El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
¡Un Día Tres
Veces Feliz!
(EL AÑO NUEVO, EL PRIMER DOMINGO
Y EL TIEMPO DE BENDICIÓN)
NO.
3073
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES,
Y PUBLICADO EL JUEVES 2 DE ENERO DE 1908.
“Mas desde este día os bendeciré”. Hageo 2: 19
Me pareció que, tan
pronto como leyera esta promesa, el corazón de ustedes se abalanzaría sobre
ella y dirían espontáneamente: “¡Señor, que éste sea el día –el primer día del
año que además coincide con el día del Señor- haz que este sea el día a partir
del cual Tú me bendecirás de una manera muy especial!” La bendición de Dios es
el don más rico que Sus criaturas pudieran recibir y privarse de ella es su
mayor calamidad. ¿Qué es el infierno? Es el lugar adonde la bendición de Dios
no puede llegar. ¿Qué es el cielo? Es el lugar donde constantemente se disfruta
de la bendición de Dios en toda su pureza. Dios mío, si se pudiera elegir entre
Tu bendición o el cielo, yo escogería Tu bendición aunque me quedara fuera del
cielo que estar en el cielo pero privado de la bendición de mi Dios si tal cosa
fuese posible. La más sublime felicidad de una criatura es ser bendecido por su
Creador, y la suprema felicidad del hijo de Dios es que la bendición de su
Padre recaiga en su cabeza y en su corazón.
En un cierto sentido,
queridos amigos, no podemos identificar el momento cuando Dios comenzó a bendecir
a Su pueblo. Si se remontaran al día antes de todos los días, cuando no existía
día sino solo el Anciano de días; si regresaran al tiempo cuando no había
tiempo, cuando sólo existía la eternidad, encontrarían, en los salones del
consejo de
Sin embargo, omitiendo
todos esos tiempos y edades en los que muy bien podríamos estar inclinados a
demorarnos, voy a usar mi texto, primero, para
buscar almas. El tiempo ha llegado esta misma noche cuando Dios las
bendecirá. Luego lo voy a usar para cristianos
individuales. ¡Que igual les suceda a ellos! Luego voy a aplicarlo a esta iglesia como un todo. ¡Que esta
iglesia experimente la bienaventuranza de la promesa!
I. Primero,
usaré el texto PARA BUSCAR ALMAS.
Cuando mi corazón estaba
buscando a Dios con intenso denuedo, recuerdo bien que mi deseo incesante y mi
clamor diario eran: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” Y yo quería
preguntarle al Señor: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás? ¿Cuánto
tiempo buscaré en vano el rostro de Cristo?” Esto me lleva a identificarme con
otros que están en una condición semejante.
Tú has estado buscando
reposo por mucho tiempo, sin encontrar ninguno. Estás trabajado y cargado y
preguntas esta noche: “¿Cuándo me bendecirá Dios? ¿Cuándo tendré el privilegio
de ver el rostro de mi Padre en Cristo Jesús, y saber que mis pecados son
perdonados?
Amados hermanos y
hermanas, hay un período que sólo Dios conoce cuando Él mostrará Su rostro a Su
pueblo. Ese período, cuando en efecto llegue, ciertamente les proporcionará
consuelo. Está escrito con respecto a Cristo: “Le era necesario pasar por
Samaria” y hay una necesidad similar de que, para cada pecador elegido, venga
un día de gracia para que vea a Cristo y sea salvado por medio de Él. Ese
momento establecido y deleitable les ha de llegar. Oro pidiendo que llegue esta
misma noche. Si quieren saber cuándo es probable que llegue, permítanme darles
algunas señales por las cuales pueden verlo anticipadamente.
