El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
El Mensaje de Miqueas para Hoy


NO. 2328

Un sermón predicado la noche del Jueves 22 de Agosto de 1889

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.
Y también leído el Domingo 1 de Octubre de 1893.

"Y andar humildemente con tu Dios." Miqueas 6: 8.
(La Biblia de las Américas)

Sermones
Esta es la esencia de la ley, es su lado espiritual; los diez mandamientos son una ampliación de este versículo. La ley es espiritual, y toca los pensamientos, los propósitos, las emociones, las palabras, las acciones; pero Dios exige especialmente al corazón. Ahora, nuestro grande gozo es saber que lo que es exigido por la ley es proporcionado por el Evangelio. "Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree." En Él cumplimos los requerimientos de la ley, primero, por lo que hizo por nosotros; y luego, por lo que obra en nosotros. Él nos conforma a la ley de Dios. Nos hace prestar a la ley, por Su Espíritu, la obediencia que no podríamos cumplir por nosotros mismos; no para justicia nuestra, sino para Su gloria. Nosotros somos débiles por la carne, pero cuando Cristo nos fortalece, la justicia de la ley es cumplida en nosotros, ya que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Sólo por medio de la fe en Cristo un hombre aprende a actuar correctamente y a amar la misericordia, y a caminar humildemente con Dios; y únicamente por el poder del Espíritu Santo que nos santifica con ese fin, podemos cumplir con estos tres requerimientos divinos. Nosotros cumplimos perfectamente con esos requerimientos en nuestro deseo: querríamos ser santos como Dios es santo, si pudiésemos vivir como nuestro corazón aspira a vivir; quisiéramos siempre actuar correctamente, quisiéramos siempre amar a la misericordia, y quisiéramos siempre caminar humildemente con Dios.

El Espíritu Santo nos ayuda a hacer esto diariamente produciendo en nosotros así el querer como el hacer, por Su buena voluntad; y el día vendrá, y lo anhelamos vehementemente, cuando, estando enteramente libres de este cuerpo estorboso, le serviremos día y noche en Su templo, y le rendiremos una obediencia perfecta y absoluta, pues "son sin mancha delante del trono de Dios."

Esta noche habré cumplido con mi tarea si únicamente reflexiono sobre el tercer requerimiento, "andar humildemente con tu Dios," preguntando, primero, ¿cuál es la naturaleza de esta humildad?, y luego, ¿cómo se revela esta humildad?

I. Primero, ¿CUÁL ES LA NATURALEZA DE ESTA HUMILDAD? El texto está muy lleno de enseñanza al respecto.

Y, primero, esta humildad pertenece a la forma más elevada del carácter. Observen lo que precede a nuestro texto, "solamente hacer justicia, y amar misericordia." Supongan que un hombre hubiera hecho eso; supongan que en ambas cosas hubiera alcanzado la norma divina, ¿qué pasaría entonces? Bien, entonces debería humillarse ante su Dios. Si camináramos a la luz, como Dios es luz y tendríamos comunión con Él, tendríamos necesidad de caminar delante de Dios muy humildemente, mirando siempre a la sangre, pues incluso entonces, la sangre de Jesucristo nos limpia y continúa limpiándonos de todo pecado. Si hemos realizado ambas cosas, todavía tendríamos que decir que somos siervos inútiles, y que debemos humillarnos ante nuestro Dios.

No habríamos alcanzado todavía esa consumación, si hiciéramos solamente justicia y amáramos misericordia, aunque nos estaríamos aproximando a ella por la graciosa ayuda de Cristo; pero si efectivamente alcanzáramos el ideal puesto ante nosotros, y cada acto nuestro hacia el hombre fuera bueno, y aún más, cada acto estuviera deliciosamente saturado de amor a nuestro vecino tan vigorosamente como nuestro amor a nosotros mismos, aun así, sería pertinente este precepto, "andar humildemente con tu Dios".

Queridos amigos, si alguna vez pensaran que han alcanzado el punto más alto de la gracia cristiana, -casi desearía que jamás pensaran eso- pero supongamos que lo pensaran alguna vez, les suplico que no digan nada que se aproxime a la jactancia, ni exhiban ningún tipo de espíritu que semeje a que se están gloriando en sus propios logros, sino que deben humillarse ante su Dios.

