El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Tengo Bastante
NO.
2739
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES,
Y LEÍDO EL DOMINGO 11 DE AGOSTO DE 1901.
“Dijo Esaú: Tengo bastante… Jacob
respondió: Tengo mucho”.
Génesis 33: 9, 11.
“Dijo Esaú: Suficiente tengo…dijo Jacob:
Todo lo que hay aquí es mío”. Reina Valera 1960
“Dijo Esaú: Tengo bastante… Jacob dijo: Tengo bastante”.
Versión King James
Es algo muy raro
encontrarse con gente que diga que tiene bastante, pues, generalmente, quienes
tienen mucho, desean más, y quienes tienen poco, sienten que no se puede
esperar razonablemente de ellos el contentamiento. Que alguien diga honesta y
verazmente: “Tengo bastante”, es una circunstancia tan inusual, que no recuerdo
haber oído esa expresión a menudo. La he oído unas cuantas veces, a grandes intervalos.
Siendo esa la regla general, es muy notable que en este capítulo haya un registro
de dos personas que dijeron, cada una por su parte: “Tengo bastante”. Es
especialmente digno de notarse que fueron dos hermanos quienes dijeron eso,
pues, generalmente, si uno de los dos hermanos está contento, el otro tiene una
diferente disposición de ánimo. Uno puede contar con un espíritu plácido y
feliz, y el otro puede poseer la suficiente preocupación y el cuidado para
abastecer a los dos. Pero aquí tenemos a dos hermanos gemelos, y cada uno de
ellos dice: “Tengo bastante”.
Este hecho les parecerá
todavía más singular si recuerdan que esos dos hermanos diferían muy
grandemente entre sí, en otros sentidos. El uno fue descrito por el apóstol
Pablo como un hombre “profano… que por una sola comida vendió su primogenitura”.
Sin embargo, Esaú dice: “Tengo bastante”. El otro era un hombre que había
luchado con Dios, y que tenía poder con Dios y con los hombres como un
príncipe. Jacob también dice: “Tengo bastante”. Me parece como si, en esa
ocasión, la bendición de su padre Isaac descansara sobre ambos, pues ustedes
recuerdan que aunque Esaú no recibió la gran bendición –la bendición del pacto-
pues esa le había correspondido a Jacob que la obtuvo mediante engaño, con todo,
Esaú recibió una gran bendición de un tipo temporal que Isaac pronunció a su
favor con todo el fervor de un padre que ama a su hijo de manera sumamente
ardiente. Esaú recibió así lo que más quería, pues poco le importaba la
bendición espiritual –no siendo un hombre espiritual- y cuando obtuvo la
bendición temporal que satisfizo a su corazón, entonces dijo: “Eso basta”. La
bendición de un padre amoroso es, en verdad, una bendición; y aunque no siempre
venga, como podríamos desear, en el plano espiritual, pues no todos los hijos
son Jacobs, sin embargo, viene de una manera u otra. Y, así, sobre Esaú recayó
la bendición que su padre Isaac pronunció a su favor cuando dijo: “He aquí, será
tu habitación en grosuras de la tierra, y del rocío de los cielos de arriba”.
Voy a intentar
mostrarles que, aunque estas dos diferentes personas dijeron: “Tengo bastante”,
y aunque el significado de sus palabras fue en algún sentido semejante, con
todo, había grandes diferencias en cuanto al recóndito significado de esas palabras
idénticas, por salir de bocas diferentes.
I. Mi
primera observación es que AQUÍ TENEMOS A UN HOMBRE IMPÍO QUE DICE QUE TIENE
BASTANTE.
