El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
NO.
1866
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Y que desde
la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio
para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. 2 Timoteo 3: 15.
¡De qué manera tan
extraordinaria se repiten los tiempos! Tal como lo dije cuando leíamos el
capítulo, la advertencia que dio Pablo en relación al momento en que él vivía
es igualmente necesaria para nuestros tiempos. Nuevamente las tinieblas se
tornan densas y las brumas flotan pesadamente en torno a nuestras pisadas. Los
malvados y los seductores se vuelven cada vez peores, y muchísimas personas
apartan sus oídos de la verdad para poner atención a las fábulas.
No nos sorprende que así sea. La historia tiene que repetirse mientras tengamos
que seguir tratando con la misma naturaleza humana, con los mismos pecados que
seducen a la humanidad, con la misma verdad que es tomada a la ligera y con el
mismo diablo que atiza a los seres humanos a cometer las mismas maldades.
Pero, hermanos, cuando
se presentan los mismos males, tenemos que aplicar los mismos remedios. Cuando
regresa una enfermedad que ya ha provocado daños letales en tiempos pasados,
los médicos investigan qué medicinas contuvieron al enemigo en alguna ocasión
anterior. Nosotros nos vemos obligados a hacer lo mismo en los asuntos
espirituales. Tenemos que ver qué hizo Pablo en su día, cuando la malaria de la
falsa doctrina contaminaba el aire. Como regla general es muy notable comprobar
que todo lo que es realmente eficaz, resulta ser muy sencillo. Si se realiza un
descubrimiento dentro de la ciencia o se elabora el diseño de alguna nueva
maquinaria, al principio todo es complicado debido a que todavía es imperfecto,
pero todas las mejoras son tendientes a alcanzar la sencillez.
Sucede exactamente lo
mismo con las enseñanzas espirituales. Cuando damos con la realidad, recortamos
la superfluidad. No hablemos de inventar sabias medidas para remediar el
presente conflicto del mundo espiritual, antes bien, debemos usar el magnífico
remedio que fue tan eficaz en los días de Pablo. Pablo mismo enseñó el
Evangelio al joven Timoteo; no sólo hizo que oyera su doctrina sino que viera
también su práctica. Nosotros no podemos forzar la verdad en los hombres, pero
podemos hacer que nuestra enseñanza sea clara y categórica y que nuestras vidas
sean consistentes con esa enseñanza. La verdad y la santidad son los antídotos
más seguros para contrarrestar el error y la injusticia. El apóstol le dijo a
Timoteo: “Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de
quién has aprendido”.
Luego hizo hincapié en
otro potente remedio que había sido de gran utilidad para el joven predicador,
es decir, el conocimiento de las Sagradas Escrituras desde su más tierna niñez.
Éste era uno de los mejores resguardos del joven Timoteo. Su instrucción a
temprana edad le sostenía como un ancla y le protegía de la terrible tendencia
de la época. ¡Dichoso el joven de quien el apóstol podía decir: “Desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús”!
Hermanos, para estar
preparados para el conflicto venidero, únicamente tenemos que predicar el
Evangelio y vivir el Evangelio, y debemos encargarnos también de enseñar a los
niños
Hermanos, apéguense a
los planes apostólicos y tendrán la seguridad de tener un éxito apostólico.
Prediquen a Cristo; prediquen
Al rastrear la obra de gracia
en el corazón de Timoteo y de otros seres favorecidos como él lo fue, voy a
notar que esta obra comenzó con una
instrucción temprana: “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”; en
segundo lugar, que la obra fue vivificada
y vuelta eficaz por la fe salvadora:
“Las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación
por la fe que es en Cristo Jesús”. Después hemos de notar que el efecto de esta
instrucción temprana en Timoteo fue el de crear
un sólido carácter, y, adicionalmente, el de producir una gran utilidad.
I. La
obra de la gracia de Dios en Timoteo COMENZÓ CON UNA INSTRUCCIÓN TEMPRANA:
“Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”.