Yo creo sinceramente que entre más gracia tenga un hombre, más sentirá su deficiencia de gracia. Toda la gente de la que he pensado alguna vez que pudiera llamarse perfecta delante de Dios, ha sido notable por su rechazo de cualquier cosa de ese tipo; siempre han repudiado algo como la perfección, y siempre se han humillado delante de Dios, y si uno ha sido constreñido a admirarlos, se han ruborizado ante esa admiración. Si han creído ser de alguna manera los objetos de la reverencia por parte de sus semejantes cristianos, he notado cuán celosamente lo han desechado con comentarios autodespectivos, diciéndonos que no conocíamos todo, pues de otra manera no pensaríamos así de ellos; y por eso mismo los admiro más.

El elogio que desechan regresa a ellos con intereses. ¡Oh, seamos de esa mente! Los mejores hombres no dejan de ser hombres, y los santos más destacados son todavía pecadores, para quienes hay todavía una fuente abierta, pero no abierta, observen, en Sodoma y Gomorra, sino que la fuente está abierta para la casa de David, y para los habitantes de Jerusalén, para que puedan continuar lavándose en ella, con todos sus excelsos privilegios, para ser limpiados.

Esta es la clase de humildad, entonces, que es consistente con el más elevado carácter moral y espiritual; es más, es la propia vestidura de un carácter así, como lo expresó Pedro: "Revestíos de humildad," como si, después de habernos puesto toda la armadura de Dios, nos pusiéramos esto encima de todo para cubrirlo por completo.

No queremos que el yelmo resplandezca delante de los hombres; pero cuando nos vestimos como oficiales en traje de civil, ocultamos las bellezas que eventualmente se destacarán más por sí solas.

La segunda observación es esta, la humildad prescrita aquí implica una constante comunión con Dios. Observen que se nos dice que debemos andar humildemente con nuestro Dios. No sirve de nada que nos humillemos lejos de Dios. He visto a algunas personas muy orgullosamente humildes, muy jactanciosas de su humildad. Eran tan humildes que eran lo suficientemente orgullosas para dudar de Dios. No podían aceptar la misericordia de Cristo, según decían; eran muy humildes. En realidad, la suya era una humildad diabólica, no la humildad que proviene del Espíritu de Dios.

Esta humildad nos lleva a humillarnos ante nuestro Dios; y, amados, ¿pueden concebir una humildad más elevada y más verdadera que la humildad que debe provenir de humillarnos ante Dios? Recuerden lo que dijo Job: "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza."

Recuerden cómo Abraham, cuando comulgaba con Dios, y le suplicaba por Sodoma, dijo: "He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza"; "polvo": eso expresaba la fragilidad de su naturaleza, "cenizas": como si fuese el residuo del altar, lo que no pudo ser quemado, lo que Dios no aceptaría. Abraham se sentía, por el pecado, como los desechos de un horno, las cenizas, como sobras sin ningún valor; y eso no era debido a que estaba alejado de Dios, sino debido a que estaba cercano a Dios. Tú puedes volverte tan grande como quieras cuando te alejas de Dios; pero cuando te acercas al Señor, puedes cantar correctamente:

"Entre más tus glorias deslumbren mis ojos,
En un lugar más humilde me tenderé."

Pueden estar seguros que esto es así. La condición suya de humildad o de orgullo puede ser un tipo de termómetro para medir su nivel de comunión. Si ustedes van subiendo, Dios va bajando en la estima de ustedes. "Es necesario que él crezca", dijo Juan el Bautista acerca del Señor Jesús, "pero que yo mengüe." Las dos cosas van juntas; si este platillo de la balanza sube, aquel platillo debe bajar. Debes "andar humildemente con tu Dios." Atrévete a cumplirle a tu Dios, tenlo como tu Amigo diario, sé lo suficientemente intrépido para ir a Aquel que está detrás del velo, habla con Él, camina con Él como un hombre camina con su amigo íntimo; pero humíllate ante tu Dios.

Harías eso si caminaras en verdad; no puedo concebir tal cosa, -eso sería imposible- como un hombre que camina orgullosamente delante de Dios. Toma a su compañero del brazo, y siente que es tan bueno como su compañero, o tal vez incluso superior a él; pero no puede andar humildemente con su Dios en un marco mental como ese. ¡El hombre finito con el Infinito! Esa expresión basta para sugerir humildad; pero ¡el pecador con el tres veces Santo!, es una consideración que nos derriba hasta el polvo.

