El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Dios en
NO.
3314
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES,
Y PUBLICADO EL JUEVES 8 DE AGOSTO DE 1912.
“La ley de
Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el
corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de
Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad,
todos justos”. Salmo 19: 7-9.
Lo que tengo que decir
esta noche será realmente una exposición de todo el Salmo; seleccioné esos tres
versículos únicamente por la conveniencia de contar con un texto breve. El
Salmo comienza con una nota excelsa: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y
el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Basta que la telilla de la
incredulidad se desprenda de nuestros ojos para que veamos que, en el magnífico
templo de la naturaleza, todas las cosas proclaman la grandeza y la gloria de
Dios. Basta que el oído naturalmente sordo sea destapado, para que sea capaz de
oír voces -misteriosas pero claramente inteligibles- que revelan que Dios está obrando
todavía aquí en la providencia, así como antiguamente obró en la creación.
Opino que las personas que piensan que los cristianos no deben deleitarse con
las maravillas y las bellezas del mundo natural, difieren muy grandemente del
salmista cuyas palabras estamos considerando.
Un hombre realmente
excelente, a quien todos nosotros estimamos muy altamente, declaró que cuando
se encontraba navegando por el Rin, no miraba el paisaje porque deseaba que sus
pensamientos estuvieran completamente absortos en las cosas espirituales. Yo no
puedo condenar a ese buen hombre; con todo, pienso que puesto que estoy
viviendo en la casa de mi Padre, debo deleitarme en las obras de mi Padre, y
tendría que ser un raro tipo de hijo si pensara que es una señal de mi afecto
por mi Padre que no me importe mirar el jardín que Él ha decorado o la casa que
ha construido. A la vez que los exhorto sinceramente a tener una mentalidad
espiritual, quisiera recordarles que es igualmente fácil tener una mentalidad
espiritual con los ojos abiertos a todas las bellezas de la naturaleza que nos
rodean, como tenerla con los ojos cerrados.
Hay dos cosas en el
Salmo sobre las cuales voy a hablarles; la primera es un paralelo propuesto; y la segunda es una alabanza expresada.
I. Primero,
hay UN PARALELO PROPUESTO.
Este paralelo me fue
sugerido cuando leía el Comentario del Obispo Horne sobre este Salmo, y él
confiesa a su vez su agradecimiento a un autor más antiguo por esa idea. El
paralelo es este: David elogia primero la revelación de Dios en la naturaleza y
luego elogia la revelación de Dios en Su Palabra, y pareciera implicar que hay
una semejanza entre las dos revelaciones; que son, de hecho, dos libros de la
misma revelación o dos partes de un mismo grandioso poema.
Al leer los comentarios
de David relativos a los cielos, podemos aplicarlos legítimamente a las
Escrituras. Igual que los cielos, las
Escrituras declaran la gloria de Dios, e igual que el firmamento, muestran la obra
de Sus manos; sólo que, mientras el firmamento muestra la obra de las manos
de Dios en la creación,
Consideren, primero, la
vasta extensión de los cielos. ¿Quién podría medir la gran cortina que Dios ha
extendido como una tienda para morar en ella? ¿Quién conoce su altura o su
anchura? ¿Dónde están los compases que pudieran describir ese portentoso
círculo? Y las Escrituras son justamente tan extensas como los cielos; nadie ha
abarcado todavía toda la verdad de la revelación divina. Conforme miramos las
grandiosas doctrinas que destacan ante nosotros como los altos montes, muy bien
haríamos en decir: “Altas son, no las podemos comprender”. La longitud, la
anchura, la profundidad y la altura de las Escrituras sobrepasan la comprensión
de los mortales; y aunque creemos en ellas sin fingimientos y en ellas nos
regocijamos devotamente, no está dentro del alcance de nuestros poderes
comprenderlas plenamente. Hay personas que hablan como si conocieran el círculo
íntegro de la verdad divina; piensan que han logrado introducir el grandioso
océano de la revelación en la diminuta medida de su capacidad mental, pero
ustedes saben, queridos amigos, que no es así. Nadie sería capaz jamás de
sujetar a los cielos con su mano, o de abarcar al firmamento con su palmo; pero
aun si pudiese hacerlo, todavía descubriría que
Luego el salmista
prosigue diciendo: “Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche
declara sabiduría”, y así, la revelación
de Dios en las Escrituras está hablando siempre a los hombres. Cuantas
veces los hombres acuden a
Una gran gloria de los
cielos es que tienen una voz para todas las tierras: “No hay lenguaje, ni
palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el
extremo del mundo sus palabras”. En un lenguaje que todos los hijos de los
hombres entienden –no solo en el lenguaje del judío o del gentil, no solo en el
lenguaje del bárbaro o del griego, sino en el lenguaje de todos los seres
humanos, antiguos y modernos, siervos y libres- la voz de los cielos ha salido
por todo el ancho mundo declarando la gloria de Dios.
