El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
El Uso Preciso de la Palabra de Verdad


NO. 1217

Sermón predicado la noche del Dominho 27 de Diciembre del 1874

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

"Que usa bien la Palabra de Verdad." -- 2 Timoteo 2:15

Sermones
TIMOTEO tenía que usar con precisión la Palabra de Dios. Todo ministro cristiano debe hacerlo, si quiere dar una prueba contundente de su ministerio, y si quiere estar limpio de la sangre de sus oyentes en el último gran día. En los veinte años que hemos estado imprimiendo mis sermones, puedo decir honestamente que este ha sido mi propósito: usar precisamente la Palabra de Verdad. Cuando he tenido éxito, engrandezco el nombre del Señor. Cuando he fallado lamento mi falla. Y ahora, una vez más, lo intentaremos de nuevo, y que Dios el Espíritu Santo, sin cuyo poder nada se puede hacer correctamente, nos ayude a usar con precisión la Palabra de Verdad.

La expresión es muy notable porque conlleva muchos matices de significado. No creo que ninguna de las figuras con las que voy a ilustrarla será forzada, pues han sido sacadas del texto por expositores bíblicos muy eminentes, y pueden considerarse justamente como comentarios honestos, aun cuando puedan ser objetados a veces como correctas interpretaciones del texto.

"Que usa bien la palabra de verdad" dice nuestra versión bíblica, pero vamos a considerar por un momento otras traducciones. Timoteo no debía ni mutilar, ni torcer, ni torturar, ni hacer pedazos la Palabra de Dios, ni mantenerse fuera de ella, como lo hacen quienes nunca tocan el alma de un texto. Debía usarla con precisión, como quien es enseñado por Dios para enseñar a otros.

I. La versión Vulgata traduce (con un grado de exactitud considerable) "MANEJANDO con precisión la palabra de verdad." ¿Cuál es la forma precisa, entonces, de manejar la Palabra de verdad? Es como una espada, y no fue hecha para jugar con ella. Así no se maneja con precisión el Evangelio. Debe ser usada con denuedo y debe dar en el blanco. ¿Amigos míos, se han convertido ustedes? ¿Creen en Jesucristo? ¿Son o no salvos? Las espadas están hechas para cortar y hacer tajos, herir y matar, y la Palabra de Dios debe herir a los hombres en el corazón y matar sus pecados.

La Palabra de Dios no ha sido confiada a los ministros de Dios para que diviertan a los hombres con su brillo, ni para encantarlos con las joyas de su empuñadura, sino para conquistar sus almas para Jesús. Recuerden, amados oyentes, que si el predicador no los conduce a esto: que sean convertidos, él sólo sabrá la razón por qué no lo hace. Si no los lleva al punto en que ustedes voluntariamente rechacen, o alegremente acepten a Cristo, él no ha aprendido todavía cómo manejar con precisión la gran "espada del Espíritu, que es la palabra de Dios." Ahora, entonces, ¿dónde se encuentran personalmente ustedes en este momento? ¿Son incrédulos, sobre quienes habita la ira de Dios, o son creyentes a quienes se puede aplicar esa Palabra llena de gracia, "de cierto, de cierto les digo, quien cree en Mí tiene vida eterna"? ¡Oh, que el Señor hiciera que Su Palabra que todo lo discierne, circulara por todo este lugar y golpeara en cada conciencia y desnudara cada corazón con su poderosa fuerza!

El que maneja con precisión la Palabra de Dios nunca la usará para defender a los hombres en sus pecados, sino para matar sus pecados. Si aquí hay un cristiano profesante que vive en pecado conocido, me da mucha pena por él. Y, si allí hay hombre no cristiano que vive en pecado, que su conciencia le reconvenga. ¿Qué va a hacer él en aquel día cuando Cristo venga a juzgar los corazones de los hombres, y los libros sean abiertos y cada pensamiento sea leído ante todo un universo congregado?

Deseo manejar la Palabra de Dios de manera que ningún hombre pueda hallar jamás una excusa en mi ministerio para vivir sin Cristo y para vivir en pecado, sino que pueda conocer claramente que el pecado es un mal mortal y que la incredulidad es la destructora segura del alma. Quien hunde la Palabra con precisión en las propias entrañas del pecado, como una espada de dos filos, ése ha aprendido a usarla.

El evangelio nunca debe ser usado para asustar a los pecadores frente Cristo. Creo que a veces se maneja así. Hay personas que ruedan doctrinas sublimes como si fueran rocas en el camino del pecador y establecen oscuras experiencias como un estándar de horror que debe ser alcanzado, antes que un hombre pueda creer en Jesús. Pero manejar con precisión la Palabra de Vida es para atemorizar a los hombres y llevarlos hacia Cristo, y no para alejarlos de Él.

Sí, atraerlos a Él, por la dulce seguridad que no rechazará a nadie que a Él venga. Que Él no pide que ellos se preparen, sino que si vienen de inmediato, tal como son, Él los recibirá con certeza. ¿No he manejado así la Palabra de verdad, cientos de veces en esta casa? ¿No ha sido acaso un gran imán para atraer pecadores? Como un imán tiene dos polos, y con uno de ellos repele, así, sin duda, la verdad de Dios repele al corazón prejuiciado y rebelde, y así es olor de muerte para muerte. Pero nuestro objetivo es manejarla de manera que el polo que atrae sea el que se active, a través del poder del Espíritu de Dios, y los hombres puedan ser atraídos a Cristo.

