El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Un Llamamiento a
Hijos de Padres Piadosos
NO.
2406
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES,
Y SELECCIONADO PARA LECTURA EL DOMINGO 31 DE
MARZO, 1895.
“Guarda, hijo
mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos
siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando
duermas te guardarán; hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento
es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te
instruyen”. Proverbios 6: 20-23.
Aquí tienen ante ustedes
el consejo del rey Salomón, considerado apropiadamente como uno de los varones
más sabios, y si alguien pudiera superar en sabiduría al hijo de David, el rey
de Israel, tendría que ser uno verdaderamente sabio. Vale la pena escuchar lo
que Salomón tiene que decir. Tiene que ser bueno que el joven más inteligente
escuche, y que escuche atentamente, lo que un hombre tan experimentado como
Salomón tiene que decirles a los jóvenes. Pero tengo que recordarles que alguien
más grande que Salomón está aquí, pues el Espíritu de Dios inspiró los
Proverbios. No son simplemente joyas extraídas de minas terrenales, sino que
son preciosos tesoros provenientes de los montes celestiales; de manera que el
consejo que tenemos aquí no es únicamente la exhortación de un varón sabio,
sino que es el consejo de esa Sabiduría Encarnada que nos habla por
Al considerar este tema,
voy a mostrarles ante todo que la verdadera
piedad, de la cual habla aquí el sabio varón, nos llega a muchos de nosotros recomendada por el ejemplo de los
padres: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la
enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello”.
Pero en adición a eso, la verdadera
religión nos llega encomendada por usos prácticos, por su benéfico efecto
en nuestras vidas: “Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán;
hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la
enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen”.
I. Ahora
quiero mostrarles, en primer lugar, que
Desgraciadamente no
sucede así con todos ustedes. Hay algunos que tuvieron un mal ejemplo en su
niñez y nunca aprendieron nada bueno de sus padres. Yo adoro la soberanía de la
gracia divina porque esta noche hay entre nosotros muchos que son los primeros en
sus familias que han hecho una profesión de fe en Cristo. Nacieron y fueron
educados en medio de todo lo que se oponía a la piedad; con todo aquí están y ni
ellos mismos podrían decirles cómo fueron sacados del mundo igual que Abraham
fue sacado de Ur de los caldeos. El Señor en Su gracia ha tomado a uno de una
ciudad, y a dos de una familia para llevarlos a Sion. Queridos amigos, ustedes
tienen un motivo especial de agradecimiento, pero deberían preparar una nota
que debe quedar registrada en sus diarios en el sentido de que sus hijos no
serán sometidos a las mismas desventajas que ustedes mismos sufrieron. Puesto
que el Señor los ha mirado en amor, hagan que sus hogares sean santidad a
Jehová, y así deben educar a sus hijos para que ellos disfruten de todas las
ventajas que proporciona la educación religiosa y de toda oportunidad para
servir al Dios viviente.
Pero hay muchos entre
nosotros -yo creo que la mayor proporción de quienes están reunidos aquí- que
han tenido el inmenso privilegio de una piadosa educación. Ahora, en mi
opinión, pareciera que la experiencia de
un padre es la mejor evidencia que un joven puede tener de la verdad de
cualquier cosa. Mi padre no diría nada que fuera falso a nadie en ningún lugar,
pero yo estoy absolutamente seguro de que no se lo diría a su hijo; y si,
después de servir a Dios durante cincuenta años descubriera que la religión es
un fracaso, aun si no tuviese el valor de comunicárselo a todo el mundo, estoy
persuadido de que habría susurrado a mi oído: “Hijo mío, te he engañado. He
estado equivocado y me he dado cuenta de ello”. Pero cuando vi al anciano el
otro día, no tuvo que transmitirme ninguna información de ese tipo. Nuestra
conversación tuvo que ver con la fidelidad de Dios, y él se deleita en contar
acerca de la fidelidad de Dios para con él y para con su padre, mi querido
abuelo, que ya ha partido a lo alto. Cuán a menudo me han dicho que en una
larga vida en que han probado y comprobado las promesas, han encontrado que
todas son verdaderas, y que podían decir en el lenguaje del himno:
“La religión es la que puede dar
Los más dulces placeres mientras vivimos;
La religión es la que puede proporcionar
Un sólido consuelo cuando morimos”.
