"Hasta Encontrarla"


NO. 2821

Un sermón predicado la noche del Jueves 28 de Junio, 1877

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.
Y leido el Domingo 8 de Marzo, 1903.

"Hasta encontrarla." Lucas 15: 4.
"Hasta que la halle." Versión 1909

Sermones
No fue cualquier persona la que fue a buscar la oveja extraviada; el propio dueño salió tras la oveja que se perdió. Nuestro Salvador dijo: "¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?" No se trata de un cazador buscando un animal salvaje que no era suyo, para capturarlo y poseerlo; sino que era el dueño de las ovejas quien iba tras algo que de antemano le pertenecía. Las ovejas eran suyas.

Este es uno de los grandes secretos que explica el cuidado del buen Pastor; busca la oveja perdida, porque está preocupado por algo que le pertenece. En su grandiosa oración de intercesión a Su Padre, Él dice acerca de las ovejas: "tuyas eran, y me las diste." Mucho antes de que este mundo fuese creado, o que las estrellas comenzaran a brillar, en las eternas edades del pasado, Dios había dado a Su amado Hijo un pueblo que en ese preciso instante fue Suyo, por medio del don de Su Padre. Y en la plenitud del tiempo, Él los redimió, y así fueron doblemente Suyos; sin embargo, eran Suyos, en plan y propósito, desde la eternidad. Por tanto, eran Suyos cuando se alejaron de Él y Suyos cuando vagaron más y más lejos de Él; sí, siempre fueron Suyos sin importar dónde fueran. Esta verdad está bien expresada por el escritor de la estrofa que cantamos a menudo:

"Señor, Tú tienes aquí Tus noventa y nueve,
¿Acaso no son suficientes para Ti?
Pero el Pastor responde: esta oveja Mía,
Se ha alejado de Mí;
Y aunque la senda sea escabrosa y abrupta,
Yo voy al desierto para encontrar a Mi oveja."

Esa oveja descarriada no pertenecía a nadie más, sino a un dueño específico. Si cualquier otro hombre la hubiese llevado a su redil, no habría tenido ningún derecho de hacerlo. Si alguien la hubiera atrapado, y la hubiera matado y se la hubiera comido, habría sido un ladrón, pues no era su oveja. Pertenecía al hombre que era el propietario de las otras noventa y nueve, y porque le pertenecía, salió a buscarla. Él no habría salido a buscar una oveja perteneciente a otro hombre; la buscó porque era suya.

De igual manera, Cristo ha venido al mundo a buscar a los Suyos. Él mismo dijo: "El buen pastor su vida da por las ovejas;" y el apóstol Pablo escribió: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella." El principal objetivo y propósito que Él tenía al venir a esta tierra, era buscar a los Suyos. Su grandiosa obra redentora ha traído algún bien a todos los hombres, pero está mayormente dirigida para beneficio de los de la familia de la fe; como Pablo escribió a Timoteo: "Esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen." El gran propósito de Su venida es para buscar a los Suyos, a quienes Su Padre le ha dado, para que ninguno de ellos se pierda al fin.

Recordando esta grandiosa verdad, hemos de considerar estas dos palabras, "hasta encontrarla." ("Hasta que él la halle," en la versión en inglés. La explicación de Spurgeon sigue esa traducción). 'Hasta' es algo así como una señal limítrofe que indica el punto en el que hay que dar la vuelta; y vamos a considerar primero el lado oscuro de este 'hasta,' y luego vamos a reflexionar sobre su lado luminoso.

I. Al considerar primero EL LADO OSCURO DE ESTE 'HASTA,' vamos a intentar responder a dos preguntas; primero, ¿dónde está la oveja hasta que el Pastor la encuentra? Y la segunda pregunta es: ¿dónde está el Pastor hasta que encuentra a la oveja?

