El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Un Antídoto
Contra las Artimañas de Satanás
NO.
2707
SERMÓN PREDICADO UN JUEVES POR
POR
CHARLES HADDON SPURGEON,
EN
Y SELECCIONADO PARA LECTURA EL DOMINGO 30 DE DICIEMBRE
DE 1900.
“Pero la serpiente era astuta,
más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”. Génesis 3:
1.
Por supuesto que entendemos que este
versículo se refiere a “la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás”. En
vez de la palabra “serpiente”,
Satanás posee abundantes artimañas y es
capaz de vencernos por varias razones. Me parece que una suficiente razón para
que Satanás sea artero es porque es malicioso;
pues de todas las cosas, la malicia es lo más productivo de la artería.
Cuando un hombre está resuelto a la venganza, es extraño cuán artero es para
encontrar oportunidades para desfogar su malevolencia. Si un hombre siente
enemistad contra otro y esa enemistad se posesiona enteramente de su alma y derrama
veneno, por decirlo así, en su propia sangre, se volverá sumamente artero con
los medios que usa para vejar y hacer daño a su adversario. Ahora, nadie puede
estar más lleno de malicia contra el hombre que Satanás, tal como lo demuestra
cada día; y esa malicia aguza su inherente sabiduría de manera que se vuelve
sumamente astuto.
Además, Satanás es un ángel, aunque es un ángel caído. No dudamos, por ciertos
indicios en
Además, Satanás muy bien puede ser astuto
ahora –puedo decir confiablemente que más astuto de lo que era en los días de
Adán- pues él ha tenido largos tratos con
la raza humana. Cuando tentó a Eva esa era su primera ocasión de tratar con
la humanidad; pero aun entonces la serpiente era “astuta, más que todos los
animales del campo que Jehová Dios había hecho”. Desde entonces él ha
ejercitado todo su diabólico pensamiento y grandes poderes para acosar y
arruinar a los hombres. No hay ningún santo a quien no haya perseguido y ningún
pecador al que no haya conducido a engaño. Juntamente con sus tropas de
espíritus malignos él ha estado ejerciendo un terrible control sobre los hijos
de los hombres; él es por tanto muy habilidoso en todas las artes de la
tentación. Nunca un anatomista entendió tan bien el cuerpo humano como Satanás
entiende el alma humana. Él no ha sido “tentado en todo”, pero él ha tentado a
otros en todos los puntos. Él ha procurado atacar nuestra condición humana
desde la corona de nuestra cabeza hasta la planta de nuestro pie; ha explorado
cada obra exterior de nuestra naturaleza e incluso las cavernas más secretas de
nuestras almas. Ha escalado la ciudadela de nuestro corazón, y ha vivido allí;
ha explorado sus más íntimos recovecos y se ha sumergido en los más bajos
abismos. Yo supongo que no hay nada de la naturaleza humana que Satanás no
pueda desenmarañar; y aunque, sin duda, es el más grande tonto que haya existido
jamás, como continuamente el tiempo lo demuestra, con todo, más allá de toda
duda, él es el más astuto de los tontos, y puedo agregar que esa no es una gran
paradoja, pues la argucia es siempre una insensatez y la astucia no es sino
otra forma de apartarse de la sabiduría.
Y ahora, hermanos, durante unos cuantos
minutos voy a ocupar su tiempo, primero, notando las argucias y la astucia de Satanás, y los modos en que ataca
nuestras almas; y, en segundo lugar, voy a darles unas cuantas palabras de
admonición con respecto a la sabiduría
que debemos ejercitar contra él, y el único medio que podemos usar
eficazmente para impedir que su astucia sea el instrumento de nuestra
destrucción.