Hay algunos inconversos
que están contentos con las posesiones que tienen; ese no es siempre el caso ni tampoco ocurre con frecuencia, pero así sucede algunas veces. El contentamiento
no es enteramente un don espiritual, pues lo poseen algunos hombres que no
tienen ninguna pretensión de logros espirituales. Hay que admitir que así es, y
decir que hombres meramente morales no tienen ninguna virtud moral es injusto y
arbitrario, puesto que es falso, ya que algunas veces tienen excelencias que,
por lo que son, brillan muy intensamente y ponen en vergüenza a los defectos de
cristianos profesantes. Una piedra de Bristol no es un diamante, y no vale nada
comparada con el precio de un diamante; pero si dijeras que no es semejante a
un diamante, y que no brilla, serías muy injusto con ella. Las joyas de
imitación no son gemas reales, pero son fabricadas tan notablemente a semejanza
del artículo genuino, que si dijeras que no tienen ningún lustre estarías negando
una realidad. De igual manera hay hombres inconversos cuyas excelencias
naturales brillan y resplandecen, y no deberían negarse, y, aunque ellos no son
del pueblo de Dios, y en el día cuando Dios confeccione Sus joyas, no figurarán
con ellas pues son meras falsificaciones e imitaciones, con todo, se ven muchas
cosas en esos individuos que deberíamos admirar, y cuya excelencia deberíamos
confesar.
Hay algunos hombres que
no poseen la gracia de Dios en sus corazones, los cuales, sin embargo, no están
inquietándose ni preocupándose siempre, como lo hacen algunas otras personas. Para
sus familias es un consuelo que siempre estén contentos, y es bueno que incluso
alguien como Esaú diga: “Tengo bastante”. Es conveniente para Jacob que Esaú lo
diga, y es bueno para el propio Esaú. Tanto para su esposa como para su familia,
es conveniente que un hombre sea de un temperamento feliz y de un espíritu
contento, en vez de que esté agarrando y exprimiendo y escarbando perpetuamente
–como otros- y haciendo todo lo posible para obtener más para agregarlo a lo
que ya posee.
Bien, entonces, si hasta
los inconversos dicen algunas veces: “Tenemos bastante”, -y nos encontramos
ocasionalmente con tales personas- ¡qué vergüenza sería que quienes tienen la
gracia de Dios no disfrutaran de ese contentamiento que incluso los mundanos
han alcanzado, y que necesitaran que personas como estas les dieran un ejemplo
en esa área!
Noten, a continuación,
que algunas veces se da el caso de que
los impíos están satisfechos, como lo estaba Esaú cuando dijo: “Tengo
bastante”. Esto podría ser porque son personas de un temperamento adaptable,
que se contentan con facilidad. Hay algunas personas de quienes decimos que
“que son tan cómodas como un zapato viejo”; y, generalmente, tales personas no
valen mucho más que un zapato viejo. Estas personas tan acomodaticias nunca
hacen mucho en el mundo, pero, aun así, a pesar de todo, son felices en su
apacible modo de vida. Se satisfacen naturalmente con menos de lo que contenta
a otros; miran el lado resplandeciente de las cosas; son alegres debido a su
constitución física y gozan de buena salud; y su conformación mental, que no es
tan vivaz como la de otros, sino más serena y tranquila –y posiblemente más
estúpida, también- les permite decir más fácilmente que otros: “Tenemos
bastante”.
No tengo ninguna duda de
que, algunas veces, la ignorancia ayuda al contentamiento. De aquí el dicho
común: “Si la ignorancia es una bienaventuranza, es una insensatez ser sabio”; no
me voy a detener para destrozar a ese dicho, aunque queda abierto a las
críticas, pues un grave error se esconde en su fondo. Pero hay algunos hombres
que están contentos con lo que tienen porque no conocen nada mejor. Están
perfectamente satisfechos con su presente esfera en la vida, pues nunca
estuvieron fuera de ella. Han vivido siempre en la vieja hacienda donde antes
vivió su padre, y donde sus ancestros han permanecido por múltiples
generaciones, y no conocen nada mejor que eso. A mí no me gustaría transplantar
el árbol que crece tan bien donde está ubicado, y yo sería el último en desear
infundir cuidados y ansiedades y ambiciones en el corazón del hombre que está
naturalmente contento con su porción.
