El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Vida en
Abundancia
NO.
1150
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10: 10.
“El ladrón no viene sino
para hurtar y matar y destruir”. Los falsos maestros, prescindiendo de cuáles
sean sus profesiones, dañan y ponen seriamente en peligro las almas de los hombres
y al final ocasionan su destrucción; sus fines egoístas sólo provocan la ruina
de sus incautas víctimas. El Señor Jesús, el verdadero maestro de los hombres,
no le causa daño a nadie ni acarrea la muerte de nadie. Su enseñanza está llena
de bien, de amabilidad y de amor, y obra muy eficazmente para la felicidad y beneficio
de los hombres. El error es letal, pero la verdad es dadora de vida. La venida
de la serpiente antigua obró nuestra muerte; el advenimiento de la simiente de
la mujer nos ha proporcionado vida.
Omitiendo todo prefacio,
les vamos a pedir que noten que, de acuerdo al texto, Jesucristo vino, primero,
para que Su pueblo tenga vida; y, en segundo lugar, para que una vez otorgada la vida, sea
gozada en abundancia.
I. La
primera verdad es que JESUCRISTO VINO PARA QUE LOS SERES HUMANOS TENGAN VIDA.
No me voy a detener en
el hecho de que incluso la prolongación de la vida natural del pecador se debe,
en gran medida, a la venida de Cristo. Ese árbol estéril no permanecería tanto
tiempo en el huerto de la vida si no fuera porque el viñador de la viña
intercede y clama: “Déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de
ella, y la abone”. La intervención del Mediador da cuenta de la prolongación de
la vida de los viles ofensores cuyos delitos colman la paciencia del cielo. Si
las oraciones de nuestro grandioso Intercesor cesaran durante una sola hora, tal
vez los impíos que plagan la humanidad se hundirían rápidamente en el infierno,
como se hundieron Coré, Datán y Abiram, cuando la ira del Señor se descargó
sobre ellos. Sin embargo, ese no es el sentido del texto.
La vida, en el sentido
del perdón y de la liberación de la pena de muerte, es el grandioso resultado
de la venida de Cristo. Todos los hombres, en su condición natural, están bajo
sentencia de muerte pues han pecado, y en breve habrán de ser llevados al lugar
de la ejecución para sufrir allí el pleno castigo de la segunda muerte. Si
algunos de nosotros, en este tiempo, hemos sido liberados de la sentencia de
muerte y contamos ahora con la promesa de la corona de vida, debemos el cambio
a que el Redentor vino para ser un sacrificio por nuestros pecados. Cada uno de
nosotros tendrá que descender a la muerte sin fin a menos de que, a través de
Aquel que vino a la tierra y colgó del madero como el
sustituto del pecador, obtenga la plena remisión de todas las ofensas y el
veredicto de vida en vez de muerte. Hay vida en una mirada a Jesús,
pero aparte de Él los hijos de Adán están condenados a muerte.
Además, todos nosotros por
naturaleza estamos “muertos en delitos y pecados”. En el día en que nuestros
primeros padres quebrantaron la ley murieron espiritualmente y todos nosotros
morimos en ellos; y ahora hoy, separados de Cristo, todos nosotros estamos
muertos para las cosas espirituales y estamos desprovistos de ese Espíritu
viviente que nos capacita para tener comunión con Dios y para gozar y entender
las cosas espirituales. Todos los hombres están desprovistos por naturaleza del
Espíritu que vivifica para alcanzar la forma más sublime de vida. Los hombres
no regenerados cuentan con una vida física y mental, pero carecen de vida
espiritual, y no la tendrían jamás excepto si Jesús se las otorga. El Espíritu
de Dios sale según la voluntad divina, e implanta en nosotros una simiente viva
e incorruptible que es comparable a la naturaleza divina, y nos confiere una
nueva vida en virtud de la cual vivimos en el reino de las cosas espirituales,
comprendemos las enseñanzas espirituales, buscamos propósitos espirituales y
estamos vivos para Dios, quien es Espíritu. Ninguno de nosotros tiene alguna
vida de ese tipo por nacimiento; tampoco la recibimos gracias a ritos
ceremoniales ni puede ser obtenida por algún mérito humano. Los muertos no
pueden volver a la vida a no ser por un milagro y tampoco el hombre puede
resucitar a la vida espiritual a no ser por la obra del Espíritu de Dios en él,
pues Él es el único que puede vivificarnos. Cristo Jesús ha venido para
llamarnos a que salgamos de los sepulcros del pecado. Muchos ya han oído Su voz
y viven.
Esta vida espiritual es
la misma vida que continuará y será perfeccionada en el cielo. Cuando salgamos
de la tumba no recibiremos una vida que no poseemos en la tierra; tenemos que
estar vivos para Dios aquí, o tenemos que ocupar nuestro lugar con los que
están donde el gusano no muere y el fuego nunca se apaga. En el corazón del
creyente late el día de hoy la mismísima vida que gozará de plenitud de gozo en
la presencia divina. Aunque hayas mirado a Jesús hace sólo unos cuantos
minutos, la vida bendita ya está presente en tu corazón; ya ha sido sembrada en
ti la simiente incorruptible que vive y permanece para siempre. La vida
celestial está en tu interior y Jesucristo vino para otorgarnos esa vida.