Así sucede con el
Evangelio; sin importar dónde lo introduzcas, su mensaje está adaptado para
todos los hijos de los hombres. Pablo demostró el poder del Evangelio entre los
idólatras de Licaonia y entre los sabios de Grecia. Tiene una voz para hombres de
los más diversos temperamentos; habla con igual autoridad al fornido anglosajón
y al más volátil francés. Tiene una facilidad peculiar para adaptarse a todas
las nacionalidades; no es ni el Evangelio del inglés, ni del americano, ni del
africano únicamente, sino que habla a:
“A toda la gente que en el mundo habita”.
Dondequiera que vaya
La gloria de las
Escrituras es como la gloria de los cielos: “En ellos puso tabernáculo para el
sol”, y en
“Aquí contemplo el rostro de mi Salvador
Casi en cada página”.
La gloria del Evangelio
es que Dios es revelado en él como manifestado en carne; todos los atributos
divinos son expuestos en la persona de Emanuel, Dios con nosotros. Si suprimen
a Jesucristo del Evangelio, su poder desaparece; si suprimen a Jesucristo del
ministerio cristiano, se queda completamente inerme. Me aflige tener que
decirlo, pero yo creo que es debido a que ha habido tan poca predicación de
Cristo en muchos de nuestros púlpitos, que los oyentes se han adherido a
A continuación, David
dice muy elocuentemente acerca del sol: “Y éste, como esposo que sale de su
tálamo”. ¿Y no es éste un cuadro verídico de Cristo según es revelado en las
Escrituras? Él se comparó a un esposo durante Su ministerio terrenal, y esa es
Su relación para con Su Iglesia, que es “la desposada, la esposa del Cordero”.
Se afirma aquí de Él “que sale de su tálamo”, como salió del salón del consejo
del decreto divino, diciendo: “He aquí, vengo; en el rollo del libro está
escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en
medio de mi corazón”. Sale de la cámara de lo divino e invisible, y se viste
con las humildes ropas de nuestra humanidad. Viene a una vida de aflicción y
sufrimiento, y con todo, viene a ella con pasos gozosos porque se deleita en
cumplir la voluntad de Dios, y está encantado de redimir de la muerte y del
infierno a Su esposa. Luego, más tarde, sale de la cámara en la que había
ocultado las glorias de Su Deidad durante los treinta y tres años de Su estadía
en la tierra; y ahora, sale de Su cámara continuamente cuando Su Evangelio es
proclamado fielmente en el poder del Espíritu Santo. De cierto este es un
cuadro verídico de Cristo según es revelado en las Escrituras “como esposo que
sale de su tálamo”.
