El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Cristo: El Que
Hace Nuevas Todas las Cosas
NO.
1328
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“De modo que
si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas”. 2 Corintios 5: 17.
Esta mañana vamos a
tratar de predicar sobre Cristo como el Autor de la nueva creación, esperando
que el Espíritu Santo nos capacite para hablar para Su gloria. Hacer nuevas
todas las cosas es uno de Sus más famosos portentos. Que no sólo podamos
contemplarlo sino que seamos partícipes de ello.
¿Qué dice Salomón en el
Libro de Eclesiastés? ¿No nos dice allí que “lo que fue, eso será, y lo que se
hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol”? (Versión Biblia de las Américas).
Sin duda Salomón dijo la verdad en esta declaración, pero él escribió acerca de
este mundo y no acerca del mundo venidero, del cual estamos hablando; pues he
aquí, en el mundo venidero, esto es, en el reino de nuestro Señor Jesucristo,
todas las cosas son nuevas. Para la mente más sabia, si no ha sido regenerada, no
hay nada nuevo, pero para la más humilde de las mentes regeneradas, todas las
cosas han sido hechas nuevas.
La palabra “nuevas”
parece armonizar encantadoramente con el nombre y la obra de nuestro Señor
Jesús, ya que Él interviene después de que el viejo sistema hubo fracasado, y
vuelve a empezar con nosotros como padre y cabeza de una raza escogida. Él es
el Mediador del nuevo pacto, y ha venido para colocarnos en una nueva relación
con Dios. Como el segundo Adán, Él nos ha liberado del antiguo pacto de obras
que fue quebrantado y en el cual estábamos bajo la maldición, y nos ha puesto
bajo el nuevo pacto infalible de gracia en el que somos incorporados por Su
mérito. Se afirma que la sangre de Jesucristo es “la sangre del nuevo pacto”: hay
entonces una conexión con lo novedoso aun en el punto más vital de la persona
de nuestro amado Redentor. La sangre es incluso para Él la vida, y sin esa
sangre Él no puede conceder ninguna remisión de pecado; entonces hay algo
novedoso en ese torrente sanguíneo esencial, pues cuando nos da a beber de Su
copa de la conmemoración dice: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por
muchos es derramada para remisión de los pecados”. “Pero ahora tanto mejor
ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre
mejores promesas”. Jesús ha echado fuera de la casa al antiguo pacto, a la antigua
ley ceremonial, al viejo espíritu de esclavitud, y a toda la vieja levadura y
le ha dado entrada a una nueva dispensación donde reina la gracia por medio de
la justicia para vida eterna.
Cuando nuestro Señor
vino al mundo, Su nacimiento virginal por el poder del Espíritu Santo fue algo
nuevo pues así dijo en la antigüedad, en el nombre del Señor, el profeta
Jeremías: “¿Hasta cuándo andarás errante, oh hija contumaz? Porque Jehová
creará una cosa nueva sobre la tierra: la mujer rodeará al varón”. Un niño nos
es nacido que es el hijo de la virgen, en quien nos regocijamos porque vino al
mundo sin mancha de pecado original, de una manera nueva, como ningún varón
nació jamás. Viniendo así al viejo mundo publica una nueva doctrina pues Su
doctrina es llamada ‘Evangelio’, o buenas nuevas. Son las nuevas más recientes
que un ansioso corazón pudiera oír; es la música más novedosa que pudiera
apaciguar a un corazón turbado. La enseñanza de Jesucristo sigue siendo la
mejor noticia de estos días tal como lo ha sido desde hace siglos. Aunque el
mundo ha disfrutado de casi 1900 años de buenas nuevas, el Evangelio exhibe el
rocío de su juventud, y cuando los hombres lo oyen todavía preguntan lo mismo
que preguntaron los griegos en la antigüedad: “¿Qué nueva doctrina es esta?” Nuestro
Señor Jesús vino para establecer un nuevo reino por la predicación y la
enseñanza del Evangelio, un reino que tiene nuevas leyes, nuevas costumbres, una
nueva constitución y nuevas riquezas, un reino que no es de este mundo, un
reino fundado sobre mejores principios y que trae infinitamente mejores
resultados para sus súbditos que cualquier otro dominio que hubiere existido
jamás. Él introduce en ese reino únicamente a hombres nuevos que son hechos
nuevas criaturas en Cristo Jesús, quienes por tanto aman Su mandamiento nuevo y
le sirven en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra. Además,
Cristo ha abierto para nosotros una entrada al reino del cielo en lo alto, pues
ahora venimos a Dios “por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del
velo, esto es, de su carne”. Cuando en días por venir lo veamos de nuevo habrá
