El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
El Secreto de
una Vida Feliz
NO.
1305
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“A Jehová he
puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido”.
Salmo 16: 8.
En los versículos
precedentes leímos: “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa
la heredad que me ha tocado”. Quien habla, por tanto, es un varón que está muy
contento y feliz. No es lo más usual en el mundo encontrar personas que
encomian su suerte, y que manifiestan un conspicuo énfasis de satisfacción; es
mucho más común oír a hombres rodeados de favores que lamentan la dureza de su
caso. Las mentes contentas son casi tan escasas como los copos de nieve en la
época de la cosecha. El hombre que se deleita en su hermosa heredad merece
atención y haremos bien en aprender su secreto. ¿Cómo es que es capaz de
sentirse tan feliz? Busquemos cómo llegó a esa paz, y descubramos la pista de
seda que lo condujo a tal morada campestre de deleite. Tal vez su camino se
adapte a nuestros pies, y siguiéndolo podamos quedarnos tan perfectamente
contentos como él lo estaba. ¡Oh Señor y dador de paz, ayúdanos en la búsqueda!
Pero, primero, ¿quién es
esta persona que está tan singularmente contenta? Para nuestro asombro
encontramos que el Espíritu habla aquí por profecía en el nombre y en la
persona de nuestro Señor Jesucristo. Es Él quien por el Espíritu dice aquí:
“Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me
ha tocado”. Él era el “varón de dolores, experimentado en quebranto”;
despreciado y desechado entre los hombres”, no tenía dónde apoyar Su cabeza,
con frecuencia experimentó hambre y sed; tenía unos pocos amigos los cuales
demostraron no poseer fe en el tiempo de su extrema adversidad: ¿cómo podía
hablar así? Todo esto es mucho más alentador para nosotros, porque si Él, que
era el más afligido de los hombres era sin embargo capaz de sentir una calma
interior, un dulce contento, entonces tiene que ser posible que nosotros los
sintamos, ya que nuestro lote no es tan amargo. Nosotros no somos enviados para hacer expiación por el pecado, y de
aquí que nuestras aflicciones sean pocas comparadas con las de nuestro Señor. Había
una razón especial para que estuviera turbado, pues tomó nuestras aflicciones y
llevó nuestros dolores; pero ningún dolor expiatorio es exigido de nosotros, ni
tampoco tenemos aflicciones que soportar de la mano de Dios como castigos por
el pecado, pues el Señor ha colocado todo eso sobre Él, y nosotros hemos sido
absueltos. Si el Señor Jesús, el varón de dolores, alguien que lamentó todos
Sus días, dijo sin embargo que las cuerdas le cayeron en lugares deleitosos, y
es hermosa la heredad que le ha tocado, tiene que ser más posible que nos
levantemos a un contentamiento similar si seguimos su regla y vivimos conforme
a Su ejemplo. ¿Cuál, entonces, es el secreto de la perfecta paz y felicidad
aquí abajo? Su precio está por encima de los rubíes: ¿dónde se aprenderá este
arte? Las lámparas mágicas y los maravillosos anillos de los que leen en los
cuentos de hadas los niños son como nada en valor comparados con esta verdadera
piedra filosofal, este secreto místico del Señor que está con aquellos que le
temen, por el cual Sus santos son capacitados para disfrutar de la paz de Dios
que sobrepasa todo entendimiento, que mantiene sus corazones y mentes por
Jesucristo. ¡Oh Príncipe de Paz, concédenos este reposo!
Nuestro texto nos comparte
claramente el secreto de la mayor felicidad que pueda encontrarse debajo de los
cielos, y, ciertamente, revela la fuente escondida de esos placeres de lo alto
que están a la diestra de Dios por siempre. La primera parte del excelente
método estriba en vivir siempre en la
presencia del Señor, “A Jehová he puesto siempre delante de mí”; la segunda
parte se encuentra en confiar siempre en
la presencia del Señor: “Porque está a mi diestra, no seré conmovido”.