Además, esta humildad implica constante actividad. "Andar humildemente con tu Dios." Caminar es un ejercicio intenso. Estas personas se habían propuesto postrarse delante de Dios, como pueden ver en el versículo sexto, "¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?" Pero la respuesta no es, "inclínate humildemente delante de Dios," sino debes "andar humildemente con tu Dios."

Ahora, amados, cuando estemos activamente ocupados, abrumados por las actividades, y una cosa se siga a la otra, si el grandioso Señor nos emplea en algún asunto grande, -grande por supuesto sólo para nosotros- si tenemos una actividad tras otra, somos demasiado propensos a olvidar que sólo somos siervos, que estamos haciendo todo para nuestro Señor, que sólo somos agentes comisionados que trabajamos para Él. Somos propensos a pensar que somos la cabeza de la firma; no pensaríamos eso si reflexionáramos detenidamente por un momento, pues deberíamos conocer nuestra posición correcta; pero en medio de la actividad nos embrollamos con mucho servicio, y somos propensos a salirnos de nuestro nivel correspondiente.

Tal vez tengamos que mandar a otros, y nos olvidemos que somos también hombres bajo autoridad. Es fácil jugar al reyezuelo sobre pequeñas naciones; pero no debe ser así. Debemos aprender, no únicamente a ser humildes en el aposento de la comunión, y a ser humildes con nuestras Biblias delante de nosotros, sino también a ser humildes en la predicación, a ser humildes en la enseñanza, a ser humildes cuando mandamos, a ser humildes en cualquier cosa que hagamos, cuando estemos abrumados de trabajo. Cuando de la mañana a la noche estén presionados por este servicio y por aquel otro, a pesar de ello, mantengan el lugar que les corresponde.

En eso es en lo que se equivocó Marta, ustedes lo saben; no en tener mucho servicio, sino en convertirse en señora de la casa. Ella era la señora Marta, y el ama de una casa es una reina; pero María se sentó en el lugar de una sierva a los pies de Jesús. Si el corazón de Marta hubiese estado donde estaba el cuerpo de María, entonces habría servido correctamente. ¡Que el Señor nos vuelva Marta-Marías, or María-Martas, siempre que estemos ocupados, para que podamos humillarnos ante nuestro Dios!

Además, creo que no estaría fuera de lugar que yo dijera que esta humildad denota progreso. El hombre ha de caminar y eso es progreso, avance. "Andar humildemente": no se supone que deba ser tan humilde como para que sienta que no puedo hacer nada más, o gozar más, o ser mejor; la gente llama a eso humildad. Comienza con una P en español, y la palabra completa es Pereza. "yo no puedo ser tan creyente, tan valeroso, tan útil como aquel hombre." No se te dice que seas humilde y te quedes quieto, sino que seas humilde y camines con Dios. Adelanta, avanza, no con un orgulloso deseo de aventajar a tus compañeros cristianos, ni siquiera con la expectativa latente de ser más respetado debido a que tienes más gracia; sino que debes caminar, proseguir, avanzar, crecer.

Sé enriquecido con todas las cosas preciosas de Dios; sé lleno con toda la plenitud de Dios; prosigue, camina siempre. No te detengas en la desesperación; no te arrastres en el polvo sin esperanzas porque creas que las cosas elevadas son imposibles para ti; camina, pero camina humildemente. Si logras algún progreso, pronto descubrirás que tienes la necesidad de ser humilde.

Yo pienso que cuando un hombre retrocede se vuelve orgulloso, y estoy persuadido de que cuando un hombre avanza se vuelve más humilde, y que parte del avance es caminar más y más y más humildemente. Por esta razón el Señor nos prueba a muchos de nosotros, por esta razón nos visita en la noche, y nos disciplina, para que estemos calificados para tener mayor gracia, y alcanzar metas más elevadas, siendo más humildes, pues "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes."

Si quieres escalar la ladera de la montaña, te vendrá la sed en medio de los riscos desolados; pero si quieres descender a los valles, donde corretean los venados alazanes, y los arroyos discurren por las praderas, beberás hasta la saciedad. ¿Acaso no brama el ciervo por las corrientes de las aguas? Tú debes desearlas con ansia; fluyen en el valle de la humillación. ¡Que el Señor nos lleve a todos allí!

