El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Luz Para Quienes
Están Asentados en Tinieblas
NO.
1010
SERMÓN PREDICADO
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Tierra de
Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea
de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los
asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció”. Mateo 4: 15,
16.
Lleno de amor por el
lugar en el que había crecido, nuestro Señor fue a Nazaret y predicó las
inmejorables nuevas en la sinagoga; pero, ay, al mayor de los profetas y al
Señor de los profetas no se le rindió ningún honor en Su propia tierra. “A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Después de ser expulsado con
violencia de la ciudad, el Manso encaminó sus pasos en otra dirección; sin
embargo, aun cuando podía estar justamente indignado, el amor guiaba Sus pasos.
Debía irse, pues los nazarenos habían demostrado ser indignos, pero, ¿adónde
iría? Decide ir a los marginados, a la parte más olvidada de Su tierra, a esa
región en la que la población estaba mezclada y era degenerada al grado de ya
no ser llamada Galilea de los judíos, sino Galilea de los gentiles; región en
la que por su lejanía con Jerusalén poco se sabía de la adoración del templo;
en la que el error era endémico; en la que las mentes de los pobladores estaban
envueltas en tinieblas y sus corazones se encontraban en la región de sombra de
muerte. La pérdida de Nazaret sería la ganancia de Galilea. Como Su juicio en
contra de un lugar es suspendido en misericordia, hay algunos en esta casa a
quienes se les ha predicado sobre Jesús con frecuencia desde su propia niñez,
pero hasta este momento han rehusado obedecer el mandamiento del Evangelio.
Pudiera ser que ahora les diera la espalda; yo oro pidiendo que no lo haga
todavía. Con todo, al apartarse de ellos, tratará con otros según Su misericordia.
Así como la exclusión de los judíos fue la salvación de los gentiles, así la
exclusión de estos seres privilegiados abrirá una puerta de misericordia y
esperanza para quienes no han gozado anteriormente del privilegio. A quienes no
están familiarizados con las voces del Evangelio, a quienes se consideran más
indignos que el resto de la humanidad, a quienes por estar desanimados y desesperados
escriben contra sí mismos amarguras, a todos ellos se les envía el Evangelio.
Así como en tiempos antiguos el Señor predicó a Zabulón y Neftalí y el pueblo
asentado en tinieblas vio gran luz, de igual manera Él es proclamado entre
ustedes este día.
Por el texto pareciera
que algunas personas están asentadas en
mayor oscuridad que otras; y que, en segundo lugar, para tales personas hay una esperanza de luz; pero que, en tercer
lugar, toda la luz que les vendrá está en
Cristo; y, en cuarto lugar (¡óptimas nuevas!) esa luz ya ha resplandecido a su alrededor; sólo tienen que abrir sus
ojos para disfrutarla.
I. ALGUNAS
ALMAS ESTÁN ASENTADAS EN MAYOR OSCURIDAD QUE OTRAS. Por el texto pareciera que
así sucedía en los días de Cristo, y ciertamente así sucede ahora. La soberanía
divina está presente en todos los tratos de Dios. Él no distribuye el
privilegio de oír el Evangelio a todos por igual, pues algunas tierras no han
sido holladas todavía por los pies de un misionero, mientras que aquí el Evangelio
es predicado en las esquinas de todas nuestras calles. Algunos, por las
circunstancias específicas de su nacimiento y extracción, nunca han participado
en la adoración de Dios, mientras que otros, incluso antes de tener la
discreción de escoger, fueron llevados en brazos de sus padres al lugar donde
se acostumbra hacer oración. Dios distribuye Su gracia y Sus privilegios según
le agrade.
En el texto, esas
personas que estaban ubicadas en circunstancias más deplorables que otras son
descritas, primero, como asentadas en
tinieblas: “El pueblo asentado en tinieblas”; con lo cual se quiere
significar, primero, la ignorancia. Los
galileos eran notorios ignorantes. Había habido pocos maestros de la ley en su
medio. No conocían ni siquiera la letra de la ley. Así también hay muchas
personas para quienes el Evangelio es casi desconocido, incluso en su parte
teórica. Pudiera ser que en este país hayan asistido desde su juventud a los
lugares de adoración, pero no han oído nunca el Evangelio, pues el Evangelio
escasea en algunas sinagogas; oirán filosofía, oirán que se proclama el ceremonialismo
y el sacramentalismo, pero esta verdad bendita: “Cree y vivirás”, es empujada
hasta el fondo, así que los hombres alcanzan la mayoría de edad, sí, e incluso
llegan hasta su vejez en la cristiana Inglaterra, y, con todo, el plan de
salvación por la justicia de Jesucristo pudiera ser algo desconocido para
ellos. Se asientan en las tinieblas de la ignorancia.
La consecuencia es que
otras tinieblas se suceden, las tinieblas del error. Ya que han de tener alguna fe, los hombres que desconocen la
verdad escogen muchos inventos, pues, si no son instruidos por Dios, Satanás
pronto los alecciona y ellos se vuelven competentes estudiantes en su escuela.