I. Entonces,
el secreto de la paz es primero VIVIR SIEMPRE EN
Yo entiendo que nuestro
texto significa primero, que deberíamos
hacer de la presencia del Señor el más grande de todos los hechos para
nosotros. De todas las cosas que son, Dios es primordialmente, y deberíamos considerarlo bajo esa luz. Así era
con nuestro Señor Jesucristo. Él, como un hombre, conocía de la existencia de
todas las cosas que son vistas, pero aun más reconoció la existencia de Dios,
que no puede ser visto, ese grandioso Espíritu que es a la vez invisible e
incomprensible. Cuán vívidamente la presencia de Dios tiene que haber sido
percibida por Cristo en todo momento, pues Él estaba en el Padre y el Padre en
Él. Ustedes y yo no hemos visto nunca ni hemos entendido al Padre en el mismo
grado en que Él lo hizo, aunque el Hijo nos lo ha revelado. Él entró en un
reconocimiento más constante y más pleno de la presencia de Dios en todos los
lugares y cosas, del que hemos hecho hasta ahora. Con todo, verdaderamente
hemos visto al Padre, pues hemos visto a Jesús por fe. Levantarán alas como las
águilas, y con el ojo de águila hemos mirado al sol en el rostro, y no hemos
sido enceguecidos. ¿No está escrito: “Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios”? Se nos ha enseñado a ver a Dios en torno nuestro en
todas las cosas que existen, y en todos los eventos que suceden; y nosotros
bendecimos al Señor porque no vivimos como esos que están “sin Dios en el
mundo”, pero el Espíritu nos enseña a reconocer la presencia de nuestro amoroso
Padre que todo lo llena; con todo, yo creo que no la discernimos tan constante
e impresionantemente como nuestro Señor Jesús lo hacía. Él miraba a los montes,
y la luz del sol en sus frentes era la sonrisa de Su Padre. Veía las llanuras,
y sus cosechas eran un regalo de Su Padre. Para Él las olas del mar eran agitadas
en tempestad por el aliento de Su Padre, o eran tranquilizadas por el susurro
de Su Padre. Él alimentaba a la multitud, pero era con el pan de Su Padre; y Él
sanaba a los enfermos, pero el Padre hacía las obras. En todas las cosas acerca
de Él reconocía continua y claramente la presencia activa del Altísimo. Otros
varones comentaban que los cuervos eran alimentados, pero Él dijo: “Vuestro
Padre celestial los alimenta”. Otros hombres notaban que los lirios eran
hermosos a la vista, pero Él discernía que “la hierba del campo… Dios la viste
así”. El Padre celestial estaba en todas partes, y en todo para Jesús. Ahora,
yo le pido a nuestro Señor que conceda que por el bendito Espíritu seamos
siempre sensibles a la presencia de Dios doquiera que estemos. ¿No es acaso una
triste prueba de la alienación de nuestra naturaleza que aunque Dios está en
todas partes tenemos que enseñarnos a percibirle en algún punto? Suyas son las
bellezas de la naturaleza, suyo el brillo del sol que está trayendo la cosecha,
suyo el grano que se inclina que alegra al labrador, suyo el perfume que carga
el aire de las multitudes de flores, suyos los insectos que resplandecen a
nuestro alrededor como joyas vivas; y sin embargo, el Creador y Sustentador de
todas estas cosas es percibido en un grado demasiado pequeño. Todo en el templo
de la naturaleza habla de Su gloria, pero nuestros oídos están sordos para
escuchar. Todo, desde la gota del rocío al océano refleja
En segundo lugar, las
palabras del texto significan hacer de la
gloria de Dios el único objetivo de nuestras vidas. Así como en una carrera
un trofeo es exhibido delante de los corredores, así el corazón del creyente
pone la gloria de Dios ante sí como el trofeo por el cual se corre la carrera
de la vida. Sucedía lo mismo con nuestro amado Redentor; desde lo primero hasta
lo último, Él puso a Dios siempre delante de Él como el objetivo de Su vida en
la tierra. ¿Encuentras en Él alguna vez un motivo egoísta? ¿Es movido alguna
vez por alguna ambición rastrera? ¿Acaso no está buscando siempre el bien de
los hombres y por ese medio la gloria de Dios? Siendo todavía un joven sube al
templo, no para exhibir Su precocidad, ni como otros hijos, para gratificarse
con la admiración acumulada sobre Él por Su temprana sabiduría, sino que dice:
“¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” En días
posteriores, cuando ha sido ungido para Su obra, se sienta junto a un pozo y
toma Su descanso; una mujer viene y conversa con Él, pero Él no habla sobre
ningún tema ocioso; le habla del agua viva, busca su alma para salvarla, y
luego les dice a Sus discípulos que tiene un alimento para comer que ellos
desconocen; pues era Su alimento y Su bebida hacer la voluntad de Aquel que le
envió.