En cuanto a mí, si yo
hubiera descubierto que estaba equivocado, no habría sido tan necio como para
alegrarme de que mis hijos siguieran el mismo tipo de vida, y que se hicieran
adictos, hasta donde les fuera posible, a la predicación de la misma verdad que
me deleito en proclamar. Querido hijo, si tú tienes un padre piadoso, cree que
la religión sobre la que él ha fijado su fe es verdadera. Él te dice que es
así; él es, de cualquier manera, un testigo honesto y sincero para ti; por
tanto, te suplico que no abandones al Dios de tu padre.
Luego pienso que uno de
los lazos más tiernos que puedan atar a un hombre o a una mujer, es el afecto
de una madre. Tal vez muchos querrían romper con la ley del padre; pero, ¿quién
de nosotros podría desprenderse del amor de una madre? Entonces, a
continuación, el afecto de una madre es
el mejor argumento. Tú recuerdas cómo oraba por ti. Uno de tus primeros
recuerdos es que te ponía sobre sus rodillas y te enseñaba a decir:
“Dulce Jesús, manso y benigno,
Vuelve Tu mirada a un tierno niño”.
Tal vez hayas intentado
descreer, pero la firme fe de tu madre te lo impide. Me he enterado de alguien
que dijo que hubiera podido ser fácilmente un infiel si no hubiese sido por la
vida de su madre y por la muerte de su madre. Sí, estos son argumentos difíciles
de superar, y yo confío que no lograrás superarlos. Recuerdas bien su
inquebrantable paciencia en el hogar cuando muchas cosas habrían podido
agitarla. Recuerdas su benevolencia contigo cuando tú te enardecías. Tal vez no
supieras cómo la herías en lo más vivo ni cómo pasaba sus noches en vela porque
su muchacho no amaba al Dios de su madre. Yo te exhorto, por el amor que le
tienes, que si recibiste algunas impresiones que son buenas, las valores y no
las deseches. O si no recibiste tales impresiones, al menos deja que la
sinceridad de tu madre, para quien habría sido imposible no ser veraz, que el
profundo afecto de tu madre, que no podría traicionarte con una mentira ni lo
haría, te persuada que hay verdad en esta religión que ahora, tal vez, algunos
de tus compañeros están tratando de enseñarte a ridiculizar. “Guarda, hijo mío,
el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre”.
Yo creo que para
cualquier joven, o para cualquier joven mujer que hayan tenido un padre y una
madre piadosos, la mejor forma de vida que pudieran escoger para ellos mismos
es seguir el camino al que los principios
de su padre y de su madre los conducen. Por supuesto que nosotros hemos
logrado grandes avances con respecto a los viejos, ¿no es cierto? Los jóvenes
son maravillosamente brillantes e inteligentes, y los viejos se han quedado
bastante más rezagados. Sí, sí; así es como hablamos antes de que nos haya
crecido la barba. Posiblemente cuando tengamos más sentido no seremos tan
presumidos por eso. De cualquier manera, yo, que no soy tan viejo y que no me
atrevería a seguirme llamando un joven, me aventuro a decir que, en cuanto a
mí, nada deseo más que continuar las tradiciones de mi familia. No deseo
encontrar ninguna ruta excepto aquella que corre en paralelo con la de quienes
me precedieron. Y yo creo, queridos amigos, que ustedes que han visto las santas
y felices vidas de sus ancestros cristianos serán sabios para hacer una larga
pausa antes de que comiencen a desviarse ya sea a la derecha o a la izquierda
de la ruta de esos seres piadosos. Yo no creo que quien comienza con la noción
de trastornarlo todo, de que todo lo que pertenecía a su piadosa familia será
arrojado a lo vientos, comienza la vida de una manera que es probable que Dios
bendiga, ni que él mismo juzgue a la larga que es sabia. Yo no busco recibir
joyas heredadas de oro o plata pero, aunque muera yo mil muertes, no puedo
renunciar jamás al Dios de mi padre, ni al Dios de mi abuelo, ni al Dios de su padre, ni al Dios de su padre. He de considerar esto la
principal posesión que tengo, y yo les ruego a los jóvenes y a las jóvenes que
piensen lo mismo. No manches las gloriosas tradiciones de nobles vidas que te
han sido transmitidas; no deshonres el escudo de tu padre ni desacredites los
blasones de tus honrados predecesores con ningún pecado o transgresión de tu
parte. ¡Que Dios te ayude a sentir que la mejor manera de llevar una noble vida
es hacer lo mismo que hicieron quienes te educaron en el temor de Dios!