Galilea era notable por las herejías que allí abundaban. Pero qué misericordia
tan grande es que Dios salve a los herejes. Aquellos que por haber recibido
falsa doctrina han agregado más tinieblas a sus tinieblas, pueden ser conducidos
aún a la gloriosa luz de la verdad. Aunque hubieren negado
Por estar asentadas en
las tinieblas de la ignorancia y del error, esas personas estaban envueltas en
las tinieblas del malestar y de la
aflicción. La oscuridad es un tipo revelador de la aflicción. La mente que
no conoce a Dios no conoce el mejor reposo del corazón. No hay ningún solaz
para nuestras aflicciones como el Evangelio de Jesucristo, y quienes lo ignoran
son bamboleados en un mar tormentoso sin ningún anclaje. Gloria sea dada a Dios
porque cuando la aflicción trae una medianoche, la gracia puede transformarla
en mediodía.
Estas tinieblas de
aflicción iban sin duda acompañadas de mucho miedo. Nosotros no amamos las tinieblas porque no podemos ver lo
que está frente a nosotros, y, por tanto, unos peligros imaginarios nos
alarman; y, de igual manera, quienes ignoran la luz de Cristo son con
frecuencia víctimas de un pánico supersticioso; sí, y surgirán también miedos
verdaderos y bien fundados, pues sentirán terror de la muerte, y del tribunal
de Dios y de la sentencia de la justicia. Créanme que no hay tinieblas tan negras
como el horror que aprisiona a muchas conciencias despiertas, cuando ven su
inminente ruina pero no pueden encontrar un Salvador; cuando sienten su pecado
pero no pueden ver la manera en que puede ser expiado.
Entonces, ya hemos
considerado una porción de esta triste condición. Tal vez sea una descripción
de algunos de ustedes.
Se dice a continuación
que el pueblo estaba “asentado en
tinieblas”. Mateo no cita literalmente a Isaías; pienso que lo modifica a
propósito. Isaías, en su capítulo noveno, habla de un pueblo que “andaba en tinieblas”. Pero aquí el
evangelista habla de un pueblo que estaba “asentado
en tinieblas”. Ese es un estado más desesperanzado. El hombre que camina es
activo, dispone todavía de alguna energía, y puede alcanzar un punto más
brillante; pero un hombre que está sentado está inactivo, y probablemente
permanecerá donde está. “El pueblo asentado en tinieblas”… como si hubiese estado
asentado durante largo tiempo y estaría asentado por más tiempo todavía.
Estaban asentados como si hubiesen quedado petrificados. Estaban “asentados en
tinieblas”, probablemente por causa de la desesperación. Hasta cierto punto se
habían esforzado por alcanzar la luz, pero no habiéndola encontrado, renunciaron
a toda esperanza. Sus desalentados corazones les decían que muy bien podrían
ahorrarse esos inútiles esfuerzos, por lo que se sentaron con la impasibilidad
de la desesperanza. ¿Por qué habrían de ejercitarse más? Si Dios no quería oír
sus oraciones, ¿por qué habrían de seguir orando? Por
ignorar Su abundante gracia y el camino de la salvación por Su Hijo, se
consideraban como entregados a la perdición. Ellos estaban “asentados en
tinieblas”. Tal vez habían estado asentados durante tanto tiempo que alcanzaron
un estado de insensibilidad e indiferencia, y esa es una horrible condición de
corazón; pero, ¡ay!, es muy común. Decían: “¿Qué importancia tiene, ya que no
hay ninguna esperanza para nosotros? Puesto que será lo que el destino señale,
nos quedaremos sentados y no vamos a clamar ni vamos a orar”. He conocido a
muchas personas que no sólo están sumidas en esas tinieblas, sino que están contentas
a medias con desafiar el terrible futuro y esperar sombríamente hasta que la
nube de la tormenta irrumpa sobre ellos. Es una condición sumamente triste y
desgraciada, pero qué bendición es que tengamos este día un Evangelio que podemos
predicar a personas como ellas.
Nuestra descripción no
es completa, pues el texto procede a hablar de esas personas como asentadas “en región de sombra de muerte”, es
decir, que vivían en un territorio que parecía ser gobernado por la muerte y ser
el coto de caza y la residencia natural de la muerte. Muchos seres en este momento
y en esta ciudad están viviendo verdaderamente en los dominios de la muerte
espiritual. La muerte los rodea por todas partes. Si han entrado en esta casa
esta mañana, la suya es una excepción a su posición general. Regresarán a casa
a un hogar que quebranta el día de guardar. Habitualmente oyen juramentos, un lenguaje
profano y canciones lascivas y así respiran el hedor del osario. Si llegaran a
albergar un pensamiento bueno, sería ridiculizado por quienes los rodean. Moran
como si fuese entre tumbas, con seres cuyas bocas son sepulcros abiertos que
vierten todo tipo de cosas nocivas. ¡Qué condición tan triste! Estando ahora un
poco despiertas, tal vez a esas pobres almas les parezca que todo alrededor
suyo profetiza la muerte. Tienen miedo de dar un paso por el riesgo de que la
tierra abra una puerta que conduzca al pozo del abismo.