Además, la humildad prescrita aquí implica constancia: "Andar humildemente con tu Dios." No ser humilde algunas veces; sino andar siempre humildemente con tu Dios. Si fuésemos siempre lo que somos algunas veces, ¡qué cristianos seríamos! He escuchado que ustedes dicen, creo, y yo mismo he dicho algo parecido: "me sentí muy quebrantado, y yací abatido a los pies de mi Señor." ¿Te sentías igual al día siguiente? ¿Y al otro día continuaste en la misma condición? ¿No es muy posible que estemos suplicando un día, por causa de nuestra gran deuda con nuestro Señor, que no sea duro con nosotros, y no es posible que al siguiente día estemos asiendo del cuello a nuestro hermano?

Yo no digo que el pueblo de Dios haría eso; pero sí siento que el espíritu que está en ellos podría conducirlos a pensar en hacerlo, reconociendo un día la autoridad de su Padre y haciendo Su voluntad, y otro día quedándose fuera de la puerta y rehusando entrar por causa del hijo pródigo que ha regresado a casa. "Nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mi amigos. Yo he sido un creyente consistente, sin embargo, nunca he gozado de especiales disfrutes; pero tan pronto regresó este tu hijo, que ha devorado tu hacienda con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Aquí tienes un pecador despreciable sólo recién convertido, y es motivo de un éxtasis de deleite. ¿Cómo puede ser esto correcto?" ¡Oh, hijo mayor, oh, hermano mayor, humíllate ante tu Dios!

Hazlo siempre bajo cualesquiera circunstancias. Es muy bueno tener mucha humildad embotellada en un frasco con el que perfumas tus oraciones, y luego sales, y te conviertes en "mi señor", y en alguien grande en medio de la iglesia y del mundo. Esto no te servirá. No se dice "inclínate humildemente delante de Dios de vez en cuando"; sino más bien, como una cosa constante y regular, debes "andar humildemente con tu Dios." No dice, "inclina tu cabeza como el junco bajo alguna falta consciente que no puedas negar," sino, en el esplendor de tu pureza, y en la claridad de tu santidad, guarda tu corazón en humilde reverencia postrándote delante del trono.

Solamente una consideración más, y luego abandonaremos esta parte del tema, la humildad que está prescrita aquí incluye una deliciosa confianza. Permítanme leerles el texto, "Andar humildemente con tu Dios." No, no, no debemos aporrear al texto de esa manera, "Andar humildemente con tu Dios." No pienses que es humildad que dudes de tu interés en Cristo; eso es incredulidad. No creas que sea humildad pensar que Él es el Dios de alguien más y no el tuyo; "Andar humildemente con tu Dios." Debes saber que Él es tu Dios, debes estar seguro de ello, debes salir del desierto apoyándote en tu Amado. No debes dudar, no debes tener la menor sombra de duda de que tu Amado es tuyo, y tú eres Suyo. No descanses ni un momento si hay alguna duda sobre este bendito tema.

Él se entrega a ti; tómalo para que sea tuyo por un pacto de sal que nunca será invalidado; y entrégate a Él, diciendo: "Mi amado es mío, y yo soy suyo." "Andar humildemente con tu Dios." No permitas que nada te aparte de esa confianza; porque luego interviene la humildad. Todo esto es por gracia; todo esto es el resultado de la elección divina; por tanto, sé humilde. Tú no has elegido a Cristo, sino que Él te ha elegido a ti. Todo esto es el efecto del amor redentor; por tanto, sé humilde. Tú no te perteneces, tú has sido comprado por precio, así que no tienes espacio para gloriarte. Todo esto es la obra del Espíritu.

"Entonces da toda la gloria a Su santo nombre,
Toda la gloria le pertenece a Él."

"Andar humildemente con tu Dios." Estoy a Sus pies como alguien indigno, y clamo, "¿Por qué se me concede esto a mí? Menor soy que todas las misericordias que has hecho pasar delante de mí." Creo que esta es la humildad prescrita en el texto. ¡Que el Espíritu de Dios la obre en nosotros!

II. Y ahora, en segundo lugar, tratando brevemente muchos puntos, tengo que responder a la pregunta: ¿CÓMO HA DE MOSTRARSE ESTA HUMILDAD?