Sin embargo, yo no digo
que ese haya sido el caso de Esaú. Pienso que él estaba contento y que dijo:
“Tengo bastante”, por una razón muy diferente. Algunos están contentos porque
son completamente incautos y solo consideran el placer presente. Viven al día y
no calculan nunca qué podría ocurrir mañana. Guardar para un día lluvioso les parece
algo ridículo. Si tienen justo lo suficiente para la hora presente, eso es más
que suficiente para ellos. En algunos sentidos, ¡cuán parecida a este vicio es
la virtud que el cristiano debería buscar! Sin embargo, es un vicio cuando lo
vemos en los impíos, pues son descuidados, desatentos y atolondrados, como lo
era ese individuo, Esaú, el cual, como regresa hambriento y desfalleciente de
la caza, vende su primogenitura por una porción de guiso rojo, sin que supiera
y sin que le importara saberlo, cuál pudiera ser el valor espiritual de esa
primogenitura, pues la vende de inmediato para aplacar su hambre. Hay algunos
individuos que están contentos debido a que no ejercitan el pensamiento y sin
dar la debida consideración a su verdadera condición, dicen: “Tenemos
bastante”, porque tienen justo lo suficiente para el tiempo presente. No tengo
ningún encomio para un contentamiento de ese tipo. Si alguno de nosotros lo
tuviera, ¡que Dios lo libre de él!
Sin embargo, permítanme
notar, a continuación, que en el
contentamiento de las personas inconversas hay algunos puntos buenos. Primero,
podría prevenir la avaricia. Cuando un hombre dice: “Tengo bastante”, ustedes
no esperarían que fuera unos de esos que muelen las caras de los pobres y que tienen
que recorrer mar y tierra para acumular más riquezas. Ahora, en el caso de
Esaú, él rehusó el regalo de su hermano hasta que fue presionado a aceptarlo; y
no tengo ninguna duda de que él lo rehusó honestamente, sobre la base de que
tenía bastante. Su hermano había planeado ese regalo para propiciar su favor,
pero él le dice que no lo necesita, que lo ama sin necesidad del regalo, y que
tiene bastante, y, por tanto, que no lo requiere.
Es bueno que un hombre,
aunque no tenga la gracia de Dios, esté tan contento con las cosas que tiene
como para no codiciar las cosas de otros, pues la codicia es un gran pecado y
es condenado en el mandamiento que dice: “No codiciarás nada que sea de tu
prójimo”. Hasta aquí, el contentamiento es algo bueno si el hombre está tan
satisfecho con lo que tiene que no codicia lo que le pertenece a otro.
Es también correcto y
apropiado que no tenga ningún sentimiento de envidia hacia otros. Si a otros
les va mucho mejor que a ellos, algunos seres de inmediato culpan a la
providencia, y sienten envidia y celos de la persona que parece ser más favorecida
que ellos. Esaú no pensaba así, pues le dijo a Jacob: “Suficiente tengo yo,
hermano mío; sea para ti lo que es tuyo”.
Hay otro sentido
sugerido en el hebreo: “¡Sea para ti lo que es tuyo; que te aproveche; úsalo y disfrútalo
tú mismo!” Me gusta que el hombre diga: “Mi lema es: ‘Vive y deja vivir’. Yo tengo
bastante y deseo que otros tengan también bastante; y si ‘lo bastante’ de otro
hombre es mayor que lo mío, me alegra que así sea. Si es capaz de más gozo que
yo, que lo sea; ¿por qué no habría de regocijarme en su gozo, y por qué no extraer
de las dulzuras que le pertenecen alguna dulzura para mí, alegrándome de que
otro no sea tan pobre como yo, o no sea tan enfermo como yo, o no sea tan débil
como yo, o por qué no alegrarme de que haya algunos que pueden destacar más que
yo, aun en el punto de la felicidad terrenal?” Hasta ahora no hay ningún
problema, Esaú, de que digas: “Tengo bastante”.