Cuando estaba bajo
convicción, recuerdo muy bien cómo todo el mundo parecía estar coludido en mi
contra, incluyendo las bestias del campo y las piedras que se encontraban allí.
Me preguntaba entonces si los cielos podrían refrenarse de caer sobre mí, o si
la tierra podría reprimirse de abrir su boca para tragarme. Yo estaba bajo la
sentencia de la ira divina y sentía como si estuviese en la celda de un
condenado y como si toda la creación no fuera sino las paredes de mi calabozo.
“Asentados en región de muerte”.
Pero se agrega que estaban
asentados “en región de sombra de
muerte”, esto es, bajo su fría, venenosa y depresiva sombra; como si la
muerte sombría pendiera sobre ellos en todo lo que hacían y su sombra impidiera
el paso de la luz del cielo. Están asentados allí esta mañana; se están diciendo:
“Prediques como prediques, amigo, nunca podrás consolarme; podrías hablarme del
amor y de la misericordia, pero nunca seré consolado por eso; estoy congelado
hasta mi propia médula, como si la helada de la muerte me hubiese herido; soy
incapaz de esperar ahora, o de orar siquiera, pues hasta mis deseos están
muertos. Mi alma es como un gélido cadáver”.
Y está también implícito
que para ellos la muerte misma está muy cercana, pues quienes se encuentran
bajo la sombra de algo, están cercanos a la cosa misma; y el pecador, atónito y
azorado ante la culpa de su pecado, está seguro sólo de una cosa: que está en
peligro inminente de ser arrojado en el infierno. He conocido a algunas personas
que tienen miedo de cerrar sus ojos en la noche por el peligro de tener que
abrirlos en los tormentos; otros han tenido miedo de irse a la cama por el
peligro de que su lecho se convierta en su féretro; no han sabido qué hacer en
razón de su depresión de espíritu. El lenguaje de Job ha sido el suyo: “Está mi
alma hastiada de mi vida”. Para mí es claro que la descripción del texto
retrata con mucha precisión a muchos de los hijos de los hombres. Yo le pido a
Dios que ni una sola de ustedes, pobres almas en tinieblas, sea tan insensata como
para tratar de excluirse de ello, aunque la perversidad del desaliento es tal
que temo grandemente que pudieran hacerlo. Por pequeñas que hagamos las redes
del Evangelio, hay ciertos pececillos que encontrarán la manera de escapar de
sus benditos esfuerzos; aunque procuramos identificar al personaje, lo perdemos
debido a la singular destreza de la desesperación. El hecho es que cuando un
hombre está enfermo por el pecado, su alma aborrece todo tipo de alimento y a
menos que el amado médico intervenga, morirá de hambre con el pan de vida
dispuesto ante sí. Queridos amigos, que el Señor los visite con Su salud
salvadora, y que les dé a los más tristes de ustedes gozo y paz en la fe.
II. Habiendo
proporcionado la descripción de los que están en tinieblas, pasemos ahora al
segundo punto. HAY ESPERANZA Y LUZ PARA QUIENES ESTÁN EN UNA PEOR CONDICIÓN QUE
OTROS.
El Evangelio llegó a la
tierra sumida en sombras de Zabulón y Neftalí, y el Evangelio ha venido por
siempre como una luz alentadora y rectora para las almas envueltas en tinieblas;
y hay buenas razones por las que deba ser así. Pues, primero, el Evangelio ha
cosechado un fruto muy rico entre tales personas. Cristo ha obtenido grandes
trofeos en medio de las naciones bárbaras. La pobre etnia Karen es una maravilla
de la gracia; los caníbales de las Islas de los Mares del Sur son unos milagros
de la misericordia, y entre los etíopes, que antes fueron esclavos, hay corazones
cálidos y amorosos que se regocijan en el nombre de Jesús. Me aventuraré a
decir que en esta ciudad no hay iglesias que proyecten más honor al nombre del
Señor que aquellas que han surgido en los distritos más necesitados. ¡Qué
maravillas ha obrado Dios por medio de esa bendita iglesia en Golden Lane, a
cargo de nuestro amado hermano Orsman! ¡Qué conversiones han tenido lugar en
conexión con las iglesias de misiones de Saint Giles y Whitechapel! Son
iglesias conformadas por los más pobres de los pobres y los más humildes de los
humildes. Dios es glorificado cuando el ladrón y la ramera son lavados y
limpiados y son hechos obedientes a la ley de Cristo. Cuando aquellos que son
sanados están junto al pastor, incluso las lenguas obscenas se quedan mudas o
son conducidas a exclamar: “¡Lo que Dios ha hecho!” Lo mismo es cierto respecto
a personas que están deprimidas mentalmente, que están desesperadas de ellas
mismas. Muchas de ellas han sido convertidas. Algunos de nosotros fuimos
abatidos grandemente antes que encontráramos al Salvador; más bajo no podríamos
haber llegado; fuimos vaciados como un plato al que un hombre limpia y coloca
boca abajo; no nos quedaba ni una sola gota de esperanza; pero hoy nos
regocijamos en Cristo y les decimos a las almas desesperadas que somos testigos
personales de que Cristo ha salvado a gente de su calaña, que en nuestro caso
Él ha hecho brillar la luz sobre los que estaban asentados en tinieblas, y como
prisioneros de la esperanza nos sacó fuera de la fría sombra de la muerte y nos
ha llevado a la plena luz de la vida; y, por tanto, Él puede hacer lo mismo con
ustedes. Tengan buen ánimo, pues hay esperanza para ustedes.