Es también un cuadro
Suyo como un paladín: “Se alegra cual gigante para correr el camino”, -“cual
gigante”- no como alguien débil que jadea y se esfuerza para mantenerse en la
pista, sino como un hombre fuerte que se alegra porque sabe que llegará
victorioso a la meta. Cuando hace Su aparición en el Evangelio, domingo tras
domingo, y semana tras semana, nuestro Señor Jesucristo no sale para ser
derrotado. No sale, como algunos de mis hermanos parecieran imaginar,
necesitando las pruebas que de Su existencia y Deidad ellos aportan, ni
necesitando las apologías para Su Evangelio que ellos elaboran, sino que sale
para lograr Sus propósitos sempiternos, para poder decirle a Su Padre, al final,
lo mismo que le dijo cuando estaba aquí en la tierra: “He acabado la obra que
me diste que hiciese”. “La voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá
el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho”. Cual gigante que se
alegra para correr el camino, está confiado que alcanzará la meta, y que ganará
el premio. Es una larga y ardua carrera, es una carrera en la que hay muchos
competidores; pero cuando Jesús los mira a todos ellos, sabe que les ganará y
que la corona de la victoria será seguramente Suya.
Yo espero que alguna
pobre alma turbada reciba consuelo con el siguiente versículo del Salmo: “De un
extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta el término de ellos”. La
luz del sol abarca incluso las congeladas cavernas del gélido norte, y derrama
sus brillantes rayos de manera sumamente generosa:
“Sobre la franja de coral de
Y
“Donde las soleadas fontanas del África
Hacen rodar su arena dorada”.
Lo mismo ocurre cuando
Cristo aparece en Su Evangelio: “De un extremo de los cielos es su salida, y su
curso hasta el término de ellos”. La luz de Su Evangelio brilla sobre todos los
rangos y sobre todas las clases, y sobre todos los caracteres, ricos y pobres,
estudiados e iletrados, y el tiempo vendrá cuando brille sobre el mundo entero,
pues:
“Jesús reinará doquiera que el sol
Recorra sus sucesivas jornadas;
Su reino se extiende de costa a costa,
Hasta que se disipen las fases de la luna”.
Luego el salmista
agrega: “Y nada hay que se esconda de su calor”. El calor del sol encuentra a
la florecita escondida en el más oscuro rincón del bosque, y sin duda ejerce
una misteriosa influencia incluso en las profundidades del mar y en el fondo de
las más recónditas minas. “Y nada hay que se esconda de su calor”, aunque
muchas cosas se esconden de su luz. Lo mismo sucede con el Evangelio y con el
amor de Cristo. Allí donde se encuentran algunos de ustedes esta noche, podrían
imaginar que están ocultos del calor del amor del Salvador, pero, ¿es acaso así?
Ustedes oyen el Evangelio, ¿no es cierto? Eso es algo, pero ustedes dicen que
necesitan encontrar al Cristo que tiene Su tabernáculo en el Evangelio. Pero
ese deseo suyo demuestra que no están escondidos del calor del amor del
Salvador, pues ese anhelo es uno de los dones de Su gracia. Si tú tienes algún
quebrantamiento de corazón, alguna conciencia de culpa, alguna inclinación
hacia el arrepentimiento, esa es la obra de Cristo a través de Su siempre
bendito Espíritu. La flor no sabe que no podría florecer sin el sol, pero es
verdad. Tal vez piense que el sol tiene demasiados quehaceres vigilando sobre
la vasta extensión del mar y de la tierra y viendo sus rayos reflejados sobre
el resplandeciente techo del palacio, para advertir a una pobre ‘campanulita’
en una cañada o a una ‘primavera’ escondida en un banco cubierto de musgo; pero
no es así. El sol proyecta sus rayos sobre todo, y no es más pobre por hacerlo;
y lo mismo sucede con el amor de Cristo. Si tú sintieras aunque solo fuera un
anhelo de Él, eso sería una prueba de que no estás oculto al calor de Su amor.