Entonces, en primer lugar, ¿dónde está la oveja hasta que el Pastor la encuentra? Observen, queridos amigos, el pronombre en nuestro texto: "hasta que él la encuentra." Es el Pastor quien encuentra a la oveja perdida. La verdadera salvación viene al pecador cuando Jesucristo lo encuentra. Tú y yo, si buscamos con denuedo a las almas de otras personas, podemos encontrar rápidamente a los perdidos, pues ellos nos rodean por todos lados; tal vez los encontremos en nuestras propias familias, posiblemente hasta aniden en nuestros pechos. Sabemos de sobra dónde están los perdidos, pues no podemos caminar en las calles de Londres, o en los senderos de los pueblos del campo, sin descubrirlos. Si le preguntáramos al misionero de la ciudad dónde podemos encontrar a aquellas personas que están más evidentemente perdidas, nos dirá dónde viven en colonias enteras, pues él sabe dónde puede ser encontrada cualquier cantidad de ellos. Ahora, que podamos encontrarlos puede ser un medio para un fin, pero se trata únicamente de un medio. El fin debe ser que Cristo los encuentre, si realmente van a ser salvos. De otra manera, de nada sirve que el director de la escuela los encuentre, aunque esto les traiga algún bien y sea una ventaja temporal para ellos; de nada sirve que las bendiciones de la civilización los encuentren, o que sean sacados de la pobreza.

Todos estos procesos pueden ser útiles en su propia medida; pero en lo que concierne a la eterna salvación de los perdidos, todo se cifra en que Cristo los encuentre. Él, el Hombre único, el Dios todo glorioso, debe entrar en contacto con los pecadores a través del Espíritu, y reclamarlos como Suyos; pero mientras eso no suceda, ellos permanecerán en la triste, triste condición, de la que voy a hablar ahora.

Me gusta esa idea del chino convertido, a quien se le preguntó cuando era aspirante al bautismo y la membresía en San Francisco: "¿cómo fue que encontraste a Jesús?, respondió: "yo no encontlal Jesús, Él encontlalme." Es casi innecesario añadir que fue aceptado sobre la base de ese testimonio.

Entonces, ¿dónde están los pecadores perdidos hasta que Cristo los encuentra y los salva?

Bien, en primer lugar, están en un estado de mucha despreocupación. Aquí son comparados con ovejas, en parte debido a su insensatez, pero también por su inclinación a descarriarse. A una oveja no le importa el descarrío; es una diversión para ella gozar de libertad. Se goza más por quedar libre del redil y del encierro, que por cualquier otra cosa. A la oveja no le preocupa para nada el pastor que la busca. El pastor tiene sus ojos muy abiertos buscando la oveja; pero la oveja, mientras anda descarriada, no tiene ojos para el pastor. El pastor la está buscando con toda diligencia, por colinas y valles, mientras la oveja arranca cualquier hierbita que encuentra, pensando solamente en el presente, tratando de ser feliz ahora a como dé lugar, sin pensar en el futuro. Esta es todavía la condición de la gran mayoría de nuestros compañeros. En tanto Cristo los encuentra, son desconsiderados, descuidados e indiferentes a las cosas eternas.

¡Oh, que fueran conducidos a pensar, pues la reflexión es a menudo evidencia de que Él los ha encontrado! Pero ellos se rehúsan a pensar. "¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?": estas son únicamente las preguntas que les interesan. Su principal preocupación es "matar el tiempo;" aunque, ciertamente, no hay tiempo que matar; quieren acelerar el paso de las horas que ya es lo suficientemente veloz; esta parece ser su principal preocupación. De la misma manera que la oveja no puede pensar, y no quiere pensar, tampoco lo hará el pecador; quiere continuar en su despreocupación, en su indiferencia y en su brutalidad animal, hasta que el Salvador lo encuentre.

