación
general, que es también como un mesón. Nosotros hablamos sobre muchas
cosas; un hombre puede hablar en nuestros días sobre cualquier tema que le
agrade; nadie puede detenerlo y decirle: “Hay un espía captando tus palabras;
él te reportará a alguna autoridad central”. Hablar goza de entera libertad en
esta tierra; pero, ¡ah, cuán poco lugar hay para Cristo en la conversación
general! Incluso la tarde del domingo cuán poco lugar hay para Cristo en
algunos hogares de cristianos profesantes. Se habla de los ministros, se
cuentan extrañas anécdotas acerca de ellos, tal vez se inventen unas cuantas o,
al menos, se adornen las antiguas, y se les añada algo, y se hagan un poco más
brillantes; se hablará acerca de la escuela dominical, o de las diversas agencias
conectadas con
Me dirijo a muchos que
son obreros. Ustedes trabajan entre muchísimos artesanos día tras día; ¿no
encuentran, hermanos –yo sé que sí- que hay muy poco lugar para Cristo en el taller? Hay lugar allí para
cualquier otra cosa; hay lugar para decir malas palabras; hay lugar para la
borrachera; hay lugar para una conversación lasciva; hay lugar para la
política, para las calumnias o las infidelidades; pero no hay lugar para
Cristo. Muchos de nuestros trabajadores piensan que la religión sería un
estorbo, una cadena, una miserable prisión para ellos. Pueden frecuentar el
teatro, o asistir a una conferencia, pero la casa de Dios es demasiado deprimente
para ellos. Desearía no verme forzado a decirlo, pero en verdad no hay lugar
para Cristo en nuestras fábricas, en nuestros talleres y en nuestras fundiciones.
El mundo está dando codazos y empujando en busca de más lugar de manera que
escasamente queda un rincón donde puede ser colocado el Bebé de Belén.
En cuanto a los mesones de los tiempos modernos, ¿quién
pensaría en encontrar a Cristo allí? Excluyendo de nuestros catálogos esos
hoteles y casas a la vera del camino que son necesarios para el alojamiento de
los viajeros, ¿qué mayor maldición tenemos que nuestras tabernas y cantinas? ¿Qué
puertas más anchas hay para el infierno? ¿Quién acudiría a esos lugares como lo
hemos hecho nosotros alumbrándonos con lámparas de gas en las esquinas de todas
nuestras calles para encontrar a Cristo allí? ¡Es casi como esperar encontrarle
en el pozo del abismo! ¡Es tan improbable que busquemos ángeles en el infierno
como buscar a Cristo en el palacio de la ginebra! Aquel que es apartado de los
pecadores no encuentra una sociedad apropiada en el templo maloliente de Baco.
No hay lugar para Jesús en el mesón. Yo pienso que preferiría pudrirme o
alimentar a los cuervos, que ganar mi pan diario gracias al centavo de los
necios, robados a sus harapientos hijos, y a su enflaquecida esposa. Muchos
publicanos se engordan comiendo la carne y los huesos y la sangre y las almas
de los hombres. El que se vuelve rico gracias a los frutos del vicio es una
bestia que está siendo preparada para el matadero. Verdaderamente no hay lugar
para Cristo entre los ebrios de Efraín. Aquellos que tienen algo que ver con
Cristo deberían oírle decir: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el
Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por
Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas”. No hay lugar para Cristo hoy en día
incluso en los lugares a los que asiste el público.
IV. Esto
me conduce a mi cuarto encabezado, que es el más pertinente, y sobre el que es
más necesario reflexionar un momento. ¿TIENES TÚ LUGAR PARA CRISTO? ¿TIENES TÚ
LUGAR PARA CRISTO?