Que Jesús es el dador de
la vida es una verdad que está muy clara en el texto, lo cual nos conduce a las
siguientes reflexiones prácticas. Sólo en Jesús puede obtenerse la vida de tu
alma. Entonces, si buscas hoy la salvación, aquí encuentras las instrucciones
en cuanto a su única fuente. La vida espiritual no resulta de obrar; ¿cómo es
posible que los muertos obren para tener
vida? ¿Acaso no tienen que ser revividos primero, y acaso no es cierto que más
bien obran desde
la vida que para la vida? La vida
es un don, y cada quien la recibe mediante un acto de Dios. El Evangelio
predica vida por Jesucristo.
¡Pecador, allí es donde
tienes que mirar! Eres enteramente dependiente de la voz vivificadora de Aquel
que es la resurrección y la vida. “Eso” –diría alguien- “es muy desalentador
para nosotros”. La intención es que lo sea. Es un acto de bondad desalentar a
los hombres cuando actúan basados en principios erróneos. En tanto que pienses
que tu salvación puede ser alcanzada mediante tus propios esfuerzos, o mediante
tus méritos, o mediante cualquier otra cosa que pudiera provenir de ti mismo,
vas por la ruta equivocada y es nuestro deber disuadirte. El camino a la vida
va en la dirección opuesta. Tienes que mirar al Señor Jesucristo en vez de
mirarte a ti mismo, tienes que confiar en lo que Él ha hecho y no en lo que tú
pudieras hacer, y no debes valorar lo que tú pudieras obrar en ti, sino lo que
Él obra en ti. Recuerda que Dios declara: “Para que todo aquel que cree en
Jesús, no se pierda, mas tenga vida
eterna”. Por tanto, si eres capacitado a venir y confiar en la sangre y en la
justicia de Jesucristo, tienes de inmediato esa vida eterna que todas tus
oraciones y tus lágrimas, tu arrepentimiento, tus asistencias a la iglesia o a
la capilla y los sacramentos, no podrían darte nunca. Jesús puede dártela
libremente en este momento, pero tú no puedes generarla por ti mismo. Podrías
imitarla engañándote a ti mismo, podrías hermosear el cadáver y hacer que
parezca como si estuviera vivo, y pudieras provocarle algunos movimientos
espasmódicos por medio de corrientes eléctricas, pero la vida es un fuego divino
y tú no puedes ni robarte la llama ni encenderla por ti mismo; a Dios únicamente
le corresponde dar vida y por tanto te exhorto a que mires únicamente a Dios en
Cristo Jesús. Cristo ha venido para que tengamos vida; si hubiéramos podido
obtener la vida sin necesidad de Su venida, ¿por qué fue necesario que viniera?
Si los pecadores pudieran recibir la vida aparte de la cruz, ¿por qué fue
necesario clavar al Señor de Gloria al vergonzoso madero? ¿Por qué las heridas
sangrantes, Emanuel, si la vida podía venir por alguna otra puerta? Pero, además,
¿por qué el Espíritu de Dios descendió en Pentecostés, y por qué permanece
todavía entre los seres humanos si pudieran ser vivificados sin Él? Si la vida
pudiera ser alcanzada prescindiendo del Espíritu Santo, ¿con qué fin obra Él en
el corazón humano? El sangrante Salvador y el Espíritu que mora en el hombre
son pruebas contundentes de que nuestra vida no proviene de nosotros mismos,
sino que proviene de arriba. ¡Oh trémulo amigo, apártate de ti mismo, entonces!
¡No busques entre los muertos al que vive! No busques la vida divina en el
sepulcro del yo. La vida de los hombres está en ese Salvador, y todo aquel que
cree en Él no perecerá jamás.
II. Pero
tenemos el propósito de dedicar la mayor parte de nuestro tiempo a la segunda
verdad, es decir, que JESÚS HA VENIDO PARA QUE QUIENES TIENEN VIDA
La vida es un asunto de
grados. Algunos tienen una vida que parpadea como una vela moribunda y que es
imperceptible como el fuego del pabilo humeante; otros están llenos de vida y
son brillantes y vehementes como el fuego en la forja de un herrero cuando el
fuelle sopla a su máxima potencia. Cristo ha venido para que Su pueblo tenga
vida a plenitud.
El incremento de vida
puede verse de muchas maneras. Puede verse en la recuperación de la salud. Un
hombre yace enfermo en su lecho; está vivo, pero apenas puede mover alguna de
sus extremidades; depende irremediablemente de quienes le rodean. Tiene vida en
él, ¡pero cuán limitado es su poder! Ahora, si ese hombre se recupera, se
levanta de su lecho y retoma su lugar en la batalla del mundo, es evidente que
tiene vida en mayor abundancia que la que tenía en su enfermedad. Así también
hay cristianos enfermos de quienes tenemos que decir: “Fortaleced las manos
cansadas, afirmad las rodillas endebles”. Su constitución espiritual es débil y
hacen muy poco. Cuando el Señor Jesús los restaura, fortalece su fe, ilumina su
esperanza y los vuelve saludables; entonces ya no sólo tienen vida, sino que la
tienen en abundancia. Nuestro Señor desea que gocemos de salud espiritual, y
para ese fin se convirtió en el médico de nuestras almas: sana todas mis
enfermedades, y es la salud de mi rostro.