Aun así, hay un aspecto negativo en este contentamiento,
como ya lo habrán comprobado en muchas personas que lo han poseído. A
algunas personas las ha conducido a la jactancia. Están tan satisfechas con
todo lo que tienen que están muy seguras de que nadie más posee algo que sea ni
siquiera la mitad de bueno de lo que ellas poseen. Si tienen un caballo, no hay
nunca otro caballo en quinientas millas a la redonda que pueda trotar como el
suyo; y si algún otro caballo corriera más rápido, es porque su animal estaba
un poco fuera de condición aquel día. Piensan que no hay ninguna finca como la
suya, ni ningún negocio parecido al suyo, ni nada en el mundo que pueda
compararse con lo que tienen; y son incluso lo suficientemente necios para
comentar eso con ustedes. Este preciso contentamiento que tienen engendra un
gloriarse en la carne, y un gloriarse en sus propias posesiones, todo lo cual
es malo y aborrecible a los ojos de Dios.
Hemos visto que conduce
también a un desprecio de las cosas divinas lo cual es peor todavía. Esaú dice:
“Tengo bastante”. Sin embargo, había perdido su primogenitura, había perdido
todas las bendiciones del pacto, había perdido toda parte y porción en Dios y
en el bien. Se trata de un terrible contentamiento cuando el hombre puede estar
satisfecho sin Dios. ¡Qué terrible paz tiene un hombre cuando disfruta de un
apacible estado mental a pesar de no ser salvo! Es como esa terrible calma en
los trópicos -de la cual hemos leído a veces- cuando el viento ha dejado de
soplar durante muchos días, y el propio fondo del abismo se está pudriendo, y
todo pareciera paralizado y plagado de muerte. Hay algunos hombres que han
alcanzado ese tipo de contentamiento en el que su conciencia ha sido
cauterizada como con un hierro candente. No necesitan ningún cielo. La tierra
es su cielo. No desean ser transportados por ángeles al seno de Abraham. Prosperar
suntuosamente cada día aquí en el mundo es una suficiente bienaventuranza para
ellos. Están contentos a pesar de no tener la porción de los hijos y de no ser
disciplinados porque Dios los ama. Desean tener la porción del bastardo, que se
queda sin castigo y que no es reconocido como hijo. Tienen su porción en esta
vida, y eso es lo peor en cuanto a este tipo de contentamiento, pues argumentan
que Dios les está dando aquí todo el gozo que tendrán jamás.
Considerado desde ese
punto de vista, había algo muy terrible en el dicho de Esaú: “Tengo bastante”. Si
hubieran podido poner a Jacob en el lugar de Esaú, con las convicciones de
Jacob, con el conocimiento de Dios que tenía Jacob, con el deseo de Jacob de estar
en buenos términos con Dios, ¿piensan que hubiera dicho: “Tengo bastante, pues
tengo estos camellos, y tengo ganado, y ovejas, aunque no tenga a Dios”? ¡Oh,
no!, Jacob hubiera dicho: “¿Bastante, mi Señor? Todo esto no es nada sin Ti. Yo
te prometí que si Tú me dabas pan para comer y vestido para vestir, y si volvía
en paz a casa de mi padre, yo sería Tuyo; pero no puedo estar contento sin Ti”.
Así que se aferra al Ángel del pacto, y le dice: “No te dejaré, si no me
bendices”, pues sentía que mientras Dios no le bendijera no podría decir:
“Tengo bastante”. No hay contentamiento real para un hombre verdaderamente
despierto hasta que está en paz con Dios, y es algo terrible que alguien esté
perfectamente satisfecho mientras está bajo la ira de Dios y en peligro de la
destrucción eterna, como ciertamente está a menos que haya creído en el Señor
Jesucristo.