Salomón nos dice que
hagamos dos cosas con las enseñanzas que aprendimos de nuestros padres. Primero
dice: “Átalas siempre en tu corazón”, pues son
dignas de una adhesión amorosa. Muestra que amas estas cosas atándolas en
tu corazón. El corazón es el punto vital; deja que la piedad se aloje allí; ama
las cosas de Dios. Si pudiéramos tomar a jóvenes varones y mujeres e hiciéramos
que profesaran la religión sin que amaran realmente la piedad, eso simplemente
sería convertirlos en hipócritas, que no es lo que deseamos. No queremos que digan
que creen lo que no creen, o que se regocijan en lo que no se regocijan. Pero
nuestra oración, y ¡oh, que fuera también la oración de ustedes!, es que
reciban ayuda para atar estas cosas alrededor de su corazón. Vale la pena vivir
por ellas, y vale la pena morir por ellas; esos inmortales principios de la vida
divina que proviene de la muerte de Cristo valen más que cualquier otra cosa en
el mundo. “Átalos siempre en tu corazón”.
Y luego Salomón, porque
no quería que mantuviéramos estas cosas en secreto como si nos avergonzáramos
de ellas, añade: “Enlázalas a tu cuello”, pues son dignas del más osado lucimiento. ¿Vieron alguna vez al señor
alcalde de Londres ostentando el collar que simboliza su cargo? Él no se avergüenza
en absoluto de lucirlo. Tampoco se avergüenzan los alguaciles de sus placas; yo
tengo un vivo recuerdo del enorme tamaño que alcanzan esos ornamentos, pero a
pesar de eso, ellos tienen el cuidado de usarlos. Pues bien, ustedes que
sienten algún amor por Dios, aten su religión alrededor de su cuello. No se
avergüencen de ella, póngansela como un adorno, colóquensela como el alcalde se
pone su collar. Cuando te juntes con otras personas no te avergüences nunca de
decir que eres un cristiano; y si hay alguna reunión a la que no pudieses
asistir como un cristiano, entonces no vayas allí en absoluto. Debes decirte:
“No voy a hacer acto de presencia donde no pueda presentar a mi Maestro; no iré
donde Él no pueda ir conmigo”. Encontrarás que esa resolución es de gran ayuda
para ti en la elección del lugar adonde irás, y adonde no irás; por tanto, átala
en tu corazón, enlázala a tu cuello. ¡Que Dios te ayude a hacerlo, y que sigas
así a los piadosos que te antecedieron!
Espero no ser débil al
desear que algunas personas que están aquí sean tocadas por el afecto hacia sus
padres. En el curso de mi ministerio he presenciado algunas veces escenas muy
tristes. Tal vez se encuentre entre los presentes un amante padre, un varón
honesto, recto y piadoso, pero no le importará que diga qué surcos de dolor vi
en su rostro cuando en una ocasión vino a decirme: “¡Oh, señor, mi muchacho
está en prisión!” Yo estoy seguro de que si su muchacho hubiera podido ver el
rostro de su padre como yo lo vi, eso habría sido peor que la prisión para él.