Con todo, aunque una persona
goce de salud, es posible que se le desee mayor vida. Por ejemplo, aquel niñito
que está por allá, aunque goza de perfecta salud todavía no puede correr solo.
Si lo pones en el suelo, verás que se tambalea un poco y que está a punto de
caerse. Sus huesos deben endurecerse y sus músculos deben acumular fuerzas.
Cuando el chiquito se convierte en un hombre, tendrá vida en mayor abundancia
que cuando era un bebé. Nosotros crecemos en gracia y avanzamos en conocimiento,
en experiencia, en confianza y en conformidad a la imagen de nuestro Señor. De
ser bebés en Cristo Jesús pasamos a ser jóvenes, y de jóvenes nos convertimos
en padres en la iglesia. Así quiere Jesús que crezcamos; ese es uno de los
designios de Su venida; así poseemos vida en abundancia.
Con todo, una persona
podría tener salud y experimentar algún crecimiento, y, sin embargo, gozar sólo
de una restringida medida de vida. Supongan que el individuo es confinado como
un prisionero en un estrecho calabozo donde unas cadenas y unas paredes de
granito restringen perpetuamente sus movimientos. ¿Llamarías vida a su
existencia? ¿No sería apropiado referirse a él como un muerto en vida y
describir su calabozo como un sepulcro viviente? ¿Podría ser vida aquélla a la
que se le prohíbe el aire puro que es un bien incluso del hombre más pobre, y a
la que se le niega el sol que brilla para todo ser que respira? El hombre vive,
pues consume ese trozo de pan seco, y vacía diariamente la jarra puesta sobre
el piso de piedra, pero está desprovisto de vida en el más estricto sentido
pues le es denegada la libertad. Cuando el pobre prisionero escale una vez más
la colina, surque las olas del océano y deambule según su dulce voluntad, sabrá
con gratitud en qué consiste tener vida en abundancia.
Ahora, fíjense bien que
si el Hijo de Dios los hace libres, serán libres en verdad, y en esa libertad
encontrarán una vida rutilante, fulgurante y desbordante como las corrientes de
una fuente. Estar en esclavitud debido al temor de la muerte es apenas tener vida;
estar continuamente preocupado con desconfianzas, y recibir el espíritu de
esclavitud para tener miedo de nuevo, engendra muerte; ¡pero es verdadera vida
ser capaz de exclamar: “Tú has roto mis prisiones”!
Todavía puedo suponer
que un hombre libre y que goza de salud, pudiera tener vida en mayor abundancia.
Es extremadamente pobre y puede vagabundear por donde quiera, es cierto, pero
no puede considerar como suyo ni un solo palmo de terreno. Puede vivir donde él
elija, si es que puede vivir, pero apenas tiene pan para su cuerpo, abrigo para
sus miembros y cobijo para las gotas del rocío de la noche; la penuria lo
aguijonea severamente. El pobre hombre trabaja desde antes que el sol proclame
la mañana y hasta altas horas de la noche, para ganar un sueldo de hambre. Su
duro trabajo es exigente a lo sumo, y su remuneración es insuficiente para
proveer para lo necesario; apenas puede mantener unidos su cuerpo y su alma.
¿Acaso es vida eso? Llamarla así es casi un sarcasmo. Cuando nos hemos
encontrado con personas que se han visto forzadas a dormir sobre el duro suelo
o que han estado durante muchas horas sin comer ningún bocado, nos hemos dicho:
“Esas pobres criaturas existen, pero no viven”. Es un dicho verdadero. Así
también hay creyentes que existen pero no viven; están muriéndose de hambre
porque no se alimentan de las promesas; no disfrutan de las ricas cosas que
Cristo ha provisto en el pacto de gracia. Pero cuando el Señor Jesús los
capacita para que participen de los “gruesos tuétanos” y de los vinos
purificados, entonces no sólo tienen vida, sino que la tienen “en abundancia”.
Puedo suponer todavía
que una persona sea libre, saludable y que disfrute de la abundancia, pero que
necesite mayor vida en cuanto a sus relaciones con sus semejantes. Es
insignificante y despreciado, es un paria y un proscrito. No tiene a nadie que
lo ame o que lo mire con respeto, y ni siquiera se respeta a sí mismo. Anda
sigilosamente por todas partes como si portara la marca de Caín; ha olvidado la
esperanza y se ha despedido del amor. Sientes piedad por un hombre así cada vez
que piensas en él. Poseer el amor y la estimación de nuestros semejantes es
necesario si queremos vivir. Cuando está bajo convicción de pecado el hombre
siente ser menos que nada, un pecador indigno de alzar sus ojos al cielo, un
leproso digno de ser encerrado con los inmundos, o se siente como un hombre
muerto, olvidado y relegado; yo les digo por experiencia propia, que él
descubre que es entonces un poderoso enriquecimiento para su vida cuando el
Señor Jesús lo levanta del muladar y lo hace sentar con los príncipes, con los
príncipes de Su pueblo. Hermanos, saber que ustedes ya no son más unos esclavos
sino hijos, herederos del cielo y coherederos con Jesucristo, que son alguien
de quien los santos son compañeros y a quien los ángeles sirven, eso es tener
vida en abundancia. ¿No es cierto?