Peor aún, la oveja, mientras no sea encontrada por su dueño, está muy inclinada a alejarse cada vez más, de la misma manera que los pecadores pasan de un pecado a otro y a otro. El pecador, por naturaleza, no permanece en un estado fijo. Como una fruta que se está pudriendo, se pudre cada vez más; la corrupción crece y se extiende irremisiblemente. El hombre que es malo hoy, con toda certeza será peor mañana. Cada semana que vive añade un nuevo hábito malo a todos lo que tenía antes, hasta que la cadena, que al principio parecía ser un hilo de seda, se convierte finalmente en un grillete inquebrantable, al que se encuentra encadenado sin ninguna posibilidad de escape.

¡Ah, hermanos, es imposible decir cuán lejos se extraviarán de Dios los hombres! Si la gracia restrictiva no es provista para que actúe sobre ellos, los hombres ciertamente irán a inexpresables distancias de infamia y culpa. Posiblemente, alguien aquí presente, se esté alejando ahora cada vez más. Amigo mío, permíteme recordarte que hoy puedes hacer lo que hace siete años no habrías podido hacer. Ahora te ríes de cosas que entonces te hubieran hecho temblar; y cierto lenguaje que hacía que tu sangre se helara en tus venas cuando te apartaste de las rodillas de tu madre, ahora se ha vuelto algo habitual en ti. Ay, y ciertas trampas en el negocio, que muchas veces condenaste al principio, se han convertido ahora en tu práctica normal. ¡Ah, sí!, la oveja descarriada continúa alejándose más y más. Nunca regresará voluntariamente al redil. Continuará alejándose hasta que la encuentre el pastor.

Y, hasta entonces, la oveja se encuentra en una triste condición en todo momento. Sueña con encontrar la felicidad si se aleja, mas no la encuentra nunca. La oveja no está preparada para vivir en estado salvaje; es incapaz de cuidarse a sí misma como pueden hacerlo muchas criaturas salvajes. Como el trigo, que no es sino una hierba educada, sólo puede producir una cosecha allí donde el hombre lo siembra, así una oveja depende enteramente del hombre. Para que le vaya bien, debe estar bajo el cuidado de un pastor. Una oveja en estado salvaje está fuera de su elemento; se encuentra en una condición en la que no puede prosperar ni ser feliz; de igual manera, un hombre sin Dios, y sin Cristo, no puede ser bendecido de ninguna manera.

Tú podrías pensar que te puede ir igual sin Dios que con Dios; eso es tan imposible como que una lámpara pueda arder sin aceite, o que los pulmones aspiren la vida sin aire. Es tan imposible que intentes vivir sin alimentos como imposible es que tu alma cierta y verdaderamente viva sin Dios. Los mejores de ustedes, si están sin Cristo, son sólo unas grandes ruinas. Como algún castillo dilapidado o una abadía de esas que se ven algunas veces, que conservan suficientes ruinas del antiguo edificio para permitirnos adivinar lo que una vez fueron, y lo que podrían volver a ser si su constructor regresara y lo restaurara a su gloria original. Pero en su estado actual, están completamente arruinados, y el murciélago y el búho habitan allí.

Lo mismo sucede con ustedes si están sin Cristo. Su corazón no es otra cosa que una jaula que encierra pájaros inmundos. Su mente está llena de dudas y aprensiones; a menudo son incapaces de conciliar el sueño debido al miedo al futuro; y cuando mueran, entonces su desolación será más evidente, pues, lejos de Dios, ustedes son como un pez fuera del agua, o como un buzo que se encuentra sumergido sin el debido suministro del oxígeno que es esencial para su vida. La criatura no puede vivir sin su Creador. Dios es bendito sin nosotros, pero nosotros no podemos ser bendecidos sin Él.

Nos podríamos dar cuenta que la oveja descarriada se encuentra en una triste condición con sólo pensar en la pérdida que sufre cuando se aleja, pero hay mucho más que eso involucrado en su extravío. Hay, también, una pérdida para el pastor. Ese es el bendito misterio que subyace en las palabras de nuestro Salvador. La pérdida mayor era la del Pastor; fue esa realidad la que lo movió, como propietario de la oveja perdida, a buscarla hasta encontrarla; y esto lo llevó a regocijarse mucho cuando la encontró, pues no podía soportar la idea de perderla.