Es una consolación
adicional para unos corazones tristes, que muchas de las promesas sean dadas a
tales personajes, incluso a quienes están más sumidos en las peores tinieblas.
Cuán preciosa es esta palabra: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar”. ¿No está eso dirigido a ustedes, a ustedes
que son pecadores que están trabajados y cargados? ¿Qué dicen ustedes a esta
clemente palabra: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay;
seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los
desampararé”? ¿Acaso no hay ninguna luz en esta palabra de amor: “Deje el impío
su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”?
¿Acaso no es melodioso este pasaje: “Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y
olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo,
porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros;
sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros
pecados”.
Recuerdo cuando mi alma
se detuvo durante semanas en esta breve palabra: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será
salvo”. Yo sabía que había invocado verdaderamente Su nombre, y por tanto,
esperaba ver Su salvación. Muchos se han asido de esta palabra fiel y han
confiado en ella: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Él recibe a cualquier
persona, “él” o “ella”, en todo el mundo, que venga, por muy contaminados que
estén “él” o “ella”. También esta es una rica palabra: “Él puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos”. Qué palabra fue la de nuestro Maestro cuando mandó a Sus
discípulos que predicaran el Evangelio a toda criatura, comenzando en
Jerusalén. Habían de comenzar sus labores entre Sus asesinos, entre fariseos
hipócritas y altivos herodianos; habían de comenzar donde el demonio reinaba de
manera suprema y debían presentar a Cristo a los peores pecadores primero. Vean
ustedes, entonces, que los grandes pecadores, lejos de ser excluidos, son
justamente los primeros para quienes las buenas nuevas han de ser publicadas.
Tengan buen ánimo, entonces, ustedes que están asentados en tinieblas, pues hay
promesas especiales para ustedes.
Además, recuerden que la
conversión de los más desesperados y de los que están más sumidos en tinieblas,
aporta el más sublime grado de gloria a Dios. Cuando Su gloria pasa por alto grandes
pecados, eso es misericordia en verdad. Donde es grandemente desplegada, es
grandemente enaltecida. Muchos son salvados por Cristo, en quienes el cambio no
es muy aparente, y por consiguiente, el buen Médico sólo recibe un poco de fama
debido a ello; pero, oh, si Él tiene misericordia de aquel ser doliente que
está por allá, que ha estado sumido en la desesperación estos últimos diez
años; si dice: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”, ¡eso resonaría en el
distrito entero! Si Jesús viene y salva a aquel negro e ignorante pecador a
quien todo el mundo conoce porque se ha convertido en una peste y en un fastidio
para el pueblo; o si el diablo ha sido echado fuera de aquel endemoniado, cómo
dirían todas las personas: “Dedo de Dios es éste”. Sí, un pobre desgraciado que
es recuperado, tal como lo expresa el Salmo sesenta y ocho: “De Basán te haré
volver; te haré volver de las profundidades del mar”, es un espléndido trofeo
para el poder vencedor de la gracia todopoderosa. El grandioso propósito de
Dios es glorificar Su grande nombre; y, como esto se cumple mejor cuando Su
misericordia libera a los peores casos, hay ciertamente esperanza para quienes
moran en tinieblas, aprisionados en la aflicción y en los hierros.
Además, cuando
contemplan alegremente la luz, tales personas se convierten frecuentemente en
individuos eminentemente útiles para otros. Su experiencia les ayuda para
consolar a los demás, y están ávidos de hacerlo por gratitud. ¡Oh, dulce luz,
cuán preciosa eres tú para los ojos ciegos, cuando están recién abiertos! Tú no
sabes cuán terrible es estar ciego; da gracias a Dios por desconocerlo; sin embargo,
hay algunas personas aquí que han experimentado dolorosamente la constante
oscuridad; es una privación aflictiva; pero cuando sean abiertos sus ojos, como
lo serán en otro estado, y cuando vean el mejor de los espectáculos: al Rey en
Su hermosura, ¡cuán dulce será para ellos la luz!
“Noches y días de total ceguera
Son su porción aquí abajo;
Rayos de amor provenientes de ojos amables,
Nunca llegan a conocer aquí en la tierra.
Pero en lo alto contemplarán
Ángeles afinando arpas de oro;
Y el embeleso para la vista recién nacida:
¡Jesús en celestial luz!
Entonces, cuando el ojo
espiritual ha estado débil por largo tiempo, y hemos lamentado y llorado por el
pecado pero sin poder contemplar al Salvador, la luz es dulce e inefable. Y por
ser tan dulce, hay en el interior del alma iluminada una necesidad de contar las
gozosas nuevas a los demás. Cuando un hombre ha sentido profundamente el mal
del pecado y ha obtenido por fin misericordia, exclama con David: “Entonces
enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”.