Tengo ante mí lo que podría ser una prolongada tarea; un puritano necesitaría de una hora y media para la segunda parte del tema. Nuestros ancestros puritanos predicaban utilizando un reloj de arena, y cuando el recipiente se vaciaba en su parte superior al final de una hora, solían decirle a la gente: "vamos a voltear el reloj," y volvían a invertirlo otra vez, y proseguían durante otra hora. Pero yo no voy a hacer eso, pues no quiero cansarlos, y preferiría enviarlos a casa anhelando más en vez de que sientan fastidio.

¿Cómo, entonces, ha de mostrarse esta humildad? Debe mostrarse en cada acto de la vida. Yo no le aconsejaría a nadie que procure ser humilde, sino que sea humilde. En cuanto a actuar humildemente, cuando un hombre se fuerza a hacerlo, eso es algo muy pobre. Cuando un hombre habla mucho acerca de su humildad, cuando es muy humilde frente a todo el mundo, es generalmente un hipócrita redomado. La humildad debe estar en el corazón, y luego saldrá espontáneamente como un rebalse de vida en cada acto que el hombre ejecute.

Pero ahora, especialmente, debes andar humildemente con tu Dios cuando tus gracias sean potentes y vigorosas, cuando haya habido un claro despliegue de ellas, cuando hayas sido muy paciente, cuando hayas sido muy valeroso, cuando hayas estado lleno de oración, cuando las Escrituras se hayan abierto ante ti, cuando hubieres gozado de un gran tiempo al escudriñar la Palabra, y especialmente cuando el Señor te dé éxito en Su servicio, cuando haya un número de almas mayor del usual que sea llevado a Cristo, cuando Dios te hubiere constituido en líder entre Su pueblo, y hubiere puesto Su mano sobre ti y te dijera: "Vé con esta tu fuerza." Entonces, debes "Andar humildemente con tu Dios."

El diablo te hará saber cuando hayas predicado un buen sermón; tal vez no predicaste bien pero él te dirá que lo has hecho, pues es un gran mentiroso; pero podrías regresar a casa maravillosamente feliz por un sermón con el que Dios no se ha agradado, y podrías regresar asombrosamente humillado por un sermón que Dios tiene la intención de bendecir. Pero cuando realmente parezca que hubiere algo de lo que el maligno te tienta a gloriarte, entonces oye esta palabra, "Andar humildemente con tu Dios."

Además, cuando tengas mucho trabajo por realizar, y el Señor te esté llamando para hacerlo, antes de entregarte a él, debes andar humildemente con tu Dios. ¿Me preguntas cómo? Sintiendo que eres incapaz de hacerlo, pues no eres idóneo en ti mismo; y sintiendo que no tienes fuerza, pues no tienes nada de fuerzas. Cuando eres débil, si reconoces tu debilidad, te volverás fuerte. Apóyate completamente sobre tu Dios, y clama a Él en oración.

No abras tu boca, sino que desde tu corazón ora: "Abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza." Debes estar intensamente subordinado al Espíritu de Dios, entrégate a Él para que obre en ti, para que tú puedas obrar en otros. ¡Oh, hay tal diferencia entre un sermón predicado con tu propio poder y un sermón predicado en el poder del Espíritu Santo! Si no sientes la diferencia, hermano mío, tu gente lo descubrirá muy pronto.

"¡Oh, no ser nada, nada!
¡Únicamente yacer a Sus pies!"

Entonces, cuando andemos humildemente con Dios en servicio, es cuando Él nos llenará, y nos fortalecerá.

Además, anden humildemente con Dios en todos sus propósitos. Cuando anden buscando algo, tengan cuidado de cuál es su motivo. Aunque sea lo mejor, búsquenlo sólo por Dios. Si algún hombre, o alguna mujer, procuran trabajar en la escuela dominical, o si alguien predica al aire libre, o en la casa de Dios, con miras a volverse alguien, con la idea de ser considerados un hermano o una hermana muy admirables y celosos, entonces que esta idea penetre en sus oídos, "andar humildemente con su Dios."