Estar perdidos para Cristo, tal vez, podría parecerles a algunos de ustedes que son descuidados e irreflexivos, un asunto sin mayor importancia. Si la oveja perdida hubiera podido hablar, habría dicho: "yo no quiero pertenecer al pastor. Sé que él me valora, y que me está buscando porque yo le pertenezco, pero eso no me importa." No, pobre oveja. Si tú hubieras sido el pastor, te habría importado; y, pobre pecador, si conocieras aunque fuera un poquito lo que Cristo siente, tú también comenzarías a preocuparte acerca de tu propia alma.

Oh, que alguien pueda decir: "Jehová es mi pastor; nada me faltará," constituye un gozo y una bendición indescriptibles. Simplemente al repetir esas palabras familiares y meditar en su significado, brotan lágrimas de mis ojos. ¡Cuán grande bendición es pertenecer a Jesús! Yo no conozco una canción más dulce para el alma que ésta: "Mi amado es mío, y yo suya." Pertenecer a Jesús, ser una de las ovejas de Su rebaño, saber que Él es mi Pastor, y que yo lo sigo porque reconozco Su voz, ¡oh, todo esto es el cielo en la tierra, esto es el comienzo del propio gozo del cielo! Yo quisiera que todos ustedes lo conocieran; pero, ¡ay!, muchos de ustedes son como la oveja que se alejó de su pastor. Cuando él contó a las noventa y nueve ovejas, se regocijó porque estaban a salvo, pero suspiró al decir: "de mis cien ovejas, he perdido una," y no podía soportar la idea de perder ni una sola. De igual manera, algunos de ustedes están todavía perdidos para Cristo, y perdidos para el grandioso Padre que está en los cielos; y eso es algo muy triste.

Había además otra cosa penosa, es decir, que la oveja estaba expuesta a un constante peligro. Se encontraba lejos de su protector natural; estaba sujeta al cansancio y la sequía, al hambre y la enfermedad, y estaba en continuo peligro por causa de los lobos. Podría morir por falta de cuidado; al fin, ciertamente perecería irremisiblemente, y sería destrozada por las repugnantes criaturas que se alimentarían de su cuerpo sin vida.

De manera semejante, un pecador sin un Salvador, está siempre en peligro; como ya se los he demostrado, se encuentra expuesto a peores pecados, está en peligro de muerte, en peligro del diablo, en peligro de "pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder." ¡Oh, el terrible peligro de cada hombre impenitente! Cuando veo a un niño que casi es atropellado en la calle, se me hiela la sangre; ¿acaso no experimentan una reacción similar ustedes? Si vieran a un hombre derribado en el camino, aunque luego se levantara y se alejara caminando, ustedes se preocuparían porque podría estar lesionado. ¿Acaso no sienten así cuando piensan en las almas de los hombres que se encuentran en un peligro mucho más terrible: expuestas al peligro de la ira de Dios que permanece sobre ellas inclusive en este instante, y que permanecerá sobre ellas para siempre en ese espantoso lugar de tormento "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga?" Tengan piedad de la pobre oveja hasta que la encuentre el pastor, pues su condición es sumamente triste; y, pobre pecador inconverso, también queremos tener piedad de ti hasta que el Salvador te encuentre, pues tu estado, también, es terriblemente triste.

Ahora voy a referirme a la segunda pregunta: ¿dónde está el Pastor en tanto que encuentra a la oveja descarriada? ¡Ah, hermanos y hermanas, ustedes saben muy bien dónde está! Él está buscando a Su oveja perdida, y continuará buscándola hasta encontrarla. Él es muy hábil para seguir la huella de la oveja descarriada, de la misma manera que algunos pastores son capaces de seguir la pista de sus ovejas como un sabueso sigue un rastro. Es maravilloso cómo Cristo sigue la pista de algunas personas. He sabido que van de un lugar a otro, y sin embargo el buen Pastor nunca ha estado muy lejos de ellas.