Noten el tiempo para la instrucción. Podríamos
entender mejor la expresión: “Desde la niñez”, si la leyéramos: “Desde la más
tierna niñez”, o, como lo expresa
Los niños pueden
aprender
Advertía yo en la vida
de aquel hombre de Dios, cuya pérdida pesa sobremanera en muchos de nuestros
corazones, es decir, el Conde de Shaftesbury, que una humilde mujer fue quien
produjo en él sus primeras impresiones religiosas. En la guardería infantil
recibió las impresiones que lo convirtieron en Shaftesbury, el hombre de Dios y
el amigo del hombre. Lord Ashley, cuando niño, tenía una nodriza que le hablaba
de las cosas de Dios. Él nos comenta que ella murió antes de que él cumpliera
los siete años de edad, lo cual es una clara prueba de que su corazón había
sido capaz de recibir el sello del Espíritu de Dios muy temprano en su vida, y
de recibirlo por medio de un humilde conducto. Bendita entre las mujeres fue
aquella cuyo nombre desconocemos, pero que realizó un incalculable servicio
para Dios y para el hombre por la santa instrucción proporcionada al niño escogido.
Jóvenes nodrizas, tomen nota de eso.
Dennos los primeros
siete años de la vida de un niño y, con la gracia de Dios, podemos desafiar al
mundo, a la carne y al demonio a que arruinen a esa alma inmortal. Esos
primeros años, cuando todavía la arcilla está suave y plástica, cuentan mucho
para decidir la forma de la vasija. Maestro que enseñas a los muchachos: no
digas que tu oficio es en el más mínimo grado inferior al nuestro, que consiste
principalmente en el trabajo con adultos. No, tú tienes sus primicias, y tus
impresiones, puesto que llegan primero, durarán hasta el fin. ¡Oh, que esas
impresiones sean buenas y sólo buenas! Entre los pensamientos que le vienen a
un anciano antes de entrar al cielo, los más copiosos son aquéllos que le
visitaban antaño cuando se sentaba en el regazo de su madre. Lo que condujo al
doctor Guthrie a solicitar un “himno para niños” cuando agonizaba, no es sino
un instinto de nuestra naturaleza que nos conduce a completar el círculo
amarrando los extremos de la vida. Las cosas infantiles son las más queridas
para la ancianidad. Nos despojamos de una porción de la coraza que nos rodea y
nos estorba, y regresamos de nuevo a nuestro yo más natural y, por tanto, las
viejas canciones están en nuestros labios, y los viejos pensamientos están en
nuestras mentes. Las enseñanzas de nuestra niñez dejan impresiones tajantes y
agudas en la mente, las cuales permanecen aun cuando hubieren pasado setenta
años. Procuremos que tales impresiones se graben para los fines más excelsos.
Es bueno notar la admirable selección de
instructores. Sabemos con certeza quiénes instruyeron al joven Timoteo. En
el primer capítulo de la epístola Pablo dice: “Trayendo a la memoria la fe no
fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre
Eunice, y estoy seguro que en ti también”. Sin duda Loida, la abuela, y Eunice,
la madre, hicieron causa común para la enseñanza del pequeñito. ¿Quién debería
enseñar a los hijos sino los padres? El padre de Timoteo era griego y
probablemente era pagano, pero su hijo tuvo la dicha de contar con una
venerable abuela, que a menudo es la más amada de todos los parientes de un
pequeñito. También contaba con una agraciada madre que una vez fue una devota
judía, y que posteriormente fue también una cristiana firmemente creyente, para
quien la dicha cotidiana consistía en enseñar
¡Oh madres amadas, Dios
ha depositado en ustedes una sagrada responsabilidad! Él les ha dicho en
efecto: “Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré”. Ustedes son llamadas
a equipar al futuro hombre de Dios para que esté enteramente preparado para
toda buena obra. Si Dios les diera vida, podrían vivir para oír predicar a ese
hermoso muchacho a miles de personas, y ustedes gozarían en su corazón de la
dulce reflexión de que las apacibles enseñanzas de la etapa infantil condujeron
al hombre a amar a su Dios y a servirle. Aquéllos que piensan que una mujer retenida
en el hogar por su pequeña familia no está haciendo nada, piensan lo contrario
de lo que es cierto. La madre piadosa difícilmente puede abandonar su hogar
para asistir a algún lugar de adoración, pero no sueñen que ella esté perdida
para la obra de la iglesia; antes bien, está desempeñando el mejor servicio posible
para su Señor. Madres, la piadosa instrucción de sus retoños es su primer deber
y también es el más apremiante. Las mujeres cristianas que enseñan las Santas
Escrituras a los párvulos, están cumpliendo su parte para el Señor al igual que
Moisés, juzgando a Israel, o Salomón, construyendo el templo.