Prosigue hacia la meta
con inalterable intensidad de propósito hacia la consumación de la obra que Su
Padre le había encomendado. Le ven presente en una boda, o reuniéndose con
algunos en una procesión fúnebre, pero en ambos casos es encontrado apuntando a
la gloria de Dios. Si lo encuentras batallando con la multitud, o en el
aposento encerrado con dos o tres, resucitando a los muertos, si lees de Sus
oraciones en la solitaria ladera del monte o escuchas Sus gemidos en el huerto
de Getsemaní, esta cosa hace todavía por siempre: glorifica a Su Padre en la
tierra. Despreciando la vergüenza y hollando bajo el pie el honor del mundo,
vive para Dios y sólo para Dios. No sólo algunas veces y de vez en cuando, o
como el agregado general de Su vida, es encontrado poniendo a Dios delante de
Él, sino siempre y sin excepción. En
cada pensamiento, en cada palabra, en cada acto, Dios estaba delante de Él, y
vivía para Dios. Oh, que pudiéramos llegar a eso: Si, pues, comemos o bebemos,
o hacemos otra cosa, queremos hacerlo todo para la gloria de Dios. ¡Oh, que no
nos atreviéramos nunca a hacer lo que deshonraría el nombre de Dios! ¡Oh, que
camináramos en todas las cosas como para agradar a Aquel que nos amó y se
entregó por nosotros! Yo estoy seguro, amados hermanos y hermanas, que si se
han propuesto esto, aunque se hubieren quedado demasiado cortos en su deseo,
con todo, en tal senda han encontrado paz para sus almas. Este es el Camino
Real, la vía de la santidad donde no se encontrará ningún león. Saber que Dios
está presente, y vivir enteramente para agradarle, ese es el camino de la
condición placentera; cuídense y manténganse allí. No hagan nunca nada que
deshonraría el santo nombre con el que son llamados, y no dejen nada sin hacer
por duro que sea para la carne que quiere servir a la causa de Dios, así serán
como su Señor, y se volverán partícipes de Su paz. Este es el modo de vida por
el cual un hombre probará anticipadamente los festejos del cielo estando
todavía en el yermo de este mundo: que el Espíritu Santo nos conduzca a eso.
Un significado adicional
de poner siempre al Señor delante de nosotros es vivir de tal manera que la presencia de Dios sea la regla y el soporte
de nuestra obediencia. Así hacía Jesús. Ustedes saben muy bien que para
muchos siervos el ojo del amo es más importante para hacerlos cuidadosos y
diligentes. Cuántos sólo sirven al ojo y agradan a los hombres. Quiten el ojo
del amo, y cuán lentamente la labor se seguirá desarrollando; cuán a menudo la
labor es realizada de una manera desaliñada, o dejada inconclusa por completo.
El antiguo proverbio declara que el ojo del amo hace más que sus dos manos, y
es verdad demasiado tristemente; sin embargo, no es equivocado decir que el ojo
de su Señor debería tener una gran influencia sobre los siervos de Dios. “He
aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los
ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová
nuestro Dios”. Amados, ¿cómo vivirían si Dios fuere visto mirándonos? ¡Él está
mirando! Vive así. Supón que en alguna acción de mañana tú fueras especialmente
advertido: “El Señor te observará cuidadosamente, el Omnisciente fijará todos
Sus pensamientos en ti, y detectará tus motivos y escaneará tu espíritu, así
como pesará el acto mismo”. Si tuvieras una revelación así, ¿cómo actuarías?
Así deberías actuar en todo momento, pues es verdad siempre. “Tú eres Dios que
ve” es una exclamación para cada momento del día y de la noche. ¿Puedes poner
tu dedo sobre cualquier parte de la vida de Cristo y decir: “Él olvidó que el
Padre le contemplaba en este acto”? ¿No es la totalidad de la vida de Cristo un
cuadro tal que Dios mismo miró cada línea y tinte con infinita admiración? ¿No
has atravesado tú mismo la galería de la vida del Salvador, y haciendo una
pausa en cada cuadro y cada escena, has sido llenado de asombro y conducido a
exclamar: “Él ha hecho bien todas las cosas”? Cuando tu mente ha sido más
devota y más santa, ¿no has admirado más que nunca cada pequeño rasgo del
carácter de tu Salvador, cada característica separada de cada acción de su
vida, ya sea pública o privada? El Padre estaba siempre con Él, y Él hizo
siempre lo que le complacía. ¡Oh amados, quiera Dios que su obediencia fuera de
igual manera medida bajo la profunda conciencia de que el gran Dios está
vigilándolos en todo lo que hacen! Él te ha rodeado por detrás y por delante, y
ha puesto Su mano sobre ti. Si tomas las alas de la mañana y vuelas a los
confines del mar, allí está Él; aun la oscuridad no se esconde de Él. Todo lo
que has hecho ha sido ejecutado en la presencia de tu Padre celestial; ¿has
sentido esto? Ah, cuando deshonraste al Señor Jesús Él mismo estaba mirando:
Aquel a quien pertenecen esas manos perforadas oyeron tus cobardes palabras y
vieron tus actos traicioneros, y te contemplaron en sorprendida aflicción, Su
amigo, traicionándolo así. Cuando compartías con el mundo impío y eras uno de
ellos, Él estaba también allí, y ahora te muestra Sus heridas, y lleno de pena
exclama: “Estas son las heridas que recibí en tu casa, en la casa de mi amigo”.
Los golpes de los amigos golpean en un lugar delicado, sus heridas son las más
crueles que puedan recibirse, pues los enemigos perforan agudamente, pero los
amigos apuñalan con dagas envenenadas. Cuando nosotros acarreamos deshonra sobre Aquel a quien profesamos amar,
es deshonra en verdad. Oh, cuánto quedaría pendiente, y por otro lado cuánto
más de otro tipo de cosas sería ejecutado diligentemente, si verdaderamente
pusiéramos al Señor siempre delante de nosotros.