todavía novedades, pues Él ha dicho: “no beberé más de este fruto de la vid,
hasta aquel día en que lo beba nuevo con
vosotros en el reino de mi Padre”. Ciertamente, en lo que respecta a nuestro Señor
y Maestro todo es nuevo, y ¿acaso no fue profetizado así? Pues, ¿no dijo
Isaías, en el capítulo cuarenta y tres, en el versículo dieciocho: “No os
acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas? He
aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis?” Y el
mismo significado tiene su profecía en el capítulo sesenta y cinco, en el
versículo diecisiete: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva
tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os
gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he
aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo”. Esta novedad de
todas las cosas habría de ser una característica sobresaliente en el reino del
Mesías, y ya lo ha sido; pero será mucho más visible en los últimos días.
¿Acaso no dice Juan en el Apocalipsis, capítulo 21, en el versículo 5: “El que
estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”?
Anunciado anticipadamente en épocas pasadas como el Creador de nuevos cielos y
de una nueva tierra, al final se verá claramente, en síntesis, que nuestro Señor
es el Hacedor de todas las cosas nuevas. ¿Se sorprenden, amados, que si un
hombre está en Cristo sea una nueva criatura? Si todo lo que Cristo toca es
hecho nuevo, si regenera y revive, si reestablece y reedifica y crea lo nuevo
doquiera que va, ¿se asombran de que quienes viven más cerca de Su corazón, es
más, que quienes están en una unión vital con Su bendita persona sean hechos
nuevos también? Sería muy sorprendente que no fuera así.
Entonces pongamos
atención a la enseñanza del texto, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura
es”.
I. Vamos
a considerar primero, brevemente, EL FUNDAMENTO DE
Pero ¿cómo es que un
hombre es en verdad una nueva criatura si está en Cristo? Yo respondo que
resulta necesariamente del carácter
representativo de Cristo en relación a quienes están en Él. Si quisieras
que un hombre fuese hecho una nueva criatura y fueras omnipotente, ¿qué proceso
se te ocurriría? Pienso que un doble proceso. Para hacer que una vieja criatura
sea una nueva criatura tiene que darse primero el golpe que acabe con ella, y
luego el toque que lo haga comenzar desde el principio; para expresarlo más
claramente, tiene que haber muerte y luego vida. Ahora, ¿eso ha tenido lugar en
quienes están en Cristo? Por supuesto que ha ocurrido ya que ha ocurrido en
Cristo mismo, y Él es
Pero, amados, hay otro
significado. Somos hechos nuevas
criaturas por un proceso real así como por el proceso legal que he
descrito, y aquí también se realiza la misma cosa. Somos hechos vitalmente uno
con Jesucristo cuando creemos en Él, y entonces morimos espiritualmente y somos
revividos otra vez. Nuestra fe aprehende la muerte de Cristo, y al mismo tiempo
sentimos la sentencia de muerte en nosotros mismos. Vemos cómo merecemos morir
por el pecado y aceptamos la sentencia confesando nuestra culpabilidad delante
del Altísimo, y se proclama a lo largo de los poderes y pasiones del alma un
decreto de Dios que establece que la carne morirá con todas sus
concupiscencias. Anotamos al pecado como muerto para nosotros a partir de ese
momento, y a nosotros mismos como muertos al pecado. Nos esforzamos por
mortificar todos nuestros malos deseos y las concupiscencias de la carne, y
todo lo que proviene de la carne. Cuando creemos en Jesús una espada atraviesa
los propios lomos del pecado, y las flechas del Señor se hunden firmemente en
los corazones de los enemigos del Rey que acechan dentro de nuestro espíritu. Viene
también una nueva vida a nuestro interior cuando contemplamos a Jesús
resucitado de entre los muertos. Cuando creemos en Jesús recibimos de Dios un
nuevo principio vital de carácter superior y celestial compatible con
Ahora, amados, ¿saben
ustedes algo acerca de esto? ¿Han sido hechos nuevas criaturas por la muerte y
la resurrección? Si han sido bautizados, han profesado que así ha ocurrido con
ustedes. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si
fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo
seremos en la de su resurrección”. En la ordenanza del bautismo, por la sepultura
en el agua y al emerger de ella, hay una declaración en tipo y figura del
entierro y la resurrección de nuestro Señor, y al mismo tiempo es un emblema
del proceso por el cual nos convertimos en nuevas criaturas en Él. Pero ¿ha
sucedido eso realmente en sus almas?