Musita una y otra vez esta oración: “¡Jesús, glorioso Sol de justicia, brilla
sobre mí, y lléname de Tu gracia!” Del heliotropo se dice que vuelve su faz
hacia el sol; vuelve tú también tu rostro hacia Cristo. Yo he notado que las
flores que crecen en aquella parte del jardín que permanece un buen tiempo en
la sombra, cuando pueden tratan siempre de girar hacia la luz del sol; y
ustedes han notado probablemente que cuando ponen flores junto a sus ventanas en
casa, siempre tratan de abrirse hacia el cristal. Busquen crecer hacia la luz,
especialmente si son creyentes, y sobre todo busquen crecer hacia Cristo quien
es
Entonces, yo quiero que
consideren
II. Habiendo
hablado sobre el paralelo propuesto, me dirijo ahora a nuestro segundo tema que
es
Hablando en este Salmo
sobre
Primero, David dice: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte
el alma”. En la nota marginal, tenemos la palabra “doctrina” como otra
traducción alternativa de la palabra ley, y sabemos que la expresión “la ley de
Jehová” no está restringida al Decálogo, así que no haríamos mal si aplicáramos
esa expresión al Evangelio, que es el instrumento especial de Dios para
convertir a las almas, y la aplicáramos también a la revelación íntegra del
plan y del método de salvación de Dios que encontramos en las Escrituras. Si
quiero saber cómo he de ser salvado, recurro a este bendito Libro, y leo allí:
“la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” que Pablo decía que lo había
librado de la ley del pecado y de la muerte. Leo allí las propias palabras de
Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Leo allí la
incomparable historia de Aquel en quien he de creer; leo acerca de Su persona, de
Su carácter, de Su doctrina, de Su misión, y esa “ley de Jehová” comienza a
operar en mi corazón conforme la leo. No sólo cambia mis acciones externas, sino
que renueva mi mente, modifica todo el sentido y el propósito de mi vida, y en
palabras de David: convierte mi alma. Los manantiales de mi ser, que una vez
estuvieron envenenados por el pecado, son purificados por la gracia. Yo sé que
ustedes han comprobado que eso es cierto, amados, y que, por tanto, ustedes
aman esta “ley de Jehová”. McCheyne dice que es
A continuación dice
David: “El testimonio de Jehová es fiel,
que hace sabio al sencillo”. Yo entiendo que la palabra “testimonio” quiere
decir la revelación de Sí mismo que Dios nos ha dado en Su Palabra. Él da
testimonio de Su propia paternidad y de Su adopción en Su familia de todos los
que creen en Su Hijo Jesucristo. Da testimonio de todos Sus atributos según son
revelados en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo. Da testimonio de Su
propio amor eterno, y de Su fidelidad a cada promesa que ha hecho a Sus
elegidos. Da testimonio de muchas cosas que no habríamos podido descubrir nunca
a partir de la naturaleza, y todo Su testimonio hace sabio al sencillo.
Sobre el pórtico de una
de las academias en Atenas se encontraba escrito: “Quien sea ignorante de la
aritmética no puede entrar aquí”, pero sobre el pórtico de
Entonces, yo entiendo
que
Habiendo avanzado hasta
ese punto, necesito algo más; y David, a continuación, dice: “Los mandamientos de Jehová son rectos, que
alegran el corazón”. Esta palabra: “mandamientos”, según la entiendo, se
refiere a las ordenanzas del decreto del Señor, a los mandatos y edictos del
Rey; y también a Sus promesas, que son una transcripción de Sus decretos. David
dice que los “mandamientos de Jehová son rectos”; por supuesto que lo son, ya
que son Sus estatutos; y que hacen que el corazón se alegre, y nosotros podemos
confirmar esa declaración en nuestra propia experiencia. Yo he confesado a
menudo que, cuando mi espíritu se deprime, nada podría sustentarlo excepto la
buena y anticuada doctrina calvinista. Si no están hambrientos, podrían
contentarse con la porción puesta ante ustedes por la moderna escuela de
predicadores y podrían disfrutarla cuando hay buen clima; pero cuando las tormentas
de la tribulación aúllan en torno suyo, cuando están conscientes de una gran
necesidad de alimento que satisfaga al alma, entonces yo creo ciertamente que
la vieja doctrina de Agustín, que es la doctrina del apóstol Pablo y de su
Señor y Maestro, Jesucristo, es la única porción que su corazón puede disfrutar
con regocijo. ¡Cuán dulce es, en un momento así, apoyarse por completo en los
eternos propósitos de Dios en Cristo Jesús! Saber que la propia vocación y
elección son firmes, saber que “a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”; eso es
ciertamente un “banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados,
de gruesos tuétanos y de vinos purificados”. La madre del rey Lemuel dijo: “Dad
sidra al desfallecido, y el vino a los de amargado ánimo”; y, en un sentido
escritural, son la sidra y el nutriente vino de las doctrinas de la gracia los
que pueden sustentar a aquellos que están espiritualmente a punto de perecer y
a los que tienen un corazón afligido.