Sin embargo, todavía no hemos
expuesto completamente nuestro texto. Las palabras tienen que significar
también que hemos de poner al Señor delante de nosotros como la fuente de la cual hemos de derivar solaz y consuelo en cada
prueba. Jesús podía decir: “A Jehová he puesto siempre delante de mí”; pues
esto fue lo que hizo que sufriera pobreza y nunca se quejara; esto fue lo que
hizo que enfrentara injurias y esputos y sin embargo permaneciera callado con
maravillosa paciencia, como oveja delante de sus trasquiladores. Nunca se
escucha a nuestro Seño clamar hasta que el rostro de Su Padre es ocultado de
Él; entonces en verdad clama, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” Cuando, debido a Su posición como nuestra fianza, Dios mismo
retiró la manifestación de Su favor, entonces Sus dolores eran amargos y Su
aflicción era desbordante, pero ni ustedes ni yo tendremos que soportar alguna
vez algo parecido. Dios le desamparó para que no tuviera que desampararnos
jamás. Encontrarán siempre al Señor cerca en el día del conflicto, y por tanto,
si tienes alguna vez un Getsemaní, y la copa amarga no puede pasar de Ti
excepto que la bebas, pondrás al Señor delante de Ti, y en esa presencia
animante serás capaz de decir: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”, y
bebes pacientemente hasta las heces tu copa asignada. ¿Estás diciendo hoy:
“Cuánto desearía tener más de las comodidades de la vida, pero mis medios son
tristemente escasos, y yo estoy muy enfermo y con un espíritu decaído”? Tu
Salvador fue tentado en todos los puntos como lo eres tú, pero Él puso siempre
al Señor delante de Él, y por tanto estaba contento y decía: “Mi porción es
Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Las cuerdas me cayeron en
lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado”. Deja que todo lo
demás se vaya, hermano mío, pues si Dios está contigo, tú todavía serás
sustentado. Que los amigos mueran uno después de otro, y que los consuelos
terrenales se desvanezcan como hojas de otoño, pero si tú pones al Señor
siempre delante de ti hay tal plenitud de gozo en cada atributo de Dios, hay un
cielo tal en cada visión del rostro de Jesús, hay tal bienaventuranza
sobrecogedora en cada gota del amor eterno de Jehová, que no fallarás ni te
verás desanimado, sino que cantarás Sus alabanzas en los fuegos más fieros. A
ti te dirá: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu
Dios que te esfuerzo. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por
los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemará, ni la llama
arderá en ti”. La presencia de Dios hace que aun la muerte sea deleitable,
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo”. Así ven ustedes que poner al Señor siempre delante de
nosotros nos garantiza un suministro de una consolación incesante.
Sin embargo, adicionalmente,
estas palabras significan que hemos de
sostener perpetua comunión con Dios. Cuando Jesús dijo: “A Jehová he puesto siempre delante de mí”, quería decir que Él
estaba siempre en comunión con el Padre. Muy frecuentemente la comunión era
practicada en la oración, pues nuestro Señor, aunque es descrito como orando
mucho, sin duda oraba infinitamente más de lo que cualquier evangelista haya
registrado, pues Él estaba orando cuando nadie más lo sabía sino Él mismo y Su
Dios, cuando incluso Sus labios no se movían. Su oración pública, o la oración
que podía ser observada por otros, eran hechas manifiestas por causa de
nosotros que estábamos con Él, pero era sólo un brote en la superficie de la
grandiosa roca de oración que puso el cimiento de Su vida santa. Muy bien dijo
Él, cuando estaba junto a la tumba de Lázaro: “Yo sabía que siempre me oyes;
pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor”. Él estaba siempre en
conversación con el Padre, que en verdad era el único sobre quien podía apoyarse.
¿Qué consuelo podía recibir de Pedro y Santiago y Juan? Él era como un padre
con un número de hijitos alrededor suyo, que ni siquiera podían entender los
problemas de su padre, mucho menos sustentarlo bajo su peso. Como nuestro Señor
estaba siempre en sagrada comunión con Dios, tenía una gran aflicción al
contemplar el pecado de la humanidad, sabiendo como sabía cuán odioso era para
Dios. Él lamentaría delante de Su Padre el pecado del pueblo, y continuaría
intercediendo todavía, orando toda Su vida como oró al final, “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”. Así Él estaba en todo momento en la
más profunda sintonía con el Dios de amor.