Es probable que
experimenten el susurro del amor de Dios en su corazón una vez que renuncien a toda confianza en la carne. Pudiera ser que
ustedes tuvieran en el momento presente alguna confianza indistinguible en sus
propias oraciones. No son tan insensatos como para confiar en su bautismo, o en
su confirmación, o en su asistencia a la iglesia o a la capilla, pero en su
interior acecha el pensamiento traicionero de que hay alguna eficacia, alguna
utilidad en su lectura de
El tiempo de bendición
probablemente llegará cuando haya un
claro divorcio entre ustedes y todos sus pecados. Esto es lo que mantiene a
tantos pobres pecadores en problemas porque, aunque han renunciado a muchos
pecados, hay todavía algún pecado favorito que retienen. Pero, pecador, tú no
puedes amar a Cristo y también a tus pecados. Yo sé que estás muy dispuesto a
renunciar a todos los pecados visibles de la carne, pero puede haber alguna
mundanalidad, alguna avaricia, algún pecadito al que estás renuente a
renunciar; pero tú tienes que matar a cada uno de ellos en el propósito de tu
corazón o no puedes ser reconciliado nunca con tu Padre y con tu Dios. Un
pecado tolerado, un pecado consentido y deleitoso cerrará tan eficazmente las
puertas del cielo para tu alma como si vivieras en fornicación, adulterio o
asesinato. Tu corazón tiene que odiar todo pecado, y tu corazón tiene que amar
toda santidad. Cuando esto suceda, desde ese día te bendecirá Dios.
Hay algunos que no han
obtenido nunca la paz a través de Cristo, porque
no la han buscado solícitamente. Dices:
“yo he orado con denuedo. He gemido, y he dado voces, y he luchado”. Sí, yo
sé que lo has hecho en ciertos momentos, pero tu denuedo ha sido de un tipo
espasmódico. Las puertas del cielo se abren para todos los que realmente creen
en Cristo, pero ellos tienen que saber cómo tocar, y tocar una y otra vez.
Cuando tu alma haya llegado al punto en que digas:
“No puedo aceptar ninguna negativa,
Pues imploro en el nombre de Jesús”,
entonces
no recibirás ninguna negativa. ¡Oh, alma, piensa en el infierno del que
escaparías! ¿No despierta eso a tu adormilado espíritu? Luego piensa en el
cielo del que serías partícipe. ¿No enciende esto a tu alma aletargada? Te
ruego que medites un poco sobre tu estado y tu condición, sobre el tiempo,
sobre la eternidad, sobre la muerte, sobre el cielo, sobre el infierno, y haz
que tu alma comience a agitarse. Si estás frío y no amas la oración, Dios no te
bendecirá; pero cuando tu alma llegue a un devoto entusiasmo, desde ese día
Dios te bendecirá.
Creo que tienes mucha
seguridad de obtener una bendición cuando
estés dispuesto a recibirla al modo de Dios. Algunos de ustedes no tienen
la intención de creer en Cristo a menos que sientan una profunda convicción. Si
Dios condescendiera a alarmarlos con sueños, entonces acudirían a Él. Si han
resuelto que han de ser salvados de una cierta manera estereotipada, y que no
han de creer nunca en Jesús a menos que se agrade en manifestarse de esa manera
particular, el día de su bendición se demorará bastante antes de llegar; pero
cuando tu alma diga: “Con tal que pueda mirar a Jesús, no pediré tener esta
experiencia o aquella. Sólo sálvame, Señor; introdúceme en el arca, y permite
que escape de la destrucción que viene sobre todos los que están afuera, y
entonces mi alma hará a un lado sus caprichos, sus deseos y su altiva voluntad,
y bendecirá Tu nombre por lo que Tu gracia ha hecho”. Cuando tu corazón esté
delante de Dios como la cera bajo el sello, lista para acoger cualquier
impresión que la mano divina elija poner sobre ella, entonces Dios dirá: “Desde
este día te bendeciré”.
En resumen, si hay algún
pecador aquí que dijera en su alma: “Verdaderamente, voy a recibir a Cristo
esta noche, y voy a descansar en Él. Veo claramente que no tengo ningún otro
lugar adonde huir, y, por tanto, voy a volar a la hendidura que está en
Pienso que ya he dicho
lo suficiente sobre ese punto. Todos los que entiendan el poder de la oración, oren
pidiendo que Dios bendiga estas simples y débiles frases para consuelo de
algunos cautivos y para que sean liberados de
sus ataduras.
II. Y
ahora voy a volverme AL PUEBLO DE DIOS, y voy a dirigirles unas cuantas
palabras.
Presentes en esta
asamblea, esta noche, están muchos santos que conocen su bienaventuranza en
Cristo Jesús, pero que desean con vehemencia un estado más sublime de vida
espiritual; quieren una mayor comunión con Cristo, y una mayor conformidad a Su
imagen, y así sucesivamente.