De esta manera les he
sugerido apresuradamente algunos de los puntos en los que se revela el crecimiento
de la vida. Ahora voy a exponer el mismo tema de otra manera.
Quiero presentar antes
ustedes siete aspectos en que los cristianos deben buscar vida en abundancia.
1) Primero, deben desear un mayor vigor. Se tiene que construir un muro de contención, o se tiene que
abrir una zanja. Se necesitan obreros. Aquí están sus palas, y sus picos, y sus
carretillas, pero se requieren hombres. Vean, unas cuantas personas se ofrecen
para ser contratadas. Son muy delgadas, tienen ojos singularmente brillantes,
mejillas hundidas y una tos de ultratumba: constituyen un grupo selecto
proveniente de un hospital para tuberculosos. ¿Los contratarías? ¿Por qué lo
dudas tanto? Esos hombres tienen vida. “Oh, sí” –comentas- “pero yo quisiera
que la tuvieran en abundancia; no podrían realizar el trabajo que requiero que
se haga”. Tenemos que despachar a esos pobres hombres; tienen que ir a ver al
doctor y deben recibir cuidados.
¡Vean, por allá está
otro grupo de sujetos robustos y fornidos! Miren sus rostros rubicundos, sus
anchas espaldas y sus poderosos miembros; entréguenles los picos, las palas y
las carretillas, y verán qué cosas pueden lograr los peones británicos.
¿Cuál es la diferencia
entre los dos conjuntos de hombres, esos peones y esos tísicos? Pues bien, la
diferencia estriba en la presencia o en la ausencia del vigor en su
constitución física. Hay un algo, no podemos decir con exactitud qué es y tal
vez ni el mismo médico pudiera identificarlo, pero un conjunto de hombres sin
ese algo son débiles, y los otros con ese algo están llenos de fuerza. Nuestro
Señor Jesús ha venido para que, en un sentido espiritual, tengamos ese vigor,
para que tengamos una vida vigorosa, bien fundada, bien equipada, bien
establecida y confirmada, y seamos capaces de un arduo servicio y de una
poderosa acción. Quiere que caminemos sin cansarnos, y que corramos sin
desfallecer. Quiere que nos comportemos como hombres y que seamos fuertes.
Amados, ¿no ven qué gran diferencia hay entre unos cristianos y otros? ¿Acaso
no son algunos de ellos inválidos espirituales? Ellos creen, pero su oración
favorita es: “¡Creo; ayuda nuestra incredulidad!” Ellos esperan, pero el miedo
está casi enteramente en posesión de sus corazones. Sienten amor por Cristo,
pero cantan con frecuencia:
“¿Amo al Señor o no?
¿Soy Suyo o no?”
Ellos necesitan medicina
y cuidados. Denles cualquier trabajo para el Señor, y verán cuán pronto se
cansan; si los descorazonas un poquito se sumen en la desesperación. ¡Oh que el
Espíritu de Dios les diera vida en abundancia! Me temo que una gran proporción
de cristianos conforman hoy la lista de enfermos, y van en declive por falta de
un principio profundamente arraigado y de una sólida vitalidad de piedad, que
es a lo que me refiero cuando hablo de vigor. Es triste ver cómo algunos
cristianos profesantes son conducidos al descarrío por cualquier error que sea
plausiblemente colocado delante de ellos. Si todos los cristianos fueran
iguales, entonces el papado fácilmente se pudiera convertir en la religión
prevaleciente del país, pues no tienen ningún principio protestante, ningún
arraigo en doctrina, ninguna firmeza en la fe. Ellos creen, pero no saben por
qué o por cuál motivo lo hacen, y no pueden dar una razón para la esperanza que
hay en ellos. Es de temerse que profesan la verdad porque otros siguen esa
tendencia, y porque algún elocuente predicador ha ganado su afecto y se ha
convertido en su oráculo. Están desprovistos en su interior del material del
cual están hechos los mártires y no tienen en su naturaleza un espíritu
indomable, no tienen ninguna decisión, ninguna tenacidad de convicción ni
ninguna firmeza de agarre; por consiguiente, siempre que vengan tiempos de
persecución en esta tierra, ellos serán nuestra debilidad. Tendremos que cuidar
a tales seguidores pusilánimes y ponerlos en la retaguardia, o de otra forma el
enemigo provocará un triste estrago entre ellos. Quienes tienen vida en
abundancia son buenos soldados de Jesucristo, han aprendido a permanecer firmes
en la verdad, y por la bendición de Dios son más que contrincantes para
enfrentar a los maestros del error, pues saben lo que saben y son capaces de
silenciar los hermosos discursos de los engañadores; no son llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, sino que permanecen en la verdad según han
sido instruidos. Ellos claman: “Mi corazón está dispuesto, oh Dios”. Son “fuertes
en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Yo oro pidiendo que cada miembro de
esta iglesia sea un varón de vigor interior y no uno de esos bebés a quienes
tenemos que estar cuidando cada día y alimentando con viandas con una cuchara
espiritual cada día domingo, sino varones que, por la bendición de Dios, tienen
algo en su interior cuyo valor conocen, y a lo que no podrían renunciar aunque
todo el mundo los tentara o los amenazara. He comparado a esos sólidos
creyentes con navegantes, y no retiraré la comparación, pues necesitamos
hombres que puedan decirles a los montes: “Quítate”, y a los valles: “Engrandécete”;
y es por tales agentes que el Señor enderezará calzada en la soledad para Su
marcha de misericordia.