He conocido a algunos jóvenes que han venido a este Tabernáculo con sus padres
–por cierto eran buenos muchachos- pero han tomado empleos en la ciudad donde
han sido tentados a robar, y han cedido al tentador, y han perdido su
reputación. Algunas veces la deficiencia ha sido subsanada y han sido
rescatados de una carrera criminal; pero, ¡ay, algunas veces han caído en las
manos de una mujer impía, y entonces, pobres de ellos! Ocasionalmente parecería
ser puro desenfreno y maldad lo que los ha hecho actuar inicuamente. Yo
desearía poder ir por esos jóvenes –no creo que estén aquí esta noche- para
hacerles ver, no simplemente la miseria que atraen sobre sí mismos, sino para mostrarles
a su madre en el hogar cuando le llegó la noticia de que Juan había perdido su
empleo porque había estado actuando deshonestamente, o para darles una vislumbre
del rostro del padre cuando le llegaron las malas noticias. El pobre hombre se
quedó horrorizado; dijo: “Nunca antes hubo una mancha en el carácter de algún
miembro de mi familia”. Si la tierra se hubiese abierto debajo de los pies del piadoso
varón, o si la buena madre hubiera podido descender directamente a la tumba, habrían
preferido eso a la tribulación vitalicia que les ha sobrevenido. Por tanto, te
exhorto a ti, joven amigo, o a ti, jovencita, que no mates a los progenitores
que te dieron vida, que no deshonres a quienes te educaron; yo te ruego que, en
vez de eso, busques al Dios de tu padre, y al Dios de tu madre, y que te
entregues al Señor Jesucristo, y que vivas enteramente para Él.
II. Ahora
debo abordar mi segundo punto, que consiste en que
Salomón nos dice primero
que la verdadera piedad nos sirve de
instrucción: “Porque el mandamiento es lámpara”. Si quieres saber todo lo
que deberías saber, lee este Libro. Si tú quieres saber en tu corazón lo que
será para tu bien presente y eterno, ama a este Libro, cree la verdad que
enseña y obedécelo, “porque el mandamiento es lámpara”.
A continuación, la verdadera religión nos sirve de
dirección: “y la enseñanza es luz”. Si queremos saber qué es lo que debemos
hacer, no hay nada mejor que entregarnos a la guía del Espíritu divino y tomar esta
Palabra como nuestro mapa, pues:
“Es como el sol, una luz celestial,
Que nos guía a lo largo del día;
Y a través de los peligros de la noche,
Es una lámpara que guía nuestro camino”.
Salomón nos dice también
que la verdadera religión nos guía en
cualquier circunstancia. Él dice en el versículo 22 que cuando estamos
activos, no hay nada que nos ayude más que la verdadera piedad: “Te guiarán
cuando andes”. Nos dice también que cuando estamos descansando, no hay nada
mejor que ella para nuestra preservación: “Cuando duermas te guardarán”. Y
cuando despertamos no hay nada mejor que ella para deleitar la mente: “Hablarán
contigo cuando despiertes”. No tengo la intención de desarrollar esos tres pensamientos;
sólo diré esto: Cuando estés más activo, tu religión será tu mejor ayuda. Cuando
tus manos estén muy ocupadas y tu cabeza esté llena de pensamientos, nada te
puede servir mejor que tener a Dios a quien acudir, un Salvador en quien confiar
y un cielo al que mirar anhelante. Y cuando vayas a tu cama para dormir, o
cuando estés enfermo, no puedes tener nada mejor para suavizar tu almohada y
para darte descanso, que saber que eres perdonado por medio de la sangre
preciosa de Cristo y que eres salvado en el Señor con una salvación eterna. Antes
de ir a dormir, con frecuencia yo repito estas palabras de Watts:
“Rociado de nuevo con la sangre perdonadora,
Me acuesto para descansar,
Como en los brazos de mi Dios,
O en el pecho de mi Salvador”.
Y no hay un sueño más
delicioso en el mundo que ese sueño que, aun mientras soñamos, nos mantiene cerca
de Cristo. Incluso con esas distracciones de nuestra mente en el sueño, algunos
de nosotros sabemos lo que es no abandonar la tierra santa de la comunión con
nuestro Señor. No siempre es así, pero algunas veces sí lo es; y aun entonces,
cuando la mente ha perdido poder para controlar sus pensamientos, los
pensamientos parecen danzar, como Miriam, para alabanza de Dios. ¡Oh, dichosos
los hombres cuya religión es su protección aun en su sueño! Y luego Salomón
dice: “Hablarán contigo cuando despiertes”. Esta Biblia es un maravilloso libro
que habla; hay una gran cantidad de plática bendita en este precioso volumen.