Cuando John Bunyan encontró al Salvador sintió el impulso contárselo a los
cuervos en los campos arados, y vivió para hacer algo mejor que contárselo a
los cuervos, pues día a día, de generación en generación, Sus obras proclaman
al Amigo de los pecadores que los conduce de
III. Pero
ahora viene la mejor parte de nuestro discurso bajo el tercer encabezado. EN
CRISTO ESTÁ TODA
Primero, en el nombre de Cristo hay luz para un pecador
atribulado. ¿Cuál es? Jesús. Jesús,
un Salvador. Yo soy un pecador perdido y arruinado, pero me regocijo pues Jesús
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Mis pecados me turban, pero
Él salvará a Su pueblo de sus pecados. Satanás me asedia, pero Él ha venido
para destruir las obras del diablo. Él no es un Salvador nominal, sino real.
Nosotros conocemos a capitanes y a coroneles que no tienen tropas y que nunca
vieron un combate, pero no sucede así con el Capitán de nuestra salvación. Él
lleva muchos hijos a la gloria. Si un hombre es llamado un constructor,
esperamos que construya; si es llamado un comerciante, esperamos que se dedique
al comercio; y como Jesús es un Salvador, Él cumplirá con Su sagrado oficio: salvará
multitudes. Vamos, seguramente hay aquí una esperanza llena de consuelo. ¿No
ven el amanecer en el nombre del Salvador? En verdad, si Él viene para salvar y
tú necesitas la salvación, eres la persona indicada para Él. Un prisionero ante
un tribunal se alegra al encontrar a alguien que sea abogado de profesión; un
barco extraviado le da la bienvenida a un piloto; un viajero perdido en el
yermo se alegra cuando se encuentra con alguien que es un guía profesional; y
así un pecador debería alegrarse ante la simple mención de un Salvador.
Hay un aliciente similar
en el segundo nombre, Cristo, pues
quiere decir ungido. Nuestro Señor Jesús no es un Salvador amateur que ha venido
aquí sin una comisión de Dios. Él no es un aventurero que se establece por Su
propia cuenta para hacer un tipo de obra para la que no está calificado; no, el
Espíritu del Señor está sobre Él, pues le ha ungido el Señor para esta obra de
salvar a las almas. Él es Jesucristo, a quien Dios ha enviado. A Él ha sellado
Dios el Padre. No hablaba por Sí mismo sino que Dios estaba con Él y en Él.
Vamos, querido amigo, ahora que estoy en la luz puedo ver todo un sol lleno de
esplendor en ese doble nombre: Cristo Jesús, y, sin embargo, me temo que
quienes están en tinieblas no pueden percibirlo. Aquel a quien Dios unge para
salvar, tiene que ser capaz y tiene que estar dispuesto a salvar al culpable.
Este nombre es como la estrella matutina; mírenlo, y sepan que el día está
cercano. Contiene tal gozo que la miseria misma debería saltar con santo júbilo
al sonido del nombre.
Es nuestra deleitable
tarea agregar que para quienes están asentados en tinieblas hay luz en la persona y en la naturaleza de nuestro
Señor. Fíjense muy bien quién es este Jesucristo. En la constitución de Su
persona, Él es Dios y hombre, es divino y humano, es igual con Dios y es
prójimo con el hombre. ¿No ven el amor de Dios en el hecho de que estuvo
dispuesto a tomar a la humanidad en unión consigo mismo? Si Dios se hace
hombre, entonces no odia a los hombres sino que siente amor por ellos. ¿No ves la
idoneidad de Cristo para tratar contigo, pues Él es un hombre como tú, sensible
a tus debilidades; nacido de mujer, fue estrechado en el pecho de una madre; sufrió
hambre y sed y cansancio; y estando muerto y sepultado en el sepulcro fue
partícipe de nuestra condenación así como de nuestra aflicción? Jesús de
Nazaret fue verdaderamente un hombre. Él es hueso tus huesos y carne de tu
carne. Oh pecador, mira el rostro del varón de dolores y tendrás que confiar en
Él. Puesto que Él es también Dios, compruebas en ese hecho Su poder para
completar la obra de salvación. Él te toca con la mano de Su humanidad, pero
toca al Todopoderoso con la mano de Su Deidad. Él es hombre, y siente tus
necesidades; Él es Dios, y es capaz de suplirlas. ¿Es algo demasiado tierno
para Su corazón de amor? ¿Es algo demasiado difícil para Su mano poderosa?
Cuando el propio Señor que hizo los cielos y cavó los fundamentos de la tierra
viene para ser tu Salvador, cualquier dificultad para que seas salvado
desaparece. La omnipotencia no conoce ninguna dificultad, y, oh pecador, para
un omnipotente Salvador no es difícil salvarte ni siquiera a ti. Una mirada de
fe te proporcionará un perfecto perdón. Un roce del borde del manto del
Redentor te sanará de inmediato. Ven, entonces, y confía en el Dios encarnado.
Arrójate en Sus brazos de inmediato.