Cuando eran niños, Él los buscaba en los himnos que aprendían, en las amonestaciones del maestro, en las súplicas de la madre y en las oraciones del padre. Cuando llegaron a ser jóvenes, y se desprendieron de sus antiguos instructores, el buen Pastor todavía los rastreaba por medio de muchos libros útiles, y de muchos recuerdos que ellos no podían sacudir. Cuando se dedicaron a los negocios y descuidaban el día domingo, y abandonaron la casa de Dios, el buen Pastor seguía buscándolos por medio de la aflicción, mediante vecinos cristianos, por el simple sonido de la campana de la iglesia, por la muerte de viejos compañeros, y de cien formas más.

Puede ser que algunos se hayan ido a América, o Canadá, esperando escapar de la influencia de la religión; pero todo fue inútil. Ustedes recordarán la historia de aquel habitante del bosque que había comenzado a construir una cabaña de troncos, y no había terminado de construirla todavía, cuando se apareció un ministro metodista con sus alforjas, y con un juramento el leñador le dijo: "Caramba, me he mudado una docena de veces para alejarme de ustedes, y, dondequiera que me cambio, alguno de ustedes tiene el tino de encontrarme." "Sí," respondió el buen hombre, "y dondequiera que vayas, vas a encontrarnos. Si vas al cielo, allí nos encontrarás; si vas al infierno," agregó, "me temo que también encontrarás a algunos predicadores metodistas inclusive en ese lugar. Es mejor que cedas, pues siempre te estaremos buscando."

Si eres realmente una de las ovejas de Cristo, algo así te sucederá; y, dondequiera que te extravíes, verás que Cristo todavía te está buscando. Si vas a los extremos de la tierra, Él te seguirá. Si atracas en un puerto muy lejano, donde piensas que te puedes entregar al vicio sin ninguna restricción, aun allí el amor divino de Cristo te perseguirá. Conozco a una persona que ahora predica el Evangelio, que se encontraba a bordo de un barco en Shangai, y esa misma noche tenía lugar en el Colegio de Pastor una reunión de oración por él, ya que su hermano era uno de nuestros estudiantes. Mientras los estudiantes estaban orando, el Señor derribó al hermano, lo volvió de sus pecados casi sin mediar ningún instrumento visible, y regresó a casa y aquí confesó su fe en Cristo. El Señor Jesús conoce muy bien las huellas de los pecadores, y los buscará hasta encontrarlos.

Observen qué bendita perseverancia manifiesta el buen Pastor: "Hasta encontrarla." Allá está la oveja descarriada, trabajando arduamente para subir aquella empinada colina; el Pastor sube esa colina. ¿Por qué sube? Porque la oveja ha ido por ese camino, y Él debe seguirla hasta encontrarla. Ahora desciende por el otro lado, y atraviesa esa verde ciénaga donde, si un hombre se resbalara, podría hundirse y perder la vida. Ay, pero el buen Pastor irá tras esa oveja perdida hasta encontrarla.

Día tras día, desde que sol sale hasta que se pone, y a lo largo de toda la noche, nada puede detener los pies del Pastor hasta que recupere Su oveja que estaba perdida, y la lleve al redil, segura entre Sus hombros. ¡Cuán bendita es la perseverancia del Salvador que no acepta nuestro rechazo como una negativa final, sino que todavía nos da frescas proclamaciones e invitaciones de gracia! Una y otra vez, Él envía a Sus siervos para que inviten al pecador a la fiesta del Evangelio; no únicamente el día domingo, sino también en días de semana, la voz de la Sabiduría clama en voz alta: "Vengan, y deléitense con la provisión generosa del amor redentor." No hay nadie que persevere así, como Cristo lo hace: "No se cansará ni desmayará;" no hay nadie que prosiga en la búsqueda sincera de Sus ovejas hasta encontrarlas.