I. Notemos, en primer lugar, LAS ARGUCIAS Y
Y puedo comenzar observando que Satanás
descubre su artería y su astucia por los
modos de su ataque. Hay un hombre que es calmado y tranquilo, y está en
paz; Satanás no ataca a ese hombre con incredulidad o desconfianza; le ataca en
un punto más vulnerable que eso; el amor propio, la confianza en uno mismo, la
mundanalidad, estas cosas serán las armas que Satanás usará contra él. Hay otra
persona que es notable por su abatimiento y por su falta de vigor mental; no es
probable que Satanás se esfuerce por inflarlo con el orgullo, pero
examinándolo, y descubriendo dónde está su punto débil, le tentará a dudar de
su llamado, y se esforzará por conducirlo a la desesperación. Hay otro hombre
de salud corporal fuerte y robusta, que tiene todos sus poderes mentales en
pleno y vigoroso ejercicio, disfrutando de las promesas y deleitándose en los
caminos de Dios; posiblemente Satanás no le atacará con la incredulidad, porque
siente que tiene una armadura para ese punto en particular, pero le atacará con
orgullo o con alguna tentación a la lujuria. Él nos examinará muy íntegra y
cuidadosamente, y si nos encuentra que somos como Aquiles, únicamente
vulnerables en nuestro talón, entonces disparará sus flechas a nuestro talón.
Yo creo que Satanás no ha atacado a
menudo a un hombre en un lugar donde le vio que era fuerte; pero generalmente
busca bien el punto débil, el pecado que asedia. “Allí”, -dice él- “allí voy a
dar el golpe”; ¡y que Dios nos ayude en la hora de la batalla y en el tiempo
del conflicto! Tenemos necesidad de decir: “¡Que Dios nos ayude!”, pues,
ciertamente, a menos que el Señor nos ayude, este astuto enemigo puede
encontrar fácilmente suficientes junturas en nuestra armadura, y pronto podría
enviar la flecha mortal a nuestras almas, de manera que caeríamos heridos
delante de él. Y sin embargo, he notado, y es muy extraño, que Satanás tienta
algunas veces a los hombres con la propia cosa que supondrías que nunca les
tentaría. ¿Cuál imaginan ustedes que fue la última tentación de John Knox en su
lecho de muerte? Tal vez nunca hubo un hombre que entendiera más plenamente la
gran doctrina de que “por gracia sois salvos”, que John Knox. La tronaba desde
el púlpito; y si lo hubieras cuestionado sobre el tema él te la habría
declarado osada y valientemente, negando con todo su poder la doctrina papal de
la salvación por medio del mérito humano. Pero, ¿podrán creerlo, ese viejo
enemigo de las almas atacó a John Knox con la justicia propia cuando yacía en
su lecho de muerte? Vino a él y le dijo: “¡Cuán valientemente has servido a tu
Señor, Juan! Nunca te has acobardado delante de la faz del hombre; te has
enfrentado a reyes y a príncipes, y sin embargo, no has temblado nunca; un
hombre como tú puede caminar para entrar al reino del cielo con sus propios
pies, y vestir sus propios vestidos en la boda del Altísimo”; y aguda y
terrible fue la lucha que John Knox tuvo con el enemigo de las almas por esa
tentación.
Yo puedo darles un ejemplo similar de mi
propia experiencia. Yo pensé para mí que, de todos los seres en el mundo, yo
era el que más libre estaba de cuidados. Nunca había ejercitado mis
pensamientos ni por un instante, así lo pienso, preocupándome por las cosas
temporales; yo siempre tuve todo lo que había necesitado, y parecía que yo
había sido trasladado más allá del alcance de la ansiedad acerca de tales
asuntos; y sin embargo, es extraño decirlo, no hace mucho tiempo, una tentación
sumamente terrible me sobrecogió, arrojándome en la mundanalidad del cuidado y
del pensamiento; y aunque yacía y gemía en agonía y luchaba con todo mi poder
contra la tentación, pasó mucho tiempo antes de que pudiera vencer esos
pensamientos desconfiados con relación a la providencia de Dios, cuando, debo
confesarlo, no había la menor razón, hasta donde podía verlo, del por qué tales
pensamientos irrumpieran en mí. Por esa razón, y por muchas más, odio más y más
al diablo cada día, y he hecho votos, de ser posible, mediante la predicación
de
Los modos de ataque de Satanás, entonces,
como aprenderán rápidamente si es que no lo han hecho ya, delatan su astucia.