¿Están, a partir de ahora, muertos al mundo y muertos al pecado y resucitados a
la vida en Cristo? Si lo fueran, entonces el texto les dará un tercer
significado práctico, pues no sólo será cierto que su hombre viejo es condenado
a morir y que una nueva naturaleza es otorgada, sino que en sus acciones comunes se empeñarán en mostrar esto mediante un nuevo
comportamiento real. Los males que los tentaron una vez serán incapaces de
seducirlos ahora porque ustedes están muertos para ellos; los encantos de la
cara pintada del mundo no atraerán más su atención pues sus ojos están ciegos
para esas bellezas engañosas. Ustedes han obtenido una nueva vida que sólo
puede ser satisfecha por nuevos deleites, que sólo puede ser excitada por
nuevos objetos y constreñida por nuevos principios adecuados a su propia
naturaleza. Esto lo mostrarán continuamente. La vida de Dios dentro de ustedes
hará que sus acciones tengan una tendencia a la santidad y su fin será la vida
eterna. Su fe en Cristo revela claramente que son nuevas criaturas pues mata
sus viejas confianzas y los hace edificar sobre una nueva base; su amor por Cristo
muestra también su novedad, pues ha matado sus viejos afectos, y ha capturado
su corazón únicamente para Jesús; y su esperanza, que es también un don del
Espíritu bendito, está puesta íntegramente sobre cosas nuevas, mientras que sus
viejas esperanzas son cosas de las que ahora se avergüenzan.
Primero, es así que como
Cristo es la cabeza, ustedes están legalmente muertos y resucitados; a
continuación por su unión vital con Cristo, están muertos y han resucitado como
un asunto de experiencia, y ahora queda demostrado prácticamente en su vida, de
un día a otro, que están muertos y que su vida está escondida con Cristo en
Dios; en las tres maneras ustedes son nuevas criaturas por el doble proceso de
morir y revivir. Como ustedes están bajo un nuevo Adán comienzan de nuevo la
vida como nuevas criaturas; como ustedes están bajo un nuevo pacto comienzan a
actuar bajo diferentes principios, y así son nuevas criaturas; son vivificados
por un nuevo espíritu y así en pensamiento y palabra y obra y acción es evidente
que son nuevas criaturas. Pero todo esto es en
Cristo, y si no están en Cristo están todavía en el viejo mundo que pronto
será destruido. Así como “por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y
todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”, así ustedes han sido
creados por Jesús, el Verbo Eterno, y vivificados por Su Espíritu, pues de lo
contrario todavía permanecerían en la muerte. Si su fe no ha puesto nunca su
mano sobre el sacrificio de Cristo por el pecado, entonces su alma no ha sentido
nunca la influencia regeneradora del Espíritu Santo, y toda la regeneración
bautismal y todo lo demás que sea producto de la invención humana que pudiera
consolarlos ahora no es sino una vana mentira. Tienen que nacer de nuevo pero
eso sólo puede ser en Cristo Jesús, pues a “todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. “El que
tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida”. Oh, que todos creamos en Él, y entremos en la nueva vida.