Hay una palabra que Jeremías habló a Baruc que nos necesitamos repetir algunas veces: "¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques." Ustedes jóvenes del Colegio del Pastor, no anden siempre a la caza de grandes lugares; estén dispuestos a ir a predicar el Evangelio a lugares pequeños, a la gente pobre. No se preocupen si el Señor los envía directamente al peor barrio bajo; vayan gustosos, y que su propósito sea este, "yo no deseo para mí nada grandioso excepto lo más grandioso de todo, que pueda glorificar a Dios." "Andar humildemente con tu Dios."

Tú eres el tipo de persona que será promovida a su debido tiempo si estás dispuesto a descender. En la verdadera iglesia de Cristo, el camino hacia la cumbre es escaleras abajo; húndete al lugar más elevado. No digo esto para que aun hundiéndote pienses en la elevación; sólo piensa en la gloria de tu Señor. "Andar humildemente con tu Dios."

Anden humildemente con su Dios, también, estudiando Su Palabra, y creyendo Su verdad. Contamos con un número de hombres en nuestros días, que son críticos de la Biblia; la Biblia está maniatada ante su tribunal, es más, peor que eso, está sobre la mesa lista para su disección, y no tienen ningún sentimiento de decencia hacia ella; quieren extraerle su corazón, quieren destrozar sus partes más tiernas, e incluso el precioso Cantar de Salomón, or el Evangelio del discípulo amado, o el Libro de Apocalipsis, no son sagrados a sus ojos. No se detienen ante nada, su escalpelo, su bisturí, corta cualquier cosa. Son los jueces que juzgan lo que Biblia debería ser, y la deponen de su trono. ¡Dios nos libre de ese espíritu perverso!

Yo deseo sentarme siempre a los pies de Dios en las Escrituras. Yo no creo que haya, de tapa a tapa, algún error en ella de ningún tipo, en lo tocante a la ciencia natural o física, o en lo tocante a la historia o a cualquier otra cosa. Estoy preparado a creer todo lo que me diga, y recibirla creyendo que es la Palabra de Dios; pues si no fuera todo la verdad, entonces no valdría un solo centavo para mí. Tal vez el hombre que sea muy sabio pueda discernir lo verdadero de lo falso; pero yo soy tan insensato que no podría hacer eso. Si yo no tuviera aquí una guía que fuera infalible, preferiría guiarme a mí mismo, pues tendría que hacerlo de todos modos, y tendría que estar corrigiendo los desatinos de mi guía perpetuamente, pero yo no estoy calificado para hacerlo, y estaría peor que si no tuviese ninguna guía del todo.

Siéntate, Razón, y que se levante la Fe. Si el Señor lo ha dicho, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso. Si la ciencia contradice a la Escritura, tanto peor para la ciencia; la Escritura es verdadera independientemente de lo que pudieran ser las teorías de los hombres. "¡Ah!", -dirás- "tú eres un vejestorio anticuado." Sí, lo soy; no voy a rechazar ningún cumplido que quieras endilgarme; y voy a permanecer firme o caer por este bendito Libro. Esta fue la poderosa arma de la Reforma; hirió al papado, y yo no voy a echar por tierra a este Libro, independientemente de quién quiera hacerlo. Quédate quieto, hermano mío, y escucha la voz del Señor, y "anda humildemente con tu Dios", en lo relativo a Su verdad.

Anda humildemente con Dios, además, en cuanto a las misericordias recibidas. Estabas enfermo hace muy poco tiempo; y ahora te estás recuperando. No dejes que se entrometa el orgullo debido a que puedes levantar ahora muchos kilos. Estás progresando en el negocio; usas un mejor traje que el que solías usar para venir aquí; pero no debes comenzar a considerarte un caballero muy fino y poderoso. Ahora compartes con una excelente sociedad, afirmas; pero no te avergüences de venir a la reunión de oración y mezclarte con los pobres del Señor, y sentarte junto a uno que no haya podido comprar un nuevo traje en muchos días. "Anda humildemente con tu Dios", pues de lo contrario podría suceder que Él te bajara un peldaño o dos, y te condujera de regreso a tu antigua pobreza; y entonces, ¿qué te dirías por tu insensatez?

Además, anda humildemente con Dios en las grandes pruebas. Cuando seas abatido, no des coces contra el aguijón. Cuando te circunde una ola tras otra, no comiences a quejarte. Eso es orgullo; no murmures, sino póstrate. Di: "Señor, si Tú me hieres, yo merezco más de lo que lo haces. Tú no has tratado conmigo de conformidad a mi pecado. Yo acepto Tu disciplina."