¡Ah!, hijos de los hombres, mientras ustedes se están poniendo sus cascos, él
está buscando enterrar su espada de fuego dentro de su corazón; o mientras
ustedes están inspeccionando bien su coraza, él está levantando su hacha de
combate para partir su cráneo; y mientras ustedes están inspeccionando tanto su
casco como su coraza, él está buscando hacer tropezar su pie. Él está vigilando
siempre para ver dónde no están viendo ustedes; él está alerta siempre cuando
ustedes están dormitando. Mirad por vosotros mismos, por tanto; “Vestíos de
toda la armadura de Dios”; “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual
resistid firmes en la fe”; ¡y que Dios les ayude a prevalecer contra él!
Una segunda cosa en la que Satanás delata
su astucia es, las armas que usará a
menudo contra nosotros. Algunas veces atacará al hijo de Dios con el
recuerdo de una canción obscena, o con un discurso licencioso que pudo haber
oído en los días de su estado carnal; pero con mucha mayor frecuencia le
atacará con textos de
En otros momentos, Satanás usará el arma
de nuestra propia experiencia. “¡Ah!”, -dirá el diablo- “en tal y tal día, tú
pecaste de tal y tal manera; ¿cómo puedes ser un hijo de Dios?” En otro momento
él dirá: “tú eres justo con justicia propia, por tanto no puedes ser un
heredero del cielo”. Luego, otra vez, comenzará a desenterrar todas las viejas
historias que hemos olvidado desde hace mucho tiempo de todas nuestras
incredulidades pasadas, de nuestros pasados descarríos, y así sucesivamente, y
nos reprocha eso. Él dirá: “¡Cómo! ¿Tú, TÚ
un cristiano? ¡Un buen cristiano has de ser!” O, posiblemente comenzará a
tentarte de alguna manera parecida a esta: “El otro día no querías hacer tal y
tal cosa en el negocio; ¡cuánto perdiste por eso! Fulano de Tal es un
cristiano; él lo hizo. Tu vecino, al otro lado de la calle, ¿no es él un
diácono de una iglesia, y acaso no lo hizo? ¿Por qué no puedes hacer lo mismo?
Te iría muchísimo mejor si lo hicieras. Fulano de Tal lo hace, y le va bien, y
es precisamente tan respetado como lo eres tú; entonces, ¿por qué no habrías de
actuar de la misma manera?” Así, el diablo te atacará con armas tomadas de tu
propia experiencia, o de la iglesia de la cual eres un miembro. ¡Ah!, ten cuidado,
pues Satanás sabe cómo escoger sus armas. Él no está saliendo contra ustedes,
si fueran grandes gigantes, con una honda y una piedra; sino que viene armado
hasta los dientes para derribarte. Si él sabe que estás tan protegido por una
cota de malla que el filo de su espada será doblegado por tu armadura, entonces
te atacará con un veneno letal; y si sabe que no puedes ser destruido por esos
medios, viendo que tienes un antídoto a la mano, entonces buscará tenderte una
trampa; y si eres precavido de manera que no puedes ser sorprendido así,
entonces enviará problemas de fuego contra ti, o una aplastante avalancha de
dolor, de manera que pueda someterte. Las armas de su guerra, siempre malas, y
a menudo espirituales e invisibles, son poderosas
contra tales débiles criaturas como somos nosotros.
Además, la argucia del diablo es
descubierta en otra cosa, en los agentes
que emplea. El diablo no realiza él mismo todo su sucio trabajo; a menudo
emplea a otros para que lo hagan por él. Cuando Sansón tenía que ser vencido, y
sus nazareas guedejas tenían que ser cortadas, Satanás tenía a Dalila lista
para tentarlo y conducirlo al descarrío; él sabía qué había en el corazón de
Sansón, y dónde estaba su lugar más débil, y por tanto, le tentó por medio de
la mujer que amaba. Un viejo teólogo dice: “Hay muchos hombres cuya cabeza ha
sido quebrada por su propia costilla”, y ciertamente eso es cierto. Satanás
algunas veces ha puesto a la propia esposa de un hombre para que lo derribe
hasta la destrucción, o ha usado a algún querido amigo como el instrumento para
obrar su ruina. Ustedes recuerdan cómo David se lamentaba por este mal: “Porque
no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que
me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer
íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los
secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios”. “¡Ah!”, -dice el diablo-
“tú no pensaste que yo iba a poner a un enemigo a hablar mal de ti, ¿no es cierto?