Además, hay luz en Sus oficios, y, ciertamente, un
resplandor de gloria que el menor pensamiento percibe pronto. ¿Cuáles son Sus
oficios? No puedo detenerme para mencionar ni la décima parte de ellos, pero
uno de Sus oficios es el de Mediador. Tu alma anhela hablar con Dios y
encontrar aceptación en Él, pero tienes miedo de aventurarte en Su terrible
presencia. No me sorprende tu miedo porque “Jehová tu Dios es fuego
consumidor”. Pero ten buen ánimo pues la vía de acceso está abierta y hay
Alguien que irá ante el Rey contigo, y que abrirá Su boca en favor tuyo. Jesús
se ha interpuesto y ha llenado la gran sima que se abría entre el pecador y su
justo juez. Su sangre ha regado el camino de grana; Su cruz ha tendido un puente
sobre cada torrente; Su persona es la calzada para aquellos que quieren
acercarse a Dios. Ahora, como Cristo Jesús es el Mediador entre Dios y el
hombre y tú necesitas un mediador, tómalo y tendrás luz de inmediato.
Tú también deseas en
este día un sacrificio para expiar tus iniquidades; lo encontrarás también en
Cristo. Dios tiene que castigar el pecado y cada transgresión debe recibir su
justa recompensa; pero, he aquí, Cristo ha venido y como ‘chivo expiatorio’, ha
llevado lejos el pecado; como ofrenda por el pecado Él ha quitado la
transgresión. ¿Acaso no son buenas nuevas? Pero oigo que dices que tus pecados
son muchos y demasiado grandes. Entonces, ¿piensas neciamente que Cristo carga
con el pecado de los inocentes? Eso sería ridículo. ¿Supones que Cristo cargó
con pecados pequeños solamente? Eso sería convertirlo en un Salvador pequeño.
Guárdate de eso. No, cuando Él colgó del madero cargó con pecados del tamaño de
montañas, con pecados que desafían al cielo y Él presentó por esos pecados una
expiación eficaz. ¿Acaso no hay luz en todo esto?
Además, y sólo para
mencionar otro oficio, nuestro Señor es un Intercesor. Tal vez una de tus
mayores dificultades sea que no puedes orar. Tú dices: “No puedo juntar de
manera coherente una docena de palabras; si gimo, me temo que no siento en mi
corazón lo que debería sentir”. Bien, hay Alguien que puede orar por ti, si no
puedes hacerlo por ti mismo. Confíale tu causa para que interceda por ella, y
no dudes de que tenga éxito. Conforme veas cada oficio de Cristo, que Dios te
conceda gracia para que percibas que tiene un lado resplandeciente para los
pecadores. No dudo que la luz fluya continuamente de cada una de las partes del
sol para animar a los mundos que giran en torno suyo; así, de la infinitud de
Cristo fluye consuelo para las almas pobres y necesitadas. Él se deleita en la
misericordia. Él es un grandioso Salvador. Todo Él es amor, todo Él es ternura,
todo Él es piedad, todo Él es bondad; y si los peores pecadores lo ven, verán
la luz.
Además, si necesitas
luz, piensa en Su carácter, como el
Salvador manso y humilde. Los niñitos lo amaban. Él los llamaba y venían de
buen grado, pues era manso y humilde de corazón. Oh, pecador, ¿podría rechazarte?
¿Piensas que si fueras a buscar misericordia hoy, te podría decir alguna
palabra dura y dejar que regresaras al lugar en que te encontrabas? Eso no
podría ser; no está en la naturaleza de Aquel que es a la vez el Hijo de Dios y
el Hijo del Hombre, repeler jamás a un corazón que de buena gana se asiera a
Él. Mientras no actúe duramente una vez con algún pecador que se acerque, no
tienes ningún derecho a imaginar que te rechazará, si vienes a Él.
Piensa por un minuto en
Su vida. Se nos dice que era “apartado de los pecadores”, y, con todo, se dice
de Él en otra parte: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Amigo de
los pecadores era Su nombre, y lo es todavía. Piensen en aquella vida de
abnegación que transcurría entre los enfermos y los pecadores para su bien. Y
luego piensen en Su muerte, pues allí está enfocada la luz de la gracia; la
cruz, como un espejo ustorio, concentra la luz y el calor del amor de Cristo en
el pecador. Véanlo agonizando en el huerto por pecados que no eran los Suyos;
véanlo azotado con terribles flagelaciones por transgresiones en las que no
tuvo participación; contémplenlo desangrándose y muriendo sobre el madero por
Sus enemigos; véanlo sufrir por iniquidades en las que jamás participó, pues en
Él no hubo pecado. Si Cristo murió en lugar del culpable, tiene que ser verdad
que Dios puede salvarme. Este argumento eliminó mi incredulidad. No puedo dejar
de creer cuando veo al Dios encarnado sufriendo por el culpable, el justo por
los injustos, para llevarlos a Dios.
“¡Pecadores! Vengan, vean al Salvador,
Vean manos, pies, costado y sienes;
Véanlo desangrándose sobre el madero,
¡Vean Su corazón ardiendo por ustedes!
Contemplen un rato, y luego apresúrense,
Encuentren a mil pecadores más y díganles:
¡Vengan, pecadores! Vengan conmigo,
Véanlo sangrar sobre el madero”.