Yo no dudo de que
nuestro Señor hablara a menudo con el Padre en la forma de alabanza, pues si
bien en una ocasión únicamente está registrado que se regocijó, con todo, sin
duda siempre se regocijaba en Dios. ¿Cómo podía hacerlo de otra manera Su
naturaleza que regocijándose en el Señor? Todo Su corazón y alma y mente
estaban alineados con la mente de Dios. Por supuesto que ahora estoy hablando
de Él como hombre, y como hombre Su corazón estaba en perfecta armonía con el
corazón de Dios, no había en Él nada contrario a la voluntad y al designio del
Padre, pero Su naturaleza humana entera fue llevada en un curso paralelo con la
mente del Altísimo, y por esto es que siempre tenía paz.
Oh, hermanos y hermanas,
que Dios nos conceda gracia para tener comunión constantemente con Él. La
oración no debía ser un asunto de las mañanas y de las noches solamente, sino
que todo el día nuestro espíritu debería tener comunión con Dios. Padre, Tú
estás tan cerca de nosotros, y sin embargo, cuán lentos somos para hablarte.
Enséñanos a nosotros, Tus hijos, a estar hablando siempre contigo, de manera
que mientras caminamos en la tierra nuestra conversación pueda ser en el cielo.
Que el Señor nos conceda tener un santo intercambio con el cielo, oyendo lo que
Dios el Señor dirá y hablándole en respuesta. A nosotros nos corresponde oír
las palabras del libro inspirado, y considerar las moniciones del clemente
Espíritu, y luego que nuestro espíritu a su vez hable con Dios, y le dé a
conocer sus peticiones. Yo espero que estén alcanzando esto por la unción
divina del Espíritu Santo. Pues este es el grandioso secreto, el seguro
cimiento de una vida feliz. La perpetua comunión con Dios es el estado más
excelso de gozo que puede ser conocido en la tierra. Aprendan a decir
verdaderamente: “A Jehová he puesto delante de mí”, y tienen el secreto del
Señor.
Algo más sobre este
punto, queridos amigos. Si hemos de ser felices, tenemos que seguir esta vida de cercanía con Dios debido a nuestro
deleite en ella, y por el gozo que sentimos en ella. En verdad, una vida
así no puede ser vivida de ninguna otra manera. El mero deber y la ley no
pueden operar aquí. Si alguno dijera: “¡Qué terrible asunto ha de ser esta
comunión con Dios! ¡Cuán aburrido ha
de ser este caminar continuo con Dios!” Entonces yo replico: tu plática te
delata, no captas las primeras cosas esenciales de una vida así, ni tampoco
puedes siquiera adivinar lo que significa. En verdad, yo no te estoy hablando
del todo, sería inútil imponer un tema así en ti. Excúsame, tú no sabes nada de
la vida espiritual, nada de lo que es ser un hijo de Dios, o de lo contrario no
despreciarías la comunión. Tienes que nacer de nuevo, y mientras no nazcas de
nuevo tales exhortaciones como las que estoy dando no se aplican a ti del todo.
Algún mero profesante pregunta burlonamente: “¿Qué, hemos de vivir siempre para
la gloria de Dios, y no hemos de hacer nada que no le dé la gloria? Esto es
establecer reglas muy estrictas, y hacer que el camino al cielo sea muy angosto
en verdad”. ¿Así lo crees, amigo? Entonces te diré claramente mi solemne
sospecha acerca de ti: yo estoy persuadido de que no conoces al Señor, pues si
le conocieras, el camino de la santidad sería tu deleite, y no pedirías
licencia para pecar. Yo puedo entender que caigas en pecado, pero no puedo
entender que encuentres placer en ello si eres un cristiano real. Los placeres
del mundo son para un verdadero creyente como las algarrobas que comen los
cerdos; y si encuentras que son un buen alimento para tu alma entonces
seguramente no eres Suyo: los cerdos pueden estar satisfechos con la comida de
los cerdos, pues la providencia la destinó para ellos, pero el hijo de Dios,
aun cuando es un pródigo, no puede estar satisfecho así; de buena gana llenaría
su vientre con las algarrobas, pero es imposible que esté satisfecho de esa
manera. Yo estoy seguro que si eres del Señor considerarás vivir cerca de Dios
y deleitarte en Él, no como una severa tarea, o como un aburrimiento, sino un
lujo y un privilegio deleitable por el que tu alma tiene hambre y sed. Dirás
con David: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios?” Para ti el lugar más selecto es el que está más
cerca de tu Señor, aunque pudiera estar en el polvo del desprecio, o en el
horno de la aflicción. Es tu ambición ser subyugado por el Señor Jesús para Sí
de manera sumamente completa, y luego ser a partir de ahora el lugar de Su
morada, el instrumento para Su uso, y lo mejor de todo, el objeto de Su amor.
Yo quisiera morar en la casa del Señor para siempre, como un hijo en su casa,
considerando el mundo presente como un piso inferior de esa casa, y el cielo en
lo alto como el piso superior de la misma residencia. La presencia de Dios es
nuestra bienaventuranza.