“Autor de la nueva creación,
Ven con todo el poder de Tu Espíritu;
Haz que nuestros corazones sean Tu habitáculo,
Que lluevan en nuestras almas Tus gracias”.
II. En
segundo lugar voy a conducirlos a considerar
Fíjense bien que no se
dice que el hombre tiene algo nuevo en él, sino que él mismo es nuevo. No se
trata simplemente de que tenga nuevos ojos, nuevas manos, y nuevos pies en un
sentido espiritual, sino que él, él, él, él, él mismo, es una nueva creación.
Tomen nota de eso. ¿No ven entonces que la salvación es una obra de Dios? Tú no
puedes crearte a ti mismo, ni puedes crear absolutamente nada. Trata de crear
primero una mosca, y luego podrías soñar con ser capaz de crear un nuevo
corazón y un espíritu recto en otra persona, pero aun entonces sería algo muy
diferente que te crearas de nuevo. ¿Acaso no es absurda esa simple idea? ¿Acaso
saldrá algo de la nada? ¿Acaso la oscuridad podría generar la luz? ¿Acaso la
muerte podría generar la vida? ¿Acaso el demonio podría crear a Dios? Ninguna
de estas preguntas es más absurda que la idea de que el pecador podría hacer de
sí mismo una nueva criatura.
No, amados, la
regeneración es una obra extraordinaria, que necesita ser realizada por la
omnipotencia; es, de hecho, una obra divina, pues la creación es una suprema
prerrogativa de Dios.
“Sepan que el Señor es el único Dios,
Él puede crear y Él puede destruir”.
No sólo se dice que si
alguien está en Cristo es una creación, sino que es una nueva creación, y la palabra que se traduce aquí como “nueva”, como
muy bien se ha comentado, no significa reciente,
sino algo completamente diferente a lo que existía previamente. Un libro
puede ser nuevo, y sin embargo podría ser sólo una copia reciente de alguna
obra antigua; pero eso no es lo que sucede en este caso. La criatura no es un
nuevo espécimen del mismo tipo que el viejo, sino que es otra creación
diferente. Casi podríamos leer el texto como si dijera: “Si alguno está en
Cristo es una reciente creación, un tipo completamente nuevo de criatura”. La
nueva creación difiere esencialmente de la antigua aunque la primera es un
emblema instructivo de la segunda. La primera creación fue una obra de poder
físico, pero la segunda es una obra de poder espiritual; la primera creó
principalmente lo material en sus diversas formas, pero la nueva creación trata
con cosas espirituales, y manifiesta los más sublimes atributos del carácter
divino. Dios en la naturaleza es glorioso, pero en la gracia es absolutamente
glorioso. La segunda es una creación más cercana al corazón de Dios de lo que
fue la primera, pues cuando Él hizo el mundo simplemente dijo que era bueno,
pero cuando hace la nueva creación, está escrito: “Callará de amor, se
regocijará sobre ti con cánticos”. La visión de la nueva criatura que Su gracia
ha creado es motivo de tanta alegría para Su corazón que canta un himno gozoso.