Me gustaría insertar
unas cuantas espinas agudas en la almohada de cualquier persona acomodaticia
aquí presente que esté contenta sin Cristo. Yo los heriría incluso para que
vinieran a Cristo para ser sanados, y los golpearía para que acudieran al grandioso
Médico para la cura que solo Él puede brindar, pues es algo terrible que estén
tranquilos cuando tienen tan grave causa para la inquietud. “No hay paz, dijo
mi Dios, para los impíos”.
II. Ahora
debo proseguir a una parte mejor de mi tema. AQUÍ TENEMOS A UN HOMBRE PIADOSO
QUE DICE QUE TIENE BASTANTE. Ese es Jacob.
Voy a comenzar
comentando que es una lástima que esto no
sea válido para todo cristiano. Es muy triste cuando un hombre es piadoso,
y, sin embargo, no dice: “Tengo bastante”. El apóstol no dice que el
contentamiento en sí mismo sea gran ganancia, sino que dice: “Pero gran
ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”. Así que no es el
contentamiento sin la piedad lo que es ganancia. Y, por otro lado, cualquier
forma de piedad que no conlleve contentamiento debe ser seriamente cuestionada.
Un hombre piadoso que no rindiera un rápido asentimiento a toda la voluntad de
Dios, debería orar pidiendo ser convertido en un hombre más piadoso. El hombre
que dice: “soy cristiano”, y luego murmura, debería pedirle a Dios que perdone
su murmuración y que lo vuelva más cristiano. Debería ser una señal distintiva
de un hijo de Dios que, incluso cuando esté sumido en la mayor agonía y su
oración contenga suma turbación, nunca vaya más allá de la línea establecida
por el propio Cristo: “Si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo
quiero, sino como tú”. Tu corazón se está rompiendo –dices- con tus
tribulaciones. Necesita más quebrantamiento, pues, si ya estuviera roto, la
tribulación no lo rompería. Allí donde se introducen nuestro egoísmo y nuestra
obstinación, allí comienzan nuestras aflicciones. Lo que se necesita no es la
supresión de la aflicción, sino la conquista del yo. Cuando la gracia de Dios
nos haya conducido a cantar de todo corazón el verso que acabamos de cantar,
todo estará bien en nosotros:
“Padre, yo espero Tu voluntad cotidiana;
Tú aún dividirás mi porción;
Dame en la tierra lo que mejor te parezca,
Hasta que la muerte y el cielo revelen el resto”.
Cuando la voluntad de
Dios y nuestra voluntad se contraponen, podemos estar seguros de que hay algo impropio
en nosotros. Nunca estamos bien hasta que la voluntad de Dios se convierte en
nuestra voluntad y podemos decir honestamente: “Hágase la voluntad del Señor”.
Por tanto, es algo triste cuando un cristiano no puede decir: “Tengo bastante”,
pero es algo muy dulce cuando puede decirlo verazmente. Entonces es cuando
disfruta realmente la vida: cuando le da gracias a Dios por lo que él es, y por
lo que no es, cuando le da gracias a Dios por la salud y también por la
enfermedad, cuando le da gracias a Dios por las ganancias y también por las
pérdidas; es cuando canta un cántico en la noche, como lo hace el ruiseñor, así
como también un cántico en el día, como lo hace la alondra. Entonces demuestra
que no sigue a Dios por lo que obtiene de Dios, así como los perros callejeros
siguen al hombre que los alimenta en la calle, sino que sigue a Dios debido a
un sincero amor por Él, debido a que Dios es su Señor y le pertenece. Es una
verdadera bienaventuranza, un pequeño cielo iniciado aquí abajo, cuando el
cristiano, mirando a su alrededor, puede decir al respecto de todas las cosas
temporales: “Tengo bastante”.