2) En un segundo sentido tenemos vida en abundancia por
la ampliación de la esfera de nuestra
vida. Para algunas formas de vida humana el rango es muy estrecho. El labrador
de Wordsworth no tenía gran abundancia de vida, pues
“La ‘primavera’ a la ribera del río
Era una flor amarilla para él,
Y nada más”.
Arar y sembrar, cosechar
y segar, constituían su filosofía. Las estaciones no predicaban homilías
sagradas para él; los pájaros cantaban, pero habría estado tan complacido si
hubieran estado callados; era un fastidio escalar los montes, y la vista desde
su cúspide no era nada para él. Su alma estaba dentro de su bata de trabajo y
de sus pantalones de corduroy, y nunca deseó ir más allá de eso. Y no sólo en
los campos hay tales seres; en nuestras calles pululan hombres de la misma raza
vestidos con paños finos, para quienes “la música de las esferas” quiere decir
el tintinear de los ‘soberanos’, y cuyas citas favoritas se relacionan con el
precio de las acciones y los cambios del mercado. Sobre el edificio de la bolsa
de valores está escrita esta leyenda: “De Jehová es la tierra y su plenitud”, pero
ellos leen esa leyenda así: “Esta tierra es nuestro dios, y su plenitud es
nuestro todo”. Las almas de tales hombres viven como ardillas enjauladas, y su
rueda da vueltas cada día; ese es todo el mundo que conocen. Jesucristo vino
para dar a Su pueblo una vida más amplia y más vasta. Cierto, hay muchos seres
sobre los cuales Cristo no ha mirado nunca, cuya vida atraviesa áreas más
amplias de las que contentan a los seres más bajos. Tales hombres rastrean a
las estrellas y miden los océanos; leen la misteriosa historia de las rocas y memorizan
las épocas pasadas; son profundos en filosofía y se abren paso en las cámaras
secretas donde anidan los principios germinales de las cosas; tienen una vida
que está limitada sólo por el tiempo y el espacio. Pero, amados, cuando Jesús
viene, Él amplía la esfera de la mente más capaz, y hace que el más grande
intelecto sienta que estaba “encerrado, plagiado, confinado”, hasta que es
liberado. Jesús nos conduce efectivamente más allá del tiempo y del espacio. La
vida que nos ha dado ha sido sacudida en el tormentoso mar del pecado y ha
descendido hasta las profundidades del tremendo océano del terror. Hemos sido
como Jonás en el fondo de los abismos, donde la tierra con sus barras parecía
encerrarnos para siempre. La gracia de nuestro Dios perdonador nos ha puesto
ahora sobre una roca, y nos ha permitido contemplar el paraíso del perdón. ¡Qué
bendición es ser perdonado, ser amado por el corazón del Padre, y sentir el
beso del Padre! Este es un mundo nuevo para nosotros: ¡vivir como viven los que
están con Dios, y ver Su sonrisa, y festejar por causa de Su amor! Esta no es
una vida de dimensiones insignificantes, pues moramos en Dios y estamos en
comunión con el Infinito. Ya no estamos más encerrados en el yo, sino que
sostenemos conversación con los espíritus delante del trono y tenemos comunión
con todos los santos redimidos por sangre. Ahora hemos visto esos misterios que
anteriormente estaban ocultos a nuestros ojos; la senda que el ojo del águila
no vio, nosotros la hemos contemplado, y el camino que el leoncillo no pisó,
nosotros lo hemos recorrido. Hemos entrado en los misterios de lo invisible y
hemos estado detrás del velo. Éramos como pajarillos dentro de sus conchas,
pero el Señor ha roto nuestra prisión, y Su Espíritu nos ha conducido a toda la
verdad, y nos ha mostrado lo que estuvo oculto por las edades y las
generaciones. Tenemos vida en abundancia en ese sentido.