Me ha mencionado muchísimas de mis faltas y te diría las tuyas si se lo
permitieras. Me ha dicho mucho para consolarme; y te diría mucho con sólo que
inclinaras a él tu oído. Es un libro que es maravillosamente comunicativo; sabe
todo acerca de ti, y te puede decir todos los entresijos en referencia a dónde
estás y a dónde deberías estar. La mejor comunión que puede tener un hombre es
cuando comienza con Dios con la oración y la lectura de
Me he dado prisa sobre
ese punto porque quiero decirles algo más. Queridos amigos, nuestro gran anhelo
es que aquellos entre ustedes que no son convertidos conozcan al Señor de inmediato;
y nuestra razón es esta: que los
preparará para el mundo venidero. Prescindiendo de lo que ese mundo pudiera
ser, lleno de vastos misterios, nadie está tan preparado para lanzarse en el
mar desconocido como el que está reconciliado con Dios, el que cree en el Señor
Jesucristo, el que confía en Él, el que se goza en el perdón de su pecado por
medio del grandioso sacrificio expiatorio y que experimenta en su propio
corazón el maravilloso cambio que le ha convertido en una nueva criatura en
Cristo Jesús. Repito que la gran razón por la que yo deseo que nuestros amigos
sean convertidos, es que estén preparados para el mundo venidero. Ustedes morirán
pronto, todos ustedes: creo que fue el domingo pasado que estaba sentado allí,
en aquel reclinatorio que está justo por allá, un amigo que asistía al
Tabernáculo, generalmente en la mañana y en la noche; pero el miércoles se
murió de pronto. Parecía gozar de buena salud, pero se murió en la estación de
trenes, lejos de casa. Ese asiento donde solía sentarse debería ser una voz de
advertencia para todos nosotros, y clamar a voz en cuello: “Prepárate para
venir al encuentro de tu Dios”. Pude haber sido yo; pudo haber sido cualquiera
de estos amigos que están a mi alrededor en la plataforma; pudo haber sido
cualquiera de ustedes en la congregación. ¿Quién podría decir quién partirá
esta semana? Posiblemente alguno de nosotros (nuestro número es muy grande) será
llevado antes que resuene la campanada de otro domingo.
Yo pienso que esa es una
muy buena razón para buscar al Señor: que estén preparados para la eternidad.
Un día de esta semana vi a una amiga anciana a quien le queda un corto tiempo
de vida; ella tiene ochenta y seis años y sus facultades están decayendo, pero
ella me dijo: “no siento ningún miedo; no le tengo ningún miedo a la muerte; yo
estoy sobre
Pero hay otra razón por
la que queremos que nuestros amigos sean convertidos, y es para que estén preparados para esta vida. Yo no sé qué tipo de vida
se hayan planteado. Tal vez me esté dirigiendo a algunos jóvenes que van a ir a
la universidad, y que esperan tener vidas consagradas al aprendizaje y
coronadas con honor. Posiblemente algunos aquí no tengan ningún prospecto sino
el de trabajar duro para ganar su pan con el sudor de su frente; algunos han
comenzado ya a poner ladrillos, o a manejar el cepillo de carpintero, o a tomar
la pluma. La vida mortal adopta todo tipo de formas, pero no hay mejor
provisión y preparación para cualquier tipo de vida en la tierra que conocer al
Señor y tener un nuevo corazón y un espíritu recto. El que gobierna a millones
de hombres lo hará mejor con la gracia de Dios en su corazón; y el que ha
tenido que ser un esclavo será mucho más feliz en su porción por tener a la
gracia de Dios en su corazón. A los que son viejos y a los que son jóvenes, a
los que son patronos y a los que son siervos, la verdadera religión no puede
descalificarlos por desempeñar su papel aquí en el gran drama de la vida; pero
la mejor preparación para ese papel, si es un papel que debe ser desempeñado,
es conocer al Señor y sentir el poder de la gracia divina en su alma.