Además, si manejamos con precisión la Palabra de Dios, no la predicaremos para colocar a los cristianos en un estado de adormecimiento. Eso es fácil de lograr. Podemos predicar las consolaciones del Evangelio hasta que cada persona que profesa, diga: "estoy lo suficientemente seguro, no hay necesidad de estar en guardia, no hay necesidad de pelear, no hay necesidad de esforzarse de ninguna manera. He peleado mi batalla, ya obtuve la victoria, no tengo más que cruzar mis brazos e irme a dormir."

No, no, señores. Así no es la forma que manejamos la Palabra de Dios, sino que nuestro grito es: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Velad y orad, para que no entréis en tentación. No consideren ustedes que han alcanzado la perfección, sino olviden las cosas del pasado, y vayan hacia lo que tienen enfrente, siempre mirando a Jesús." Esto es manejar correctamente la Palabra de Dios.

Y oh, amados hermanos, hay algo que temo más que cualquiera otra cosa, que maneje la Palabra de Dios de manera de persuadir a algunos de ustedes que son salvos cuando no lo son. Juntar a un gran número de personas que profesan es una cosa; pero tener un gran número de verdaderos santos edificados conjuntamente en Cristo es algo completamente diferente.

Levantar un remolino de excitación e influenciar a la gente de esa manera de tal forma que llega a pensar con toda seguridad que ha sido verdaderamente convertida, ha sido realizado muchas veces. Pero esa burbuja ha estallado muy pronto. El globo se ha llenado hasta que ha explotado. Que Dios nos libre de eso. Queremos una obra segura, duradera, una obra de la divina gracia en el corazón.

Si no eres un convertido, te ruego que no pretendas que lo eres. Si no has conocido lo que es ser humillado hasta el punto de ver tu propia nada y luego ser edificado por el poder del Espíritu en Cristo como el único fundamento, oh, recuerden que lo que está construido sobre arena movediza se caerá estrepitosamente en la hora del juicio! No estén satisfechos con nada que no sea un fundamento profundo, corten en la roca sólida de la obra de Jesucristo. Pidan una santidad real y viva, pues ninguna otra cosa les servirá en el gran día final.

Ahora pues, ésta es la manera de manejar con precisión la Palabra de Dios: usarla para empujar hasta el fondo la verdad en el corazón de los hombres, para su conversión, usarla para derribar sus pecados, usarla para atraer a los hombres a Cristo, usarla para despertar a los pecadores, y usarla para producir, no una simple profesión de fe, sino un trabajo de gracia real en los corazones de los hombres. Que el Espíritu Santo enseñe a todos los ministros de Cristo a manejar de esta manera la espada de dos filos del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

II. Pero ahora, en segundo lugar, mi texto tiene otro significado. Tiene una idea en él que solo la puedo expresar por medio de una figura. "Dividir en forma correcta o CORTAR EN LÍNEA RECTA. Un labrador está aquí con su arado y labra a lo largo de una parte del campo hasta la otra, haciendo un surco recto. Así Pablo quería que Timoteo hiciera un surco recto a través de la Palabra de Verdad. Yo creo que no hay predicación que Dios acepte sino aquella que va decididamente a través de toda la línea de la Verdad de extremo a extremo, y que sea completa, honesta y directa. Así como la verdad de Dios es una línea recta, así debe ser nuestro manejo de la verdad, claro y honesto, sin cambios ni trucos.

Hay dos o tres surcos en los que he trabajado duro. Uno de ellos es el de la gracia inmerecida. "La salvación es del Señor," Él la inicia, la continúa y la completa. La salvación no es del hombre, ni por el hombre, sino únicamente por gracia. Gracia en la elección, gracia en la redención, gracia en el llamamiento eficaz, gracia en la perseverancia final, gracia en el otorgamiento de la perfección de la gloria; todo es gracia de principio a fin. Si en cualquier momento decimos algo que sea realmente contrario a este claro testimonio, que la salvación es por gracia, no vayan a creernos. Este surco debe ser abierto claramente, sencillamente y más allá de toda equivocación. Pecador, tú no puedes ser salvado por ningún mérito, penitencia, preparación, o sentimiento que sean tuyos. Únicamente el Señor puede salvarte como una obra de misericordia gratis, no porque tú lo merezcas, sino porque Él quiere hacer esa obra para magnificar su abundante amor. Ese es el surco recto de la Palabra.

Nos empeñamos siempre en abrir un surco recto sobre la cuestión de la depravación humana: predicar que el hombre está caído, que cada parte y pasión de su naturaleza está pervertida, que se ha extraviado completamente, que está enfermo desde la coronilla de su cabeza hasta la planta de sus pies, sí, que está muerto en transgresiones y pecados, y corrupto ante Dios. "No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno."