Que no se levante el espíritu rebelde cuando un niño les sea quitado, o cuando tu esposa te sea arrebatada de tu seno, o el esposo le sea quitado al ama de casa. Oh, no; di: "Jehová es; haga lo que bien le pareciere."

Y, a continuación, camina con Dios en tus devociones, como entre tú y Dios en el aposento. ¿Vas a leer? Lee humildemente. ¿Vas a orar? Ora humildemente. ¿Vas a cantar? Canta alegremente, pero canta humildemente. Cuídate mucho cuando tu Dios y tú estén juntos, y nadie más, para que le muestres allí tu humilde corazón, con una profunda humildad que no pueda ser más humilde de lo que es.

Y luego, camina humildemente entre tú y tus hermanos. No pidas ser el director del coro; no desees ser el hombre principal en la iglesia. Sé humilde. El mejor hombre de la iglesia es el hombre que está dispuesto a ser la alfombrilla a la entrada para que todos limpien sus botas en ella, el hermano al que no le preocupa qué le ocurra mientras Dios sea glorificado.

He escuchado que algunos hermanos dicen, "bien, pero uno debe defender su dignidad." Yo perdí la mía hace mucho tiempo, y nunca pensé que valiera la pena buscarla. En cuanto a la dignidad del pastor, la dignidad del ministro, si no tenemos dignidad de carácter, la otra es un montón de basura. Debemos tratar de ganar nuestra posición en la Iglesia de Dios, estando dispuestos a tomar el lugar más bajo; y si lo hacemos así, nuestros hermanos se encargarán, antes de que pase mucho tiempo, de decirnos: "sube más". En tus tratos con los cristianos débiles, con cristianos enclenques, no estés siempre increpando. Recuerda que, si ahora eres fuerte, muy pronto podrías ser tan débil como lo son tus hermanos.

Y al tratar con pecadores, debes "andar humildemente con tu Dios." No te quedes muy lejos, como si los amaras tanto que la distancia presta encanto a tu vista. ¿No piensan que, algunas veces, tratamos con pecadores como si quisiésemos arrancarlos del fuego sólo si hubiese un par de tenazas a la mano; pero no lo haríamos si nuestros propios dedos hermosos pudieran ser tiznados por los tizones? ¡Ah, amados, debemos descender de los lugares elevados, y sentir una piedad profunda y tierna por los perdidos, y así caminar humildemente con Dios!

Ahora, no cuento con el tiempo para cubrir todo este tema en cuanto a sus circunstancias. Si son pobres, si son oscuros, no vivan anhelando con vehemencia un lugar más alto; caminen humildemente con su Dios, y tomen lo que Él les dé. Al mirar atrás, gócense en toda Su misericordia; y caminen humildemente cuando recuerden todos sus tropiezos. Al mirar hacia delante, anticipen el futuro con deleite, pero no se estén imaginando orgullosamente cuán grandes serán hechos todavía. "Anden humildemente con su Dios."

En todos tus pensamientos relativos a las cosas santas, sé humilde; los pensamientos de Dios deben abatirte, los pensamientos de Cristo deben llevarte a Sus pies, los pensamientos del Espíritu Santo deben afligirte por haberle vejado. Los pensamientos sobre cada bendición del pacto deberían conducirte al asombro: que sea posible que esos privilegios te hayan sido otorgados. Los pensamientos del cielo te deberían maravillar: que sea posible que algún día te encuentres entre los serafines. Los pensamientos del infierno te deberían hacer humilde:

"Pues si no fuera por la gracia divina,
Esa suerte tan terrible te correspondería."

¡Oh, hermanos, que el Señor nos ayude a caminar humildemente con Dios! Esto nos mantendrá rectos. La verdadera humildad consiste en pensar correctamente acerca de uno mismo, no pensar malamente. Cuando hayas descubierto lo que realmente eres, serás humilde, pues no eres nadie de lo que haya que jactarse. Ser humilde te dará seguridad. Ser humilde te hará feliz. Ser humilde producirá música en tu corazón cuando vayas a acostarte. Ser humilde aquí te llevará a despertarte en la semejanza de tu Señor muy pronto.

¡Que el Señor bendiga esta palabra, por nuestro Señor Jesucristo! Amén.