Ahora, ¿hay algo
respecto a la vida de nuestro Señor que pareciera estar bajo libertad limitada,
o siendo compelido a actuar de otra manera de como lo habría deseado? ¿Puedes
sospechar en toda Su carrera de que en algún momento actuó en contra de Su
inclinación? ¿Fue su vida constreñida y artificial? ¿Caminaba como un hombre
encadenado? ¿Vivía como uno presionado a entrar en el ejército de los justos,
como alguien al que se le negaban placeres que habrían sido su elección, y como
uno forzado a formas de piedad que eran desagradables para Él? Para nada.
Cristo es un hombre libre, viviendo desde Su yo más íntimo, siguiendo los
mejores deseos de Su corazón. Pueden ver que dondequiera que está actúa de
acuerdo con Su naturaleza, y es tan libre en lo que hace como los peces son
libres en el mar, o las aves en el aire. Ahora, tal es el cristiano en este
asunto de poner al Señor siempre delante de Él. Él actúa no por constricción
sino voluntariamente, pues el Señor le ha dado una naturaleza que se deleita en
eso en que Dios se deleita. No dice: “Ay de mí, estoy enjaulado como un pájaro;
mi vida es tan precisa y puritana que estoy cansado de ella”. “No”, -dice él-
“si yo tuviera estos gozos mundanos, y pudiera entregarme a ellos, no hay nada
en ellos que me agrade. Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Otros están
diciendo: ‘¿Quién nos mostrará el bien?’ Pero mi única petición es: ‘Alza sobre
nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro”. Dice: “Que otros hagan como les
plazca, pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. El cristiano nunca es tan libre
como cuando más está bajo la ley de Cristo, nunca es tanto él mismo como cuando
se niega a sí mismo, y nunca está tan deleitado como cuando se deleita en el
Señor, y vive sólo para la gloria de Dios. Ahora, si ese fuera el caso contigo,
amado hermano, has aprendido el secreto del gozo.
El texto puede ser leído
así en el hebreo: “A Jehová he puesto igualmente
delante de mí”, esto es, igualmente: en todo momento. Él habla de las
solitarias vigilias de la noche, y luego su corazón le instruyó, pues estaba
con Dios. En la mañana exclama: “Despierto, y aún estoy contigo”. Hemos de
tener al Señor igualmente delante de nosotros bajo todas las circunstancias: en
nuestras actividades comerciales así como en las reuniones de oración y en la
escucha de sermones; en épocas de recreación así como en horas de devoción, en
el día de salud así como en la hora de la muerte. Si rompes la cadena de
comunión yendo donde no puedes esperar tener la presencia del Señor, o hacer lo
que el Señor no puede sancionar, el vínculo roto puede ser restaurado, pero
siempre mostrará los remaches. Pudieras perder tu rollo como Cristiano en el
árbol, y puedes regresar y encontrarlo, pero es muy duro regresar al mismo
terreno, y después de regresar es difícil retomar la senda que prosigue. La
parte más dura del camino al cielo es la que tiene que ser atravesada tres
veces: una vez cuando la recorres al principio, una segunda vez cuando tienes
que regresar con llanto para encontrar tus evidencias perdidas, y luego de
nuevo cuando tienes que compensar el tiempo perdido. La rebelión causa
infelicidad, pero permanecer con Dios crea paz como un río que sigue fluyendo
en un torrente largamente continuado. Queridos amigos, he aquí el método de una
vida bienaventurada: pruébalo y el resultado es seguro.
II. Voy
a hablar muy brevemente sobre el segundo encabezado. La segunda parte del
secreto sigue a la primera, que es, CONFIAR SIEMPRE EN
David dice, y Cristo
dice por medio de David: “No seré conmovido”, esto es, primero, no seré conmovido con ningún remordimiento o
lamentación en cuanto al pasado. Ah, hermanos, si hemos puesto al Señor
siempre delante de nosotros, podemos sentarnos y meditar sobre nuestro curso de
acción, y tiene mucho sobre lo cual reflexionar. El hombre que sabe que ha
vivido como a los ojos de Dios no tendrá que desear no haber nacido nunca: por
el contrario, bendecirá al Señor en todo momento por todo lo que le sucede.