Adicionalmente, hemos de
notar que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, y su creación muestra
alguna semejanza con la creación del mundo. En otras ocasiones he analizado ese
maravilloso primer capítulo del Libro de Génesis, que es una Biblia en
miniatura, y les he mostrado cómo expone la creación espiritual. He aquí que
por naturaleza permanecemos como el caos siendo una masa de desorden, confusión
y tinieblas. Como en la vieja creación, lo mismo sucede en la nueva: el
Espíritu de Dios aleteaba por encima de nosotros y se movía sobre la faz de
todas las cosas. Entonces viene la palabra del Señor y dice en nuestro
interior, como en otros tiempos dijo en el caos y la vieja noche: “Sea la luz”,
y es la luz. Después de la luz viene una división de la luz y de las tinieblas,
y aprendemos a llamarlas por sus nombres. La luz es el “día” y las tinieblas
son la “noche”. Así que para nosotros hay un conocimiento y un nombrar de las
cosas, y un discernimiento de las diferencias en asuntos que antes confundíamos
cuando tomábamos a las tinieblas por luz. Después de un tiempo brotan en
nosotros las formas inferiores de vida espiritual. Como en la tierra vino la
vegetación y las hierbas, así en nosotros vienen el deseo, la esperanza y la
aflicción por el pecado. Luego aparecieron en el globo aves, y peces, y
bestias, cosas vivientes e incontable vida. Así también en la nueva creación,
de tener vida pasamos a tenerla en mayor abundancia. Dios creó todas Sus obras
por grados hasta que al fin hizo todo el ejército de ellas, y de igual manera
continúa trabajando hasta que completa en nosotros la nueva creación y nos mira
con regocijo. Luego nos lleva a un día de reposo, bendiciéndonos y haciendo que
entremos en Su reposo gracias a Su obra consumada. Pudiéramos establecer un bello
paralelo si tuviéramos el tiempo, pero ustedes pueden desarrollarlo detalladamente
por ustedes mismos.
Ahora noten muy
cuidadosamente que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es, y esto
certifica que una nueva creación ha tenido lugar en cada ser humano que está en
Cristo, ya sea que por naturaleza fuera judío o gentil, un moralista o un libertino,
un filósofo o un necio. Cuando un hombre es convertido y llevado a Cristo invariablemente
se ha vuelto una nueva criatura. Aunque haya creído en Jesús hace sólo tres
minutos, es una nueva criatura; y si ha conocido al Señor durante setenta años
no puede serlo más. Una nueva creación es una nueva criatura, y en este asunto
no hay diferencia entre el bebé en la gracia y el padre en Israel.
Así como esta creación
es común para todos los santos, así también es inmediata y presente. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”; no se dice que es algo que va a
sucederle en el último instante de la muerte, en el que muchos parecieran
esperar que muchos cambios maravillosos serán obrados en ellos; pero el que
está en Cristo es una nueva criatura ahora.
“Ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación”; y esa nueva criatura es poseída ahora, y puedo agregar que es
poseída conscientemente pues aunque pudieran surgir dudas ocasionales sobre
esta cuestión, con todo, en lo más íntimo de su ser el hombre encuentra motivo
para saber que le ha sobrevenido un maravilloso cambio que sólo Dios mismo pudo
haber obrado.
Este es un cambio universal en el hombre; el nuevo hombre
no ha crecido plenamente en cada parte, ni de hecho en ninguna parte, y con
todo, en todas las porciones de su naturaleza regenerada él es una nueva
criatura. Quiero decir esto: que si alguno está en Cristo no es su ojo mental el que es meramente una nueva
creación, sino que el hombre mismo es una nueva creación. Ahora tiene un
corazón conforme a la promesa, “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo
dentro de vosotros”. Tiene nuevos oídos y oye lo que antes había rehusado oír;
tiene una nueva lengua, y puede orar con ella como nunca antes oró; tiene
nuevos pies que se deleitan corriendo en los caminos de los mandamientos de
Dios. Me refiero por supuesto a su hombre interior, que es completamente nuevo,
y no sólo a una de sus partes. Si alguno está iluminado simplemente en su
entendimiento, ¿qué es eso? Es bueno, pero no es la salvación; un nuevo cerebro
no es todo lo que se necesita para hacer que un hombre sea nuevo. Un nuevo
hombre es creado de nuevo espiritualmente de la cabeza a los pies. Aunque sólo
sea un bebé en la gracia, y no se haya desarrollado plenamente en ninguna de
sus partes, con todo, es nuevo, “creado en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
De esta manera he
procurado mostrarles la esencia de la novedad.