Es todavía algo mejor cuando el cristiano tiene más de lo que le
es necesario. Jacob estaba en esa condición, pues sentía que podía dar a
Esaú todas esas cabras, y esas ovejas, y los camellos, y las vacas, y los
novillos, y los borricos, y, sin embargo, era capaz de decir: “Tengo bastante”.
Es una bendición cuando un hombre piadoso siente: “Tengo más que suficiente
para mis propias necesidades, así que me alegra poder ayudar a mis compañeros
cristianos. Tengo gran gozo y deleite en ayudar a los pobres y socorrer a los necesitados”.
Cuando puedas cantar con el salmista: “Mi copa está rebosando”, preocúpate de
llamar a alguien para que venga y recoja los derrames, pues si permites que el
derrame se desperdicie, podría decirse de ti: “A ese hombre no se le puede
confiar una copa llena”. Entonces déjala que se desborde en el lugar donde los
que tienen sus copas vacías puedan venir para recoger el sobrante para
humedecer sus labios resecos. Es algo bueno cuando el cristiano, aunque tenga muy
poco, puede decir: “No sólo tengo lo suficiente, sino que tengo un poco para
compartir con otros que tienen menos que yo”.
Lo maravilloso de lo
“bastante” de Jacob es que Dios se lo
había dado. Esaú no dice nada acerca de Dios, pero Jacob dice: “Dios me ha
favorecido, y… tengo mucho”. Es verdaderamente una bendición que vemos que nos
viene de Dios cuando sobre cada misericordia está la señal de la mano de
nuestro Padre. ¿Qué son los graneros llenos a reventar si el trigo no procede
de Dios? ¿Qué son las desbordantes barricas de vino si el jugo de los racimos
no es de Dios? ¿De qué sirve tu oro y tu plata si Dios los ha maldecido? Pero
qué bendición es cuando Dios ha sonreído sobre todo, y te dice: “Hijo mío, Yo
te doy esto porque tú eres mi hijo; Yo te hago mi mayordomo, y confío estas
cosas terrenales a tu cuidado porque creo que tú las usarás para mi gloria y
para el bien de tus semejantes”. Esto infunde una dulzura en la copa que, de
otra manera, no habría estado allí; de tal manera que es algo muy diferente ser
un hijo de Dios, y tener bastante, que ser un hijo del diablo, y tener
bastante. Que Dios nos conceda que cada uno de nosotros sepa qué significa
decir con Jacob: “Dios me ha favorecido, y… tengo bastante”.
La traducción correcta
de nuestro segundo texto –como pueden ver por la nota marginal de sus Biblias-
es que Jacob dijo: todo lo que hay aquí
es mío”. Esaú dijo: Tengo bastante”, pero Jacob dijo: “Todo lo que hay aquí
es mío”; y, como dice Matthew Henry: “Lo bastante de Esaú era mucho, pero lo bastante
de Jacob era todo. El que tiene mucho, quisiera tener más; pero el que piensa
que lo tiene todo, está seguro de que tiene bastante”.
Bien, el que cree en
Cristo tiene todas las cosas, pues ¿qué dice el apóstol? “Todo es vuestro, y
vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. Todo es vuestro en este sentido: que
Dios les tiene que dar todo lo que será bueno para ustedes, pues Él mismo se ha
comprometido a eso. “No quitará el bien a los que andan en integridad”. Por
tanto no les quitará nada bueno a ustedes, de tal manera que todo lo que sea
bueno para ustedes, lo recibirán con seguridad. Todas las cosas son suyas en
las promesas y en el pacto, pues ese Dios que los tomó para que fueran Su
porción, se ha entregado Él mismo para ser la porción suya, y Él es “Dios
todopoderoso”. Todas las cosas son en Él, y al poseerlo a Él, ustedes poseen
todas las cosas.