Cristo tenía muchas aflicciones, pero nada de qué arrepentirse. ¡Qué vida fue
la suya! Nunca tuvo que volver la mirada sobre ningún acto y arrepentirse de
él. Todo lo hacía con Dios delante de Él, y no era conmovido. Una dama le dijo
una vez a un ministro que ella estaba asistiendo al teatro, y le comentó: “Hay
tantos placeres conectados con ver una obra de teatro; está el placer de la
anticipación antes de ir, está el placer de disfrutarlo cuando estás allí, y
está el tercer placer de reflexionar al respecto posteriormente”. El buen
hombre replicó: “Ah, señora, hay otro placer que no ha mencionado, y es el
consuelo que le proporcionará en su lecho de muerte”. La ironía era bien
merecida. Puedo mencionar esto como siendo la mayor recomendación de poner al
Señor delante de ti, que da para reflexionar y producir consuelo en medio de la
enfermedad y la muerte. Si por gracia divina eres capaz de vivir una vida de
comunión inquebrantada con Dios, constantemente teniendo un ojo en Su
presencia, no tendrás que lamentar por una vida malgastada. Tu mirada
retrospectiva estará llena de placer: en cuanto al pecado, ya está cubierto por
la sangre de Cristo, y además de eso habrías sido guardado de mil trampas al
tener el temor de Dios siempre delante de tus ojos; y así al revisar el pasado
no serás conmovido por un amargo remordimiento. Podríamos tener que lamentar en
el futuro muchas cosas que hacemos ahora aunque pensamos que estamos actuando
muy sabiamente y bien, pero si el Señor está siempre delante de nosotros,
nuestros pasos estarán establecidos, porque son ordenados por el Señor. Aun si
cometes un error en cuanto a la política, serás consolado por el conocimiento
que fue una falla de tu juicio, y no de tu corazón, si en verdad deseabas
solamente servir al Señor.
Amados, es bueno que
vivamos cerca de Dios, para que no seamos conmovidos
en nuestra consistencia en el camino de la verdadera religión. Hay muchos
profesantes cuyas vidas son espasmódicas; están caminando con Dios según una manera
hoy, pero pronto se desvían a sendas torcidas; entonces comienzan de nuevo,
pero más bien pronto comienzan a apartarse como a otra senda torcida; como
Rubén, impetuoso como las aguas, no serás el principal. En la vida de nuestro
Señor no hay interrupción, es una armonía continua. Las unidades son observadas
en Su grandiosa carrera, es como su túnica, la cual era sin costura, de un solo
tejido de arriba abajo. Ahora, hermano, si pones siempre al Señor delante de
ti, no serás conmovido, sino que tu senda será como la del sol en los cielos,
subiendo desde el amanecer hasta el mediodía.
Poner al Señor delante
de nosotros impide que seamos movidos por el terror. Se dice del creyente: “No
tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová”. El
creyente no es movido por un miedo tambaleante. Un gran problema está por
ocurrirle, pero ha puesto al Señor delante de él, y no es abatido. Si como
Jesús mismo es influenciado momentáneamente por una gran aflicción, con todo,
dice: “En el día que temo, yo en ti confío”, y cuando ora es escuchado en lo
que temía.
Un hombre así no es conmovido por la tentación como para ser
arrastrado a un pecado sorpresivo. Si siempre pongo al Señor delante de mí
no seré arrastrado por una súbita tentación. Es cuando tienes baja la guardia
que viene el pecado, y caes. Hablas desaconsejablemente, te llenas de ira,
haces tristes estragos en tu vida cristiana, y todo porque tu ojo no estaba
enfocado en el Señor. Si hubieras sabido que la tribulación venía en camino,
habrías estado protegido contra ella; y si hubieras puesto al Señor siempre
delante de ti, habrías estado preparado para el mundo, la carne, y el demonio,
y habrías sido escudado de cada dardo de fuego del maligno. Moremos en Dios, y
Él será una pared de fuego en torno nuestro. Él nos guardará cada momento, para
que nadie nos haga daño: Él nos guardará noche y día.
Así no serás conmovido como para fallar al final. Todos
tienen que haber sentido el miedo no sea que después de todo al final de la
vida resultara que no eres salvo. ¿No han sentido miedo de haberse engañado a
ustedes mismos, y que no fueran convertidos cuando pensaban que lo eran? ¿Qué
pasaría si resultara ser así? ¿Qué harás cuando la burbuja de la falsa
esperanza se rompa? Ah, pero si pones al Señor siempre delante de ti, no serás
conmovido por ese miedo, pues sabrás que tu Redentor vive; tendrás tal conciencia
de la presencia divina que entregarás a Dios tu espíritu que parte como a un
fiel Creador. No tendrás miedo de morir, pues como dijo Jesús: “Mi carne
también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni
permitirás que tu santo vea corrupción”, así que dirás: “Mi carne también
reposará confiadamente porque no dejarás mi alma en el infierno, y aunque veo
corrupción en cuanto a mi cuerpo, con todo resucitaré en incorrupción a
semejanza de mi Señor, pues yo sé que mi redentor vive, y aunque los gusanos de
la piel destruyan este cuerpo, en mi carne veré a Dios, a quien contemplaré por
mí mismo, y no otro”. Oh, el gozo de permanecer así en Dios y confiando en Su
poder presente, teniendo al Señor a tu diestra y luego permaneciendo en la
apacible seguridad de que no puedes ser conmovido.