¡Ay!, puesto que el
mundo cuenta con tan pocas madres y abuelas cristianas en nuestros días, la
iglesia ha considerado sabio complementar la instrucción del hogar por medio de
una enseñanza proporcionada bajo su ala nutricia. La iglesia pone bajo su
maternal cuidado a los niños que no cuentan con tales padres. Yo considero que
ésta es una institución muy bendita. Estoy agradecido por tantos de nuestros
hermanos y hermanas que entregan sus domingos, y muchos de ellos una parte
considerable de sus noches de semana también, para la enseñanza de los hijos de
otras personas que de alguna manera se convierten en suyos. Se esfuerzan por
desempeñar los deberes de padres y madres, por la causa de Dios, para esos
niños que son ignorados por sus propios padres, y en eso actúan muy bien.
Ningún padre cristiano debe caer en el engaño de que la escuela dominical tiene
el propósito de aligerarlos de sus deberes personales. La primera y más natural
condición de las cosas es que los padres cristianos instruyan a sus propios
hijos en la educación y en la admonición del Señor. Las abuelas y las
agraciadas madres, juntamente con sus esposos, deben velar para que sus propios
muchachos y muchachas sean debidamente instruidos en el Libro del Señor. Donde
no hay tales padres cristianos, es bueno y sabio que intervengan personas piadosas.
Es una obra conforme a Cristo que otros asuman el deber de quienes debían
naturalmente desempeñarlo pero no lo hicieron. El Señor Jesús mira con agrado a
quienes alimentan a Sus ovejas y nutren a Sus parvulitos, pues no es Su
voluntad que se pierda uno de estos pequeños. Timoteo tuvo el gran privilegio
de ser instruido por quienes tenían ese deber natural, pero cuando ese gran
privilegio no puede ser disfrutado, todos nosotros, conforme Dios nos ayude,
debemos procurar compensar a los niños la terrible pérdida que experimentan.
Pasen al frente, hombres y mujeres denodados, y santifíquense para este gozoso
servicio.
Noten el tema de la instrucción. “Desde la niñez has sabido
las Sagradas Escrituras”. Timoteo fue conducido a tratar al libro de Dios con gran reverencia. Pongo el énfasis sobre
esa palabra: “Sagradas Escrituras”. Uno
de los primeros propósitos de la escuela dominical debe ser enseñar a los niños
una gran reverencia para estos sagrados escritos, para estas inspiradas
Escrituras. Los judíos valoraban al Antiguo Testamento más allá de todo precio,
y aunque desafortunadamente muchos de ellos cayeron en una reverencia
supersticiosa de la letra, perdiendo su espíritu, eran muy encomiables por su
profunda consideración para con los sagrados oráculos. Este sentimiento de
reverencia es necesario especialmente en nuestros días. Yo me encuentro con
personas que sostienen extraños puntos de vista, pero sus perspectivas y su
extraño contenido no me importan ni la mitad de lo que me importa un cierto
elemento que atisbo en el fondo de ese novedoso pensamiento. Cuando descubro
que, si demuestro que sus puntos de vista no concuerdan con
Observen que no
únicamente le enseñaron a Timoteo la reverencia por las cosas santas, en
general, sino que le enseñaron especialmente a saber las Escrituras. La enseñanza de su madre y de su abuela fue
la enseñanza de
¡Oh, queridos maestros,
-y yo aquí me dirijo también a mí mismo- nuestra enseñanza debe ser cada vez
más bíblica! No se agobien si nuestros alumnos olvidan lo que nosotros les decimos, pero oren pidiendo
que recuerden lo que el Señor les dice. ¡Que las verdades divinas acerca del
pecado, y la justicia y el juicio venidero, sean escritas en sus corazones! ¡Que
las verdades reveladas concernientes al amor de Dios, y la gracia de nuestro
Señor Jesucristo y la obra del Espíritu Santo, no sean olvidadas por ellos
nunca! ¡Que conozcan el poder y la necesidad de la sangre expiatoria de nuestro
Señor, el poder de Su resurrección, y la gloria de la segunda venida! ¡Que las
doctrinas de la gracia sean grabadas como con cincel de hierro en sus mentes, y
escritas como con punta de diamante sobre sus corazones, para que no se borren
nunca! Hermanos, si pudiéramos lograr eso, no habríamos vivido en vano. La
generación que gobierna ahora parece inclinada a apartarse de la verdad eterna
de Dios; pero no vamos a desesperar si el Evangelio quedara impreso en la
memoria de la raza que surge.