He observado que algunos predicadores labran su surco muy torcidamente, pues dicen, "Hay todavía algunos puntos muy buenos acerca del hombre y muchas cosas que valen la pena en él, que sólo necesitan desarrollo y educación." Pueden haber leído, en la historia de la época de Mr. Whitfield, qué alboroto se armó porque alguna vez dijo que el hombre era medio bestia y medio diablo. No creo que nunca haya estado más cerca de la verdad que cuando dijo esto, tan sólo les pido perdón a las bestias, pues una bestia difícilmente llegaría a ser tan mala y vil como se torna la naturaleza humana cuando se le deja desarrollarse completamente por ella misma.

¡Oh, orgullo de la naturaleza humana, aramos directamente sobre ti! La hierba mala permanece en tu campo y debe cortarse desde las raíces, tus cizañas sonríen como flores bellas, pero el arado debe ir completamente a través de ellas hasta que toda la belleza humana se muestre como una Jezabel pintada, y toda la gloria humana como una burbuja que explota. Dios es todo, el hombre no es nada. Dios en su gracia salva al hombre, pero el hombre por su pecado se arruina totalmente hasta que se interpone la gracia de Dios. Quiero arar otro surco recto aquí.

Otro surco recto es el de la fe. Somos enviados para decirles a los hombres que quien cree y es bautizado es salvo, y nuestro deber es exponerlo así: "La salvación no es por obras", las obras no son el surco, ni por oraciones, ese no es el surco, ni por sentimientos, ese no es el surco del Evangelio: ni por preparaciones y enmiendas y reformas, sino por la fe en Jesucristo. El que cree en Él no es condenado. Así como comenzamos la vida nueva por la fe, debemos permanecer en ella por la fe. No somos salvos por la fe hasta un determinado punto para luego confiar en nosotros mismos. Habiendo comenzado en el Evangelio no debemos ser perfeccionados por la Ley. "El justo por la fe vivirá." Vivimos por la fe al entrar en la puerta estrecha y vivimos por la fe hasta que llegamos a nuestro descanso eterno.

¡Creed! Ese es el grandioso precepto del Evangelio y confiamos que nunca nos hemos salido de este surco, sino que hemos tratado de arar rectamente a través del campo del Evangelio de un extremo al otro, clamando, "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más."

Otro surco que a ciertas personas no les gusta mucho arar, pero que debe marcarse claramente si un hombre es un labrador honesto para Dios, es el del arrepentimiento. Pecador, tú y tus pecados deben separarse. Has estado casado con ellos por mucho tiempo y han tenido juntos mucha alegría, tal vez, pero se deben separar. Tú y tus pecados deben desunirse, o tú y tu Dios nunca se unirán. No puedes conservar ni un pecado. Todos deben abandonarse. Todos deben ser sacados como lo fueron los reyes cananitas de su cueva y ser colgados de frente al sol. Ni siquiera el más amado puede librarse, debes abandonarlos, repudiarlos, aborrecerlos y pedirle al Señor que te ayude a derrotarlos. ¿No sabes que el surco del arrepentimiento corre a través de toda la vida del cristiano? Peca, y se arrepiente de su pecado. El hijo de Dios no puede amar el pecado; debe aborrecerlo mientras vea rastros de él en existencia.

Hay el surco de la santidad, ese es el siguiente punto que toma el labrador. "La santidad, sin la cual nadie verá al Señor." Hemos predicado la salvación por gracia, pero no predicamos la salvación para aquellos que continúan en el pecado. Los hijos de Dios son un pueblo santo, lavado, purificado, santificado y hecho celoso de buenas obras. Quien habla acerca de la fe, y no tiene obras que prueben que su fe es una fe viva, se miente a sí mismo y miente ante Dios. Es la fe la que nos salva, no las obras, pero la fe que salva siempre produce obras: renueva al corazón, cambia el carácter, tiene influencia sobre los motivos y es el instrumento en la mano de Dios para hacer del hombre una nueva criatura en Jesucristo. Nada se equivoquen en esto, señores, pueden ser bautizados y rebautizados, pueden asistir a los sacramentos, o pueden creer en un credo ortodoxo, pero serán condenados si viven en pecado.

Te puedes convertir en un diácono, o en un anciano, o en un ministro, si te atreves a ello, pero no hay salvación para ningún hombre que todavía abriga a sus pecados. "Porque la paga del pecado es muerte", muerte para quienes profesan así como para quienes no profesan la fe. Si acarician sus pecados en secreto, Dios revelará esos pecados en público, y los condenará de acuerdo a la estricta justicia de Su Ley.

Estos son los surcos que hemos tratado de arar: profundos, bien definidos y rectos. Oh, que Dios los arara, Él mismo, en los corazones de todos ustedes, para que pudieran conocer por experiencia cómo se divide correctamente la verdad.

III. Hay un tercer significado en el texto. "Que usa bien la palabra de verdad" es, como algunos piensan, una expresión tomada de los sacerdotes en el momento que partían los sacrificios. Cuando tenían un cordero o una oveja, un carnero o un buey para ofrecerlos en sacrificio, después de haberlo matado, era cortado en pedazos, cuidadosa y adecuadamente. Y se requiere de mucha habilidad para encontrar la ubicación de las articulaciones para cortar al animal con discreción. Ahora pues, la Palabra de verdad debe cortarse en porciones con sabiduría, no debe ser cortada a tajos o desgarrada como lo haría una bestia salvaje, sino que debe ser dividida con precisión.