Sólo cuatro cosas y
habré concluido. Primero, para aquellos de ustedes que son infelices. Algunos
de ustedes no forman parte del pueblo cristiano, sino que son completamente del
mundo. No eres feliz, y sin embargo, me atrevo a decir que tienes una gran
cantidad de cosas para hacerte feliz. Estás colocado en apacibles circunstancias,
donde puedes disfrutar todo cuanto quieras. La cosa más triste en el mundo para
disfrutar eres tú mismo. Yo puedo disfrutar a otras personas mejor de lo que me
disfruto a mí mismo: disfrutarte a ti mismo necesita un apetito muy depravado,
pues el egoísmo es sórdido, y, como la serpiente, tiene asignado el polvo como
su alimento. Si piensan que encontrarán placer en la mundanalidad, quisiera que
recordaran a uno que probó ese método muy exhaustivamente, me refiero a Salomón,
en la antigüedad, que tenía toda la riqueza que un corazón pudiera desear, y
toda la sabiduría que un cerebro pudiera contener, y sin embargo, era a la vez pobre
y necio. Él exploró el mundo de arriba abajo en busca de gozo, pero no lo
encontró. En una época entregó todos sus pensamientos a la arquitectura, y
construyó espléndidos palacios, y después de haberlos edificado dijo: “Vanidad
de vanidades, todo es vanidad”. Se entregó a sus libros y estudió muy duro,
pero después de haberlos examinado por largo tiempo, dijo: “No hay fin de hacer
muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne”. Trató de cantarle a
los hombres y cantarle a las mujeres, y a los peculiares deleites de los reyes,
pero cuando había disfrutado de esta manera al máximo de las posibilidades de
la naturaleza humana, dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Plantó
jardines, y diseñó canales de agua, y practicó la ingeniería; se inclinó un
tiempo a los placeres de un necio, y pronto estaba ávido en las actividades más
nobles de un sabio; algunas veces estaba sobrio con la ciencia, y en otros
momentos estaba excitado por la risa, probó todo, y encontró que todo gozo
terrenal es tan engañoso como las manzanas de Sodoma, que son hermosas a la
vista, pero que se vuelven cenizas en la mano. Nada debajo de los cielos y nada
por encima de los cielos puede hacer a cualquier hombre feliz, aparte de Dios, por
mucho que escudriñes. Aparte de Dios puedes hacer un infierno, pero no puedes
hacer un cielo, hagas lo que hagas. Oh, yo te suplico, hombre infeliz, si te
has cansado del mundo y estás enfermo de todo, si te estás marchitando aunque
no tengas cuarenta años de edad, recuerda que hay un lugar donde tu hoja
marchita y amarilla puede hacerse reverdecer. Si pones al Señor siempre delante
de ti, tú encontrarás paz en Él.
Y, a continuación, me
pudiera estar dirigiendo a algunos que se consideran perfectamente felices en
el mundo. Yo confieso que no los envidio, pero todavía me gusta oírte cantar tu
canción, y contar la historia de qué bienaventuranza suministra el mundo.
¡Adviertes sobre qué frágiles pilares este hermoso palacio tuyo es erigido!
Estás sano, eso está en la base de todo, tu estructura corporal está bien, y tú
eres feliz. Pero supón que cayeras enfermo. O supón que esos cuantos cabellos
grises pronto se multiplicaran, ¿dónde estará tu júbilo? O si tu riqueza tomara
alas y volara lejos, ¿qué pues? O si vienes delante del Señor en juicio ¿qué
pues? Oh, señor, este frágil cimiento se va; no es adecuado descansar tus
eternas esperanzas sobre él. Eres como un niñito edificando su pequeña casa de
arena junto al mar; la marea viene subiendo; ¡oh, niño, deja tu arena y huye de
las olas! Hay una roca sobre la que
puedes construir con piedras sólidas una casa eterna, un palacio de felicidad
que no se disolverá nunca. ¡Vete para allá!
Ahora, ustedes, pueblo
cristiano, si alguno de ustedes es infeliz, yo desearía poder predicarle a
partir de allí recordándole este texto, pero como no puedo, lo dejo en las
manos del Espíritu Santo. Si te acercas a Dios serás tan feliz como los días
son largos en mitad del verano, tus dudas y miedos huirán, y serás tan dichoso
como las aves del aire.
Y ustedes, cristianos
felices, ustedes del ojo brillante y del paso elástico, podrían ser más felices
todavía acercándose más a Dios y permaneciendo en más plena comunión con Él; y
aunque tú ya estás cantando,
“Cuán feliz es la porción del peregrino”,
Serás todavía más
bendecido si te vuelves más obediente, más sumiso a la voluntad divina, si
estás más en sintonía con Jesús, y más permanentemente en comunión con el
Padre. Esto es el cielo abajo: que Dios se los conceda por causa de Cristo.
Amén.
Porción de
Traductor: Allan Román
23/Octubre/2014
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