Algo más acerca de este
punto: pareciera que el joven Timoteo fue instruido de tal manera cuando era
niño, que la enseñanza fue eficaz. “Has
sabido las Sagradas Escrituras”, dice
Pablo. Es mucho decir que un niño haya “sabido las Sagradas Escrituras”. Tú
podrías decir: “He enseñado a los niños las Escrituras”, pero es algo muy
diferente que las hayan sabido. ¿Conocen las Escrituras todos ustedes que son
adultos? Yo me temo que aunque el conocimiento en general aumenta, el
conocimiento de las Escrituras es demasiado infrecuente. Si fuéramos a tener un
examen ahora, me temo que algunos de ustedes difícilmente destacarían en las
listas al final. Pero aquí tenemos a un niñito que sabía las Sagradas
Escrituras, es decir, que tenía una notable relación con ellas. Los niños
pueden lograr eso; de ninguna manera es un logro imposible. Si Dios bendice sus
esfuerzos, queridos amigos, sus hijos pueden saber toda
II. Nuestro
segundo encabezado es que esta obra fue VIVIFICADA POR UNA FE SALVADORA. Las
Escrituras no salvan, pero son capaces de hacer que un hombre sea sabio para
salvación. Los niños pueden saber las Escrituras, y sin embargo, podrían no ser
hijos de Dios. La fe en Jesucristo es la
gracia que trae la salvación inmediata. Muchos amados niños son llamados
por Dios tan pronto que ni siquiera son capaces de decir con precisión cuándo
fueron convertidos, pero fueron convertidos: debieron pasar de muerte a vida en
un momento u otro. Ustedes no hubieran podido decir esta mañana, mediante una
simple observación, el momento en que el sol salió, pero en verdad salió; y
hubo un instante cuando estaba debajo del horizonte y otro momento cuando se
alzó por encima del horizonte. Ya sea que lo veamos o no, el momento en que un
niño es realmente salvo es cuando cree en el Señor Jesucristo.
Talvez, durante años,
Loida y Eunice habían estado enseñando a Timoteo el Antiguo Testamento, en
tanto que ellas mismas no conocían al Señor Jesús; y, si así hubiera sido, le
estaban enseñando el tipo sin el antitipo, los enigmas sin las respuestas, pero
fue una buena enseñanza a pesar de todo, pues era toda la verdad que entonces
conocían. Sin embargo, ¡cuánto más dichosa es nuestra tarea, puesto que somos
capaces de enseñar lo relativo al Señor Jesús muy claramente, teniendo el Nuevo
Testamento que nos explica al Antiguo! ¿Acaso no podríamos esperar que incluso
más pronto que en la vida de Timoteo, nuestros amados niños pudieran captar el
pensamiento de que Cristo Jesús es la suma y sustancia de
Noten que por esta fe en Cristo Jesús continuamos y
avanzamos en la salvación. El momento en que creemos en Cristo somos
salvos; pero no somos tan sabios de inmediato como podríamos serlo o como
esperaríamos serlo. Podríamos ser salvados, por decirlo así, sin la suficiente
sabiduría; quiero decir, por supuesto, serlo comparativamente; pero es deseable
que seamos capaces de dar una razón para la esperanza que hay en nosotros, y
ser así sabios para salvación. Por la fe, los niños se convierten en pequeños
discípulos y, por la fe, avanzan y se vuelven más conocedores. ¿Cómo hemos de
avanzar hacia la sabiduría? No apartándonos del camino de la fe, sino
asiéndonos a esa misma fe en Cristo Jesús por medio de la cual comenzamos a
aprender. La fe es la gran facultad por medio de la cual logramos avanzar en sabiduría