Debe haber DISCERNIMIENTO Y ANÁLISIS. Una buena parte de los deberes de un ministro consiste en que debe ser capaz de hacer una disección del Evangelio: colocar una pieza aquí y otra allá, y predicarlo con claridad, precisión y discernimiento. Todo ministro del Evangelio debe hacer una división entre el pacto de obras y el pacto de gracia. Ese es un punto muy sutil, y muchos fallan en discernirlo bien; pero siempre debe conservarse esa distinción de manera muy clara, pues de lo contrario se hace un gran daño. Y se crea una confusión mayor al no distinguir entre gracia y ley. Está el pacto de obras: "Haz esto, y vivirás," pero su voz no es la del pacto de gracia que dice, "escucha y tu alma vivirá." "Tú lo harás, pues Yo voy a hacerlo": ese es el pacto de gracia.

Es un pacto de promesa pura sin las impurezas de términos y condiciones. He oído que algunas personas dicen lo siguiente: "Los creyentes serán salvos, si a partir de este momento son fieles a la gracia otorgada." Eso tiene un sabor al pacto de obras. "Dios te amará" (dice otro) "si tú-." Ah, en el momento que se introduce un "si", se trata del pacto de obras, y el Evangelio se ha evaporado. Más pronto se mezclarán el agua y el aceite que el mérito y la gracia. Cuando ustedes encuentren el pacto de obras en cualquier parte, ¿qué harán con él? Pues hagan lo que hizo Abraham y lo que Sara exigió, "Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo."

Si eres hijo de la promesa de la gracia inmerecida, no permitas que la Agar y el Ismael de la servidumbre legal y de la esperanza carnal vivan en tu casa. Fuera con ellos; no tienes nada que hacer con ellos. Deja que la ley y el Evangelio tengan sus lugares adecuados. La ley es la maestra para traernos hacia Cristo, pero cuando hemos llegado a Cristo ya no estamos bajo la maestra. Que el principio de la ley siga su camino obrando la convicción en los pecadores y destruyendo sus esperanzas infundadas, pero permanezcan en Jesucristo una vez que lo han recibido.

Si van a ser salvos por obras entonces no es por gracia, de lo contrario, las obras no son ya obras. Y si son salvos por gracia, entonces no es por mérito humano, de lo contrario la gracia ya no es gracia. Se debe ser absolutamente claro en esto, que es de la mayor importancia, pues muchas almas han naufragado en las rocas de la legalidad.

Necesitamos, también, conservar una clara distinción entre los esfuerzos de la naturaleza y la obra de gracia. Es digno de elogio que los hombres hagan todo lo posible para ser mejores, y todo lo que hace que la gente sea más sobria, más honesta, más frugal, mejores ciudadanos, mejores esposos, mejores esposas, es algo muy bueno. Pero eso es la naturaleza y no la gracia. La reforma no es la regeneración. "Os es necesario nacer de nuevo" es válido todavía tanto para los buenos como para los malos. Ser hechos una criatura nueva en Jesucristo es tan necesario para quienes son morales como para los depravados, pues cuando la carne ha hecho lo mejor "lo que es nacido de la carne, carne es" y entonces los hombres deben nacer del Espíritu o no pueden entender cosas espirituales, ni entrar en el cielo.

Siempre he intentado mantener esta distinción y confío que nadie de ustedes confunda jamás los esfuerzos de la naturaleza con las obras de la gracia divina. Hagan lo que puedan en lo referente a la reforma humana, pues se deben fomentar todas las cosas que son honestas y de buena reputación, pero sin embargo, nunca coloquen el plan más filantrópico, o el sistema de más elevación en lugar de la obra de la gracia Soberana, pues, si lo hacen, harán diez veces más daño que el bien que pudieran realizar. Debemos dividir con precisión la Palabra de verdad.

También, siempre es bueno los cristianos sean capaces de distinguir entre una verdad y otra. Que el cuchillo penetre entre las articulaciones de la obra de Cristo por nosotros y la obra del Espíritu Santo en nosotros. La justificación, mediante la cual la justicia de Cristo nos es imputada a nosotros, es una bendición. La santificación mediante la cual nosotros mismos somos hechos justos, es otra bendición. He sabido que algunos describen la santificación como una suerte de cimiento, o cuando menos un apoyo para la obra de justificación.

Ahora bien, ningún hombre es justificado porque ha sido santificado; es justificado porque cree en Él, que justifica a los impíos. La santificación sigue a la justificación. Es la obra del Espíritu de Dios en el alma de un creyente, que primero que nada, fue justificado al creer en Jesucristo cuando todavía no había sido santificado.

Den a Jesucristo toda la gloria por su obra grandiosa y perfecta y recuerden que son perfectos en Jesucristo y aceptados en el Amado, pero al mismo tiempo, den gloria al Espíritu Santo y recuerden que todavía no son perfectos en santidad, sino que la obra del Espíritu debe ser continuada y será continuada durante todos los días de su vida.