Vamos, eso no te habría lastimado. Yo sé cómo elegir a mis agentes de mejor
manera; voy a elegir a un hombre que es un amigo o un conocido; él se te
acercará, y luego te meterá el puñal debajo de los pliegues de tus vestidos”.
Si un ministro ha de ser fastidiado, Satanás elegirá a un diácono que lo
fastidie. Él sabe que no le importará tanto un ataque de cualquier otro miembro
de la iglesia; así que algún diácono se levantará y dominará sobre él, de
manera que tendrá noches sin dormir y días ansiosos. Si es un diácono el que
Satanás quiere fastidiar, buscará poner a algún miembro o hermano diácono
contra él; y si no hay ninguna otra persona que le importe, será su amigo más cercano
y más querido el que desempeñe el acto villano.
El diablo siempre está listo a tomar en
su mano la red en la que el pez es más probable que caiga, y a extender la
trampa que es más probable que atrape al ave. Yo no sospecho, si tú eres un
profesante de larga experiencia, que serás tentado por un sujeto borracho; no,
el diablo te tentará por medio de un hipócrita mojigato. Yo no imagino que tu
enemigo venga y te ataque y te calumnie; será tu amigo. Satanás sabe cómo usar
y disfrazar a todos sus agentes. “¡Ah!”, -dice- “un lobo con piel de oveja será
mejor para mí que un lobo que se mira como un lobo; y uno de la iglesia jugará
mejor el juego y lo logrará más fácilmente, que uno fuera de ella”. La elección
de los agentes de Satanás demuestra su artería y su ingenio. Fue algo astuto
que eligiera a la serpiente para el propósito de tentar a Eva. Muy
probablemente Eva estaba fascinada por la apariencia de la serpiente;
probablemente admiraba su tonalidad brillante, y somos conducidos a creer que
era entonces una criatura mucho más noble de lo que es ahora. Tal vez,
entonces, se podía erguir sobre sus anillos, y muy probablemente a ella le
complacía y le deleitaba; pudo haber sido la criatura familiar con la que
jugaba –no dudo de que lo fuera- antes de que el diablo entrara en ella.
Ustedes saben cómo, a menudo, el diablo entra dentro de cada uno de nosotros.
Yo sé que él ha entrado en mí muchas veces, cuando ha necesitado que se diga
una palabra hiriente contra alguien. “Nadie puede herir a ese hombre, o afligir
a ese hombre” –dice el diablo- “tan bien como puede hacerlo el señor Spurgeon; vamos,
lo ama como a su propia alma. Ese es el hombre”, dice el diablo, “que hará la
herida más despiadada de todas, y él la hará”. Entonces, tal vez soy conducido a
creer algo erróneo en contra de un algún precioso hijo de Dios, y
posteriormente a hablar de ello; y luego me aflijo al pensar que pude ser tan
necio como para prestar mi corazón y mi lengua al diablo. Por tanto puedo
advertir a cada uno de ustedes, y especialmente a mí mismo, y a todos aquellos
que tienen mucho amor derramado en ellos, a que pongan atención no sea que se
conviertan en instrumentos de Satanás afligiendo los corazones del pueblo de
Dios, y derribando a quienes tienen ya suficientes problemas que los pueden
derribar, sin que necesiten ninguna ayuda de parte nuestra.