3) En tercer lugar, nuestra vida en Cristo se torna más
abundante conforme nuestros poderes son
ejercitados. Yo supongo que todos los poderes del hombre se encuentran en
el niño, pero muchos de esos poderes están dormidos, y sólo serán ejercitados
cuando la vida sea más abundante. Ninguno de nosotros sabe lo que pudiera ser
pues todavía estamos en nuestra infancia. Cristo vino para darnos una vida más
plena de la que hemos alcanzado hasta ahora. ¡Miren a los apóstoles! Antes de
Pentecostés eran jóvenes escolares que sólo eran aptos para ocupar los grados
inferiores; con frecuencia eran ambiciosos y contenciosos entre ellos mismos;
pero cuando Jesús les dio el Espíritu, ¡cuán diferentes fueron! ¿Creerías que
el Pedro de los Evangelios pudiera ser la misma persona que el Pedro de los
Hechos? Sin embargo, era la mismísima persona. Pentecostés desarrolló nuevos
poderes en él. Cuando lo oigo decir: “No conozco al hombre”, y unas cuantas
semanas después lo veo puesto de pie en medio de partos, medos y elamitas, y
predicando a Cristo valientemente, yo pregunto: ‘¿qué le pasó a este hombre?’ Y
la respuesta es: ‘Cristo le dio vida en abundancia, y él desarrolló poderes que
antes estaban escondidos en él.
Amados, ustedes oran;
sí, pero si Dios les otorgara más vida, orarían tan prevalentemente como Elías.
Aun ahora ustedes buscan la santidad; pero si tuvieran vida en abundancia,
caminarían delante del Señor en gloriosa rectitud como lo hizo Abraham. Yo sé
que ustedes alaban al Señor; pero si los llenara la vida abundante,
rivalizarían con los ángeles en sus cánticos. Repito lo que ya les he dicho
antes: no sabemos en qué podríamos convertirnos. De buena gana encendería en
ustedes una santa ambición. Oren pidiéndole a Jesús que haga de ustedes todo lo
puedan ser. Díganle: “Señor, nútreme con todas las gracias, poderes y
facultades por medio de los cuales pueda glorificarte. Usa con plenitud mi condición
humana. Envía un torrente desbordante de vida sobre mí para que mi alma íntegra
despierte, y todo lo que hay en mi interior te engrandezca. Extrae de mí todo
lo que pudiera ser extraído de un ser tan pobre como yo. Que el Espíritu obre
en mí para alabanza de la gloria de tu gracia”. Yo deseo, hermanos, tanto para
mí como para ustedes, que estemos completamente vivos, pues algunos profesantes
parecieran estar más muertos que vivos; la vida sólo ha abarcado una fracción
de su condición humana. Bendito sea Dios porque hay vida en sus corazones, pero
en sus cabezas sólo hay vida parcialmente pues no estudian el Evangelio ni usan
sus cerebros para entender sus verdades. La vida no ha tocado sus lenguas
silenciosas ni sus manos ociosas ni sus bolsillos mordidos por la helada. Su
casa arde pero sólo en un rincón, y el diablo está haciendo todo lo posible
para sofocar la llama. Esos profesantes me recuerdan un cuadro que vi alguna
vez, en el que el artista se había esforzado por dibujar la visión de Ezequiel
y los cadáveres en el proceso de resucitar. Los huesos se estaban juntando, y
la carne los vestía gradualmente, y el artista representa un cuerpo en el que
la cabeza está perfectamente formada pero el cuerpo es un esqueleto, mientras
que en otro lugar el cuerpo está bien cubierto, pero los brazos y las piernas
permanecen en los puros huesos.
Yo digo que algunos
cristianos están en una situación muy parecida: están vivos sólo en ciertas
zonas, y en algunos debe de ser una zona muy escondida la que ha sido
vivificada, pues poco o nada se puede ver de algo de amor o de celo en la
práctica. Oh, necesitamos que haya hombres que estén vivos de la cabeza a los pies,
cuya existencia entera esté pletórica de consagración a Jesús y de celo por la
gloria divina; ellos tienen “vida en abundancia”.
4) En cuarto lugar, el texto se refiere a un grado incrementado de energía. Podemos
tener los poderes pero sin ejercitarlos, y sin duda, muchos hombres tienen grandes
capacidades espirituales pero permanecen inmóviles por falta de intensidad de
propósito. Ahora bien, ¿cuándo está más vivo el hombre? Algunos están vivos
cuando están decididos a perseguir un propósito favorito. Han formado una
resolución, y pretenden implementarla, y puede verse al hombre entero siguiendo
adelante sobre la pista, muy alerta y lleno de avidez. Ahora bien, el Señor nos
ha provisto con un propósito que invariablemente nos estimula a la vida
energética, pues “el amor de Cristo nos constriñe”. Él nos ha dado un motivo y
un impulso que no podemos resistir, y hemos entrado en un pacto con Él que
establece que glorificaremos Su nombre en tanto que vivamos. Estamos
solemnemente decididos y sinceramente resueltos a buscar Su honor. Esto le da
una intensidad a la vida que incrementa su abundancia y despierta todo. Se dice
que un hombre está lleno de vida cuando es despertado a la excitación, y es
encendido a la pasión. El entusiasmo es vida efervescente, vida en erupción
volcánica. Allí donde hay una resolución decidida, si despiertas a un hombre
mediante la oposición, verás a su vida entera entrar en acción. Él estaba
tranquilo antes, pero has despertado al león en él. Su vida estaba sumida en un
sueño casi total pero ahora está llena al nivel de una inundación. El hombre se
siente transportado; en mirada y en plática está completamente vivo, y en actos
está lleno de energía al máximo grado. Nuestro divino Señor ha encendido la
llama de nuestra vida inspirando en nosotros la gloriosa pasión del amor por
Él. Esto nos proporciona un estímulo y un ímpetu. Un corazón que está
plenamente sometido al amor de Jesús es capaz de pensamientos y de actos que
son completamente extraños para las almas más frías. Una vida energética,
poderosa y triunfante pertenece a las almas enamoradas de la cruz y desposadas
en ardiente amor con el Esposo celestial.