¡Oh, qué privilegios son
los suyos, pues, escuchen!: Dios mismo es
suyo. “Seré el Dios de ellos”, dice; y eso es más de lo que pudiéramos
decir. Aunque todas las cosas son suyas, todavía exceden eso cuando pueden
decir que Dios es suyo. El Padre eterno se entrega a ustedes con todos Sus
gloriosos atributos y con todo lo que le pertenece a Él. Él les da Su propio
corazón, “pues el Padre mismo os ama”. El Hijo de Dios los amó, y se entregó
por ustedes, y Él mismo se entrega a ustedes. Todo el mérito de su sacrificio
expiatorio, todo el amor de Su corazón, toda la sabiduría de Su mente, todo el
poder de Su brazo, todo es suyo. Su propia vida es suya, pues Él les dice: “Porque
yo vivo, vosotros también viviréis”. ¡Qué herencia tienen, entonces, en el
Cristo de Dios, y en el Dios de Cristo! Pero luego ustedes tienen también al
Espíritu Santo para que sea suyo. “Él mora con vosotros, y estará en vosotros”,
como en un templo. Él les traerá toda luz; Él mantendrá en ustedes toda luz;
les otorgará todo consuelo; les dará toda guía y toda vivificación. No hay nada
que el Espíritu de Dios pueda obrar que no obre en ustedes, conforme vayan
teniendo necesidad de Sus operaciones divinas. Así, siendo nuestros el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, ¡qué bendita porción tenemos! No me sorprende que Jacob dijera: “Tengo bastante”, o que dijera:
“Todo lo que hay aquí es mío”. ¡Bendito sea el nombre del Señor que ha hecho posible
que los hijos de los hombres digan tanto como eso!
Mientras estaba
estudiando este tema, me encontré con un dulce poema escrito por esa especial
hija del canto, la señorita Havergal. Cada verso es sobre este tema:
“Bastante”. Voy a leer los versos uno por uno, y sólo voy a agregar unos breves
comentarios, esperando que puedan abrevar de la plenitud de su significado, y
decir con Jacob, si en verdad son hijos de Dios: “Tengo bastante”. El poema
comienza así:
“Estoy tan débil, Señor amado, que no puedo estar
Ni un solo momento sin Ti.
Pero, ¡oh, la ternura de Tu abrazo!
Y ¡oh, la fidelidad de Tu sustento!
Y ¡oh, la fortaleza de Tu diestra!
¡Esa fortaleza me basta!
No ha de haber nada de
tu propia fuerza, como puedes ver, y nada de la fuerza que pudieras pedir
prestada a tus vecinos. Puedes tener muchas tribulaciones, largos peregrinajes
y grandes cargas, pero la ternura de Dios te abrazará, la fidelidad te
sustentará, y la fortaleza de Dios será en verdad suficiente para ti. Al leer
la última línea sentí como si pudiera postrarme rostro en tierra, y reírme como
lo hizo Abraham. ¿Es la omnipotencia suficiente para mí? ¡Claro que lo es! Es
suficiente para sustentar este gran globo que Dios ha colgado de la nada; es
suficiente para sostener el arco del cielo que está desprovisto de pilares, pero
que está firme por el poder divino. Es suficiente para ese sol que ha ardido a
través de todas estas edades, y cuya luz no ha fallado nunca; es suficiente
para el universo que es casi ilimitable; es suficiente para todo ser vivo que
respira; es suficiente para los querubines, y los serafines, y para todas las
huestes angelicales. Entonces, por supuesto, basta para mí, que soy un enanito
que danza para arriba y para abajo en la luz del sol del atardecer. Supongan que
un gigante me prestara su fuerza, y me dijera: “Será suficiente para ti”.
Pienso que lo sería, pero eso sería poco en verdad comparado con que el Dios
Todopoderoso me diga: “Como tus días serán tus fuerzas”. Sí, Señor mío, “Tu
fuerza me basta”.
El siguiente verso del
poema es:
“Estoy tan necesitado, Señor, y, sin embargo, sé
Que toda plenitud habita en Ti;
Y hora tras hora ese tesoro que nunca falla
Suple y llena, en desbordante medida,
Mi más mínima y mi mayor necesidad; y así
¡Tu gracia me basta!”