Y, una vez más, Satanás muestra su
astucia por los tiempos en los que nos
ataca. Yo pensaba, cuando estuve enfermo, que si podía levantarme de la
cama otra vez y ser fortalecido, yo le iba a dar al diablo una paliza sumamente
terrible por la manera en que me atacó cuando estaba enfermo. ¡Cobarde! ¿Por
qué no esperó hasta que estuviera bien? Pero siempre encuentro que, si mi ánimo
se abate, y me encuentro en una baja condición de corazón, Satanás elige
especialmente ese tiempo para atacarme con la incredulidad. Que venga contra
nosotros cuando la promesa de Dios está fresca en nuestra memoria, y cuando
estamos disfrutando de un tiempo de dulce derramamiento de corazón en oración
delante de Dios, y él verá cómo lucharemos contra él entonces. Pero, no; él
sabe que entonces tendríamos la fuerza para resistirle; y, prevaleciendo con
Dios, seríamos capaces de prevalecer contra el diablo también. Por tanto vendrá
contra nosotros cuando haya una nube entre nosotros mismos y nuestro Dios; cuando
el cuerpo está deprimido y el ánimo está débil, entonces nos tentará, y
procurará conducirnos a la desconfianza de Dios. En otro momento, nos tentará
al orgullo. ¿Por qué no nos tienta al orgullo cuando estamos enfermos y cuando
tenemos el espíritu deprimido? “No” –dice- “no puedo lograrlo entonces”. Él
escoge el tiempo cuando un hombre está bien, cuando está en el pleno disfrute
de las promesas, y capacitado para servir a su Dios con deleite, y entonces lo
tentará al orgullo. Es la oportunidad de sus ataques, el correcto ordenamiento
de sus asaltos lo que hace que Satanás sea un enemigo diez veces más terrible
de lo que sería de otra manera, y eso demuestra la profundidad de su artería. Verdaderamente,
la antigua serpiente es más astuta que cualquier otra bestia del campo que el
Señor ha creado.
Hay algo acerca de los poderes del
infierno que siempre me ha dejado asombrado.
Y todavía hay algo más, y habré concluido
con este punto. La astucia de Satanás es muy grande en otra cosa, esto es, en sus retiradas. Cuando me uní a
“Más temo la
calma traicionera,
Que la
tempestad que rueda sobre mi cabeza”.
Hay un estado tal de corazón como este:
tú quieres sentir, pero no sientes. Si sólo pudieras dudar, lo considerarías un
logro muy grande; sí, y aun si pudieras conocer la negrura de la desesperación,
preferirías sentir eso que ser como eres. “¡Vaya!”, -dices- “no tengo ninguna
duda acerca de mi condición eterna; de alguna manera pienso que puedo decir,
aunque no podría hablar exactamente con certeza, pues me temo que sería
presunción, sin embargo, en verdad confío que puedo decir que soy un heredero
del cielo. Sin embargo eso no me produce ningún goce. Puedo involucrarme en la
obra de Dios; en verdad siento que la amo, sin embargo, no puedo sentir que sea
la obra de Dios; siento que me he metido en una ronda de deber, y sigo
adelante, y adelante y adelante, como un caballo ciego que va porque tiene que
ir. Leo la promesa, pero no veo ninguna especial dulzura en ella; de hecho, no
parece como si necesitara alguna promesa. E incluso las amenazas no me
aterrorizan; no hay ningún terror en ellas para mí. Oigo
“El fondo
mismo se pudría,
¡Ay, quién lo
hubiera pensado!
Sí, viscosas
criaturas con patas
Se
arrastraban por el viscoso mar”.
Ahora, querido amigo, ¿sabes algo acerca
del estado de tu propio corazón justo ahora? Si es así, esa es la respuesta al
enigma: que no ser tentado es peor que ser tentado. Realmente, ha habido
tiempos, en la experiencia pasada de mi propia alma, cuando hubiera estado
agradecido al diablo si hubiera venido y me hubiera sacudido; yo habría sentido
que Dios le había empleado, contra su deseo, para hacerme un bien permanente,
para despertarme al conflicto. Si el diablo simplemente hubiera entrado en
II. Y ahora, en segundo lugar, preguntémonos
muy brevemente, ¿QUÉ HAREMOS CON ESE ENEMIGO? Ustedes y yo sentimos que tenemos
que entrar en el reino del cielo, y no podemos entrar allí mientras nos
quedamos inmóviles.
La única manera de repeler la astucia de
Satanás es adquiriendo verdadera
sabiduría. Lo repito de nuevo, el hombre no tiene nada de eso en sí mismo.
¿Qué pues? En esto hay verdadera sabiduría. Si quieres luchar exitosamente contra
Satanás, haz de las Santas Escrituras tu recurso diario. De esta sagrada
revista extrae continuamente tu armadura y tu munición. Aférrate a las
gloriosas doctrinas de
Pero, sobre todo, si quisiéramos resistir
exitosamente a Satanás, debemos mirar no meramente a la sabiduría revelada,
sino a
Traductor: Allan Román
18/Septiembre/2014