Sólo déjenme mostrarles
que éste es el caso. El hombre que vive delante de Dios, que llama a Dios
su Padre, y que siente que el Espíritu
de Dios produce en su interior un odio al pecado y un amor a la justicia, ese
es el hombre que cumplirá sus deberes a
conciencia; y ustedes saben que ese es el tipo de hombre y también el tipo
de mujer que necesitamos hoy en día. Tenemos tantas personas que necesitan que
se ocupen de ellas; si les pides que hagan algo, lo harán lo suficientemente
rápido si las estás mirando; pero en el momento que les das la espalda, lo
harán tan descuidadamente, o tan lentamente o tan malamente como les sea
posible. Son siervos que sólo trabajan bajo supervisión. Si publicaras un
anuncio solicitando siervos que necesitan ser supervisados, supongo que nadie
acudiría en respuesta; con todo, podrían venir en multitud, pues abundan por
todas partes. Pues bien, un varón verdaderamente cristiano, un hombre que es
realmente convertido, ve que sirve a Dios cumpliendo con su deber para con sus
semejantes. “Tú eres Dios que ve”, es el poder que ejerce influencia sobre él;
y desea cumplir con sus deberes a conciencia, independientemente de cuáles
pudieran ser esos deberes. Yo les conté una vez la historia de una sirvienta
que decía que tenía la esperanza de haber sido convertida. Su ministro le hizo
esta pregunta: “¿qué evidencia puedes dar de tu conversión?” Ella dio esta
entre otras muchas pruebas, que por cierto no era mala; dijo: “Ahora, señor, yo
siempre barro debajo de la alfombra”.
Era un asunto insignificante, pero si aplicas en la vida cotidiana ese
principio de barrer debajo de la alfombra, eso es lo que necesitamos. Muchas
personas tienen un rinconcito donde guardan todas las pelusas y el polvo, y el
cuarto luce como si estuviese bien barrido, pero no lo está. Hay una forma de
hacer cada cosa de manera que no se haga nada realmente, pero ese no es el caso
cuando hay gracia en el corazón. La gracia en el corazón induce a un hombre a
sentir que desea vivir enteramente para Dios, y servir a Dios sirviendo al
hombre. Si tú obtienes esa gracia, tendrás una grandiosa preparación para la
vida así como también para la muerte.
Lo siguiente es que al
hombre que tiene un corazón nuevo le ha sido impartida una pureza que le preserva en medio de la tentación. ¡Oh, esta
terrible ciudad de Londres! Me asombra que Dios soporte su inmundicia. Yo
converso frecuentemente con jóvenes buenos que llegan del campo para desempeñar
su primer empleo en Londres, y la primera semana que viven en Londres es una
revelación para ellos que les pone los pelos de punta. Ven lo que nunca
soñaron. Bien, ahora, ustedes, jóvenes que acaban de llegar a Londres, tal vez
este sea su primer domingo; entréguense al Señor de inmediato, se los ruego.
Ofrézcanse a Jesucristo esta noche, pues otra semana en Londres pudiera ser su
condenación. Una sola semana en Londres pudiera haberlos conducido a actos de
impureza que los arruinarán para siempre. Antes de que se adentren en esas
cosas, dedíquense a Dios, y a Su Cristo, para que con corazones puros y con
espíritus rectos sean preservados de “la pestilencia que anda en oscuridad, y
de la mortandad que en medio del día destruye” en esta ciudad terriblemente
perversa. No hay ninguna esperanza para ustedes, jovencitos y jovencitas, en
este gran mundo de perversión, a menos que sus corazones sean rectos para con
Dios. Si se dedican a fondo a seguir al Cordero por dondequiera que va, Él los
guardará y los preservará hasta el fin; pero si no se entregan al Señor,
prescindiendo de cuáles sean las buenas resoluciones que formaran, están
condenados –estoy seguro de que lo están- a ser arrastrados por los torrentes
de iniquidad que corren por nuestras calles hoy en día. Entonces, la pureza de
corazón que proviene de la fe en Cristo es una espléndida preparación para la
vida.
También lo es la veracidad de la palabra. ¡Oh, qué
cosa tan desventurada es que la gente diga mentiras! Ahora, el corazón que es
purificado por la gracia de Dios odia la idea de una mentira. El hombre dice la
verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad; y él es el hombre que pasará
ileso por la vida, y que será honrado, y que será exitoso a la larga. Podría
tener que sufrir durante un tiempo a causa de su sinceridad; pero al final,
nada allanará el camino para él tan bien como ser sincero en pensamiento y en
palabra y en obra.