Queridos amigos, ustedes
quieren saber cuándo pueden esperar este selecto favor: cuándo se pueden
atrever a caminar en la luz del rostro de su Padre. Permítanme responderles. Cuando su espíritu esté enteramente sometido
a la voluntad divina, entonces, desde ese día Dios los bendecirá. Es muy
difícil hacer descender a mi ‘señor Se-hará-lo-que-yo-quiera’ para que sea un
siervo gustoso del Rey de reyes. Es fácil ponerse de pie aquí y cantar:
“Si Tú me llamaras a renunciar
A lo que más valoro, nunca fue mío;
Yo sólo te cedo lo que era Tuyo:
‘¡Hágase Tu voluntad!’”
Pero no es tan fácil
decir eso cuando miras el rostro de un niño que ha muerto, o cuando tienes que
acompañar a la tumba a una muy amada esposa o esposo, o a un hermano o hermana
a quienes amabas mucho. Confirmar nuestra entrega es entonces algo muy difícil.
Decimos: “Hágase Tu voluntad”, pero cuando se hace la voluntad de Dios, no siempre
usamos el lenguaje de Job para decir: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el
nombre de Jehová bendito”. Cuando ves a un cristiano en el horno, no se puede
esperar que salga con solo preguntar: “¿cuándo se apaciguará esta llama?” Pero
el fuego pronto cesará cuando un hombre, en tales circunstancias, puede decir:
“Que se haga la voluntad de Dios”. Una señal de que el metal ha sido
debidamente fundido y de que la escoria ha desaparecido, es que veas en él la
imagen del Refinador, que el corazón refleje el rostro de Dios y diga: “No sea
como yo quiero, sino como tú”.
Amados, tengan la
seguridad de que nuestras miserias crecen en la raíz de nuestro egoísmo. Donde
comienza el egoísmo, la aflicción se hace presente; y donde el egoísmo está muerto,
la aflicción fenece. ¿Me comprenden? Si nuestras almas se hubieran sometido
enteramente a la voluntad de Jehová, nunca perderíamos nada, pues ya habríamos
renunciado previamente a todo. No murmuraríamos nunca si pudiéramos decir como
decía el viejo puritano: “Yo siempre hago lo que quiero, porque Dios me ha
ayudado a hacer que Su voluntad sea mi voluntad”. Pudo comprobarse el buen
estado del corazón del mendigo cuando alguien le dijo: “Te deseo un buen día”,
y él replicó: “te agradezco tu deseo; pero siempre tengo días buenos. Si Dios
está conmigo no creo que un día sea mejor que otro”. “Bien” –dijo su
interlocutor- “pero seguramente hay algunos días que te gustan más que otros”.
“No” –respondió él- “no los hay; todos los días agradan a Dios, y lo que le
agrada a Dios, me agrada a mí”. Alguien le preguntó a una anciana cristiana-
“si pudieras elegir dónde vivir y dónde morir, ¿qué elegirías?” Ella respondió:
“yo no elegiría nada”. “Pero, supón que fueras obligada a elegir”. “Entonces yo
le pediría a Dios que me hiciera el favor de elegir por mí”. Pueden ver que
ella evitaba elegir a toda costa pues todo se lo dejaba al Señor. Cuando tu
corazón cambia a ese grado, entonces, desde ese día Dios te bendecirá.
Como cristianos podemos
esperar una gran bendición cuando ya no
sean puras palabras decir que nos daremos enteramente para el servicio de Dios,
sino cuando realmente lo hagamos; entonces, desde ese día, Dios nos
bendecirá. Probablemente no necesite decir que la dádiva más aceptable para
Dios es la que es más costosa para nosotros. La blanca de la viuda era valiosa,
no porque fuera una blanca, sino porque era todo lo que ella poseía. El viejo
proverbio reza: “el hombre liberal da hasta que su mano suda”. No hay muchas personas
de ese tipo. La verdadera liberalidad comienza cuando la mano empieza a sentirla,
cuando lo que damos al Señor nuestro Dios representa algún sacrificio. ¿Siento
esta noche que todo lo que soy y todo lo que tengo le pertenecen a mi Señor? ¿Puedo
decir verdaderamente que si una vida de dolor y pobreza le glorificaran, yo
aceptaría vivir en el dolor y en la pobreza; y si mi muerte le honrara más, yo
estaría dispuesto a renunciar de inmediato a la salud y al consuelo y a
soportar el golpe de la espada de la muerte? ¿Sientes
que:
“No hay ni una sola oveja en el rebaño
Que yo desdeñaría alimentar;
Que no hay ni un enemigo ante quien
Yo temería argumentar Su causa”?