Hay algunos que estarían
de acuerdo con David hasta donde hemos avanzado, pero no están tan ávidos de
escuchar su siguiente frase: “El precepto
de Jehová es puro, que alumbra los ojos”. Siendo convertido, el hombre
aprende todo lo que puede del testimonio del Señor; luego su corazón se
regocija en los estatutos del Señor, y prosigue obteniendo una mayor
iluminación del mandamiento del Señor. Algunas personas no parecieran tener
jamás sus ojos iluminados porque descuidan obedecer los preceptos del Señor. Es
seguro que la desobediencia traerá su propio castigo; y hay algunos que no
pueden leer claramente su propio interés en Cristo porque su negligencia para
guardar Sus mandamientos ha cerrado sus ojos, tal como podría haberlo hecho una
nube de polvo. Hay una gran recompensa para quienes obedecen sus preceptos, y aunque
somos salvados por gracia y no por nuestras obras, con todo, en la economía de
la gracia hay ciertas recompensas que sólo son otorgadas a quienes guardan
diligentemente los mandamientos del Rey. Dichosos son aquellos que, como Caleb,
siguen al Señor plenamente; ciertamente estarán entre las almas vírgenes que,
en el monte Sion celestial, “siguen al Cordero por dondequiera que va”.
Enseguida David menciona
un asunto muy práctico: “El temor de
Jehová es limpio, que permanece para siempre”. Algunos tipos de temor son
todo menos limpios; “el temor del hombre” ha sido una
vil trampa en la que muchos han sido capturados por el diablo. La concesión es
muy popular hoy en día, pero
Luego, por último, David
dice: “Los juicios de Jehová son verdad,
todos justos”. Siempre que pienso en los juicios de Jehová en los tiempos
antiguos, considero que siempre son juicios justos. ¡Justo fuiste, oh Señor,
cuando derramaste el granizo de fuego sobre Sodoma y Gomorra, cuando eliminaste
a Faraón y venciste a sus ejércitos en el Mar Rojo y cuando tu ángel mató al
ejército de Senaquerib! ¡Justo has sido, oh Dios, al destronar a las antiguas monarquías
que habían quedado inmersas en la iniquidad! Y esos son “los juicios del Señor”
que aún han de ser ejecutados, en relación a los cuales tenemos las repetidas
declaraciones de la revelación que todos ellos serán “verdad, todos justos”.
Esas son las propias palabras que son usadas en relación a los juicios del
Señor sobre la gran ramera que ha corrompido a la tierra con sus fornicaciones.
Con este bendito Libro en nuestras manos, y especialmente si sus verdades son
entronizadas en nuestros corazones, podemos enfrentar confiadamente el futuro,
y no alarmarnos por ninguno de los errores que pudieran surgir en torno
nuestro. Los maestros de la falsedad sólo están imitando la insensatez de los
constructores de Babel, y todos sus inventos sólo terminarán en su propia
confusión.
El sol se ha puesto, y
en una o dos horas el mundo aparecerá cubierto con un vestido más sombrío del
que ahora lleva. Si ustedes salen a la media noche no verán nada excepto a las
titilantes estrellas y a unas cuantas lámparas vacilantes; con todo, el sol no
se ha apagado y su luz no ha sido suprimida. Esperen al momento designado y la
gran luz del día será de nuevo “como esposo que sale de su tálamo, se alegra
cual gigante para correr el camino”. La oscuridad pudiera cubrir tu mente esta
noche, la oscuridad pudiera cubrir tus circunstancias, la oscuridad pudiera
cubrir durante un tiempo incluso a
Traductor: Allan Román
22/Septiembre/2009
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