en la escuela de la gracia. Si por fe has sido capaz de decir A y B y C, debe
ser por fe que avanzarás hasta decir D y E y F, y hasta llegar al término del
alfabeto y ser un experto en el Libro de
Entonces, oremos por nuestros
niños, para que constantemente sepan y crean más y más, pues
Observen que el texto
nos proporciona un claro indicio de que por
la fe, el conocimiento es conmutado en sabiduría. La diferencia entre el
conocimiento y la sabiduría es sumamente práctica. Véanlo en el texto: “Desde
la niñez has sabido…”; pero es la fe, sólo la fe, la que convierte ese
conocimiento en sabiduría; y así las Sagradas Escrituras “te pueden hacer sabio
para la salvación”. “El conocimiento es poder”, pero la sabiduría es la
aplicación de ese poder para fines prácticos. El conocimiento puede ser oro en
lingotes, pero la sabiduría es el oro acuñado, listo para su circulación entre
los hombres. Ustedes podrían darles a sus hijos el conocimiento sin necesidad
de que tengan fe; pero tienen que tener una fe dada por el Espíritu Santo,
antes de que ese conocimiento pueda convertirse en sabiduría. El conocimiento
de
¡Oh, maestros, oren por
sus amados niños pidiendo que Dios quiera darles fe en Cristo Jesús, para que
así el conocimiento que ustedes les han transmitido se convierta en sabiduría! Avancen
hasta donde puedan llegar con la enseñanza, pero clamen siempre poderosamente
al Señor pidiendo que su Santo Espíritu obre la regeneración, que genere la fe,
que imparta sabiduría y que otorgue la salvación.
Aprendan también que la fe encuentra su sabiduría en el uso del
conocimiento conferido por las Escrituras. “Desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la
fe”. La fe nunca encuentra su sabiduría en los pensamientos de los hombres, ni en
las pretendidas revelaciones, mas ella recurre a los escritos inspirados para
su guía. Éste es el pozo del cual bebe, el maná del que se alimenta. La fe toma
al Señor Jesús para que sea su sabiduría. El conocimiento de Cristo es para
ella la más excelente de las ciencias. Sólo pregunta: ¿qué está escrito?, y
cuando esa pregunta encuentra respuesta, sus dificultades llegan a un término.
Yo sé que no sucede así con esta época incrédula, y ésto me provoca a dar ayes
y a lamentarme. ¡Ay de una iglesia que rechaza el testimonio del Señor! En
cuanto a nosotros, acatamos
Vean, entonces, mis
oyentes, lo que requieren todos ustedes que son inconversos. Las Sagradas
Escrituras han de ser convertidas en el instrumento de su salvación, por medio
de la fe. Conozcan
III. El
tiempo se me acaba y no puedo detenerme en otros puntos como quisiera hacerlo,
pero les ruego que noten, en tercer lugar, que esa sana instrucción en
Quienes conocen las
Escrituras y por ello creen en Jesús, son sostenidos por los pilares de una
relación personal con los cimientos de su fe. “Desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras”; no fueron tratadas con una ignorante reverencia, sino con
un homenaje inteligente. ¡Cuánto deseo que cada uno de ustedes sea un
estudiante personal de las Sagradas Escrituras! Necesitamos conocerlas por
nosotros mismos. Asiéndolas personalmente como una revelación para sí mismo, el
hombre piadoso las ama, las estudia, las siente, vive de ellas y, así, las
conoce. Mediante este instrumento se independiza de otros hombres. Pablo va a morir.