¿Puedes hacer de nuevo
esta noche la solemne declaración de fidelidad a tu Dios que hiciste cuando
viniste a Cristo por primera vez?:
“Ha sido realizada, la gran transacción ha sido realizada;
Yo soy de mi Señor y Él es mío:
Él me atrajo y yo lo seguí,
Encantado de confesar la voz divina.
Si es así, entonces,
desde este día Dios te bendecirá.
Hay algunos días
específicos en los que Dios se complace en otorgar una nueva oportunidad de
bendición para Su pueblo. Algunas veces sucede cuando han estado especialmente entregados a la oración. Yo supongo
que todos ustedes tienen un hito en su vida que les sirve de referencia como el
punto de inicio de su carrera espiritual, así como tienen también momentos de
un goce espiritual peculiar. En tal día, por ejemplo, uno de ustedes puede
decir: “tuve una dulce comunión con Cristo; mi alma estaba embelesada con la
mirada de Sus ojos”. Bien, desde esa fecha tú sientes que hubo un período de un
goce peculiar. Ahora, yo espero que esta noche, junto a la mesa de la comunión,
seamos favorecidos con un momento semejante e igualmente mañana durante la
oración privada.
Un cierto montañés
escocés comenzó a experimentar dudas respecto a su salvación. Como no podía permanecer
en la duda subió a la cumbre de un alto monte y pasó ahí toda la noche en
oración y se quedó tan absorto en la devoción que permaneció allí todo el siguiente
día; pero, desde aquel momento, nunca fue vejado por más dudas. Su poderosa
lucha contra Satanás sobre la cumbre del monte pareció poner un fin definitivo
al período de sus dudas y temores y desde aquel día un claro brillo se posó
sobre él hasta que fue llevado a casa. Sería bueno que apartáramos algunos
momentos para buscar la comunión con Cristo, pues en tales momentos Él nos
bendecirá.
Yo creo, también, que algunos cristianos han fechado la nueva vida
espiritual a partir de algún acto particular en su historia. A mí no me
gusta contar mis propios secretos pero he vivido algunos días muy especiales a
partir de los cuales he tenido que fechar un tipo de vida nueva. Tal vez
nuestros amigos sepan poco al respecto, pero recuerdo en especial un domingo
por la noche: durante algunas semanas previas las colectas para apoyar al
Colegio no había sumado más de 2 o
Alguno de ustedes
pudiera haber tenido un cómodo ingreso, y le iba muy bien, pero todo le fue
arrebatado, y pareció quedarse a la deriva, pero entonces, por primera vez,
comenzó a vivir por fe; y aunque fuera –según dice la gente- una existencia
precaria, con todo, recibiste una mayor bendición en ella de la que recibiste
jamás; y aunque tal vez no seas tan rico como antes, has tenido tal consuelo
interior, y tal paz de conciencia, que has sentido que desde aquel día Dios te
ha bendecido.
Si hay algún cristiano
aquí que se haya quedado a medio camino entre la fe y la voz del sentido, yo le
aconsejo que rompa la cadena. Los mundanos le dirán: “deja tranquilo a lo que
está bien”, y cosas por el estilo; pero la mejor prudencia en el mundo es ser
como un niño, y la más sublime sabiduría es la que el mundo considera necedad.
“El mejor corredor es el que corre en línea recta”, era el dicho de un alemán
cuando estaba confiado en Dios respecto a una de sus obras de piedad, y es muy
cierto. No andes dando rodeos, por aquí y por allá, preguntando: “¿es cierto
esto o aquello?”, sino que debes ir derecho a tu Dios por la simple senda del
deber, por el santo camino de la fe. Toma esa ruta y “desde este día”, dice el
Señor, “te bendeciré”.
III. Y
ahora vamos a concluir. Creo que hay un momento en que CADA IGLESIA oye la voz
de Dios diciendo: “Desde este día os bendeciré”.