III. Consideremos
a continuación EL ALCANCE DE
¿Qué pasa con las cosas
viejas? El texto dice que pasaron, y la palabra griega da la idea de que
pasaron espontáneamente. La mejor comparación que puedo hacer con algo conocido
es con la nieve que se derrite con el sol. Ustedes se despiertan una mañana y
todos los árboles están festonados con coronas de nieve, mientras que abajo,
sobre el suelo, la nieve lo cubre todo como una sábana blanca. He aquí el sol se
ha levantado y sus rayos derraman un calor templado; y ¿dónde está la nieve en
unas pocas horas? Se ha derretido. Si hubieran contratado mil carros y caballos
y máquinas para barrerla no habrían podido quitarla más eficazmente. Se ha
derretido. Eso es lo que hace el Señor en la nueva creación: Su amor
resplandece en el alma, Su gracia nos renueva, y las viejas cosas pasan como
algo inevitable. ¿Dónde están sus antiguos puntos de vista de los que estaban
tan convencidos? ¿Dónde están esas viejas opiniones por la cuales habrían
podido derribar a un hombre sin problemas? ¿Dónde están esas viejas burlas
contra el pueblo de Dios? ¿Dónde están esos viejos placeres en los que se
deleitaban tanto? ¿Dónde están esas absorbentes ocupaciones? ¿Tuvieron un
fuerte jalón para alejarlos de esas ataduras? ¿Dónde están esos viejos goces,
esas viejas esperanzas, esas viejas convicciones y esas viejas confianzas? ¿Fue
difícil desprenderse de ellas? ¡Ah, no! Bajo el poder del Espíritu Santo han
pasado. A duras penas saben cómo ha sido, pero han pasado, y han pasado
completamente. Es como un sueño del que cuando uno despierta desprecia su
apariencia, y su corazón lo olvida (Salmo 73: 20). Es maravilloso cómo, en esta
nueva creación, el Señor hace que la confusión y la vieja noche huyan. Puedes
llamarlo diciendo: “Caos, ¿dónde estás?” pero no obtienes ninguna respuesta
pues las cosas viejas pasaron. Nuestro Señor Jesucristo hace todo esto. Donde Su
rostro bendito brilla con gracia y verdad -como el sol con el calor y la luz-
disuelve los lazos de la prolongada helada del pecado y trae la primavera de la
gracia con novedad de capullos y flores.
Pero cuando quitas lo
viejo ¿qué cosa toma su lugar? ¿No observan que las nuevas cosas han venido, pues
“He aquí todas las cosas son
hechas nuevas”? Ahora el varón tiene nuevas perspectivas, nuevas ideas, nuevas
ambiciones, nuevas convicciones, nuevos deseos, nuevas esperanzas, nuevos
temores, nuevas metas, nuevos principios y nuevos afectos; ahora es conducido
por un nuevo espíritu y sigue un nuevo curso de vida; de hecho, todo en él es
como si recién hubiese salido de la mano de Dios. Así como al leproso que ha
sido limpiado su carne le regresa como la carne de un niñito y queda limpio, lo
mismo sucede con el corazón renovado por gracia.
Amados, es deleitable
leer en el Libro del Apocalipsis y anticipar las cosas que han de ser en el más
allá. Cuán lleno está ese libro de las novedades que ilustran nuestro tema,
pues allí leemos de un nuevo nombre que
el Señor asigna a quienes vencieron. Tal vez algunos de ustedes solían ser
conocidos en realidad por algún sobrenombre o apodo cuando vivían en el mundo y
lo amaban. Con toda probabilidad ahora eres llamado con un nombre completamente
diferente entre tus amigos cristianos. Saulo, el perseguidor, es llamado Pablo
cuando se convierte en un apóstol. Además, hay un nuevo nombre que la boca del
Señor pronunciará, que nadie conoce salvo quien lo reciba. Has sido nombrado en
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo y llevas ese nombre a
partir de ahora con el cual es llamada la familia entera en el cielo y la
tierra. La gracia te ha enseñado también un cántico
nuevo, “Puso luego en mi boca cántico nuevo… y enderezó mis pasos”. Ustedes
están ensayando la música de ese glorioso coro de quienes está escrito: “Cantaban
un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos”. Ahora eres un ciudadano de una nueva
ciudad, la nueva Jerusalén que desciende de Dios desde el cielo, que será
establecida en los últimos días como la metrópoli del mundo entre los hijos de
los hombres, respecto a la cual dirán: “El templo de Dios está con los hombres
y Él mora entre ellos”.