Otro punto que no debe ser olvidado al dividir con precisión: debemos siempre distinguir entre la raíz y el fruto. Sería muy mal botánico quien no distinguiera entre un bulbo y un capullo; pero sí creo que hay muchos londinenses que no saben qué son las raíces y qué son los frutos, pues han visto muy poco las plantas que crecen. Y estoy seguro que hay algunos teólogos que difícilmente saben cuál es la causa y cuál es el efecto en las cosas espirituales. Poner la carreta antes del caballo es una cosa muy absurda, pero muchos lo hacen.

Oigan como dice la gente, "Si pudiera sentir gozo en el Señor entonces creería." Sí, eso es la carreta antes del caballo, porque el gozo es el resultado de la fe, no la razón de ella. "Pero quiero sentir un gran cambio en mi corazón, y entonces creeré." Así pues, ustedes desean convertir el fruto en raíz. "Cree en el Señor Jesucristo," esa es la raíz del asunto. El cambio de vida y el gozo en el Señor brotarán como frutos graciosos de la fe y no de ninguna otra manera. ¿Cuándo los distinguirán?

Así les he dado tres versiones de mi texto: manejo preciso, labranza recta y discernimiento sabio.

IV. La siguiente interpretación de la expresión del Apóstol es prácticamente RECORTAR la Palabra para usos santos. Este es el sentido dado por Crisóstomo. Les voy a mostrar lo que quiero decir. Supongan que tengo una piel de cuero ante mí y quiero hacer una silla de montar. Usando un cuchillo comienzo a cortar la forma. No quiero esos pedazos que están cayendo a un lado y al otro, son de cuero muy bueno, pero ya no puedo hacer uso de ellos. Tengo que cortar mi montura y esa es mi única preocupación. O, supongamos que tengo que hacer un par de riendas de ese cuero, debo utilizar mi cuchillo y trabajar con un objetivo, manteniendo clara mi meta ante mí.

El predicador, para tener éxito, también debe estar muy atento, y cuando tenga la Biblia ante él debe usar sólo aquellas porciones que tengan relación con su grandiosa meta. Él debe utilizar el material que la Biblia le ha puesto en sus manos. Cada parte de la Palabra de Dios es muy bendita y extremadamente provechosa, pero puede suceder que no esté relacionada con el tema que en ese momento requiere el predicador, y, por consiguiente, lo deja para su consideración en otra ocasión.

Y, aunque algunos lo critiquen, él es lo suficientemente sensato para no sentirse comprometido a predicar todas las doctrinas de la Biblia en cada sermón.

Él quiere que las almas sean salvas y que los cristianos sean avivados y, por tanto, no derrama de una vez todos los frascos ni toca todas las trompetas de la profecía. Algunos oyentes se vuelven locos por los misterios del futuro. Bien, hay dos o tres hermanos en Londres que siempre están tocando las trompetas y derramando las copas. ¡Vayan y óiganlos si ustedes quieren! Yo tengo otra cosa que hacer. Confieso que no fui enviado para descifrar los símbolos apocalípticos, mi misión es más humilde pero igualmente útil: soy enviado para llevar almas a Jesucristo.

Hay predicadores que siempre están tratando con temas profundos, las cosas muy profundas. Para ellos, las grutas de coral del misterio y los profundos pozos de la metafísica tienen un encanto poderoso. No tengo objeción en cuanto a sus gustos, pero no creo que la Palabra de Dios haya sido dada para ser un libro de enigmas. El Evangelio sencillo es la parte que recorto de la Palabra de Dios y la recorto con precisión. Hay un alma que necesita saber cómo hallar la paz con Dios. Algún otro hermano le puede explicar cómo encaja la predestinación con el libre albedrío; yo no pretendo saber eso. Pero sí sé que la fe en Jesús trae paz al corazón. Mi trabajo es poner de manifiesto lo que va a salvar a las almas, lo que edifica a los santos y ponga a los cristianos a trabajar por Cristo. Dejo los misterios, no porque los desprecie, sino porque los tiempos demandan que nosotros, primero, y sobre todas las cosas, busquemos las almas de los hombres.

Algunas verdades presionan para ser oídas. Deben ser oídas ahora, o los hombres se perderán. Las otras verdades las pueden oír mañana, o más tarde, pero ahora escapar del infierno y estar listos para el Cielo son sus preocupaciones más urgentes.

Imaginen a los ángeles sentados con Lot y sus hijas, dentro de Sodoma, discutiendo con ellos sobre la predestinación, o explicándoles los límites del libre albedrío. No, no, claman: "Vamos," y los toman del brazo y los conducen afuera, diciendo, "Huyan, huyan, huyan, pues va a caer fuego del cielo y esta ciudad debe ser destruida."

Esto es lo que el predicador debe hacer, dejando ciertas partes de la verdad para otras ocasiones, él está ahora dividiendo con precisión la Palabra de verdad cuando resalta lo que es de importancia apremiante. En la Biblia hay algunas cosas que son esenciales, sin las cuales un hombre no puede ser salvo de ninguna manera. Hay otras cosas que son importantes, pero sin embargo los hombres son salvos, a pesar de su ignorancia de ellas. ¿No está claro que lo que es esencial debe tener preeminencia? Cada verdad debe ser predicada en su turno y lugar correspondientes, pero nosotros no debemos nunca dar el primer lugar a una segunda verdad, o pasar a un primer plano lo que fue diseñado para estar al fondo del cuadro.