Yo creo que la iglesia
oirá esa voz tan pronto como esté decidida a obtener una bendición. Sin
embargo, es algo difícil lograr que una iglesia adopte esa posición. Conozco a
algunas iglesias ubicadas en el campo donde es casi seguro que los esfuerzos de
los ministros serán infructíferos, no tanto debido a la congregación como
debido a los miembros de la iglesia. Mis hermanos en el ministerio me dicen
algunas veces: “traté de tener una reunión de oración, pero no venían. Quería
tener algunas reuniones especiales, pero un viejo diácono dijo: ‘nunca tuvimos
una cosa así, y no vamos a tenerla ahora’. Quería lograr que hicieran algo por
la vía de la evangelización del vecindario, pero dijeron que no podían permitirse
eso; ya estaban saturados de trabajo manteniendo su propia causa, y no podían
hacerlo”. Ahora bien, tales iglesias no pueden esperar nunca una bendición;
pero yo creo que en esta iglesia tenemos una sola mente que es: tenemos la
intención de implorar ante Dios hasta que abra las ventanas de los cielos y
derrame sobre nosotros una bendición. Todos nosotros sentimos, respecto a este
tema, que vamos a luchar con el ángel del pacto hasta que nos conceda el deseo
de nuestro corazón; y también sentimos que Cristo no estará satisfecho nunca
hasta que muchas más joyas sean colocadas en Su reluciente corona. Bien, creo
que si esto es cierto, desde esta misma noche Dios nos bendecirá.
Dios bendecirá con
seguridad a Su pueblo cuando cada uno
sienta que tiene algo que hacer y tenga la intención de hacerlo. No digan:
“Mi hermano debería hacer tal y tal cosa; y mi ministro debería hacer esto y
aquello”. Por supuesto que pueden hablar así si desean hacerlo, pero esa no es
la manera de lograr una bendición. La principal ocupación de cada cristiano
debería radicar en su propia responsabilidad personal. Me he enterado de un
hombre que, cuando pasó junto a la canasta de las ofrendas el domingo, y cuando
se le preguntó cuánto había dado, respondió: “Lo que di no es nada para nadie”.
Alguien dijo que pensaba que eso era exactamente lo que dio. Ahora bien, hay
algunas personas que, en lo que hacen, siguen la misma norma; no le hacen
ningún bien a nadie. Viven para sí mismas; y cuando mueren, su existencia habrá
sido una vida puramente egoísta. Tales personas atraen una maldición más bien
que una bendición para la iglesia; pero si esta noche sienten, hermanos y
hermanas, que cada uno de ustedes tiene un nicho que llenar y resuelve que
tratará de llenarlo; si se dan cuenta de que hay algo por hacer y en el nombre
de Dios cada uno de ustedes tiene la intención de hacerlo, desde este momento
Dios los bendecirá.
Y con seguridad habrá
una bendición cuando haya una fuerte
corriente de oración; y en esta iglesia existe esa corriente precisamente
ahora. Habrá esa corriente, yo espero, mañana por la noche cuando nos reunamos
especialmente para orar. Yo espero que todos vengan con un corazón como un
incensario lleno de dulce incienso, humeante con santa oración.
Hermanos y hermanas,
tenemos que orar más en privado. En esto tal vez fallamos. Debemos instar a
tiempo y fuera de tiempo, si es que la oración pudiera estar jamás fuera de
tiempo. Y luego, cuando nos reunamos en nuestras reuniones de oración, tiene
que haber tiempos de lucha, tiempos en los que seguramente la bendición ha de
ser ganada a Dios mediante una lucha santa. Cuando el amor y la concordia
reinen, cuando cada miembro ayude a los demás miembros, cuando la iglesia
íntegra y unida no busque otra cosa sino la gloria de Dios en la conversión de
las almas, entonces vendrá la bendición.
Yo no soy un profeta, ni soy hijo de profeta, pero me aventuro a predecir una
gran bendición para esta iglesia en el año que tan felizmente ha comenzado.
Finalizamos el año pasado envolviéndolo en un sudario de oración; le daremos a
este año las alas de la alabanza; pero todavía continuaremos orando pidiendo
una visitación del Espíritu; y la tendremos seguramente y el nombre del Señor
será glorificado.
Nota del traductor:
Hito: hecho importante
que constituye un punto de referencia en la historia o en la vida de algo o
alguien.
Traductor: Allan Román
15/Diciembre/2011
www.spurgeon.com.mx