Un hombre que esté buscando ovejas perdidas, debe mostrar gran sabiduría, porque es muy difícil encontrar la huella de las ovejas; y la divina sabiduría que fue manifestada cuando algunos de nosotros fuimos traídos a Dios, nos causará una sorpresa eterna. Es algo maravilloso que, a veces, el pecado del hombre, aunque debe condenarlo, haya sido parte del propio instrumento por el cual él ha obtenido la salvación.

Conocí a uno que no recordaba haber dicho una mentira hasta que, en cierta ocasión, fue tomado por sorpresa y dijo algo que no era cierto, y luego estaba cubierto de mucha vergüenza y confusión de rostro al ver que se derrumbaba toda su exaltada justicia propia. Entonces fue y se humilló ante Dios, y así encontró paz y perdón. Algunos se han unido a malas compañías, que prometían que los conducirían a adentrarse más en el pecado; sin embargo, muy pronto, esos mismos compañeros fueron convertidos, y a su vez fueron el instrumento de conducirlos al Salvador.

Cristo encontrará Sus ovejas de una manera o de otra y las recuperará; y si no vienen de una manera, vendrán de otra manera. Algunos han sido encontrados por Él en las oscuras cuevas de la infamia; Sus ojos que todo lo atraviesan han sido capaces de ubicarlos inclusive allí. Algunos han sido ganados por medio de la delicadeza y de la amabilidad, y otros por medio del terror y la desgracia; pero de una forma u otra, con maravillosa perseverancia, Jesús busca a los perdidos hasta que los encuentra, y nunca abandonará esa búsqueda hasta que la última de Sus ovejas extraviadas sea traída de regreso al redil.

¿Dónde está el buen Pastor en tanto que encuentra a Sus ovejas? Él está en un estado de descontento, con un corazón anhelante y un rostro perturbado. Si tú le preguntaras: "Buen Pastor, ¿por qué no regresaste a casa cuando los judíos quisieron apedrearte la primera vez? ¿Por qué no ascendiste en esplendor de en medio de la muchedumbre impía?" Él te responderá que no podía abandonar la búsqueda de Sus ovejas hasta encontrarlas por la redención. Ahora Él debe continuar buscando a los pecadores hasta encontrarlos. ¿Acaso no te identificas con Él en este sentimiento? Si tú eres un verdadero seguidor del Señor Jesucristo, no puedes quedarte tranquilo mientras las almas se pierden. Me temo que a algunas personas que profesan la fe, no les importaría en lo más mínimo si una nación entera se perdiera o se salvara. Ellos están muy cómodos sin importar lo que pase. Pero quienes tienen el espíritu de Cristo, y se identifican con Él, tienen entrañas de compasión, de tal forma que la pérdida de cualquier pecador los llena de consternación, y la penitencia de cualquier pecador hace que sus corazones se regocijen con sumo gozo. ¡Tratemos siempre de cultivar ese espíritu!

II. Ahora debo referirme al lado brillante de esa marca, 'HASTA.' Voy a hacer otra vez las mismas preguntas que hice antes, pero voy a invertir el orden, haciendo primero la segunda pregunta y después la primera.

Primero, entonces, ¿dónde está el Pastor cuando encuentra a Su oveja? Puedo responder esta pregunta, pues yo recuerdo dónde estaba cuando me encontró. La primera vista que tuve de Él fue muy vívida. ¿Dónde estaba Él? Pues estaba exactamente donde yo estaba. La oveja y el Pastor estaban juntos; pero Cristo estaba donde yo debí haber estado por causa de mi pecado. Cristo fue maldecido porque yo era maldito por mi pecado. Cristo fue hecho pecado porque yo era un pecador, para que fuera hecho justicia de Dios en Él.

¡Oh, qué escena fue esa, Cristo ocupando mi lugar! He predicado acerca de ello durante muchos años, pero siempre me maravillo de la misma manera que me ocurrió al principio. ¡Qué pensamiento tan abrumador pero a la vez tan lleno de gozo! ¡Oh, pobre alma, si tú quieres tener una verdadera perspectiva de Cristo, míralo sufriendo, muriendo, siendo abandonado por Dios, y agonizando porque el castigo de tu paz fue sobre Él!