"Nosotros predicamos a Cristo," dijo el apóstol, "a Cristo crucificado." Y creo que si el predicador va a dividir con precisión la Palabra, le dirá al pecador: "pecador, Cristo murió, Cristo resucitó, Cristo intercede. Míralo a Él. En cuanto a las difíciles interrogantes y puntos finos, hazlos a un lado por un tiempo. Tú los discutirás más tarde, en la medida que sean provechosos para ti, pero por el momento, creer en el Señor Jesucristo es el asunto principal." El predicador debe así separar lo vital de lo secundario, lo práctico de lo especulativo y lo que apremia y es inmediato de lo que puede ser legalmente diferido. Y en ese sentido él dividirá con precisión la Palabra de verdad.

V. Les he dado cuatro significados. Ahora les voy a dar otro, haciendo a un lado otros más que pude haber mencionado. Una cosa que el predicador tiene que hacer es ASIGNAR A CADA UNO SU PORCIÓN. Y aquí cambia la figura.

De acuerdo a Calvino, la intención del Espíritu aquí es representar a uno que es como mayordomo de la casa y tiene que proporcionar comida a los diferentes miembros de la familia. Tiene que dividir con precisión el pan, para no darles a los niños y bebés toda la corteza. Tiene que suministrar correctamente su porción a cada cual según sus necesidades, y no darles leche a los hombres fuertes, ni a los bebes una dieta sólida, ni arrojar el pan de los hijos a los perros, ni darles a los hijos la comida de los cerdos; sino colocar ante ellos su propia porción. Déjenme intentar y hacerlo.

Hijo de Dios, tu porción es toda la Palabra de Dios. Cada promesa contenida en ella es tuya. Tómala. Aliméntate de ella. Cristo es tuyo. Dios es tuyo. El Espíritu Santo es tuyo. Este mundo es tuyo y los mundos por venir son tuyos. El tiempo es tuyo. La eternidad es tuya. La muerte es tuya. La gloria eterna es tuya. Allí está tu porción. Es muy dulce darte tu alimento real. Que el Señor te dé un muy buen apetito. Aliméntate de él; aliméntate de él.

Pecador, tú que no crees en Jesús, nada de esto es tuyo. Mientras permanezcas como eres, las amenazas son todas tuyas. Si rehúsas creer en Jesús, ni esta vida ni la que viene es tuya, ni el tiempo, ni la eternidad. Tú no tienes nada bueno. Oh, cuán terrible es tu porción ahora, pues la ira de Dios está sobre ti. ¡Oh, que tú fueras sabio, que tu carácter pudiera ser cambiado, pues hasta que haya sido cambiado, no nos atrevemos a halagarte: no hay ni una sola promesa para ti, ni una sola frase de aprobación. Tú tienes tus alimentos para comer y tus vestidos para cubrirte, pero aun eso te es dado por la abundante misericordia de Dios y se puede convertir en una maldición para ti a menos que te arrepientas. Lamento mucho traerte un mensaje así, pero debo ser honesto contigo. Eso es todo lo que puedo darte. Dios lo ha dicho, y es una terrible sentencia: "maldeciré vuestras bendiciones." Oh, pecador, la maldición del Señor está en la casa de los impíos.

Tenemos que partir también una porción para los que sufren, y oh, cuán dulce tarea ésta, decirles a aquellos que lloran en Sión que el Señor les dará belleza en vez de las cenizas. "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación." El Señor restaurará la paz a Sus dolientes. No teman ni desmayen, pues el Señor les va a ayudar. Pero cuando hayamos dado a quienes lloran sus dulces alimentos, tenemos que volver el rostro hacia los hipócritas y decirles, "pueden colgar sus cabezas como juncos. Pueden rasgar sus vestidos y aparentar que ayunan, pero el Señor, que conoce el corazón de ustedes, vendrá de pronto y les quitará la máscara. Y si no son sinceros ante Él, si son pesados en la balanza y se les encuentra deficientes, Él les administrará la hiel de amargura para siempre. Para Sus dolientes hay misericordia, pero para el defraudador y el hipócrita hay juicio sin misericordia."

Además, suministrar una porción a quien busca, es una cosa muy agradable, cuando decimos, "todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá." "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados," dice Cristo, "y yo os haré descansar." Tomen su porción y regocíjense.

Tenemos que darnos vuelta y decir a otros que piensan que son buscadores pero que se están demorando, "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?" ¿Cómo es que ustedes están continuamente vacilando y rehúsan creer en Jesús, y permanecen en la condición de incredulidad, cuando el mandamiento del Evangelio es, "¡Crean, crean ahora y vivan!"

De esta manera tenemos que darles a unos, consuelo, a otros, consejo, a otros, reproche, a otros, ánimo. Tenemos que darle a uno la invitación y a otro la advertencia. Esto es dividir con precisión la Palabra de verdad.