Amados, cada uno de
ustedes se ha convertido ahora en una parte de un nuevo hombre. ¿Saben qué quiero decir con eso? Antes hubo judíos
y gentiles, pero ahora, dice Pablo, Cristo “ha derribado la pared intermedia de
separación… para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo
la paz”. El cuerpo místico de Cristo es el nuevo hombre único, y nosotros somos
miembros de ese cuerpo. A partir de ahora tenemos comunión con todos los
santos, y para nosotros “no hay griego ni judío… siervo ni libre, sino que
Cristo es el todo, y en todos”. Aun ahora hemos comenzado a vivir en un nuevo
cielo y a caminar en una nueva tierra, y estamos anticipando el tiempo cuando
literalmente en esta misma tierra en la que hemos luchado se establecerá una
nueva condición de cosas, pues el primer cielo y la primera tierra habrán
pasado y el mar ya no existirá más. Esos cielos azules se enrollarán como un
libro, y los elementos de disolverán con un calor ardiente; sin embargo,
nosotros, conforme a Su promesa, esperamos nuevos cielos y una nueva tierra a
los que nos estamos acercando cada vez más con expectación, y seguimos adelante
con un anhelo interior pues ya somos, en Cristo Jesús, una parte de esa nueva
creación que ha de ser revelada más plenamente.
IV. En
cuarto lugar hemos de considerar EL RESULTADO DE ESTA NOVEDAD. “Si alguno está
en Cristo, nueva criatura es”. Bien, el resultado de esta novedad es, primero,
que el hombre es ya una gran maravilla para él mismo. Ustedes conocen la
doctrina pitagórica de la transmigración de las almas: el alma pasa primero a
un cuerpo y luego a otro, y así continúa existiendo bajo diferentes
condiciones. Nosotros no creemos en esa ficción ni por un instante, pero si
hubiese sido cierta, las memorias de tales almas deben de haber estado
saturadas con diversa información sobremanera extraña al oído. La nuestra es
otra transformación: es muerte y resurrección; lo viejo está pasando y lo nuevo
está siendo creado; ¡pero cuán notables son las experiencias de los hombres que
han sido transformados así! He aquí un hombre que es una nueva criatura y que tiene un recuerdo muy claro del tiempo
cuando era algo muy diferente de lo que ahora es. ¡Qué cambio ha experimentado!
Supongan que un cerdo pudiera ser convertido súbitamente en un hombre y que no
obstante recordara lo que hizo cuando estaba en la piara; ¡qué clase de
experiencia tendría que contar! Si pudieran tomar a un puerco de la artesa y
volverlo un emperador, eso no sería ni la mitad de grande de lo que es logrado
cuando un pecador no regenerado se vuelve un santo; pero yo les garantizo que
el emperador no encontraría mucha causa para gloriarse de su anterior estado
porcino; se quedaría callado y avergonzado cuando otros lo mencionaran. Si él
aludiera a ese estado sería siempre con los sonrojos de la humillación y las
lágrimas de la gratitud. Si alguno comenzara a hablar al respecto, y él supiera
que pudiera haber otros alrededor suyo que pudieran ser ayudados oyendo lo que
el Señor había hecho, comenzaría a contar de una manera delicada y modesta cómo
el Señor lo transformó de cerdo a monarca, pero nunca, nunca se jactaría; ¿cómo
podría hacerlo? En un caso como ese, el pobre cerdo no tendría ninguna
responsabilidad y no podría ser culpado por revolcarse en el cieno, pero eso no
puede decirse de nosotros, pues cuando actuábamos como puercos nosotros poseíamos
más conocimiento y pecamos obstinadamente. Aun así, ¡cuán grande cambio es!
¡Cómo me sorprendo de mí mismo! ¡Cómo me maravillo de la bondad de mi Dios!