Ustedes recuerdan lo que
dice Pablo que el Señor le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad”. Piensa cuánta gracia hay en Cristo Jesús nuestro
Señor: gracia que elige, gracia que llama, gracia que perdona, gracia que
renueva, gracia que preserva, gracia que santifica, gracia que perfecciona,
gracia sobre gracia, gracia que conduce a la gloria.
Oh, amados, toda esta
gracia es suya, y seguramente hay gracia suficiente para ustedes. ¿Por qué
tienes miedo de fracasar? ¿Te fallará la gracia de Dios? ¿Te abandonará la
gracia de Dios y permitirá que perezcas por mano del enemigo? No,
verdaderamente. Entonces cada creyente ha de decirle: “Tu gracia me basta”.
La señorita Havergal
escribe a continuación:
“Es tan dulce confiar solo en Tu palabra:
Yo no pido ver
La revelación de Tu propósito, o el brillo
De una luz futura desenmarañando los misterios;
El rollo de Tu promesa es todo mío,
¡Tu palabra me basta!”
Es muy dulce poder decir
acerca de la promesa del Señor: “Ella me basta; incluso si no veo su
cumplimiento durante muchos días, la promesa misma es suficiente para mí. Si el
Señor no pareciera hacer nada en absoluto en mi ayuda, como Él ha dicho: ‘No te
desampararé, ni te dejaré’, Su palabra me basta”. Bien, amados, a ustedes les
basta la palabra de un hombre, si es la palabra de un hombre confiable, y dicen:
“Su palabra es una garantía”. Pero
Entonces la inspirada
poetisa continúa así:
“El corazón humano pide amor; pero ahora sé
Que mi corazón recibe de Ti,
Todo afecto real y pleno y maravilloso,
Muy cercano, muy humano; sin embargo, la perfección divina
¡Enciende gloriosamente el poderoso resplandor!
¡Tu amor me basta!”
¿Pueden decir eso ustedes,
que han perdido a un ser querido, ustedes, que han enviudado, ustedes, que no
tienen hijos, ustedes, que han sido engañados y abandonados, “una mujer
atribulada de espíritu”, un hombre abatido y solitario? ¿El amor de Dios les
basta? Debería bastarles, pues si todos los amores de los esposos, de las
esposas, de los amantes, de las madres, de los padres y de los hijos fueran
destilados, y fuera extraída su quintaesencia, no sería sino como agua
comparada con el vino generoso del amor de Dios. ¿Me ama Dios a mí? Entonces,
aunque todo el mundo me odiara, no me importaría más que si una sola gota de
hiel cayera en un Atlántico lleno de dulzura y de bienaventuranza. Esta ligera
aflicción, que no es sino momentánea, no es digna de ser comparada con la suma
gloria de ser amado por Dios. Sí, mi Señor, “Tu amor me basta”.
Pero el amor de Dios no
puede llenar un ‘gran’ corazón; es más, debo corregirme y decir que el amor de
Dios no puede llenar a un corazón vil, a un corazón perverso, a un corazón no
regenerado, pues no es un corazón quebrantado, sino un corazón dividido, y
cuando el corazón está dividido, no retiene el amor de Dios. ¡Oh, tener un
corazón unido al corazón de Dios! Entonces le diré: “Tu corazón me basta”.
El dulce poema concluye
así:
“Había extrañas profundidades del alma, intranquilas, vastas,
Y amplias, insondables como el mar;
Un hambre infinita de algún infinito sosiego;
¡Pero ahora Tu perfecto amor es perfecta llenura!
Señor Jesucristo, mi Señor, mi Dios,
¡Tú, Tú me bastas!”
¡Que así sea con cada
uno de nosotros, por Jesucristo nuestro Señor!
Amén.
Traductor: Allan Román
25/Agosto/2011
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