Sí, y algunas veces Dios capacita a Sus servidores para que prediquen la Palabra a algunos hombres de manera muy notable. Creo que si yo contara unas cuantas de las cosas que me han ocurrido durante los últimos 21 años no serían creídas. O, si les dijera a ustedes pasajes de historia que conozco que han ocurrido en este Tabernáculo a personas que han venido aquí y a quienes les he hablado la Palabra exacta, sin conocerlos yo ni por un momento, los hechos sonarían como ficciones.

Les daré un ejemplo. Algunos de ustedes recordarán mi predicación del texto, "¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?" Después del sermón, llegó a verme un venerable caballero cristiano, llevando con él a un joven extranjero a quien ansiosamente quería aclararle un punto. Me dijo, "señor, le pido amablemente que me responda esta pregunta: ¿Usted me ha hablado algo que concierna a este joven caballero?" "No, señor, ciertamente que no," dije.

Y, en verdad, aunque conocía al caballero que se dirigió a mí, nunca me había hablado acerca del joven extranjero cuya existencia hasta ese momento me era desconocida. Me dijo, "este joven caballero está casi convencido de ser cristiano. Su padre es de otra fe completamente diferente y adora otros dioses. Nuestro joven amigo sabe que si se vuelve cristiano perderá el amor de su padre. Yo le dije cuando conversó conmigo, ven a escuchar al señor Spurgeon esta mañana. Llegamos aquí, y el texto de usted fue "¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?" Ahora bien, ¿ha oído usted alguna vez una palabra mía acerca de este joven caballero? "No, nunca," dije. "Bueno," dijo el joven, "es la cosa más extraordinaria que he escuchado en mi vida." Sólo pude decir, "confío en que es la voz de Dios hablando a tu alma. Dios sabe cómo guiar a sus siervos para exponer la Palabra más adecuada, para bendecir a los hombres."

Hace algún tiempo, un misionero de ciudad, tenía en su distrito a un hombre que nunca podía tolerar que una persona cristiana fuera a su casa. Muchas personas habían advertido al misionero que podía terminar con la cabeza rota si se aventuraba a visitarlo. Por consiguiente no se acercaba a esa casa, aunque su conciencia le remordía cuando pasaba cerca sin entrar. Se puso a orar en relación a esto, y una mañana se aventuró valientemente a ir a la cueva del león. "¿Para qué ha venido usted?" Bien, señor," dijo "he conversado con personas de todas las casas alrededor de aquí, pero he pasado de frente porque escuché que a usted no le gustaba eso. Pero de alguna manera pensé que yo sería cobarde si lo evitara y por lo tanto he venido a visitarlo."

"Pase," dijo el hombre. "Siéntese, siéntese. Ahora me va usted a hablar acerca de la Biblia. Tal vez ni usted mismo sepa mucho de ella. Le voy a hacer una pregunta y si la puede contestar, usted podrá visitarme de nuevo. Si no la responde, lo arrojaré por las escaleras." "Bien," dijo, "¿me entiende?" "Sí," dijo el misionero, "sí le entiendo." "Bueno, entonces," dijo, "ésta es la pregunta: ¿dónde encuentra usted la palabra, 'niña,' en la Biblia, y cuántas veces la encuentra?"

El misionero de la ciudad dijo, "la palabra 'niña,' (girl) aparece sólo una vez en la Biblia, y en el Libro de Joel, capítulo tercero y versículo tercero. 'Vendieron la niña por vino." (Nota del traductor. Esta explicación está basada en el texto en inglés de la versión King James de la Biblia, donde la palabra aparece en singular, y es el único versículo que tiene la palabra en singular) "Correcto," dijo, "no hubiera creído que lo supieras, si no te hubiera hecho alguna otra pregunta. Puedes regresar a visitarme." "Pero," dijo el misionero, "me gustaría que usted supiera cómo es que llegué a saberlo. Esta misma mañana oraba para que Dios me guiara y cuando estaba leyendo el capítulo de la mañana llegué a este pasaje, 'y vendieron la niña por vino,' y busqué en mi Concordancia para ver si la palabra, "niña" se encontraba en alguna otra parte. Encontré que la palabra, "niñas" aparece en el pasaje, 'Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas (girls) que jugarán en ellas." (Zacarías 8:5)

El resultado de esta historia, por muy raro que parezca, fue que se le permitió al misionero ir de visita y el hombre le tomó gusto a sus visitas. Y toda la familia prosperó, y el hombre y su mujer y uno de sus hijos se hicieron miembros de una iglesia cristiana algún tiempo después.

Parece algo extraordinario; sin embargo, les puedo asegurar a ustedes que esas cosas tan extraordinarias son lugares comunes en mi experiencia. Dios ayuda a sus siervos a dividir con precisión la Palabra, es decir, a predicar una porción especial a cada caso especial, de manera que le llega al hombre como si todo lo relativo a él fuera conocido.

Antes de que yo viniera a Londres, un hombre se me acercó un domingo, en un terrible estado de enojo. Juraba que me iba a dar de latigazos por retarlo desde el púlpito.