¡Cómo adoro ese sagrado poder que me ha hecho un hijo de dos nacimientos, el
sujeto de dos creaciones; primero me hizo en la condición de hombre, y luego me
hizo en la imagen del hombre Cristo Jesús! Primero nací para morir y luego nací
para vivir eternamente. Bendigamos a Dios y llenémonos de un humilde asombro esta
mañana.
El siguiente resultado
de esta nueva creación es, sin embargo, que el hombre no se siente cómodo en
este presente mundo malo, pues esta es la vieja creación, y el nuevo hombre, el
hombre nacido dos veces, siente como si estuviera fuera de su elemento y no
estuviera en un país compatible con él. Mora en un cuerpo que no es nada mejor
que una frágil tienda, incómoda y desmontable, en la que gime, deseando
ardientemente entrar en su propia casa, en su hogar, en la casa no hecha con
manos, eterna en los cielos. Doquiera que va las cosas no parecen funcionar con
la regla que está establecida en su alma. No ama el mundo, ni las cosas que
están en el mundo; las glorias del mundo no le embelesan, y sus tesoros no lo
seducen. La música de la tierra rechina en su refinado oído que está
sintonizado con la armonía celestial; sus exquisitos bocadillos no deleitan su
gusto que ha aprendido a disfrutar del pan del cielo. Las nuevas criaturas
anhelan estar en la nueva creación. Y, amados, mientras estamos anhelantes nos
estamos preparando: el Espíritu de Dios está obrando en nosotros para eso mismo
precisamente, y nos llena de gemidos y dolores de un fuerte deseo que indican
que nos estamos volviendo más y más idóneos para ser partícipes con los santos
en luz, que ven el rostro del Amado sin velo y beben continuamente nuevos
deleites.
Observen, además, que
mientras la nueva criatura está vigilando de esa manera y esperando la nueva
creación, extiende mientras tanto una influencia más o menos consciente sobre
el viejo mundo en el que mora. Tal como nuestro Señor fue al cielo para
preparar un lugar para nosotros, así nosotros, Su pueblo, estamos retenidos
aquí para prepararle un lugar. Estamos ganando hombres del mundo para Cristo,
estamos levantando el nivel de la moral, estamos esparciendo la luz y la verdad
en todos lados por el poder del Espíritu, y de esta manera ayudamos a hacer que
el mundo esté más preparado para recibir al grandioso Rey. Estamos buscando Sus
joyas, estamos llevando a Sus pies a Sus súbditos rebeldes. La vida que hay en
nosotros parece fuera de lugar en esta estructura corporal mortal, pues el
cuerpo está muerto debido al pecado, y por tanto, gemimos por la carga. En
cuanto al mundo mismo, no es nuestro reposo, pues está contaminado. Parece algo
terrible para el espíritu viviente estar morando en este camposanto que es el
mundo, pero es necesario que estemos aquí. Estamos vinculados a una creación
que está sujeta a la vanidad, porque así fue sujetada, no voluntariamente, sino
en razón de Aquel que la sujetó con la esperanza de que la creación misma
también “será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa
de los hijos de Dios”. Estamos aquí como vínculos entre lo espiritual y lo
material, y estamos cumpliendo propósitos divinos para la más plena
manifestación de la gloria divina. Por tanto consuélense unos a otros con estas
palabras y como nuevas criaturas en Jesucristo esperen los nuevos cielos y la
nueva tierra, y la venida de su Señor y Salvador. ¿No saben que cuando Él se
manifieste, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria?
Postrémonos ahora delante de Él y saludémosle con el lenguaje de nuestro himno.
“A Ti el mundo trae sus tesoros;
Ante Ti sus valientes se inclinan;
A Ti acude presurosa la iglesia exultante;
¡Su Soberano, Su Salvador eres Tú!
Al contacto de Tu mano, debajo de Tu sonrisa,
Nuevos cielos y nueva tierra aparecen;
Ningún pecado manchará su hermosura
Ni la ensombrecerá con una lágrima”.
Porción de
Traductor: Allan Román
30/Junio/2013
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