Si tú amas al Señor con
todo tu corazón, también aprenderás la honestidad
en el trato; y esa es una gran ayuda en la vida. Yo sé que el embaucador en
efecto parece tener éxito durante un tiempo; ¿pero cuál es su éxito? Es un
éxito que es sólo otro nombre para la ruina. ¡Oh, queridos amigos, si todos los
hombres pudieran volverse honestos, cuánta más felicidad habría en el mundo! Y
la vía para ser recto entre los hombres es ser sincero para con Dios, y tener
el Espíritu de Dios habitando en tu interior.
Además, la verdadera
religión tiene este valor: que consuela a
un hombre bajo grandes tribulaciones. Tú no esperas muchos problemas, mi
joven amigo, pero los tendrás. Esperas casarte, y entonces tus problemas habrán
terminado; algunos dicen que es entonces que
comienzan. Yo no endoso esa
afirmación, pero estoy seguro de que los problemas no han terminado, pues hay
otro conjunto de pruebas que entonces comienzan. Pero tú dejarás de ser un
aprendiz y entonces todo estará bien. ¿Será así? Los que dejaron de ser
aprendices y ahora son competentes trabajadores no siempre encuentran que así
es. Pero tú no tiene la intención de ser un simple trabajador; tú vas a ser un
pequeño patrón. Pregúntales a los patronos si todo es agradable para ellos en
estos tiempos. Si quieres escapar por completo de los problemas, sería mejor
que te elevaras en un globo y entonces estoy seguro de que tendrías problemas
por miedo de elevarte demasiado o de descender demasiado rápido. Pero los problemas
vendrán; y no hay nada mejor que pueda preservar a un hombre en medio del
problema que sentir que las cosas están seguras en las manos de su Padre. Si tú
puedes decir: “Yo soy Su hijo, y todas las cosas me ayudan a bien. Yo me he
confiado enteramente en la manos de Aquel que no puede errar, y que nunca me
hará algo indebido”, entonces, amigo, tienes puesta una armadura que los dardos
del afán no pueden atravesar, estás calzado con el apresto del Evangelio de la
paz y puedes pisar sobre los cardos del yermo sin que tu pie sea herido.
La verdadera religión
edificará en ti firmeza de carácter, y
esa es otra cualidad que quiero ver en nuestros jóvenes hoy en día. Contamos
con algunos espléndidos jóvenes en este lugar, y también con algunas
espléndidas mujeres. Si el diablo mismo fuera a predicar aquí, yo no tendría
miedo de que los apartara de la fe; y si todas las nuevas herejías que pudieran
surgir fueran a ser proclamadas en presencia de ellos, saben demasiado bien cuál
es la verdad como para ser descarriados. Pero, por otro lado, contamos con un
número de personas que son guiadas por sus oídos. Si jalo sus orejas en un
sentido, vienen en pos de mí; y si llegan a ir a otro lugar y alguien les jala
las orejas en otro sentido, van en pos de él. Hay muchísimas personas que nunca
piensan por su propia cuenta sino que cuelgan su pensamiento afuera, así como sacan
la ropa para el lavado, sin pensar hacerlo en casa. Bien, esas personas son
como el tamo en la era y cuando el viento comienza a soplar, salen volando. No
sean así. Queridos jóvenes que son hijos e hijas de los miembros de esta
iglesia, conozcan al Señor. Que Él se revele a ustedes de inmediato, y cuando
en verdad lo conozcan y comprendan el Evangelio, átenlo a su corazón, y
enlácenlo a su cuello, y digan: “Sí, voy a seguir las pisadas de aquellos que
amo, y especialmente las pisadas del Señor Jesucristo”.
“A través de las corrientes y de las llamas, si Jesús me guía,
Le seguiré donde vaya”.
¡Que Dios les ayude a
hacerlo! Pero primero crean en el Señor Jesucristo; confíense plenamente a Él,
y Él les dará la gracia para permanecer firmes hasta el fin.
Traductor: Allan Román
9/Enero/2013