"¿Pues qué cosa dije?", le pregunté. "¿Qué dijo? Usted me miró a la cara y dijo, '¿qué más puede hacer Dios por ti? ¿Te dará Él una buena esposa? Ya has tenido una, y la has matado por tu mal trato. Acabas de conseguir otra esposa y es probable que hagas lo mismo con ella.'"

"Bien," dije, "¿mataste a tu primer mujer por tu mal comportamiento?" "Eso dicen, pero me casé el sábado," dijo. "¿Pues qué, no lo sabía?", "No, se lo aseguro," repliqué. "No tengo ningún conocimiento de los asuntos de su familia, y le deseo muchas felicidades con su nueva esposa."

Se calmó bastante, pero creo que yo di en el clavo esa vez, que había matado a su mujer por su dureza y que apenas si le gustaba traer a su nueva mujer al lugar de adoración para que se le dijera eso.

Le quedó el sombrero. Y si algún sombrero te queda a ti, te pido que te lo pongas, porque lejos de evitar ser personal, te aseguro que trato de ser tan personal como pueda serlo, porque anhelo ver que la Palabra llegue directo a la conciencia de cada hombre, para convencerlo de su condición y hacerlo temblar ante Dios y confesar su pecado y abandonarlo.

VI. Me deben permitir unos pocos minutos más, mientras toco el último punto, el cual es este. Usar con precisión la Palabra de verdad significa DECIRLE A CADA HOMBRE CUÁL SERÁ SU PORCIÓN Y SU HERENCIA EN LA ETERNIDAD.

Tal como cuando la tierra de Canaán fue conquistada, fue repartida por suerte entre las tribus, así el predicador debe hablar de Canaán, esa tierra dichosa, pero también tiene que hablar de la tierra de tinieblas y de sombra de muerte, y que todo hombre sepa cuál será su última morada. Ustedes ciertamente lo saben. Ustedes que vienen aquí lo saben.

¿Necesito repetir una historia que hemos contado una y otra vez, mil veces? Todos los que creen en Jesús y son renovados en sus corazones, y son guardados por la gracia de Dios por la fe para salvación, heredarán la vida eterna. Pero para aquellos que no creen en Dios, que rechazan a Su Hijo, que permanecen en sus pecados, para ellos no queda nada "sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego." "Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios." "E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna." "Entended ahora esto," dice Dios, Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios. No sea que os despedace, y no haya quien os libre." ¡Oh, la ira que viene! ¡La ira que viene!

Creyente, allí está tu porción: en la tierra bendita. Pecador, a menos que te arrepientas, allí está tu porción: en la tierra de tinieblas y de llanto, y de lamentos y de crujir de dientes.

Yo recibo un periódico religioso de Estados Unidos y en el último número venían estas palabras al final, en letras grandes, impreso a la manera americana, práctica y comercial: "Si usted no quiere recibir este periódico, descontinúelo AHORA. Si lo quiere recibir todo el año siguiente, envíe su suscripción AHORA. Si tiene una queja contra él, envíe su queja AHORA. Si se cambió de domicilio, envíe el aviso de su cambio de residencia AHORA."

Había un gran "AHORA" al final de cada frase. Cuando lo leí pensé, bueno, eso es correcto. Es sentido común. Y me pareció que podía decirles a ustedes en esta última noche del año: si desean abandonar sus pecados, abandónenlos AHORA. Si quieren recibir la misericordia de Dios por medio de Jesucristo, crean en Él AHORA. ¿Qué mejor momento habrá que antes que el año que agoniza se haya ido, AHORA, AHORA, AHORA?

En ese mismo periódico leí una historia acerca de los señores Moody y Sankey sobre ese mismo punto. La historia es que cuando estaban predicando en Edimburgo, estaba sentado frente a ellos un hombre que estaba muy profundamente interesado, estaba bebiendo todo lo que decían. Hubo una pausa en el servicio y el hombre salió con su amigo, pero al llegar a la puerta el hombre se detuvo y su amigo le dijo, "Vamos Jaime." "No," dijo, "quiero regresar. Vine aquí para obtener algo bueno para mi alma y todavía no lo he recibido todo, debo regresar otra vez."

Regresó, y se sentó en su mismo lugar y escuchó de nuevo. El Señor lo bendijo. Encontró a Cristo y así halló la salvación. Como era un minero, bajó a la mina el día siguiente, para trabajar, y le cayó una gran roca encima. Lo sacaron, pero no pudo recuperarse. Le dijo al hombre que lo ayudó a salir, "Oh, Andrés, estoy tan contento que todo se pudo arreglar anoche. Oh, hombre," dijo, "todo se arregló anoche."

Ahora, yo espero que aquellos que murieron en el accidente de ferrocarril en la víspera de Navidad hayan podido decir: "Todo se arregló anoche." ¡Qué cosa bendita sería para ustedes, si llegaran a tener un accidente mañana, que pudieran decir. "Bendito sea Dios, todo fue arreglado anoche. Le di a Jesús mi corazón, me entregué a Su divino amor y a Su misericordia, y soy salvo." Oh, Espíritu santo, concédenos que así sea, y Tú toda la alabanza será para Ti. Amén y amén.