En personas locas es
dolorosamente manifiesta una abundancia de un cierto tipo de vida. El
endemoniado en
5) Vamos a cambiar la línea de nuestro pensamiento, y
llegando al quinto punto, vamos a decir que a menudo se ve abundancia de vida en
el goce desbordado. En una mañana de
primavera, cuando caminas por el campo y ves a las ovejas retozando muy
alegremente, has dicho: “Hay vida para ti”. Ves un grupo de niñitos, todos
gozando de excelente salud. ¡Cómo se divierten, y cuántas travesuras hacen!
Dices: “¡cuánta vida hay en esos niños!” Atrapa a uno de esos traviesos
pequeñuelos, y ve cómo se zafa de tus brazos, y tú dices: “Vamos, es pura
vida”. Así es justamente, y de ahí su júbilo. En la juventud hay mucha vida y
desborde de espíritus.
Cuando Israel salió de
Egipto, era el joven Israel, y cuán alegremente golpeó sus panderos y danzó
delante de Jehová. Cuando las iglesias son avivadas, ¡cuánta vida hay en ellas,
y luego cuántos himnos surgen! Nunca llega un avivamiento de la religión sin un
avivamiento del canto. Tan pronto como llega
6) Ahora, en sexto lugar, este es un hecho más o menos
peculiar, pero creo que no debe ser omitido. La abundancia de vida será
percibida en una delicadeza de
sentimiento. Sin duda hay una gran diferencia en cuanto a la cantidad de
dolor que las personas experimentan ante la misma operación quirúrgica. Hay
personas que están constituidas de tal manera que podrías cortarles un brazo y apenas
sentirían más de lo que otra persona sentiría si le extrajeran un diente; hay
algunos, por otro lado, para quienes el más leve dolor implica un sentimiento
de horror, pues son muy sensibles. No podría decir si es una ventaja o una
desventaja, pero algunos diestros médicos han observado ciertamente que
aquellas personas que tienen constituciones mentales fuertes, que usan mucho
sus cerebros, y que tienen una buena organización mental, son usualmente
aquellos que sufren más cuando se ven sometidos a un dolor; hay más vida en
ellos de un cierto tipo, y son más sensibles por esa razón. Ahora bien, cuando
el Señor Jesucristo da a los miembros de Su pueblo la vida en sus formas más
sublimes, se vuelven más capaces de sentir dolor. El mismo pecado les hará
dolerse cien veces más de lo que solía hacerlo, y se abstendrán de él con mayor
ansiedad para evitarlo. Si eres simplemente un cristiano, puedes hacer el mal,
y serás penitente; pero si tienes mucha vida y haces el mal, ah, entonces tu
corazón se retorcerá de angustia y te despreciarás delante de Dios. El hombre
lleno de delicada vida no sólo sufrirá más, sino que probablemente experimente
más placer; él es sensible a gozos desconocidos para otros, y su constitución
entera se estremece con un placer que otro percibe sólo débilmente. El nombre de
Jesús es indeciblemente dulce para los que tienen vida en abundancia. Sólo
tener vida es algo precioso, pero es inapreciable para los que tienen corazones
muy tiernos, que desbordan con una vida exuberante. Me he encontrado con
algunos cristianos que dicen que no pueden entender el Cantar de Salomón, y no
me he sorprendido por ello, pues es un libro de prueba para almas sensibles, y
cuando los hombres tienen mucho de la vida de amor, ese sagrado cántico se
adecua a sus sentimientos mejor que cualquier otro libro de
Y no he agotado el
significado de la delicadeza. También quiero decir esto. Hay una delicadeza de
mano que el varón puede adquirir mediante una larga práctica, que convierte a
ese maravilloso miembro en un gran obrador de hazañas. Los dedos y la palma
rebosan vida, y pueden ejecutar manipulaciones de un tipo sumamente
sorprendente. De igual manera la mano de la fe educada no sólo puede asir sino
manejar la buena palabra de vida. Cuando estamos dotados de esta facultad,
atisbamos en los misterios del corazón de Jesús como otros no pueden hacerlo.
Los labios también pueden volverse sensibles. Laura Bridgman aprendió a leer
con sus labios las letras resaltadas, y los ciegos tienen muy generalmente una
maravillosa vida en las yemas de sus dedos que otros no hemos desarrollado
todavía. Así el Señor quiere que Su pueblo goce de una vida sensible de
discernimiento que les ha de revelar cosas que de otra manera no hubieran
sentido ni conocido nunca. Oh, cuando tu alma es bendecida con una santa
delicadeza, cuando cada parte de tu naturaleza se ha llenado con una intensa
sensibilidad y la desborda, y, además, con una educada sensibilidad para la
mente y la voluntad divinas, entonces estás llegando donde Cristo quiere que
llegues.