¡Pobre Timoteo! ¡Sí, sería “pobre Timoteo”!, si llevara su fe en el pecho de
Pablo, y no llevara nada en su propio corazón. Pero
Consideren algunas de
nuestras iglesias: mientras un ministro del Evangelio bien instruido dirige el
camino, los hermanos permanecen firmes. Muere el buen hombre, y ¿dónde está la
iglesia? Sin duda, quienes son instruidos en las Escrituras permanecen en sus
lugares, pero los más ignorantes son dispersados como el tamo. Hay muchísimas
personas en esta parte de Londres que andan deambulando por todos lados, y
aunque una vez fueron celosas por la fe, ahora son casi indiferentes a ella. No
diré nombres, pero podría hacerlo con suma facilidad, y me refiero a los
nombres de estimados hermanos que reunieron un sincero séquito en pos de ellos;
pero se han ido, y con su partida, muchos de sus seguidores también se han ido.
Me temo que no pudo haber habido un sano conocimiento de
El hombre que ha sido
instruido en
Además, un hombre que ha
sido instruido una vez en
Aprovechando que estamos
en este punto, yo diría también que este tipo de instrucción mantendrá firme al
hombre contra las diversas seducciones de la época. Por aquí voy a un lugar de
adoración, y veo una preciosa casa de muñecas al fondo, y la gente se inclina
delante de algunas flores de papel y de unas velas. Alrededor del edificio veo
cuadros de vírgenes y de santos; pero quien ha leído su Biblia no entra en esa
moderna idolatría.
Un sacerdote le dijo una
vez a un pobre irlandés: “No provendrá ningún bien de tu lectura de
Es precisamente eso:
IV. Ahora,
por último, así como esta temprana instrucción genera un carácter bueno y
sólido, también PRODUCIRÁ GRAN UTILIDAD. No diré nada más que esto: de esa
manera Timoteo se convirtió en un compañero escogido de Pablo y uno preferido
sobre todos los demás, en alguien a quien Pablo miraba con amor y a quien
recordaba con gozo. Los compañeros de los apóstoles sólo pueden ser formados en
la escuela de
Este joven se convirtió
en un ministro y en un evangelista. Era un predicador de tal naturaleza que nos
habríamos sentido dichosos de oírlo. ¡Que Dios nos envíe muchos de esos
predicadores! Tal vez hubiéramos podido decir: “las opiniones de ese joven
fueron más bien crudas, y sus expresiones fueron algo ásperas, pero podemos
tolerar eso ya que proviene de un hombre tan joven. Por otro lado, ¡cuánta
riqueza de Escritura se encontraba en él! ¡Qué profundidad de pensamiento!
¿Notaron que no había pronunciado ni una docena de frases y ya había citado una
Escritura? Y cuando llegó a demostrar su punto no proporcionó una media docena
de argumentos racionalistas sino que expuso una sola palabra del Señor y el
punto quedó dirimido”. Se tiene que estar de acuerdo con un hombre que se
siente a sus anchas con su Biblia. Éste es el tipo de predicador del que
necesitamos más. Instruyan bien a sus niños, queridos maestros, para que a su
vez se conviertan en maestros de
Timoteo se convirtió
también en un gran adalid de la fe. Pasó al frente y en medio de todos aquellos
individuos que estaban predicando falsa doctrina, permaneció firme hasta el fin;
firme, inconmovible, valeroso, todo porque de niño había sabido las Escrituras.
¡Oh, maestros, vean lo que pueden hacer ustedes! En sus escuelas aprenden
nuestros futuros evangelistas. En esa clase de párvulos aprende un apóstol que
irá a alguna tierra distante. Podría llegar bajo tu mano instructora, hermana
mía, un futuro padre en Israel. Vendrán bajo tu instrucción, hermano mío,
aquéllos que han de portar los pendones del Señor en lo más tupido de la
refriega. Las edades te miran cada vez que tu clase se reúne. ¡Oh, que Dios te
ayude a realizar muy bien tu parte! Oramos con un solo corazón y una sola alma
pidiendo que el Señor Jesucristo esté con nuestras escuelas dominicales a
partir de ahora y hasta que Él venga. Amén y amén.
Porciones de
3: 1-17; 4: 1-8.
Nota del traductor: El nombre de la nodriza del conde de Shaftesbury
es: María Millis. Ella proveyó un modelo cristiano para el conde que
posteriormente formaría la base de su activismo social y de su obra
filantrópica.
Traductor: Allan Román
3/Marzo/2011
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