El Pastor estaba también sobre la oveja; no únicamente cerca de ella, sino sobre ella, mirándola hacia abajo. ¡Cuán feliz, cuán complacido estaba por haber encontrado a Su oveja que estaba perdida! Recuerdo muy bien cuando vi a mi Señor mirándome desde lo alto con ojos de un amor indecible. Difícilmente podía yo creer jamás que me hubiera amado tanto; parecía algo increíble. ¿Qué podía ver en mí para que me amara: una pobre oveja con su lana rasgada, sus patas adoloridas y cansadas, e indigna del esfuerzo que le había significado encontrarme? Que una reina levante un alfiler no es una comparación adecuada al hecho que Cristo me levantara y se preocupara por mí. Que un gran emperador se enamore de una lechera podrá ser algo sorprendente que no es tan maravilloso, pues ella puede tener un rostro dulce y tan lleno de gracia como el de cualquier emperatriz; pero en cuanto a nosotros, pecadores, no teníamos ninguna belleza para que Cristo nos deseara.

Por naturaleza, estábamos llenos de inmundicia; y por nuestras acciones también nos habíamos vuelto peores; pero Jesús nos amó; y de la misma manera que un pastor se goza cuando encuentra a la oveja descarriada y la trae a casa, o como un padre se regocija cuando encuentra a su hijo perdido, o como un joven se goza por su novia, así se regocijó por nosotros cuando Él nos encontró.

"Y a través de las montañas, hendidas por el trueno,
Y desde el precipicio rocoso,
Se levantó un grito hasta la puerta del cielo,
'¡Regocíjense! ¡He encontrado a mi oveja!'
Y los ángeles hicieron eco alrededor del trono,
'¡Regocíjense, pues el Señor trae de regreso lo Suyo!'"

También lo vimos, en ese momento, mostrando las marcas del esfuerzo y del trabajo que había tenido que soportar por nosotros. Allí están las señales en el rostro del Pastor, y en las manos del Pastor, y en los vestidos del Pastor, del áspero camino que tuvo que recorrer. Si la oveja supiera, podría leer, simplemente al mirarlo a Él, el precio que tuvo que pagar por su recuperación; y así, queridos amigos, sucedió con nosotros cuando Jesús nos salvó. Miramos hacia arriba y Lo vimos con Su rostro completamente manchado por la saliva de los hombres, Su cabeza ceñida con la corona de espinas, Su cuerpo cubierto con el sudor sangriento, y Sus manos y pies y costado, todos ellos traspasados; y conforme miramos Lo amamos, porque Él nos amó primero, y nos amó tan maravillosamente.

Una cosa más acerca del buen Pastor cuando encontró a la oveja perdida, es que la sostuvo en Sus brazos, pues les garantizo que no pasó un instante desde que se acercó a ella y la asiera con firmeza. "No, no," parecía decir; "no te alejarás de Mí otra vez; te tengo en mis brazos y te sostendré con firmeza." ¿Acaso no recordamos cómo se aferró a nosotros cuando nos encontró la primera vez? Fuimos asidos por Él, a Quien nosotros ahora hemos asido; fuimos sostenidos con firmeza por Él, a Quien nosotros ahora sostenemos con firmeza por fe y amor. Sentimos entonces como si un extraño poder se hubiera apoderado de nosotros. No que lo hayamos resistido, pues nos regocijamos en él. Fuimos conducidos con pleno consentimiento contra nuestra propia voluntad, esto es, contra nuestra vieja voluntad, pero con una nueva voluntad que fue implantada en nosotros por esa bendita mano que nos tomó, y que no nos va a soltar.

Pero ¿dónde estaba la oveja cuando la encontró el buen Pastor? Pues bien, no transcurrió un instante y la oveja ya estaba sobre los hombros del Pastor; y eso únicamente indica que cuando Cristo me encuentra, me carga a mí y todo lo que está sobre mí, sobre Sus hombros; todas mis enfermedades, y todos mis pecados, y todas mis aflicciones son puestas sobre Él. Cantamos en verdad:

"Yo pongo mis pecados en Jesús."