Además esta delicadeza
se muestra en una maravillosa comprensión y en una agudeza de percepción que no
habían estado allí antes. El indio pega su oído al suelo y dice: “un enemigo se
aproxima”, y en cambio tú no puedes oír ni un sonido. Cuando se llega a una
curva en el bosque él dice: “hay una pista rumbo a la derecha”, y en cambio tú
no puedes ver que una varita fue cortada ni que una sola hoja de hierba fue
doblada. Sus facultades están llenas de vida, y por eso tiene un mejor oído y
un mejor ojo que tú. Recuerda la historia del sitio de Lucknow. Cuando la mujer
montañesa dijo: “¿lo oyes? ¿Lo oyes?” ella podía oír el sonido de la música de
los montañeses cuando aún estaba muy distante. No dudo de que lo oyera, aunque
los demás no lo oían; su oído era más agudo que el de ellos. Jesús quiere que
tengamos una rápida percepción en el temor del Señor, de tal manera que podamos
decir: “¡Él viene, Él viene! ¡Puedo oír Sus pisadas!” Y el mundo dirá: “Estás
loco; comamos y bebamos y casémonos y démonos en casamiento”. Necesitamos ser
capaces de decir: “puedo oír la voz del Esposo”, cuando otros dicen: “no es
así, es la pura imaginación”. Necesitamos ojos que vean la tierra que está muy
distante, para que sean visibles para nosotros las puertas de oro de nuestro
hogar celestial. Así tendremos vida “en abundancia”.
7) El séptimo punto es este: la vida, cuando es
abundante, se vuelve suprema. Algunas
razas de hombres tienen vida física, pero no la tienen en abundancia. Por
ejemplo, los indios cobrizos y las razas australianas tienen vida, pero al cabo
perecen y desaparecen de la faz de la tierra, mientras que otras razas de vida
más vigorosa luchan con su ambiente y sobreviven. Los cristianos deberían tener
una vida tan abundante que sus circunstancias no deberían ser capaces de
vencerlos; una vida tan abundante que en la pobreza sean ricos, en la enfermedad
gocen de salud espiritual, en el desprecio estén llenos de triunfo y en la
muerte estén llenos de gloria. Gloriosa es la vida que desafía a las
circunstancias. Hermanos, Cristo nos ha dado una vida suprema, suprema en su
tenacidad; no puede ser destruida, nadie puede cortar su hilo. “¿Quién nos
separará del amor de Cristo?” Ni lo presente, ni lo porvenir podrían hacer eso;
tenemos una vida tan abundante que triunfa sobre todo. Lo que deseo más que
nada es tener esta vida de una manera tan abundante que sea suprema sobre mi
ser entero. Hay muerte en nuestro interior, y esa muerte forcejea con nuestra
vida. Nuestra vida ha derribado a la muerte, y la mantiene bajo sus pies; pero
tremendo es el esfuerzo de la muerte para levantarse de nuevo y retomar el
control.
Hermanos, debemos
sojuzgar a la muerte; debemos atarla como con ligaduras de hierro y sojuzgarla
y plantar la rodilla de la oración sobre su pecho y presionarla contra el
suelo. No hemos de permitir que el pecado tenga dominio sobre nosotros, antes
bien, la vida en abundancia, por medio de la gracia, tiene que triunfar sobre
la corrupción interna.
Hay todavía muchas cosas
más allá de ustedes, hermanos cristianos, pero todo eso es alcanzable. No deben
sentarse y decir: “tenemos que ser siempre cautivos de la carne, y tenemos que
rendirle obediencia”. Amados, ustedes pueden vencer; si la gracia de Dios está
en ustedes, ustedes pueden vencer. No deben congratularse de la perfección de
este lado de la tumba; tal jactancia debe estar lejos de ustedes; pero en la
fortaleza de Dios, la vida de Dios que está en ustedes puede crecer, y crecerá,
pues Cristo vino para hacerla crecer hasta que la muerte sea hollada y ustedes
sean más que vencedores por medio de Aquel que los amó.
Mi tiempo se ha agotado.
El tema es demasiado grande para mí. Entonces sólo concluyo con esto: si
quieren vida tienen que obtenerla de Cristo, y si quieren más vida tienen que acudir
a ese mismo lugar. No miren a Cristo para los principios para luego mirar a
otro lugar para las etapas finales. Cristo vino para que tengan más vida.
Vengan a Él por la fe. No miren a las ceremonias o a los servicios externos ni
a ninguna otra cosa para el crecimiento en la gracia, aparte de Jesús; deben
acudir a Él y Él se los dará, y serán ricos para todos los propósitos de
bienaventuranza. Que Dios nos conceda que todos los miembros de esta iglesia
reciban esta gran bendición por Cristo nuestro Señor. Amén.
Porción de
Nota del traductor:
Soberano: monedas de oro
que circulaban en el Reino Unido.
Traductor: Allan Román
29/Diciembre/2011
www.spurgeon.com.mx