Ya que el palacio y el
foro y el mesón no tienen lugar para Cristo, y ya que los lugares públicos no
tienen ningún lugar disponible, ¿tienes tú
lugar para Cristo? “Bien” –dice uno- “yo tengo lugar para Él, pero no soy
digno de que venga a mí”. ¡Ah!, yo no pregunté por algún merecimiento; ¿tienes
lugar para Él? “¡Oh” –dice uno- “yo tengo un espacio desocupado que el mundo no
puede llenar jamás!” ¡Ah! Veo que tienes lugar para Él. “¡pero el espacio que
tengo en mi corazón es tan vil!” Así era el pesebre. “¡Ah, pero mi corazón es
inmundo!” Así, tal vez, pudiera haber sido el pesebre. “¡Oh, pero yo siento que
es un lugar que no es del todo apropiado para Cristo!” Tampoco el pesebre era
un lugar apropiado para Él, y sin embargo, fue colocado allí. “¡Oh, pero yo he
sido un gran pecador; siento como si mi corazón fuera una guarida de bestias y
demonios!” Bien, el pesebre había sido un lugar donde las bestias se habían
alimentado. ¿Tienes lugar para Él? Que no te importe lo que haya sido el
pasado; Él puede olvidar y perdonar. No importa cuál pudiera ser incluso el
presente estado, si tú lo lamentas. Si tú tienes lugar para Cristo, Él vendrá y
será tu huésped. Te ruego que no digas: “espero que tendré lugar para Él”; el tiempo ha llegado en que nacerá;
María no puede esperar meses ni años. ¡Oh!, pecador, si tú tienes lugar para Él
deja que nazca hoy en tu alma. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones, como en la provocación”. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí
ahora el día de salvación”. ¡Lugar para Jesús! ¡Lugar para Jesús ahora! “¡Oh!”,
-dice uno- “yo tengo lugar para Él, pero ¿querrá venir?” ¡Él, en verdad,
vendrá! Sólo deja abierta la puerta de tu corazón, sólo di: “Jesús, Señor, todo
indigno e inmundo miro a Ti; ven, alójate dentro de mi corazón”, y Él vendrá a
ti, y limpiará el pesebre de tu corazón, es más, lo transformará en un trono de
oro, y allí se sentará y reinará por los siglos de los siglos. ¡Oh, tengo que
predicar esta mañana sobre un Cristo tan gratuito! Quisiera poder predicarlo
mejor. Tengo que predicar sobre un Jesús amoroso y precioso, ya que Él está
dispuesto a encontrar un hogar en corazones humildes. ¡Qué!, ¿no hay ningún
corazón aquí esta mañana que esté dispuesto a recibirlo? ¿Ha de recorrer mi
vista estas galerías a mi alrededor y mirar a muchos de ustedes que están
todavía sin Él, y no hay nadie que diga: “Entra, entra”? ¡Oh, será un día feliz
para ustedes sin son capacitados para tomarlo en sus brazos y recibirlo como la
consolación de Israel! Entonces pueden esperar con gozo aun a la muerte, y
decir con Simeón: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu
palabra; porque han visto mis ojos tu salvación”. ¡Mi Señor necesita lugar!
¡Lugar para Él! ¡Lugar para Él! Yo, Su heraldo, exclamo a gran voz: ¡Lugar para
el Salvador! ¡Lugar! Aquí está mi regio Señor ¿tienen lugar para Él? Aquí está
el Hijo de Dios encarnado, ¿tienen lugar para Él? Aquí está Aquel que puede
perdonar todo pecado, ¿tienen lugar para Él? Aquí está Aquel que te hace sacar
del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso, ¿tienen lugar para Él? Aquí
está Aquel que cuando entra no saldrá nunca más, sino que morará con ustedes
para siempre para convertir a su corazón en un cielo de gozo y de bienaventuranza
para ustedes, ¿tienen lugar para Él? Es todo lo que pido. Su vacío, su nada, su
carencia de sentimiento, su falta de bondad, su vacío de gracia, todo esto no
será sino lugar para Él. ¿Tienen lugar para Él? ¡Oh!, Espíritu de Dios, conduce
a muchos a decir: “Sí, mi corazón está listo”. ¡Ah!, entonces Él vendrá y
morará con ustedes.
“Gozo para el mundo, el Salvador viene,
El Salvador prometido hace mucho tiempo;
Que cada corazón prepare un trono
Y cada voz un cántico”.
V. Concluyo
con el comentario de que si tienen lugar para Cristo, entonces, a partir de
este día, recuerden que EL MUNDO NO TIENE LUGAR PARA USTEDES, pues el texto no
sólo dice que no había lugar para Él, sino que miren, dice: “No había lugar para ellos”, no había lugar para José ni
para María, como tampoco lo había para el bebé. ¿Quiénes son Su padre, y madre,
y hermana y hermano, sino aquellos que reciben Su palabra y la guardan? Entonces,
así como no hubo lugar para
“Jesús, yo he tomado Tu cruz,
Y lo he dejado todo para seguirte,
Desnudo, pobre, despreciado, abandonado,
A partir de ahora Tú serás mi todo”.
No hay lugar para ti en
el amor del mundano. Si esperas que todo el mundo te alabe, y que tus buenas acciones
sean aplaudidas, estás muy equivocado. El mundo, les digo, no tiene lugar para
el hombre que tiene lugar para Cristo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de
vosotros!” “Ustedes no son del mundo, como tampoco Cristo es del mundo”.
Gracias a Dios, ustedes no tienen que pedirle hospitalidad al mundo. Con sólo que
les dé un estrado para la acción, y les preste durante una hora una tumba para dormir,
eso les basta; no requerirán ninguna habitación permanente aquí, puesto que
buscan la ciudad venidera que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor
es Dios. Ustedes caminan a prisa a lo largo de este mundo tal como un forastero
camina a través de una tierra extraña, y se regocijan sabiendo que aunque sean
forasteros y extranjeros aquí, son conciudadanos con los santos, y son de la
casa de Dios.
¿Qué dicen ustedes,
jóvenes soldados? ¿Se alistarán según unos términos como estos? ¿Harán lugar
para Cristo sabiendo que no habrá lugar para ustedes a partir de ahora,
sabiendo que han de ser separados para siempre, aislados, tal vez, de los
deudos y amigos del mundo, despojados de la confianza carnal para siempre?
¿Están dispuestos, a pesar de todo esto, a alojar al viajero? Que el Señor les
ayude a hacerlo, y a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Traductor: Allan Román
15/Noviembre/2012
www.spurgeon.com.mx