Yo quisiera que
estuviera en mi poder transmitir la luz que veo en la
cruz a los ojos mentales de todos mis oyentes, pero no puedo hacerlo. Dios el
Espíritu Santo tiene que hacerlo. Sin embargo, amados, si alguna vez reciben la
luz, será de esta manera: Cristo tiene que ser una gran luz para ustedes. Nadie
encontró la luz jamás por explorar en sus propias tinieblas interiores; eso es
en verdad buscar entre los muertos al que vive. Pueden escarbar el tiempo que
quieran entre los tizones de su depravación antes de encontrar allí una chispa
de bien. Tienen que mirar lejos del yo, lejos de sus propias resoluciones,
lejos de sus propias oraciones, lejos de sus arrepentimientos y de su fe. Tienen
que mirar a Cristo en la cruz. Toda su esperanza y su ayuda están puestas sobre
los hombros de Emanuel. Ustedes no son nada. Ni un trapo ni un hilo de su
propia justicia servirían de algo; el traje de justicia de Cristo ha de
cubrirlos de la cabeza a los pies. ¡Apaguen sus despreciables velas, apaguen
las chispas que han encendido vanamente, pues, he aquí, el Sol ha salido! “Levántate,
resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.
Ustedes no necesitan ninguna otra luz que la de Jesús; no sueñen con ninguna
otra. Renuncien a la esperanza en ustedes mismos, tengan una completa
desesperanza respecto a cualquier cosa que pudieran hacer, y ahora, ya sea que
se hundan o naden, arrójense al mar del amor de Cristo; confíen en Él y no
perecerán jamás, ni nadie los arrebatará de Su mano.
“Tiren al suelo sus propias ‘obras’,
A los pies de Jesús,
Permanezcan en Él, únicamente en Él,
Gloriosamente completos”.
IV. Pero,
por último, quisiéramos decirle a toda pobre alma sumida en las tinieblas que
no necesita permanecer en las tinieblas, pues
¡Qué grande misericordia
es, mi querido oyente desesperado, que tú todavía no estés en el infierno!
Habrías podido estar allí; muchos que no eran peores que tú están allí; y, sin
embargo, tú estás aquí en la tierra de la esperanza. Dios no trata contigo este
día conforme a la ley, sino según los dictados del Evangelio. No has venido al Sinaí
esta mañana; no hay ante ti ningún monte ardiendo, ni salen de ahí retumbos de
truenos; tú has venido al Monte Sion, donde el Mediador del nuevo pacto
proclama paz y perdón. No he recibido ninguna comisión de maldecirte, sino que tengo
una clara autoridad de mi Señor para invitarte a que vengas y recibas Su
bendición. Has venido a la sangre rociada en la cima de Sión ¡pero pudiste
haber sido llamado a ver la sangre de tu propia ejecución! No hay diablos a tu alrededor, sino un innumerable batallón de ángeles que te
desean lo mejor. ‘Mirad que no desechéis al que habla’. Recuerden, queridos
oyentes, que el mandamiento del Evangelio es enviado hoy a todos ustedes; a
ustedes, los que están más desesperados, a ustedes se les ordena que crean en
el Señor Jesucristo. “Demuéstrame eso”, dices tú. Te lo demostraré así: Él les
ordenó a Sus discípulos que fueran por todo el mundo y que predicaran el
Evangelio a toda criatura. Tú eres una criatura, por tanto, nosotros te predicamos
el Evangelio. ¿Y qué era el Evangelio? Pues bien, era sencillamente esto: “El
que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será
condenado”. Ese Evangelio, entonces, llega a ustedes: Dios manda a todos los
hombres en todo lugar, que se arrepientan. ¡Oh, qué misericordia es que la luz
del Evangelio brille en torno tuyo todavía! ¿Acaso le cerrarás tus ojos? Yo te
suplico encarecidamente que no hagas eso malvadamente.
Además, todas las
provisiones del Evangelio, que están llenas de luz y de amor, están a tu
alrededor en este instante. Si creyeras ahora en Cristo Jesús, cada pecado que
hubieres cometido te será perdonado por causa de Su nombre; tú serás para Dios
como si nunca hubieses pecado; la sangre preciosa te dejará tan blanco como la
nieve. “Pero eso no bastaría”, dirá alguien, “pues Dios exige justamente obediencia
a Su santa ley, y yo no he guardado Sus mandamientos, y por lo tanto, soy
pesado en la balanza y soy hallado falto”. Tú tendrías una justicia perfecta en
un instante si creyeras en Jesús, “Como también David habla de la
bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras”. Dichoso
el hombre para quien Jesucristo es hecho sabiduría y justicia, y Él es hecho
eso para todo aquel que cree. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús”. “Ah” –dices tú- “pero yo tengo un corazón malo y
una naturaleza perversa”. Si creyeras, tu naturaleza sería cambiada. “Os daré
corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. “Y andarán en mis
preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra”. Él puede
cambiarte de tal manera que difícilmente te reconocerías; serás una nueva
criatura en Cristo Jesús; las cosas viejas pasarán; he aquí todas serán hechas
nuevas. Él quitará el corazón de piedra y te dará un corazón de carne. “Ay”
–dices tú- “ni siquiera eso bastaría, pues nunca me mantendría en los caminos
de justicia, sino que regresaría a la perdición”. Oh tú, ser trémulo, oye estas
clementes palabras: “Pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se
aparten de mí”. ¿Y qué dijo nuestro propio Señor? Dijo: “No perecerán jamás, ni
nadie las puede arrebatar de mi mano”. “El agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna”. ¿Pero qué pasa si yo me extravío?,
dirá alguien. Entonces Él sanará tus rebeliones, te recibirá con clemencia y te
amará inmerecidamente. “Confortará mi alma”. Él no permitirá que ni siquiera
sus ovejas extraviadas perezcan, antes bien, una vez más las pondrá en la senda
debida. “Ah, pero la pobreza de mi alma es profunda, y mis carencias serán
demasiado grandes”. ¿Cómo puedes decir eso? ¿No es Él el Dios todo suficiente?