Pero pienso que deberíamos cantar también:

"Yo me pongo en Jesús."

Todo lo que soy y todo lo que tengo, todo está allí. Moisés dijo de Benjamín: "El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará." Allí es donde estamos nosotros, entre los hombros del Pastor Divino de almas. Cristo abajo, soportando todo nuestro peso, el peso del pecado, el peso de la aflicción, y la duda, y el miedo, y la preocupación, y cualquier otra cosa que pueda estar sobre nosotros.

Y, ¿qué hace la oveja ahora? Está descansando, no como descansará pronto, cuando descanse en el pecho del Pastor en una comunión más dulce; pero, aun ahora, está descansando; no tiene que caminar de regreso al redil. Es un largo camino, pero ni el Pastor ni la oveja se cansarán. Es un camino fatigoso, lleno de peligros, pero esos trabajos y peligros son para el Pastor más bien que para la oveja. Estamos en lo cierto cuando entonamos:

"A salvo en los brazos de Jesús."

Ahora que Él nos ha encontrado estamos bajo Su protección. Ningún lobo puede acercarse a nosotros; o, si lo hiciera, le sería imposible hacernos daño. La oveja que es encontrada está perfectamente segura en las manos del buen Pastor. No podría extraviarse aunque quisiera; si tratara de liberarse de Sus manos, sería aferrada con mayor firmeza. Así, amados, sucedió con nosotros; cuando Cristo nos tomó sobre Sus hombros, nos sostuvo con firmeza, y no nos dejará ir.

¿Entre cuáles hombros estaba la oveja? Estaba entre los hombros de Quien se gozaba por haberla encontrado; y tú y yo pertenecemos al Cristo que se alegra al encontrarnos. Yo me pregunto quién era más feliz de los dos, en la fiesta, cuando el hijo más joven regresó a casa: el hijo o el padre. Yo pienso que fue el padre; y ciertamente, del pastor o de la oveja, el pastor era el más feliz; y sin embargo, cuando la oveja fue encontrada, debe haber participado del gozo del pastor.

¿Acaso no recuerdan cómo, cuando fueron salvados, ustedes fueron abrigados bajo las alas del Eterno? Me encanta ver a los polluelos bajo las plumas de la gallina, espiando con tal dulce contentamiento, y con un sentido de perfecta seguridad, expresados en sus ojos parpadeantes. Si hubieran estado lejos de las alas de su madre, habrían estado aterrados; pero, bajo la protección de su madre, no parecen alarmados del todo. Así yo he estado seguro bajo las alas de Dios, confiando en esa bendita promesa: "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro."

¡Oh, amados, es una cosa bendita saber que somos sostenidos por el fuerte puño de Cristo, con gran gozo en Su corazón, lo cual es la prueba del valor que Él nos da y del amor que siente por nosotros!

Así que ustedes pueden ver que estas cuatro palabras tienen un gran contenido: "hasta que él la halle." ¿Dónde estás tú ahora, amigo mío? ¿Estás todavía perdido? ¡Qué gozo nos proporciona pensar que el buen Pastor está todavía buscando ovejas perdidas! Pero si han visto a Cristo cerca de ustedes, ¡oh, que por Su gracia, en este preciso instante, sean sostenidos por Su mano traspasada, y sean colocados entre Sus hombros eternos, para ser llevados al redil celestial!

Ustedes deben ser "salvados en el Señor." Cristo Jesús debe salvarlos; debe ser por medio de Su bendita mano y Su poder omnipotente que ustedes sean rescatados del peligro y salvados de ser arrojados en el abismo. ¡Esperamos que pronto Él encuentre a todos los que están perdidos, y los cargue entre Sus hombros a lo largo de todo el camino hasta el redil celestial arriba, por causa de Su amado nombre!