¿Se ha acortado el brazo del Señor? ¿Acaso no proveyó una mesa en el desierto?
¿No está escrito: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta?” Él hará que
toda gracia abunde para ustedes. “No temas, gusano Jacob… Yo soy tu socorro”.
“Ah” –dirá alguien- “pero yo seguramente
tendré miedo de morir, pues aun ahora tengo miedo”. “El que cree en mí, aunque
esté muerto, vivirá”. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo”. Sorbida
es la muerte en victoria. Habiendo amado a los suyos que están en el mundo, los
amará hasta el fin. Tú tendrás tal fe sobre los momentos de agonía que dirás:
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” “Pero
tú no te refieres a mí”, dirá
alguien. Me refiero a ti que estás asentado en tinieblas, a ti que eres
ignorante, a ti que estás deprimido, a ti que no tienes nada bueno que sea
propio. Me refiero a ustedes que están indefensos, a ustedes que están
perdidos, a ustedes que son condenados, me refiero a ustedes. Y este es el
mensaje de Dios para ustedes: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. “A quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia,
a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la
mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y
el que justifica al que es de la fe de Jesús”. “El que en él cree, no es
condenado”. Oh, vengan, ustedes, que son culpables, pues Él está listo para
perdonarlos. Vengan, ustedes, inmundos; la fuente está preparada para
limpiarlos. Vengan, ustedes que están afligidos, puesto que el gozo está dispuesto;
Él ha hecho matar Sus bueyes y Sus animales engordados, y todas las cosas están
listas; vengan al festín de amor. Pero oigo que algunos de ustedes dicen: “yo ciertamente
tengo que hacer algo”. Cesa de tus obras y toma las obras de Cristo. “Oh, pero yo
no siento como debería sentir”. Cesa de tus sentimientos; los sentimientos de
Cristo en la cruz deben salvarte, no tus propios sentimientos. “Oh, pero yo soy
muy vil”. Él vino a salvar a los viles.
“Ven, con todas tus ropas inmundas,
No te demores para ser limpiado o enmendado;
Ven, con toda tu carencia,
Tal como estás, y Él será tu amigo.
Por los vanos encantos del tentador,
No seas engañado más;
Dios el Padre aguarda para hacer de ti
Su amado hijo adoptivo”.
“Pero yo he sido un
adúltero, he sido un ladrón, he sido un proxeneta y todo lo que es malo”.
Aunque así sea, con todo, esta es palabra fiel y digna de ser recibida por
todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Todo pecado
y blasfemia será perdonado a los hombres. Es cierto que tú eres sustancialmente
peor de lo que piensas que eres; podrías decirme que eres horriblemente malo,
pero no tienes ni la menor idea de lo malo que eres; el lugar más hirviente del
infierno es tu merecido; pero es a ti que la misericordia es enviada; a ti, oh
hombre, a ti, oh mujer, a ti, que te has manchado con todo tipo de enormidades
inenarrables, aun a ti, así te dice el Señor: “Yo deshice como una nube tus
rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí”. No
puedo decir más. Quisiera poder hablar -estaba a punto de decir- con las
lenguas de los hombres y de los ángeles, pero tengo un mensaje tan bendito que
entregarles que siento que no se requiere de palabras buenas, pues el mensaje
mismo es todo lo que se necesita, si el Espíritu lo bendice. Oh, no lo
rechacen. Yo les suplico a ustedes, a ustedes que son culpables, a ustedes que
están desesperados, que no le den la espalda, que no desechen el reino no vaya
a ser que demuestren ser indignos y atraigan sobre ustedes mismos la máxima ira.
‘Si quisiereis y
oyereis, comeréis el bien de la tierra’. Reciban al Señor Jesús como su Salvador,
ahora, en el acto. Que Dios el Espíritu Santo los conduzca a hacerlo, por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Porciones de
y
capítulo 5: 1-12.
Nota del traductor:
Etnia Karen: El pueblo Karen
o Kayin son una etnia que vive principalmente en el sur y el sureste de Birmania
(Myanmar) y hablan una lengua sino-tibetana.
Espejo ustorio: espejo cóncavo con el que
se obtienen temperaturas elevadísimas, reuniendo los rayos solares en su foco.
Traductor: Allan Román
9/Mayo/2012
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